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Como dicen las reglas del lugar, no puede entrar al salón de baile con los zapatos que se usan en la calle. Al llegar, todos deben descalzarse y entrar con medias o con calzado especial como el que se usa en el ballet.
Pero esto no es ballet. Lo que practican aquí son bailes en parejas, bailes de salón. Lo de bailar descalzos es además una protección contra los pisotones.
De su casa fue caminando al lugar. No tenía prisa, tenía tiempo. Iba con ropa cómoda, remataba el atuendo con unas sandalias que reciben el nombre de chancletas, chanclas o chalas según el país.
Dejó su calzado en los casilleros habilitados para tal fin a la entrada del salón de baile. Una vez adentro, se puso sus zapatos especiales tipo ballet. Apagó su teléfono y esperó a ver con qué estilo los sorprendía la profesora y quién sería su pareja ese día, muy decidida a disfrutar el baile y nada más.
Así pasaron dos horas. Dos horas que volaban. Volaban las horas mientras sus pies se deslizaban al ritmo de la música, atenta siempre a los pasos, a los giros, a las indicaciones de la profesora. Unas veces todo salía bien. Otras, no tanto. La diferencia la hacía la pareja, si el elegido bailaba tan bien como ella, el resultado era perfecto.
Pero nunca se dejaba frustrar por una pareja torpe. Ella iba a pasarlo bien.
Se acercó a donde se dejaban los zapatos. Como siempre, un pensamiento cruzó su mente: "¿y si alguien se había llevado sus zapatos por error?", pensamiento que siempre terminaba descartado pues sus zapatos estaban ahí, esperándola.
Cuando se agachó a buscarlos, no los vio. Revisó en todos los casilleros, por si alguien los hubiera movido de lugar.
Nada.
Preguntó en la oficina si los había dejado ahí, aunque sabía que la respuesta sería no.
Y fue no.
Esperó a ver si los veía en pies ajenos.
Nada.
Se resignó a ponerse el último par que quedó solitario. Se parecían a sus sandalias, pero no eran. Ni siquiera eran de su tamaño.
Por más que averiguó, por más que preguntó, por más que esperó su calzado nunca apareció.
Alguien se confundio. La prueba es que quedo un par extra. Elemental mi querido watson!
ResponderEliminarY ese alguien se fue descalza a su casa, y aparentemente ni cuenta se dio. O le importó poco.
Eliminar😄
¡Tengo el mismo temor cuando visito las mezquitas de los lugares turísticos!
ResponderEliminarCariños Gabriela
Al menos en esta historia, había pocas opciones para encontrar a la dueña del calzado. En un sitio público es mucho más complicado.
Eliminar😱
Mmmm... Parece que a alguien le gustó más tus zapatillas que las suyas.
ResponderEliminarPor lo menos hubiera elegido unas de su tamaño.
Eliminar🤭
Qué extraña. Un beso
ResponderEliminarLo peor es que puede pasar...
EliminarSiempre quedará la duda, Gabriela, si fue un error "involuntario".
ResponderEliminarNunca lo sabremos, Esteban.
EliminarSon cosas que pasan aunque nos parezcan raras.
ResponderEliminarCon un poco de distracción y otro poco de zapatos que se parecen la mesa está servida para la confusión.
EliminarMe pasó en el gimnasio, alguien se llevó mi chubasquero y no confundido,sino por que ese día llovía y en vez de mojarse ella, me mojé yo. Nunca apareció además creo saber quién fue, solo le valía a ella o a mí, pero como no tengo pruebas. Me compré otro.
ResponderEliminarBuen jueves.
Un abrazo.
Qué mal me parece. En el Perú tenemos una palabra para gente así, y esta persona se la merece completa.
EliminarAcontece.
ResponderEliminarSempre me ocorre essa possibilidade quando, ao entrar em templos budistas ou muculmanos, sou obrigada a tirar os sapatos. Os meus nunca desapareceram
Bom domingo.
Y espero que nunca desaparezcan.
Eliminar¡Un abrazo, Nina!
Todo un misterio, sin duda, pues ni siquiera le dejaron un par de su número...
ResponderEliminarBesos mil de las dos
J&Y
No, ni de su número ni de su gusto. Y jamás regresaron a reclamar. Misterios de la vida, ja, ja.
EliminarMucha casualidad que fueran del mismo número que la usurpadora...
ResponderEliminarY ni con esas, Tania. ¿Dónde andarán esas sandalias perdidas?
EliminarTu misma lo has dicho: "Se parecían, pero no lo eran" simplemente alguien apurada las confundió
ResponderEliminarSaludos
Bienvenido por estos barrios, Chaly.
EliminarEl misterio está en que nadie regresó a preguntar por el calzado olvidado, simplemente nunca más se preocupó.
ja ja ja que historia me recordó una cuando mi hijo era pequeño en los castillo hichables dejo sus botas nuevas y cuando volvió al por ellas había unas botas exactamente iguales pero todas rotas y un número menor que el que usaba mi hijo. alguien salio ganando. un abrazo
ResponderEliminarQué pena que tu hijo haya pasado por eso. Pero últimamente he aprendido que estas "pérdidas" se recuperan. Así que seguro ya hubo compensación.
Eliminar¡Abrazos!
Te dire que una vez fui a un matrimonio familiar con mi hermana y mi sobrino en verano. Los hombres se quitaron el saco y los ponian en un sillon aparte. A la hora de regresar no habia el saco de mi sobrino que flaco y alto y el saco que sobraba era uno bien ancho y cortito. Dijeron que averiuguarian, pero nunca aparecio el saco.
ResponderEliminarAlguien anda por ahí con un saco grande y ancho. Parece que nadie salió ganando.
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