Era una mañana cualquiera de un domingo cualquiera, un poco antes del mediodía. Después de varios días nublados, Lima estaba soleada. Debo reconocer que, si bien el verano no es mi estación favorita, tener una mañana soleada es algo que alegra los ánimos.
Regresaba caminando de comprar literalmente cuatro cosas del autoservicio que está a pocas cuadras de la casa. Tenía una bolsa pequeña en la mano, todas las compras cupieron en esa sola bolsa.
Me crucé con un hombre y una mujer que venían conversando. Cuando pasaron por mi costado, detecté que hablaban en portugués. Pensé en mi amiga Elisa, y recordé los días que estuvo en Lima hace algunos meses.
Avancé dos cuadras. Delante de mí caminaban en el mismo sentido que yo tres muchachos. Hablaban fuerte entre ellos. Coincidentemente, también hablaban portugués. En eso, uno de ellos se volteó, me miró y me preguntó si el shopping quedaba cerca. Como me lo preguntó en castellano, repregunté en castellano qué era lo que querían comprar. El segundo me dijo con una mezcla de portugués y castellano: "estamos buscando LarcoMar. É perto?" Cerquísima. Es más, como voy hacia allá, caminemos juntos, les dije.
Me contaron que son de Sao Paulo, que ese domingo era su último día en el Perú, que el viaje había durado diez días en total, que el día anterior habían regresado de Puno, que les había afectado la altura, que antes habían estado en Cusco, que habían hecho dos días del Camino Inca, que Macchu Picchu les había fascinado. Todo eso en el tiempo que toma caminar media cuadra.
En la segunda media cuadra, el tercero me preguntó si en LarcoMar había sitios para comer. Muchísimos, les dije yo. ¿Comida japonesa? Por supuesto que si.
Cuando llegamos al punto en que yo debía voltear, les indiqué hasta dónde debían seguir antes de doblar a la izquierda. De ahí debían seguir la calle hasta un semáforo, cruzar la pista y ya estarían en LarcoMar.
Se despidieron los tres haciéndome adiós con la mano. Les respondí de igual manera. Supongo que llegaron bien a LarcoMar. Espero que hayan llegado bien a LarcoMar.
Dicen que por cada turista que se siente bien tratado, vienen diez más. Ojalá que este brevísimo encuentro con los tres paulistas traiga 30 paulistas más. Y si no es así (nunca lo sabré) por lo menos ayudé a que ellos llegaran al lugar que buscaban.
Nota: fuente de la imagen.Regresaba caminando de comprar literalmente cuatro cosas del autoservicio que está a pocas cuadras de la casa. Tenía una bolsa pequeña en la mano, todas las compras cupieron en esa sola bolsa.
Me crucé con un hombre y una mujer que venían conversando. Cuando pasaron por mi costado, detecté que hablaban en portugués. Pensé en mi amiga Elisa, y recordé los días que estuvo en Lima hace algunos meses.
Avancé dos cuadras. Delante de mí caminaban en el mismo sentido que yo tres muchachos. Hablaban fuerte entre ellos. Coincidentemente, también hablaban portugués. En eso, uno de ellos se volteó, me miró y me preguntó si el shopping quedaba cerca. Como me lo preguntó en castellano, repregunté en castellano qué era lo que querían comprar. El segundo me dijo con una mezcla de portugués y castellano: "estamos buscando LarcoMar. É perto?" Cerquísima. Es más, como voy hacia allá, caminemos juntos, les dije.
Me contaron que son de Sao Paulo, que ese domingo era su último día en el Perú, que el viaje había durado diez días en total, que el día anterior habían regresado de Puno, que les había afectado la altura, que antes habían estado en Cusco, que habían hecho dos días del Camino Inca, que Macchu Picchu les había fascinado. Todo eso en el tiempo que toma caminar media cuadra.
En la segunda media cuadra, el tercero me preguntó si en LarcoMar había sitios para comer. Muchísimos, les dije yo. ¿Comida japonesa? Por supuesto que si.
Cuando llegamos al punto en que yo debía voltear, les indiqué hasta dónde debían seguir antes de doblar a la izquierda. De ahí debían seguir la calle hasta un semáforo, cruzar la pista y ya estarían en LarcoMar.
Se despidieron los tres haciéndome adiós con la mano. Les respondí de igual manera. Supongo que llegaron bien a LarcoMar. Espero que hayan llegado bien a LarcoMar.
Dicen que por cada turista que se siente bien tratado, vienen diez más. Ojalá que este brevísimo encuentro con los tres paulistas traiga 30 paulistas más. Y si no es así (nunca lo sabré) por lo menos ayudé a que ellos llegaran al lugar que buscaban.
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¡Feliz Día de Acción de Gracias!