jueves, 30 de julio de 2009

Lo que uno lleva consigo

Encontré este post de Javier Marías, publicado el 14 de junio. Lo copio a continuación.


LA ZONA FANTASMA. 14 de junio de 2009.
Lo que uno lleva consigo


Entre diciembre de 1984 y octubre de 1989, por razones sentimentales que no vienen al caso, volé a Venecia catorce veces, desde España o desde Inglaterra y en una ocasión desde los Estados Unidos. Mis estancias en esa ciudad fueron variables, desde los agitados cuatro días de la primera hasta los setenta de la más estable y prolongada; lo cierto es que a lo largo de aquellos cinco años pasé allí, repartidos, un total de nueve meses, tiempo suficiente para sentir que era un sitio en el que “vivía” parcialmente, mi segunda ciudad, siempre presente, a la que iba y de la que volvía y a la que siempre pensaba que regresaría. En ella escribí buena parte de mis novelas El hombre sentimental y Todas las almas, y llegué a tener una cotidianidad que en modo alguno era la del turista, ni siquiera la del viajero. Me incorporé a la rutina de quienes allí me albergaban generosamente, dos mujeres que compartían casa y que se llamaban Daniela, las distinguía añadiéndole el apellido a una de ellas y poniéndole –por escrito– una doble l a la otra. Las dos trabajaban y salían temprano, por lo que yo quedaba encargado a veces de fregar los platos, hacer la compra (en la medida de mis torpes posibilidades) y otros recados domésticos, ya que disponía de más tiempo. Lo tenía también para escribir esos libros y para pasear la ciudad por mi cuenta, casi siempre sin rumbo, iba viendo lo que encontraba a mi paso, poco a poco, con calma, sin el apresuramiento de los visitantes ni la programación que éstos suelen hacerse cuando cuentan con unas jornadas. Hubo un momento en que estuve a punto de quedarme, hasta había conseguido un trabajo. La última de aquellas catorce veces ignoraba que fuera a ser la última, o –mejor dicho, ahora– que pasarían veinte años hasta la vez siguiente, en este mayo de 2009.

Cuando uno ha vivido en una ciudad lo suficiente, más aún si lo ha hecho intensamente y a edades que resultan ser cruciales en la vida de casi todo el mundo (entre mis treinta y tres y mis treinta y ocho, en este caso), se puede decir que, por mucho tiempo que pase, uno no pierde ese lugar de vista. Lo lleva consigo, incorporado, y no es infrecuente tener la extraña sensación de que uno puede salir de su casa en Madrid, o en cualquier parte, y dirigirse al instante a un punto concreto de esa ciudad alejada, a una iglesia, a una tienda, a una plaza, a le Zattere o a San Trovaso si es Venecia, a St Giles o a Blackwell’s si es Oxford, a Cecil Court o a Gloucester Road si es Londres. No me parecía que hiciera veinte años de mi última estancia, y sin embargo era eso lo que había transcurrido: como quien dice, media vida. Uno está instalado en una realidad muy distinta de la del pasado, y en modo alguno la pierde por la repentina visitación de lo remoto. Pero en más de una ocasión he escrito que el espacio es el único verdadero depositario del tiempo, del tiempo ido. Por eso, cuando uno regresa a una ciudad familiar, se produce una momentánea compresión del tiempo entero, y el que anteayer era lejano en Madrid hoy se hace falsamente cercano en Venecia. Tras unos primeros pasos titubeantes, esos mismos pasos lo llevan a uno automáticamente por los itinerarios olvidados un día antes y de golpe recuperados. Por aquí se va a tal sitio, piensa uno sin apenas pensarlo, y aquel otro queda en esa dirección, y no se extravía ni se equivoca nunca. Aquí estaba la casa, y de ella tuve llave, la dirección era San Polo 3089, ya no puedo entrar, no sólo porque carezca de llave sino porque ya no viven aquí las dos Danielas. Sentado en los escalones que separan el agua –Rio de le Muneghete– de la espalda de la Scuola di San Rocco que yo veía desde la terraza cuando me asomaba haciendo un alto en la escritura de esas novelas ya viejas, fumo un cigarrillo y miro hacia esa casa y esa terraza. Era blanca y sus nuevos dueños la han pintado de color arcilla, pero me digo: es esa, no puede ser otra, ahí estuve yo muchas tardes, ahí dormí yo muchas noches, ahí me levantaba y veía el agua y los escalones en los que ahora me siento, veinte años más tarde.

