jueves, 25 de junio de 2009

¿Error o truco?

Hace algunos días fui de compras a un supermercado en Miraflores. Tenía una lista de compras relativamente chica, nada de ahí era realmente muy importante. Uno de los encargos era un paquete de guindones (*).
Después de haber puesto en el carrito de compras casi todo lo que necesitaba, fui hasta donde estaban los guindones a granel. No me gusta mucho comprarlos envasados porque siento que no son completamente frescos.

Los encontré en el sitio en el que están siempre. Un cartelito anunciaba "Guindones medianos S/.1.52 x 100 g". Detrás del cartel, había varios envases artesanales, de esos de la propia tienda, ya con el peso marcado con una etiqueta. Agarré uno de ellos y me fijé en el peso para llevar uno que contuviera aproximadamente la cantidad de 250 gramos. La etiqueta decía "Guindones sin pepa", y el precio indicado por kilo era de S/.26.90. El precio de los guindones medianos, a partir de lo indicado en el cartelito, era de S/.15.20, es decir, casi la mitad.
Comencé a hurgar en todos los envases para encontrar uno que contuviera guindones medianos, pues no es nada complicado sacarles la pepa. Por lo menos, no como para pagar casi el doble.
Nada. Todos eran guidones sin pepa. Unos 250 gramos de esos guindones me salían a poco menos de 7 soles. Los otros guindones no hubieran llegado a 4 soles.
Así que le pregunté a un trabajador de la tienda, fácilmente visible por su uniforme de color distintivo, dónde podría encontrar los guindones medianos, los que costaban casi la mitad. Muy atento, me explicó que yo debía fijarme bien, que el cartel señalaba S/.1.52 por 100 gramos, y que el peso de lo que yo tenía en la mano era de casi 300 gramos. Por eso salía más caro.
Le repliqué que él se fijara bien en el precio por kilo y en que decía "Guindones sin pepa", no "Guindones medianos". Le pedí que por favor me dijera dónde estaban los medianos, que eran los que yo buscaba. Me dijo que iba a buscar alguien de ese sector.
Se fue. Regresó al rato con una señorita a la que le volví a hacer la explicación. Su respuesta fue la misma: que ese envase tenía casi el triple y que por eso el precio no era de S/.1.52 sino más. Le volví a contestar lo que ya le había dicho a la persona anterior, y le pedí que por favor me indicara dónde estaban los guindones medianos. También le dije que más bien sacara el cartel errado para no confundir a más gente y que se ahorraran complicaciones.
Me dijo que ella me traería los guindones, esos guindones que no estaban por ningún lado. Se llevó el cartelito del S/.1.52. La esperé en el mismo sitio, y efectivamente apareció trayendo un envase con cerca de 300 gramos de los guindones que yo buscaba, por un total de casi S/.3.50.
No se trata tanto de los 3 soles que hubiera pagado de más, sino más bien de no pagar en exceso por algo que, al menos para mí, no tenía sentido.
Yo lo vi como un error sin la más mínima mala fe. Cuando conté el incidente, hubo quien me dijo que no sería raro que fuera un truco para clientes menos atentos que yo, para que terminaran comprando un producto más caro y pagando casi el doble del precio. Total, cuando uno paga en la caja no hace mayores cálculos sobre el monto final a pagar. Y la tienda gana con nuestra falta de atención.
Puede ser que sea así, aunque me parece que sería algo complicado, pues serían demasiadas las personas que tendrían que estar involucradas. Aunque nunca se sabe.
(*) En el Perú llamamos guindones a lo que en otros países llaman ciruelas pasas.

jueves, 18 de junio de 2009

Movilidad escolar

Prácticamente, a lo largo de toda nuestra vida escolar, mis hermanos y yo fuimos usuarios de esa entrañable institución llamada la movilidad.

