sábado, 19 de abril de 2008

Las (tele)novelas

Las telenovelas me han acompañado la vida entera. Recuerdo los días en que regresábamos del colegio, la tía Angelita nos esperaba con el almuerzo listo, caliente, servido... y con el televisor prendido viendo la telenovela que fuera.

Vienen a mi memoria algunos títulos de diversas nacionalidades: Ha llegado una intrusa, El hogar que yo robé, Mañana será otro día, Barata de primavera, Una muchacha llamada Milagros, Lucía Bonelli, Quiero gritar tu nombre, entre tantas otras. Y la infaltable dupla de oro de las novelas venezolanas Lupita Ferrer y José Bardina.

Gracias a las novelas, aprendí que es normal y cotidiano tener amnesia, dejar niños abandonados que después son reconocidos por cadenitas, manipular los frenos de un carro para "deshacerse" de alguien incómodo, suplantar personas, adueñarse de herencias, que los malos más malos siempre se salen con la suya hasta el penúltimo capítulo y que la palabra FIN era sinónimo de felicidad infinita.

De todas, hay cuatro que merecen un lugar especial en mis recuerdos de todos los tiempos. El orden en que van no reflejan ninguna preferencia porque las cuatro son especiales por diferentes razones:

1. Los ricos también lloran: la primera vez que la dieron, no podía verla completa porque la daban a las 10 de la noche. A esa edad, para mí era una hora prohibitiva, pero de todas maneras trataba de ver tanto como me fuera posible. Recuerdo como si estuviera viviendo de nuevo la "fiesta" que armamos mis hermanos y yo con la tía Angelita cuando Luis Alberto botó a empujones de su cuarto a la pérfida Esthercita, nada menos que la misma noche de bodas. Esthercita era una real mala de telenovela mexicana, y ese matrimonio lo consigue gracias a sus maquinaciones dignas de una real mala de telenovela mexicana. Mientras tanto, la pobre y buena de Mariana lloraba desconsolada (por cierto, ¿nadie puede hacerle un favor y decirle que ya estuvo bueno de colágeno?).

Años después la vi de nuevo, esta vez completa y siguiendo todos los elementos de la trama. Y sentí el mismo gozo cuando vi a Luis Alberto botar a Esthercita a patadas.

2. Baila conmigo: exitazo brasileño, con Tony Ramos haciendo memorablemente doble papel, el alegre carioca Quizinho y el opuesto serio lisboeta Juan Víctor. Como toda buena novela brasileña, había una cantidad increíble de personajes, cada uno con sus características bien definidas. Inolvidable momento el del encuentro de los dos gemelos.

Eran los primeros tiempos de las novelas brasileñas en el Perú. Muy pocos años antes habían dado Isaura, que rompió todos los esquemas y que en su momento fue una revelación total (debo reconocer que ahora se ve más bien como pieza de museo). Y hasta donde recuerdo, Baila conmigo fue la segunda (después de Dancin' Days) que mostraba un Río de Janeiro del siglo XX, con playas y playeros, motos, alegría, música.

3. Corazón salvaje (versión de 1993): inolvidable Eduardo Palomo, haciendo un Juan del Diablo memorable. No sé si me gustaría leer el libro, para ver si su personificación encaja con la concebida por la autora, Caridad Bravo Adams. Prefiero quedarme con la idea de que Juan del Diablo tenía el pelo largo, ojos verdes y un arete, que era un tipo que la tuvo difícil, sin tener siquiera nombre por ser hijo extramatrimonial pero que supo abrirse camino en la vida y que terminó encontrando el amor y su lugar en el mundo.

Hay dos versiones anteriores, pero yo solamente recuerdo vagamente la segunda de ellas. Esa versión transcurría en Martinica o en Haití, por eso se explica que la mala se llamara Aimée y que ese Juan del Diablo fuera mulato.

Pero en mi recuerdo, no se compara con el Juan del Diablo de Eduardo Palomo. Esta novela la vi completita, y la veo cada vez que la repiten. Hasta yo misma me asombro de encontrarme anticipándome a los diálogos. Alguna vez leí que dado el éxito de la novela, Palomo decidió quedarse con el pelo largo, con el look de Juan del Diablo.

4. La pícara soñadora: (también con Eduardo Palomo) narrada en un tono muy diferente de las anteriores; es una novela atípica porque no tiene malos en el sentido que entendemos a los malos de las novelas. Recuerdo al torpe Molina que quería hacerle la vida imposible a los personajes principales, pero a quien todo le salía siempre mal.

