viernes, 25 de enero de 2008
30 años...
Y hoy son 30 años.
Tantas cosas han pasado. No me refiero a las obvias como los avances tecnológicos, la caída del Muro de Berlín, las Torres Gemelas, un japonés de presidente del Perú, sino a otras menos trascendentes pero más cercanas. Nuestra propia intrahistoria.
En estos 30 años se ha ido y ha llegado tanta gente. Se fue Tito, la tía Angelita, el tío Jorge y los tres abuelos que conocí. De otro lado, llegaron Ana Cé y Américo y, por supuesto, llegaron también Gonzalo y Marcela.
Porque a pesar de las partidas, la familia sumó.
No pudimos verte en nuestras graduaciones del colegio, ni en nuestro ingreso a la universidad, ni tampoco en nuestras graduaciones de la universidad, que logramos gracias al tremendo esfuerzo de una mujer tremendamente inigualable (bueno, un poco a nosotros mismos también).
Tampoco pudimos verte el 16 de marzo de 1994, ni el 27 de setiembre de 2007. Pero sé que estabas ahí. Todos lo sabemos.
Pero esto no se trata de tristezas ni nostalgias. Se trata de una celebración de la vida que fuiste, que eres, que diste y que tuvimos el privilegio de conocer. Así que, por favor, te pido que le hagas acordar a mi mamá cómo se hace el enrollado de limón.
domingo, 13 de enero de 2008
Momento mágico
Hace una semana fui con Gonzalo a hacer unas compras al Centro de Lima. Por una serie de razones, él no pudo ver todo lo que había planeado, así que de manera bastante gaseosa quedamos en ir el sábado siguiente de nuevo. Durante la semana me llamó a decir que no íbamos a poder ir, porque un amigo lo había invitado a la playa el fin de semana. Le dije que no había problema, que ya iríamos en cualquier otro momento.
Durante la semana también, quedé con algunos amigos del colegio en reunirnos el viernes, aprovechando los últimos días de la visita en Lima de una de ellas.
Pero los planes se trastocaron la mañana del viernes, cuando me llamó Gonzalo otra vez, a contarme que su fin de semana en la playa se había postergado por motivos de salud de su anfitrión. Y me preguntó si podía quedarse a dormir en la casa para salir de compras al día siguiente en la mañana. Yo dudé, le dije que no iba a estar porque iba a reunirme con mis amigos del colegio, pero él me contestó que no importaba porque se quedaría con su Abu, viendo televisión.
Con esa respuesta, mis dudas se disiparon, y entonces, me fui tranquila.
La reunión no duró mucho porque en el grupo hay una embarazada. Así que poco antes de la 1 am, ya del sábado, estaba de vuelta en mi casa. A pesar de que traté de no hacer bulla al entrar, el sonido de la puerta al abrirla fue inevitable. Al pasar por la puerta del cuarto en donde Gonzalo (no) estaba durmiendo, en dirección a mi cuarto, una vocecita conocida me llamó.
Entré y le pregunté si lo había despertado. Me dijo que el sonido de la puerta terminó de sacarlo del estado de semi sueño en el que estaba. Y no sé cómo empezamos a hablar de las series que nos gustan.
Empezamos por Seinfeld, que sabe que me encanta, y que ha visto conmigo algunas veces. Comentamos varios capítulos, sobre todo el último, y repasamos las características tan peculiares de esos personajes tan peculiares.
De ahí, me preguntó por qué no me gusta Friends. Le respondí que ningún personaje me convence, no sé si porque no me son simpáticos, o si es que me parece que todos son sobreactuados. Aunque reconocí que tiene algunos gags buenos.
Después repasamos The nanny, Two and a half men, Everybody hates Chris, Hechizada, entre otras, de estos tiempos y de tiempos más antiguos. Así pasamos más de una hora, en la que la mitad de mi mente estaba puesta en ese momento mágico y probablemente irrepetible, de los dos hablando sobre nuestras series favoritas, en voz muy bajita para no despertar a nadie, abrazados sobre la cama que fue de mi hermana. La otra mitad de mi mente estaba centrada en las ganas que tenía de sacarme los lentes y de ir al baño.
Pero algo me decía que no me moviera, porque esos hechos tan mundanos romperían la magia. Hasta que ya no aguanté más y le dije lo que tenía ocupada a la otra mitad de mi mente, tremendamente impertinente esta vez. Tan rápido como pude, me saqué los lentes y fui al baño (quizá no en ese orden). Lo mejor del mundo fue que la magia no se rompió ni un poquito.
