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Todavía no eran las ocho de la mañana, pero la tía bisabuela estaba despierta desde hacía más de dos horas. Traviesa e ingeniosa como ella sola, tuvo una idea. Así que fue al cuarto donde dormía plácidamente su sobrina bisnieta y le dijo:
- Hijita, hijita...
Cuando la sobrina despertó a medias, la tía bisabuela le dijo muy seria:
- Te llama tu amiga, la que vive en Francia.
La sobrina se levantó de un salto. Esa amiga muy querida tenía años de vivir en Francia y años de no venir de visita. En tiempos de cartas y llamadas de larga distancia, las comunicaciones que recorrían fronteras no eran fáciles ni baratas. Así que había que correr para aprovechar hasta el último segundo de la llamada.
Cuando la sobrina estaba a punto de tomar el teléfono, que la tía bisabuela había dejado descolgado, un grito que vino de atrás la sobresaltó:
- ¡Santos inocentes!
La tía bisabuela comenzó a reír, la sobrina quedó un momento con el teléfono en la mano sin entender nada. Hasta que se dio cuenta de la fecha.
Así que santos inocentes, ¿no? Ahora vas a ver, pensó.
Resignada a no volver a dormir, se levantó y fue a tomar desayuno. Mientras tanto, su cerebro pensaba y pensaba...
De repente, la sobrina preguntó por su mamá y la tía bisabuela le dijo que salió temprano a hacer varios encargos. "Tempranito mejor, hijita, así no hay gente. Ya sabes cómo son estos días de Navidad y Año Nuevo, todos corren".
"Sí, pues", pensó la sobrina.
Al cabo de un rato, la sobrina bajó las escaleras hacia la cocina, el reino indiscutible de la tía bisabuela. Estaba apurada, casi gritaba:
- Tía, tía, saca tu carrito de compras. Ahí viene mi mamá con el pavo que le regalaron en su trabajo. Anda haciendo sitio en la refrigeradora mientras yo traigo el pavo del carro. Haz bastante espacio, mejor, es un pavo grande.
Tan grande fue la impresión que la tía bisabuela ni siquiera se detuvo a pensar cómo la sobrina tenía todos esos datos. Se limitó a renegar:
- Pero si ya habíamos hablado que iba a esperar hasta la próxima semana para traer el pavo. Pero si ya le había dicho que mejor pasaran unos días antes de cocinar de nuevo algo complicado. Pero si ya le había dicho que mejor lo guardáramos para su cumpleaños. Pero si ya habíamos quedado en que...
Sus cavilaciones fueron interrumpidas por una carcajada y un grito de la sobrina:
- ¡Santos inocentes!
- Ay, esta muchacha...
- Ay, esta tía bisabuela.
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