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No hay un solo espacio en el que no haya movimiento, colores, alegría con el mar de fondo. Es un animado domingo como tantos otros domingos.
Mientras vas caminando, se te acercan tres chicas. Tienen alegría en la cara, se nota que están contentas con lo que hay a su alrededor.
La más alta toma la palabra y te pregunta si vives por ahí. Le dices que sí y preguntas si las puedes ayudar de alguna manera. La misma chica pregunta cómo llegar a un sitio grande y conocido que queda cerca. Les indicas en el plano que estaban usando sin mucho éxito.
De repente, la que está más lejos, la que se ha limitado a mirar en silencio y no ha hablado nada en todo el intercambio de preguntas e indicaciones, se acerca. Te mira sonriente y te dice: "me encantan tus aretes".
Te llevas la mano a las orejas para ayudarte a recordar qué aretes tienes puestos. Al tacto los reconoces: son cuadrados con varias rayas paralelas de colores. Son vistosos. Son alegres. Sí, son bonitos.
Tomas una decisión de la que sabes que no te vas a arrepentir. Te quitas los aretes, las tres amigas, intuyendo lo que está a punto de pasar comienzan a decir "no, no". Igual, extiendes la mano con el par de aretes y le dices: "son tuyos".
El primer impulso de la chica es seguir negándose a recibirlos. Le insistes, y entonces los acepta con una sonrisa enorme en la cara. Las dos amigas tienen una sonrisa igual de grande. En una confusión de voces agradecen el regalo, la destinataria de los aretes se los pone de inmediato sin dejar de agradecer una y otra vez.
Te abrazan, las abrazas. Dicen que estaban contentas con su visita, pero ahora se van felices y encantadas con tu país.
Cada quien sigue su camino. Todo el intercambio no ha durado más de dos minutos. Te alejas con una cierta satisfacción y sin dejar de preguntarte cómo seguirá la historia, qué comentarán entre ellas, qué contarán entre su gente al volver a su país, cómo se sentirán ante un giro tan inesperado luego de un simple elogio a unos aretes dicho una tarde de domingo en un lugar desconocido lejos de su hogar.
Nunca lo sabrás.
Lo van a recordar y comentar, que positiva imagen para Peru.
ResponderEliminarOjalá se traduzca en más visitas a estas tierras, Carmen.
EliminarEl final tan humano, Gabriela, se produjo por tu gesto, enormemente integrador.Gracias por hacerlo post.Sin duda las niñas no lo olvidarán de por vida.
ResponderEliminarAl menos la chica que recibió los aretes tendrá presente todo el asunto cada vez que los use.
EliminarEres tú una de nuestras mejores imágenes ante el mundo!, es tan bueno saber que aún tenemos mucho de qué sentirnos orgullosos como peruanos.
ResponderEliminar¡Gracias! Es una mínima contribución a malas imágenes que por ahí nunca faltan.
Eliminar¡Qué interesante enumeración de preguntas, Gabriela! Las mismas que nos íbamos haciendo nosotras mentalmente conforme leíamos esta historia... Y cuánta intriga es sus respuestas!
ResponderEliminarLo que es innegable es la generosidad y la espontaneidad del gesto de regalar los pendientes, a nosotras nos ha sorprendido pues no habríamos reaccionado así, seguro. Con un "muchas gracias" al halago, habríamos concluido el encuentro... Así que, enhorabuena por tu generosidad y desprendimiento!
Un beso enorme de las dos
J&Y
Lo malo es que esas preguntas quedarán por siempre sin responder. Vaya, a quedarnos con la curiosidad nomás.
EliminarUn gesto que te honra y que ellas guardaran siempre en su memoria. Un abrazo.
ResponderEliminarCreo que todos los que vivieron el momento lo recordarán, Chelo.
EliminarAquí para mi lo más lindo fue la actitud de desprendimiento de la chica, ésto me dice que todavía hay rasgos de bondad en el ser humano!
ResponderEliminarBesotes y feliz semana!!
Eso es algo que nunca debes dudar, Anaisa. Y bienvenida por estos barrios.
EliminarContarán que el país visitado es acogedor, con gente muy agradable. Siempre que se ponga los aretes lo recordará.
ResponderEliminarBuen jueves.
Un abrazo.
Siempre recordarán que hay gente agradable y desprendida, por lo menos en lo que vieron.
EliminarDa muy buena imagen. Un baso
ResponderEliminarComo para contrarrestar otras imágenes no tan buenas, Susana.
EliminarSeguramente te habrás sentido muy feliz al dárselos. Tengo una anécdota similar en Granada: una familia granadina me llevó a conocer la Alhambra, por ese gesto desinteresado, también le regalé mi collar y aros.
ResponderEliminarGariños Gabriela
Qué lindo gesto, Norma. Me parece importante tratar siempre bien a los turistas. ¡Cómo se aprecia cuando los turistas somos nosotros!
EliminarEssas chicas levarão uma grata recordação do teu país e dos seus habitantes. Foi um gesto muito lindo!
ResponderEliminarA juzgar por su reacción al recibir los aretes, jamás se lo habían esperado.
EliminarMe parece que el regalarle los aretes a esa turista hace buena referencia a como somos los peruanos, atentos, gentiles y dejando buen recuerdo para que regresen.
ResponderEliminarSaludos
Ojalá regresen o recomienden el país a más viajeros.
EliminarEse gesto de generosidad lo dice todo, el mundo funcionaría mejor con personas así. Enhorabuena!
ResponderEliminarDefinitivamente, sí.
EliminarBonita historia
ResponderEliminarSaludos
Gracias por la visita.
Eliminar¡Qué generosa, todo un detalle! La chica se pondría súper contenta. :))
ResponderEliminarEsperemos que sí.
Eliminar:D
Desde luego tremenda tu generosidad, que dejaría sin palabras a las turistas, muchas gracias por ser así cuanta gente en el mundo se necesita como tu. Un besote.
ResponderEliminarGracias por esas halagadoras palabras.
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