Por suerte a Venecia no se le permite cambiar apenas, y ahí siguen las barcazas llenas de fruta junto a Campo San Barnaba, por donde hacía la compra torpe; ahí sigue San Giovanni e Paolo, en una plaza que los turistas desdeñan y que en cualquier otra ciudad sería su centro y estaría abarrotada. Y siguen las personas, para mi gran fortuna, y además estoy en paz con ellas. Ceno una noche con las dos Danielas y con Cristina, apenas están cambiadas como si hubieran hecho pactos con algún diablo menor y bastante inofensivo. En su compañía, de pronto, no es que no hayan transcurrido nuestros respectivos tiempos (ya lo creo: se casaron, una se separó, otra está a punto de hacerlo, una tiene hijas, otra se fue a vivir a Florencia y ha venido sólo a encontrarme). Pero la charla y las risas son inverosímilmente parecidas, durante un rato, a como solían ser cuando aún éramos jóvenes. Cuánto alegra comprobar que hay personas y sitios que siempre están, aunque permanezcan lejos o parezcan perdidos. Seguramente sólo se pierde de veras lo que uno olvida o rechaza, lo que prefiere borrar y ya no quiere llevar consigo, lo que no queda incorporado a la vida que se cuenta uno a sí mismo.

JAVIER MARÍAS
El País Semanal, 14 de junio de 2009

Nunca he estado en Venecia... espero ir algún día.
Creo que si sumo todos los días de mi vida que he estado fuera de Lima no llegan ni a los seis meses. Aun así, este artículo me hizo recordar esa rara sensación que tengo cuando una persona amiga que vive lejos y en cuya casa he estado me cuenta, por ejemplo, que ha puesto un nuevo cuadro en su cocina. Me transporto a esa cocina, y trato de imaginar el lugar exacto del nuevo cuadro.
También me hizo pensar en esa otra rara sensación que se tiene cuando vemos que los que fueron "nuestros sitios" están ocupados por otras personas. Como me ha pasado las pocas veces que he regresado a la universidad desde que me gradué, al ver a otros grupos ocupando las mismas bancas que ocupábamos nosotros cierto tiempo antes.
Como si nosotros lleváramos con nosotros parte de esos lugares. Y también como si una partecita de nosotros se hubiera quedado ahí, a veces a pesar de nosotros mismos.
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Este es el post número 100 de Seis de enero. Gracias a todos los que leen las (a veces intrascendentes) novedades publicadas desde este espacio, en especial a los que se dan el trabajo de traducir mis palabras para poder entenderlas.

jueves, 23 de julio de 2009

Y ahora, desde Damasco

La sorpresa llegó esta vez desde Damasco.
Como contaba en la entrevista publicada hace pocos días (acá en inglés), llegué al blog de Mariyah gracias a una traducción que hice para Global Voices Online. En ese momento, Mariyah iba por la sexta entrega de la historia de amor de Ghassan y Alexandra, sirio él, escocesa ella.
Quedé fascinada por el blog de Mariyah. La historia de amor que ella compartía, que llegó a tener 26 episodios, era solamente una parte de todo lo que ella tenía por contar. Y dediqué una tarde completa de sábado a leerlo, desde el primer post publicado en junio de 2008.
En su perfil, ella se define:

Me llamo Mariyah, tengo 39 años, y soy de Damasco.

Pasé los primeros 19 años de mi vida creciendo en esta maravillosa ciudad, como parte de una familia numerosa. Tengo cuatro hermanos mayores, de los cuales el mayor me lleva 10 años. A los 19 mi padre decidió que yo debía ir a otra parte para completar mi educación y terminé en Canadá. Ahí pasé otros 20 años, primero estudiando para mis grados en una universidad y después trabajando en la universidad como investigadora en Antropología.

Ahora, después de un gran cambio en mi vida, mi divorcio, he regresado a Damasco.

