Esta historia no me pasó a mí sino a alguien muy cercano y casi viví los acontecimientos a su lado. Para no revelar nombres, llamaremos a esta persona simplemente M.
La hija de M estaba próxima a casarse, y como suele pasar en ocasiones de ese tipo, la novia tenía muchas actividades que hacer antes de la gran fecha.
Para algún almuerzo familiar, pocos días antes del matrimonio, M se puso unos zapatos nuevos. Casi siempre, zapatos nuevos y zapatos incómodos son sinónimos, y esta vez no fue la excepción. Lo único que M quería era sacárselos y ponerse otros que no le causaran tanto dolor en los pies.
En cuanto acabó el almuerzo, partió a su casa con su hija. De ahí debían hacer otra diliegencia, pero decidieron cambiarse antes. M pudo así zafarse de su par de verdugos. Se cuidó mucho de poner los zapatos dentro de una bolsa especial antes de guardarlos en su clóset.
Salió con su hija, regresaron a su casa después de un rato y ni pensó más en los zapatos, a pesar del dolor de sus pies.
Pasados unos días, llegó el momento de otra comilona previa al matrimonio y decidió ponerse los mismos zapatos de la vez anterior. Tenía la esperanza de haberlos amansado la primera vez que se los puso y que esta vez no sufriría tanto.
Buscó en el clóset donde los había dejado un tiempo antes. Nada, no estaban.
Miró en el clóset de otro cuarto, a pesar de tener la certeza de que no los había puesto ahí. "Alguien puede haberlos cambiado de sitio", pensó. Fue por gusto, tampoco los encontró en ese segundo clóset.
Buscó debajo de su cama, debajo de las demás camas, debajo de todas las camas de la casa. No había zapatos. Preguntó, buscó por todos lados, hasta en los sitios más absurdos. Hasta miró dentro de la maletera de su auto pensando que tal vez los hubiera puesto ahí sin darse cuenta a su regreso del almuerzo.
Los zapatos eran historia antigua.
No podía perder más tiempo, se puso otros zapatos menos elegantes pero infinitamente más cómodos y partió a su compromiso sin dejar de pensar en el par que no quería dar por perdido. Estuvo pensando en todos los lugares donde no había mirado, y al regresar a su casa prácticamente volteó la casa, pero fue un esfuerzo inútil.
Ya cansada de estar jugando a las escondidas con su calzado, recurrió a internet. Buscó en Google: "encontrar zapatos perdidos", y después de una serie de lecturas de personas que contaban historias similares, vio un mensaje revelador: "si has mirado en todos sitios y no encuentras tus zapatos, busca en la basura".
M lo hizo, sabiendo por supuesto que si los hubiera echado a la basura, hace días que se hubieran ido en el camión que recoge los desperdicios puntualmente cada noche.
"Chau, zapatos, nuestra historia fue linda mientras duró".
Ciertamente, la de M y sus zapatos fue una historia muy linda, aunque sumamente breve.
------------
Les invito a leer mi
más reciente artículo para Global Voices. Un regalo para los sentidos.