Primero, en mi año de kindergarten, fue la señora Raquel, con su inolvidable Volkswagen Kombi (las auténticas, no las infames de estos tiempos) color verde agua. Los de kínder, que en la movilidad éramos tres, entrábamos a la misma hora que el resto del colegio, pero salíamos dos horas más temprano. Así que a nuestro regreso la camioneta era solamente para nosotros tres, que por ser los menores, íbamos muy intimidados y tranquilitos por la mañana. Muchas veces, la señora Raquel se aparecía con regalitos para nosotros, por lo general trozos de queque hechos en casa.

Después vinieron varias otras "señoras de la movilidad": la señora Matienzo, la señora Pinto, la señora Riva y finalmente Manuel, la única excepción en esta lista de mujeres. Hubo un año, cuando recién el colegio se mudó al local nuevo, en que usamos el servicio de ómnibus. Solamente duró un año porque el servicio no era muy bueno ni tenía ese sabor tan familiar de la camioneta.

En esas mañanas limeñas tan húmedas de junio, la camioneta paraba en la casa de alguien, que bien podía estar listo y formalito esperando muerto de frío en la calle, como también podía salir apurado con un pan en la mano y sin peinarse. Ya se sabía quién era (éramos) de los formalitos y quién de los que salían a la volada con la mitad del desayuno en la mano.

Recuerdo que era todo un triunfo cuando uno de "los grandes" te saludaba al cruzártelo en el patio del colegio.

Todas estas evocaciones y añoranzas me vinieron a la mente hace poco, una tarde cualquiera. Caminaba sin apuro por una de tantas callecitas miraflorinas, sin pensar en nada en especial. De repente escuché a uno de mis costados muchas voces de niños gritando: "¡somos hermanos!, ¡somos hermanos!" a voz en cuello. Cuando me voltée a ver de dónde venían las voces, vi una camioneta, inequívocamente una movilidad escolar, ahora casi todas uniformadas de amarillo. Desde dos ventanas abiertas asomaban cuatro cabecitas, pregonando alegremente a los cuatro vientos esa hermandad que los hacía tan inmensamente felices.
Retrocedí no sé cuántos años, a los tiempos en que era yo quien hacía lo mismo: asomar la cabeza por la ventana para gritar alegremente a los cuatro vientos (no mamá, nunca sacaba la cabeza por la ventana), para sorpresa, y fastidio a veces, de los transeúntes. Retrocedí también a los diálogos de los más chicos, cuando yo ya era de "los grandes", que decían llenos de asombro que "Magnum tiene un teléfono en su carro". Recuerdo ese momento, recuerdo quién lo dijo. Para mí fue una sorpresa descubrir hace pocos años que es todo un colega, especialista en Derecho Comercial. Para él ya no debe ser sorpresa hablar por teléfono desde el carro.

Otra generación. Otro tiempo. Otro mundo. Otra vida. Los mismos gestos. Los mismos gritos. Las mismas acciones. Algún día, será otra generación en otro tiempo, otro mundo y otra vida, con los mismos recuerdos. Tal vez hasta con la misma nostalgia por la moviildad.

jueves, 11 de junio de 2009

Diálogo abecedario

- ¿Ya la viste?— pregunta la primera.
- ¿A quién?— responde interrogativamente la segunda.
- A la flaca esa, pues. Esa que es tan flaca que si no le ponen el sombrero se confunde fácilmente con las que tiene al lado.
- ¿Qué tiene?— vuelve a preguntar la segunda, sin entender bien cuál es el punto al que quiere llegar su interlocutora.
- Que está insoportable. Desde que se ha hecho tan famosa cree que es más importante que todas las demás. Debería darse cuenta de que siempre va en minúscula y como complemento de otras cosas, y que por sí sola sigue sin valer mucho.

Este diálogo ficticio (preferentemente imaginado con una buena dosis de entonación limeña) bien podría estar dándose dentro del alfabeto, en donde "la flaca que sin sombrero se confunde con lo que tiene al lado" es la letra i. Efectivamente, de un momento a otro la i se ha hecho muy famosa, pues por todos lados vemos iPhones, iPods, iTouch, iLike, iGoogle y similares.