Lupita López era todo lo pícara y soñadora que el título sugería, además de vehemente y bastante irreflexiva. Hasta llegó a tener a una bebita colgando del techo con tal de evitar que la separaran de su mamá.

Los azares de la vida me hicieron conocer y hacer amistad con uno de los actores de esta novela, cuando estuvo en Lima haciendo... una novela. No era Eduardo Palomo, pero todo fue igual de emocionante.

Por una triste coincidencia, los actores que encarnaban a los personajes principales de esta novela murieron muy jóvenes, y los dos por ataques al corazón. Se me hizo un nudo en la garganta hace algunos años cuando vi a Palomo en Un día sin mexicanos, su última película. Al final aparece su cara a toda pantalla y la frase In memoriam. Pude oír los murmullos extendiéndose por la audiencia mientras pasaban los créditos.

Mención aparte y especial merece esa joya de las novelas, Vale todo. Ahí están las malas más malas de todas las malas de telenovelas: Fátima (Gloria Pires) y Odete Roitman (Beatriz Segal).

Como ven, las telenovelas me han acompañado toda la vida. Me traen recuerdos. Casi siempre de los que te hacen sonreír con nostalgia.

martes, 15 de abril de 2008

Secuelas de un post: el Grupete (actualización)

Hace menos de una semana publiqué un post sobre Monika, la Cortina de Hierro y el chicle. Les mandé el texto a todos mis amigos de colegio, ese maravilloso Grupete que ha reclamado en conjunto un post propio.

Comenzaré por citar algunos de los comentarios de los grupeteros acerca del post. El primero es de Monika, directo desde Varsovia:

Wow, Gabi tengo lagrimas en los ojos...... Tenemos que encontrarnos en algun lugar algun dia :) - Gracias
Perdi total contacto con todos - ya no recibo emails de la gente del salon.
En Polonia existe una web donde se registran los distintos colegios iy salones y despues de anos la gente se rencuentra alli- hay algo asi en Peru? capaz podemos registrarnos? Seia mas facil...
Besos Monika

En verdad, había pensado escribir este post con las primeras reacciones, pero me pareció justo esperar el comentario de Monika antes de redactarlo. Por cierto, como respuesta le mandé todos los e-mails del Grupete.

Desde Sydney, Percy escribió (copio textualmente):
[…]

Dejando la joda de lado, Gaby que bacan escribes, […] tu articulo, no sabes como me has hecho retroceder en el tiempo y los sentimientos de alegria que me ha venido al leer tu articulo, yo ni me acordaba del buque ese, pero ahora que lo comentas se me vino un flashback super claro de cuando estuvimos en la cubierta y lo del radar, de los chocolates y dulces no me acuerdo, y me he dado cuenta que desde chica estabas interesada en la politica y ciencias sociales, mientras yo me ponia a bailar. joder, reir en clases y me botaban del salon […] igualmente de las cosas simples de la vida que mencionas en tu articulo, como el ir a la tienda de la esquina a comprar golosinas, me has hecho acordar cuando vivia en Pueblo Libre (JAJAJAJAJAAJA) y me mama me mandaba a comprar vainas, de hecho que con el vuelto me compraba mi chicle globo! la vida es tan rapida estos dias que entramos en la rutina y nos olvidamos por completo de lo que hemos vivido, aunque no soy muy aficionado de mirar el pasado, pero como dicen recordar es volver a vivir.

con tantas anecdotas del colegio y del grupete tienes harto pa escribir
Otro que recordó el barco con claridad fue Mariano:
Gabriela,
Cómo crees que me voy a olvidar de esa visita (aparte de mirar el reloj para que acabe el día y no tener que regresar a clases)...
Lo que más me acuerdo es cuando abrieron la cabina del motor y era del tamaño de un dormitorio y el barco que ten{ia mas de 100 metros (así lo ví yo, seguro era más chico)...
Iamgino al gordo Carlos, si Jorge Luis se come mi chocolate creo que jamás lo podría olvidar...
Carlos, el aludido por Mariano, dijo:
Como siempre: gracias Gaby recuerdo ese día como si fuese ayer.
Jorge Luis se comió mi chocolate. JAJAJA.
Carlos
Sorprendente confesión, porque no le conocía es faceta de big bully a Jorge Luis. Tal vez era un matalascallando (a ver que me lo confirmen los hombres del salón). Para mí era alguien con quien hablaba muy poco... casi siempre obligada por el hecho de compartir grupo porque nuestros apellidos iban consecutivos alfabéticamente en la lista.