De las series pasamos a nombrar a todos mis amigos que él conoce, y a los que no conoce. Lo que es un hecho es que todos lo conocen a él, aunque sea de nombre. Entonces le dio sueño, me di cuenta a pesar de sus esfuerzos por disimularlo.
Nos dimos el último abrazo de la noche, le agradecí por ese momento mágico que me había regalado y nos fuimos a dormir.
La mañana de compras tuvo su magia también, pero nada comparado con la noche previa.
Gracias Gonzalo. Cuando sea grande, quiero ser como tú. ;)
jueves, 3 de enero de 2008
Cuéntame cómo pasó
Si no has oído nunca este título, no te preocupes. Más allá de mi cercano círculo familiar, en el Perú prácticamente nadie lo ha oído. Pero en España es un éxito.
Cuentame cómo pasó (CCP) es una serie española que dan los jueves de setiembre a enero en TVE, a las 7:30 pm u 8:30 pm, según el horario de verano en Europa.
Al estilo de Los años maravillosos, CCP narra las vivencias de la familia Alcántara a finales de la dictadura de Franco, en la voz de un Carlitos Alcántara ya adulto. La trama empieza en 1968 y actualmente en la ficción nos encontramos a finales de 1975... Franco acaba de morir y los Alcántara, como todos los españoles en ese momento, se encuentran en medio de una colección de emociones encontradas.
La familia está compuesta por Antonio Alcántara Barbadillo, su esposa Mercedes Fernández López, y sus hijos Inés, Toni, Carlos y María, la pequeña.
Aunque no llegué a ver los primeros capítulos, por las conversaciones de los personajes entiendo que la historia va más o menos así: en busca de nuevos horizontes, en algún momento de la década de 1950, el matrimonio Alcántara Fernández deja su natal Sagrillas (pueblo ficticio situado en la provincia real de Albacete), y con sus dos hijos mayores se instala en Madrid. En algún momento, o probablemente desde el inicio, la madre de Mercedes, Herminia, se les une. Ya en Madrid nace Carlos, el primer madrileño de la familia.
Antonio comienza trabajando como ordenanza en un ministerio y en una imprenta, y en su búsqueda de ascender social y económicamente pasa por muchas penurias. Mercedes, o Merche, junto con su madre se dedica a las labores del hogar y a Meyni, el taller de costura del Barrio que en un momento llega a ser una industria.
Pero los Alcántara viven en un mundo de cambios turbulentos, de liberación femenina, de una España que está empezando a mostrar el hartazgo hacia un régimen que ha tenido al país sojuzgado por 40 años, con mucho miedo ante lo que vaya a pasar cuando se produzca el "hecho biológico" (eufemismo dado a la muerte de Franco). Todos los adultos han vivido en carne propia la tremendamente cruenta Guerra Civil Española, y han conocido de primera mano el hambre y la incertidumbre del día a día.
Inés, la hija mayor, es una mujer liberada e independiente como su tiempo lo exige (onda en la que Merche poco a poco va entrando, a su propio pesar), lo que la hace ser incomprendida por sus padres. Toni milita en un partido "rojo", y aunque nunca dicen específicamente en cuál, de él se sabe que es trotskista. A Carlos se le ha visto crecer y madurar a través de las mil correrías en las que se mete y mete a sus incondicionales amigos Luis y Josete. También está María, la pequeña.
El eje de la familia es el amor que une a Antonio y Merche, a pesar de lo "cabezota" que ella piensa que es él (y que sin duda es), y a pesar de que él no siempre entienda a su Milano.
Alrededor de todos ellos está el Barrio de San Genaro. Cada uno de sus habitantes aporta un condimento que le da un sabor especial a esta amalgama de actuares y pareceres.
CCP no refleja ni mi tiempo ni mi espacio. Pero aún así los Alcántara y sus adláteres ejercen una especial atracción. ¿A qué se debe esto? Probablemente a su lucha, que es universal e intemporal. O quizá sea que los personajes parecen ser personas reales, con las mismas virtudes y defectos que reconocemos en nosotros mismos. O tal vez porque identificamos por ahí un parecido con alguien a quien nos hubiera gustado ver envejecer y peinar canas.
O quizá sea por todo esto a la vez...
Habrá que ver a qué se enfrenta esta familia, que condensa a todas las familias españolas, ahora que el hecho biológico se ha producido. Lo comentaré con mi amiga panameña Ariadna, una excelente amistad virtual que debo totalmente a CCP.