Quizá a estas alturas ya las demás letras estaban medianamente acostumbradas (aunque no necesariamente cómodas) con la súbita popularidad de la e, en palabras como e-mail, e-business. e-books, etc. La diferencia entre ambas popularidades es que la e viene seguida de un guión, lo que indica que no es propiamente parte de la palabra.
Hace algunos años leí el libro El orden alfabético, de Juan José Millás. Recuerdo que el autor señala en una parte que la vida diaria no respeta el orden alfabético. Así dice, por ejemplo, que alfabéticamente, el almuerzo debería venir antes que la cena y que el desayuno. Igualmente con la muerte, que en el diccionario viene antes que el nacimiento.
Eso hizo que me preguntara: ¿y si algunas letras estuvieran efectivamente celosas de otras más usadas? ¿Y si en represalia decidieran esconderse? ¿Y qué pasaría con el popular juego de palabras cruzadas, en donde hay letras que tienen diez veces más valor que otras?

¿Se lo han preguntado? Ahí lo dejo como tarea...
----------------
Agradezco a Gonzalo por su colaboración en este post.

viernes, 5 de junio de 2009

Por Global Voices Advocacy

Hay algunas causas que valen su peso en oro. En lo particular, las causas que tienen que ver con la libertad de las personas, y la posibilidad que se expresen libremente, sin ser censuradas por hacerlo.

Global Voices Advocacy está concursando en una competencia de Zemanta contra otras causas, y quien consiga más votos ganará $3000 USD. Quedan 48 horas para el cierre. Esa es bastante plata para una organización de voluntariado que a cada rato saca nuevos productos para mantener la seguridad de los blogueros alrededor del mundo. Hay muchos lugares en los que escribir en un blog te puede llevar a la cárcel, y en muchos de esos lugares, ir a la cárcel es casi como una sentencia de muerte: te encierran con criminales violentos, violadores, asesinos… todo por escribir en tu blog y denunciar actividades del gobierno. Y Global Voices Advocacy saca estas historias a la luz, y las publica en un medio que es consultado por fuentes noticiosas tales como CNN, la BBC, Reuters, etc.
Entonces lo que puedo hacer para que GVAdvocacy logre ganar, y espero que me ayuden, es escribir un post, como este, donde explico por qué Global Voices Advocacy merece ganar el premio y copiar este texto acá abajo (las instrucciones también están acá). Porque me importa, y espero que me ayuden con ésto: si quieren pueden copiar este post y publicarlo en sus blogs: nos faltan pocos votos para ganar (estamos de 2dos) y cada post en un blog distinto, es un voto más que nos podría llevar a ganar.
This blog post is part of Zemanta’s “Blogging For a Cause” campaign to raise awareness and funds for worthy causes that bloggers care about.
Este texto lo he copiado del blog MedeaMaterial de Juliana Rincón Parra, colaboradora de Global Voices Online. La imagen la he obtenido del blog Globalizado de Juan Arellano. En ambos casos, con la anuencia del autor/a.

jueves, 4 de junio de 2009

Sonrisas en Azerbaiyán

Lo mejor de formar parte del grupo de traductores voluntarios de Global Voices Online en castellano es que me da la oportunidad de echar un vistazo a perspectivas de personas de otras latitudes, con otras costumbres y otras formas de ver la vida.
Por eso me llamó la atención este post de enlace, que traduje al castellano, y que a su vez me llevó a visitar el post del blog de donde venía el enlace. El blog se llama Scary Azeri in the Suburbs (Azerí temible en los suburbios), su autora se identifica simplemente como ScaryAzeri, y se define como:

Tengo 35 años y soy una madre en los suburbios. Si, ya sé. Hay demasiados blogs creados por madres. ¿Y qué? También quiero bloguear. No soy cualquier madre suburbana que está aburrida y quiere bloguear. Soy una temible madre azerí en un subirbio inglés. Si no tienes idea de lo que eso significa, sigue leyendo. Te ilustraré con mi típico estilo del oriente de Europa y te explicaré cómo es cambiar tu mundo de una extraña república musulmana post soviética a una acomodada aldea cercana a Londres de personas que viajan diariamente al trabajo.
Previa autorización de la autora, traduzco a continuación el post titulado "Sonríe cuando tu corazón es de... ¿Europa Oriental?":