Coqui, desde Denver, otro que pide post del Grupete:
Hola Gaby,
Sabes que he sentido mientras leia bastantes de tus posts?, orgullo, he leido varios y voy a seguir leyendolos […], te cuento que desde que estoy aqui muchas oportunidades de salir no tengo, ya sabes que aqui manejas en tragos y te cuelgan y yo soy pues medio chelerito asi que mas paro aqui pegado a la laptop y en ese plan es que desde hace tiempo me la paso leyendo blogs, con algunos te identificas bastantes pero era primera vez que leia alguno de alguien que conocia y mira tu, eso es lo que senti, te dejo, voy a seguir leyendote y ojala en alguno de esos tambien aparezcamos los del grupete del colegio.un abrazo!
Coqui
Coco, desde México, escribe también:
Gaby,
Apenas termino de leer tu blog y sinceramente me he quedado impresionado, no solo con tu forma de escribir, sino con esos detalles de recuerdos […], que memoria!!. No recordaba lo del Barco, y aunque aún tengo solo imágenes, me ha conmovido más saber que hiciste tan buena amistad con Monika y que sobre todo que a pesar de tu corta edad, ya te enriquecías con el hecho de conocer gente de otras culturas, como adelantándote a la época, hoy en este mundo globalizado es quizá para algunos como en mi caso, el pan de cada día.

[…]

Tony, desde San Diego, no conoció a Monika porque entró al salón mucho después, pero igual comentó, cosa que le agradezco:
Hola Gaby,
Que tal? La verdad que no me imagino crecer sin chicle.
Recuerdo que chico, cuando salian algunos de mis tios con los que creci y me preguntaban si queria algo, si la respuesta no era chocolate era chicle.

Tu blog esta bueno. Acabo de leer un par de escritos. […]

Tony
Marianella, desde Florida, nos dice:
Gaby:

No me deja de sorprender tu memoria, me encanto. La verdad que si me acuerdo lo de la visita al barco, pero lo que me acuerdaba era de un chocolate que en forma de corazon o algo gruesito nos dieron ahi, pero no me acuerdo del chicle...buhhh y ahora no podria vivir sin chicle!
Óscar, normalmente de pocas palabras, también comentó:
Esta bacan el post Gaby, pero yo no recibi tu email original, agrega mi msn a la lista porfa. Gracias

Después de este post, llegaron más comentarios. Acá va el de Carolina, que vive en Pennsilvania:

[…] me acuerdo varias cosas bonitas y asombrosas del barco, sin embargo el sinsabor es que tambien me acuerdo que […] y yo nos peleamos por uno de esos chocolates ... en ese entonces fue una tragedia... un bendito chocolate.

Claudia, que siempre vive a mil por hora, también comentó:

Recuerdo PERFECTAMENTE la visita al barco. No recuerdo tan bien el nombre ("Los niños... algo"), pero esa visita fue memorable! Era la primera vez q pisaba el Callao! Y un barco!

[…]

- No recuerdo el chicle, pero debe ser xq nunca he sido una de sus fanaticas (salvo el Chicle Globo de Fresa y/o Platano q solia comprar en el literal "chino de la esquina", de mi Pacasmayo querido).

- Lo q si recuerdo son los chocolates... humm, chocolates... son mi vicio! Y en ese momento, fuera del Sublime y Cua Cua, en Peru no teniamos nada q valiera siquiera el nombre! Y sin embargo, en ese mini break q nos ofrecieron, habian unas joyas de cacao... Marianella, recuerdo esos corazones!!

- Y recuerdo tambien el dia q me presentaron el Toblerone... fue en tu casa Monika, en uno de tus cumpleaños! Para mi fue el lujo mas grande de la vida! Todavia guardo 2 fotos de ese dia. Estamos Carolina, Monika, Consuelo, Marianella, la hermana de Monika (sorry, no recuerdo el nombre) y yo... la mayoria con vestido largo, recuerdan esa moda?! Pero Monika, tu y tu hermana modernisimas en mini, jajajaja!!

La hermana de Monika se llamaba Dorota, era unos tres años menor que nosotros.