[...]
Esta mudanza me ha hecho escribir este blog acerca de mi viaje de vuelta. [...] Los recuerdos de un lugar no cambian con el tiempo, y he tenido que adaptarme a tantos cambios inesperados.
[...]
Algunos podemos pasar toda la vida tratando de averiguar quiénes somos; otros parecen siempre saberlo. Mi vida estaba bastante encaminada por mucho tiempo, y yo pensaba que estaba recorriendo un camino claro hasta que de repente se desvió. Pero con el apoyo de familia y amigos, he hecho grandes progresos. Estoy empezando a sentirme en tierra otra vez. Y tenerte acá, querido lector – los que leen lo que tengo que decir y los que comentan – es también de mucha ayuda. Gracias por esta acá conmigo en este viaje.
Mariyah
Leí todos sus posts, comenté en muchos de ellos. Sentía que Mariyah era una persona que valía pena conocer. Mientras tanto, no me perdía la historia de Ghassan y Alexandra.
Hasta que encontré una sorpresa en su post de fecha 12 de julio, titulado "Las virtudes de bloguear" (ojo, lo que viene a continuación son sus palabras, no las mías):
[...]
La agradable y talentosa Gabriela hizo su primera aparición después de la sexta parte de la Historia de Ghassan y Alexandra, y se convirtió en una cercana y rápida amiga. Después de descubrir mi sitio, se dio el trabajo de retrocer y leer tantos posts como pudo y de comentar en ellos. Esto me causó gran impresión, y naturalmente fui a visitar su sitio –Seis de enero– y aproveché el traductor de Google (escribe en castellano). Gabriela a menudo escribe de amigos y otros colegas bloggers –recomienda sus sitios y enriquece la experiencia de bloguear. Gabriela fue entrevistada hace poco por Global Voices por el rol que tiene en traducir al castellano Global Voices y sobre su propio experiencia de bloguear. El artículo es una gran presentación de la mujer cuyo blog es de lectura obligada.
[...]
Y ahora, Mariyah y Abufares van escribir de manera conjunta una serie de posts sobre la vida al lado del mar. Mis dos nuevos amigos sirios juntarán su especial manera de escribir para deleite de sus lectores, entre los cuales me precio de estar incluida.
Conocer personas nuevas, de lugares remotos e insospechados, es solamente una de las virtudes de blogueo. Y como ya lo dije antes, es parte de la magia de la blogósfera.
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El otro día pasé por ese rincón que aparece en mi imagen, y con mucha pena vi que han tapado con pintura blanca aquel graffiti que parecía anunciar alguna candidatura mía para el año 2011. Siempre me quedaré con las ganas de tomarme más fotos en ese lugar.

jueves, 16 de julio de 2009

Odisea kafkiana à la européenne

L ha recibido una invitación para visitar la capital de un país europeo que no está en el Acuerdo de Schengen. Como L tiene un pasaporte guinda, le es obligatorio sacar una visa. Así que recurre a San Google para ver dónde puede averiguar los requisitos.

Llega a una página web que lo primero que le pide es identificar que su país esté dentro de la lista de países que aceptan hacer el pago en línea de los derechos consulares con tarjeta de crédito. Hasta ahí ningún problema, su país está en la lista de los agraciados. Le da click al nombre de su país, y esto lleva a otra página que da la bienvenida muy acogedoramente.
Luego de dar unas cuantas vueltas fáciles, encuentra las instrucciones para hacer su solicitud en línea. L espera encontrar enumerados los requisitos necesarios, más allá de los lógicos que conoce cualquiera que haya viajado al extranjero.
Lo primero que le dicen es que llene la solicitud en línea, que pague los derechos e imprima la solicitud. Pero no hay enlace a la solicitud, así que se echa a buscarla hasta que la encuentra. Lo primero que dice la solicitud es "puede llenar esto en tinta negra o azul". Es muy fácil deducir que la solicitud puede ser llenada a mano. Pero como se puede ver en la primera línea de este párrafo, la solicitud tiene que estar llena antes de imprimirse. Trata de hacerlo... pero el formato es .pdf, por lo que no hay manera de llenarla en línea. Al menos hasta donde sabe.
Después le dicen que envíe la solicitud en línea, pero no dan en ninguna parte (hasta donde vio, por lo menos) la dirección electrónica a la cual enviar la solicitud.
En tercer lugar le dicen que seleccione una fecha adecuada para su cita en el consulado, pero no hay manera de ver qué fechas hay disponibles. Sabido es que los consulados respetan los feriados del país en el que operan y los del país que representan. L no tiene por qué conocer los feriados que no son los suyos. Además dicen claramente que, para pedir la entrevista, tiene que tener hecha ya la reserva de su viaje, con fecha de ida y de regreso. Como si por anticipado pudiera saber cuándo le van a dar fecha para su entrevista.
En cuarto lugar le dicen que, si tiene dudas, consulte con las preguntas frecuentes. Entra ahí, tal vez sus dudas pueden ser absueltas rápidamente, pero la única pregunta que hay: "¿Cómo hacer para solicitar una visa de estudios?" Es la única pregunta que se hacen los viajeros frecuentes a ese país. Aparentemente, L sería la primera persona en la Historia en viajar en calidad de simple turista. O tal vez es la primera vez que alguien que quiere viajar como turista tiene dudas.
En algún momento de sus pesquisas llega a una lista de recomendaciones de cómo debe ser la foto que debe incluir en su solicitud, recomendaciones que son comunes en muchos países de Europa, sean o no parte del Tratado de Schengen.
Entonces encuentra una sugerencia de enviar sus preguntas a través de un formulario en línea. Hace tres preguntas concretas, y espera paciente y esperanzadamente la respuesta.
En menos de 48 horas, L encuentra un mensaje nuevo en su bandeja de entrada y piensa con alegría: "contestó el consulado". Abre el mensaje, y lo que encuentra es una respuesta automática en la que le agradecen el interés por viajar a su país y le recomiendan que vaya a la sección de preguntas frecuentes de la misma página web que ya casi conoce de memoria. O sea, que no tiene más opción que querer estudiar en ese país.
Al final, L se hartó. Terminó yéndose a un país más cercano en el que no le ponen tantos problemas a su pasaporte guinda. Y en donde recibieron muy felices los billetes verdes que gastó en ese viaje. Billetes verdes que el otro país, bastante afectado por la crisis global, ciertamente necesita.
Cuando me enteré de esta odisea se me ocurrieron algunas preguntas que me abstendré de formular... no vaya a ser que los funcionarios de ese consulado o los diseñadores de la página web se molesten conmigo y me compliquen (más) las cosas.
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Gracias a Juan Arellano por la entrevista para Global Voices Online y a Isabel Guerra por la foto. Para leer la entrevista en castellano, entrar acá. Para leerla en inglés dar click acá. También está publicada la versión en holandés.

