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La tienda tiene acreditada un empresa de taxis cuyos vehículos se estacionan en ordenada fila en una calle lateral. Al salir con la compra, siempre hay un solícito taxista que se ofrece a llevar al cliente a su destino.
Lo he hecho innumerables veces, sin el más mínimo problema.
Ese sábado, compré varias cosas, así que el regreso debía hacerse forzosamente en uno de los taxis registrados de la tienda. Al salir, se me acercó un taxista no muy comunicativo, al que seguí. Entre los dos empezamos a guardar las bolsas en la maletera. Él tomó las bolsas más pesadas, yo las más chicas.
De repente, vi que con una rápida maniobra, el señor levantó algo que me pareció una alfombra que cubría la llanta de repuesto y que en el agujero de la llanta metió una bolsa a la volada. Una de las bolsas que contenían mi compra. Lo vi todo pero no dije nada, no sabía qué pensar de lo que acababa de ver.
El recorrido hasta a mi casa, en una mañana de sábado, toma de unos 15 minutos. Todo el recorrido, este señor se lo pasó hablando por teléfono con un niño de su casa. La voz infantil se notó claramente a través del teléfono cuando saludó al hombre con cariño. La voz del hombre, en cambio, fue siempre autoritaria, amenazadora, agresiva, pues el niño no encontraba algo que el hombre necesitaba. Sumado a que creía haber visto que el hombre intentaba quedarse con parte de mi compra, el taxista me empezó a generar cada vez más desagrado.
Al llegar a mi casa, él abrió la maletera y mis ojos se dirigieron inmediatamente al lugar en donde lo había visto meter una bolsa apresuradamente. Felizmente lo había hecho con prisa, pues una mínima parte de la bolsa sobresalía entre los pliegues de la tela con que cubría su llanta de repuesto.
Estiré la mano hacia ese indicio de bolsa que asomaba apenas e intenté jalarlo. Sin decir nada, el hombre levantó la alfombra o lo que fuera, y sacó una bolsa que contenía parte de los abarrotes que había ido a comprar.
No quise ni mirar al hombre. Me aseguré de que en la maletera no quedara nada mío, le pagué, le di las gracias con mucha frialdad y le di la espalda. Recién me di la vuelta cuando escuché que el auto partía.
Piensa mal y acertarás...