Y ahora paso a explicar qué es el Grupete. No sé quién puso el nombre, ni de dónde surgió, pero así es como nos conocemos. Nosotros somos los grupeteros, o grupeteritos en tono más cariñoso.

Estuvimos en un colegio de la ciudad de Lima, obviamente mixto, que tenía una característica que me parece que se está dejando de lado: los que estábamos en el salón éramos los mismos, desde kinder hasta quinto de secundaria, con algunas excepciones: alguien a quien cambiaron de sección, alumnos nuevos y aquellos a los que les gustaba tanto el colegio que hacían dos veces el mismo año.

Creo que esa característica nos unió más. No es que los de la A y la B fueran extraños, pero la sensación para mí es como si los de mi salón, la C, fuéramos hermanos y los de los otros salones primos muy queridos y cercanos, pero que vivían en su propia casa y que tenían sus propias características.

Lo lindo del Grupete es que no solamente está integrado por nosotros, que nos conocemos desde que el uniforme escolar era único (y horrible además), sino también por l@s espos@s y parejas: Ángela, Carmen, Karina, Claudia, Fernando, Lucho, Jim, Jorge, Xavier, Brunella, Romy, María Inés, Cielo (y por favor, perdonen si me olvido de alguien, prometo rectificar si alguno me hace notar la omisión).

Como pueden ver en los comentarios, estamos dispersos, desde Sydney hasta Lima, pasando por Varsovia, México y varias partes de Estados Unidos. Pero juntos si, eso siempre.

El Grupete estuvo a mi lado en momentos especialmente duros, tratando con todo el cariño de que son capaces (que es infinito) de reanimar mi entristecido corazón. Estuvieron, estuvimos, en los momentos duros de todos. Pero también en los momentos alegres, en esos en los que uno quiere tener a su familia al lado. Para mí el Grupete es mi familia elegida, y no la cambio por nada del mundo.

Particularmente les agradezco que consideren a Gonzalo un sobrino más, como espero que empiecen a considerar a Marcela. Es que los hijos del Grupete son sobrinos de todos, pero mis personitas que unen son sobrinos universales.

Infinitas gracias, grupeteritos. Esto lo he dicho más de una vez, y lo repetiré cuantas veces fuera necesario. Ustedes saben que los quiero mucho.

viernes, 11 de abril de 2008

El chicle y la Cortina de Hierro

Mi primer contacto real con la Cortina de Hierro fue en tercer grado de primaria, cuando Monika entró a nuestro salón. Ella venía de Polonia, exactamente de Varsovia, y su familia estaba en Lima por el cargo diplomático de su papá en su embajada en el Perú. Nos hicimos amigas casi de inmediato.

Polonia... honestamente no puedo recordar si había oído ese nombre antes de conocer a Monika, pero de lo que si estoy segura es que desde esa época se me hizo muy familiar. Recuerdo el día en que Monika me contó que la historia de su país es una triste sucesión de divisiones, uniones, soberanías y más divisiones. Monika era un universo nuevo al alcance de la mano.

Recuerdo también un día de mediados de octubre de ese año, ya Polonia y yo éramos viejos conocidos, cuando tuvimos por segunda vez en un mes la elección de un Papa, que resultó ser un polaco: el cardenal de Cracovia, Karol Wojtyła. Gracias a Monika, supe que la pronunciación correcta era Woytywa, pues la letra "ł" polaca suena como una W.

También recuerdo perfectamente la visita que todos los del salón hicimos al barco polaco "Dziecki Polski" ("Niños polacos", en homenaje a las pequeñas víctimas de la Segunda Guerra Mundial... y perdonen porque ni siquiera estoy segura de haberlo escrito bien), cortesía de la Embajada de Polonia en el Perú: paseamos por la cubierta, vimos por el radar y terminamos en el comedor, donde nos esperaban bocaditos, chocolates y chicles, todo de hechura polaca. Cuando tienes 8 años, las cosas más simples pueden ser un tesoro. Para nosotros, o al menos para mí, ese día el chicle polaco fue la máxima novedad, la cereza de la torta.

Todo esto vino a mi memoria a raíz de un post de Veronica Khokhlova que traduje hace algunos meses para Global Voices Online: Chicle en la Unión Soviética. Llamó mi antención enterarme, casi 30 años más tarde, que en la Unión Soviética el chicle era prácticamente un artículo de lujo. No sé si en Polonia también, pero de haber sido así, ese memorable día de la visita al barco nuestros anfitriones nos dieron lo mejor que su país podía ofrecer a un niño: un simple chicle.