Esta noche, el esposo está viendo Wanted. Sin Steven Seagal, pero con Angelina Jolie. Los senos y labios son mucho más impresionantes, pero además de eso, la misma cosa: montones de tiroteos y carros rápidos y eso es todo. Después, él anuncia: “Esposita, esas son dos horas de mi vida que no voy a recuperar”.

--------------

Ayer manejaba al gimnasio: persianas puestas, sol afuera, la radio en mi estación favorita ... (XFM si quieren saberlo, solamente que ahora estoy lamentando que Alex Zane ya no presente el programa del desayuno).

Según una mamá de por acá, se hizo a un lado para dar paso a mi carro, y estuvo frenéticamente saludando para llamar mi atención.

“Pero tú -se burló- en tu ignorante estilo ruso, ¡ni siquiera sonreíste ni saludaste!”

OK, pensé, no importa la partecita rusa. Estoy acostumbrada a que mis amigos y otras personas de por acá me llamen rusa, o para ser honesta, más frecuentemente una “rusa loca”. Antes trataba de explicar que:

a) No, no estoy acostumbrada a los climas fríos por venir de donde vengo,
b) No, no tenemos osos caminando por las calles, y a decir verdad, tampoco los tienen los rusos.

Pero ella me dejó pensando: sé precisamente lo que quiso decir. Siempre nos reconozco, ex soviéticos, por esta severa expresión del oriente de Europa en el rostro que ciertamente muchos de nosotros tenemos. Yo, por supuesto, no puedo hablar por toda Europa Oriental. Pero tengo una idea de por qué ocurre con las muchachas azeríes.

He estado tratando de entender cómo, después de apenas dos años o algo así de vivir en el Reino Unido, cada vez que he regresado, los taxistas en Bakú me han tomado inmediatamente por extranjera. (Gracioso, ¿no? Extranjera acá, extranjera en casa. Básicamente, extranjera en todas partes.)

Me quedé pensando por qué sería. Y creo que viene del lenguaje corporal, includda la expresión facial. Las mujeres occidentales están listas para sonreír. Puede ser una sonrisa educada, una sonrisa aburrida, o una sonrisa de estoy-a-punto-de-matarte. Pero siguen siendo sonrisas, a pesar de todo. Chocas con el carrito de compras de otro, sonrisa. Sonríen a los mozos y al personal de las tiendas, basureros y trotadores. Saludan y sonríen a los carros que pasan y a las adolescentes a caballo, que bloquean la pista y cabalgan siempre tan despacito.

Si pues, mi vida acá requiere algo de ejercicio facial frecuente. Pero no es una habilidad que siempre haya tenido. En Bakú, las mujeres por lo general no sonríen a los extraños. (A menos que hayan escapado de una institiución mental o se paren apoyadas en los postes por las noches.)

[…] Si eres una muchacha decente y respetable, no puedes sonreírle a un taxista, ni a un vendedor, ni a un mozo. De hecho, cuando más maleducada y arrogante parezcas, más admiración conseguirás. (A menos que seas fea, por supuesto: entonces nada ayudará) .

Entonces, de verdad: no es que semas maleducadas. Es simplemente una forma de mecanismo de defensa que tuvimos que desarrollar, para evitar que nos acosen constantmente por donde quiera que fuéramos.

Aunque creo que las cosas están cambiando. Vi unas fotos de un matrimonio azerí hace poco, donde las novias parecían contentas y sonriendo, y hasta bailando.

[…]

Para ver el post completo en inglés, entrar acá.

Antes de leer esto, nunca me había puesto a pensar en cómo extrañarías las sonrisas de las personas a mi alrededor, y la mía propia, si me llegaran a faltar.