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Un hombre quería comprar un auto. No pretendía un auto nuevo, su capital era más bien limitado. Así que buscaba autos usados en buen estado con pocos años de uso y a precio razonable. Se pasaba los fines de semana mirando los anuncios en un diario grande de su ciudad, pero nada le convencía. Y cuando algo lo convencía, tenia un precio que excedía su presupuesto.
Así se pasó varios días, sin mucho éxito. Hasta que vio un anuncio que le llamó la atención: "Vendo auto alemán con menos de 500 km a USD500".
El anuncio no tenía teléfono, solamente una dirección. Aunque pensó que era un error, que al precio le faltaban por lo menos un cero, decidió ir a ver el auto. No le quedaba lejos de casa, así que no perdía mucho.
Llegó a la dirección indicada. Era un elegante casa que alguna vez había observado al pasar por ahí. Tocó el timbre, y por el intercomunicador dijo que iba a ver el auto en venta:
"Un momento", le contestaron.
Tras muy poca espera, abrió la puerta una señora muy elegante y distinguida que lo invitó a pasar. El hombre le comentó que iba a ver el auto, a pesar del error en el precio que aparecía en el anuncio.
- No es un error -dijo la elegante señora, mientras le indicaba por dónde debían seguir.
Llegaron al auto. Era un auto alemán, casi sin uso, hasta olía a nuevo. Viendo la cara de intriga del hombre, la señora siguió hablando:
- El precio no es un error, hay una razón para que sea tan bajo. Pero primero revise el auto, a ver si le interesa.
El hombre revisó el auto, entró, se sentó en el asiento del chofer, lo encendió, probó la radio, las luces, los limpiaparabrisas. Ya se veía recorriendo las calles con ese auto perfecto. Clao que le interesaba.
Salió y se reunió con la vendedora, que lo invitó a sentarse para conversar.
- Imagino que tiene gran curiosidad por el precio.
- Pues, sí. La verdad es que no lo entiendo.
- El asunto es muy simple. Mi esposo falleció hace algunos meses, poco después de haberse comprado este auto. En su testamento dejó establecido que había que vender este auto y entregarle hasta el último centavo del producto de la venta a su amante.
Ahora el hombre estaba sorprendido e intrigado.
- Comprenderá usted que mi reacción inicial fue de asombro, luego rabia. Y ya más tranquila decidí lo que debía hacer. Como mi obligación era cumplir con la última voluntad de mi esposo, acá me tiene vendiendo el auto. A la señorita le entregaré el dinero que usted me entregue, menos los gastos de trámite, por supuesto. Eso no saldrá de mi bolsillo. ¿Sigue interesado en comprar el auto?
La venganza puede ser muy dulce a veces.