De ese post traducido, extraigo el siguiente texto:

En 1977, cuando nuestra clase estaba preparándose para la fiesta “Adiós al libro del ABC”, un grupo de visitantes franceses llegó a nuestro colegio.

[…]

Los franceses caminaban por el pasadizo, dando regalos a los niños. […] sabían muy bien qué era lo que a los niños les faltaba, qué los alejaba de ser totalmente felices. Nos faltaba chicle…

[…]

A decir verdad, algunos pueden haberlo estado extrañando, pero yo, con 7 años y medio, no lo había probado ni una sola vez […]

Sin embargo, finalmente el gran momento llegó. Los franceses estaban ofreciendo cosas sagradas a los niños. Algunos recibían almendras confitadas, otros -barras de chicle, otros más - bolitas, y otros -pequeños cubitos… Y yo recibí una extraña cosa plana que parecía una pequeña medalla, con una sonriente anciana…

Medallones de chocolate envueltos en láminas doradas no eran una novedad para mí, pero era la primera vez que veía chicle con forma de medallón. Bueno, eso lo hizo aún más interesante. Traté de rascar la lámina de la codiciada barra de chicle, pero fue en vano. Solamente cuando mis dientes crujieron de manera cruel un par de veces al tocar la pequeña medalla me di cuenta de que no era un chicle. Era una baratija con el perfil de un desconocido grabado, eso es lo que era…

Me senté impactado a lo largo de la última clase y todo el tiempo luego del colegio, y recién en la noche, cuando entré al departamento, lloré fuerte. Me lamentaba de todas las esperanzas que no se habían hecho realidad y no presté atención a los intentos de consuelo de mi padres. Y no me interesó absolutamente nada la medalla emitida para conmemorar los 200 años del nacimiento de Napoleón.

Quien cuenta esto es tvoron, blogger ruso, que probablemente debe ser de mi edad. Y una serie de sentimientos se entremezclan: para mí, comprar chicle era tan simple como ir a la bodega de doña Rosa y escoger el sabor. Esa era la única dificultad. Y jamás, hasta hace unos meses, me hubiera puesto a pensar que en un país que era una potencia mundial los niños no comían chicle.

Y hay un comentario a la historia de tvoron, firmado por multi_mouse, que me parece igualmente conmovedor:

Un paciente de mi mamá se presentó con una caja grande de chicle, y mamá me daba uno cada sábado, tras revisar mis [notas] - y solamente si cada una de las notas de la semana era una A, recibía esta alegría. […]. Pero desde el punto de vista de la salud era dañino, porque yo masticaba el chicle por tres o cuatro, y a veces hasta por cinco días, puesto que sabía que no tendría otra hasta el siguiente sábado. Y es tremendamente malo para la salud -solamente puedes masticar un chicle por media hora, una hora como mucho, y no por más de 70 horas, y terminaba poniéndose negro y derretido como celofán negro, y, casi con seguridad, convertido en algún horrible veneno.

Todo esto me hizo pensar que tal vez para Monika, nosotros también éramos un nuevo universo al alcance de la mano.

Monika y su familia regresaron a Polonia en 1981, y desde entonces no la he vuelto a ver. Hace algunos años, a su papá lo designaron Embajador de Polonia en el Perú. Un día, llamé a la embajada con la intención de que, a través de su secretaria, el embajador me dijera cómo contactar a Monika. Mi sorpresa fue enorme cuando él en persona me contestó el teléfono. Me habló amablemente en un castellano perfecto, me dijo que se acordaba muy bien de mí (bueno, hubo un tiempo en el que yo prácticamente vivía en su casa), me dijo que Monika vive en Varsovia y me dio su e-mail. Desde ahí, de vez en cuando nos escribimos, y se acuerda de todos los del salón de ese tiempo, como todos la recordamos a ella.

Gracias al azar que hizo que Monika estuviera en mi salón, trabé contacto directo con Polonia, y por eso ponía especial atención a las noticias del Sindicato Solidaridad, siempre en los titulares de esos tiempos, aunque no entendía totalmente la trascendencia de lo que ocurría por allá. Además aprendí unas cuantas palabras en polaco, de las que solamente recuerdo pan, pani y panienka (señor, señora, señorita).

Dzendobry, Monika!

PD: agradezco a Juan Arellano y a Marta Salazar por sus menciones a este post en sus respectivos blogs.