jueves, 9 de julio de 2009

Pequeños diálogos inolvidables

- Oye, ¡no tienes cejas! —dice ella, asombrada.
- No —responde él, con cara y tono de fastidio—. ¿Recién te das cuenta?
- Si, como siempre tienes los lentes puestos nunca lo había notado.
- Toda mi vida he envidiado tus cejas, las comparaba con las mías y salían perdiendo.

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La pequeña levanta un paquete del piso y exclama algo ininteligible.
- Imbécil tú —dice el más grande, con la velocidad de un acto reflejo.
- ¡Pobrecita! —sale la segunda, defensora—. Ella dijo "¡qué bestia!"
- ¿Qué les pasa? Yo dije "¡pesa!" —concluye la pequeña.

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- ¿Yo tengo piernas? —pregunta el más grande.
- No, nunca me había fijado. Tus pies salen directamente de debajo de tu tronco —responde la pequeña, sin evitar lanzar una muy sonora carcajada.
- No, no —dice el más grande, riendo también—. Quise preguntar si tengo las piernas quemadas.
- Ah, si, un poco... creo.

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El más pequeñito pone en fila las figuritas de su álbum de super héroes, mientras va enumerando en voz alta los nombres de los que ya tiene.

- Acá están el Hombre Elástico, la Mujer Invisible, la Mole y el Doctor Chumana.

Quien lo oye conoce a los Cuatro Fantásticos, pero ese doctor mencionado al final no le suena para nada. Teme preguntar y sentir que su tiempo de estar al día con los nombres de los súper héroes ya pasó. Pero el más pequeñito insiste y lo repite todo:
- Mira, acá están el Hombre Elástico, la Mujer Invisible, la Mole y el Doctor Chumana.
- ¿Doctor Chumana? A ese no lo conozco —después de todo, hay veces en que la curiosidad puede más que el orgullo—. ¿Es un nuevo miembro de los Cuatro Fantásticos o es de otro lado?
- ¿Quién es el Doctor Chumana? ¡Antorcha Humana!
Ahora si quedó completo el cuarteto, tal como siempre lo conoció.

jueves, 2 de julio de 2009

Sorpresa desde Tartús

Hace algunos meses, a través de algunos comentarios en el blog de Mariyah, llegué al blog de Abufares, que se llama Abufares said... the world according to a Tartoussi (Abufares dijo... el mundo según un tartusino). Me llamó la atención las palabras que tiene a manera de introducción debajo del nombre de su blog:

"Un hombre que camina solo en una playa desierta, blandiendo una linterna en su mano extendida puede ser un tonto. Pero, para un barco perdido en una noche tormentosa, el mismo hombre es un salvador."

Como suele ser, todo depende del punto de vista. Desde entonces, leo sus siempre enriquecedores posts, escritos con una prosa envidiable, llenos de una sensibilidad que no es muy común. Al menos, así lo creo.
Leí hace pocos días su último post, con el título de Suffonsified, palabra para mí desconocida, por lo que me eché a buscarla en varios diccionarios. Es una palabra que se usa en frases para rechazar educadamente cuando se nos ofrece más comida, pues quiere decir algo así como satisfecho.
Contaba Abufares de un viaje hecho recientemente a Francia, presumo que por motivos de trabajo, y de cómo se acompañó las tres noches que estuvo ahí. La primera le pasó en compañía de Fares, el blog de su hijo, "su orgullo y dicha" (su ojito derecho, dirían mis amigos españoles). Dice que está enamorado de la gente que escribe, y su hijo, sangre de su sangre, está escribiendo. Tiene 9 años. Y ese amor se nota, porque justamente Abufares significa 'papá de Fares'.
En la segunda noche, tuvo por compañía a Mariyah, que acaba de terminar la historia de amor de sus padres, que sus lectores hemos seguido a lo largo de 26 entregas. En varios comentarios de Abufares en el blog de Mariyah, había leído repetidas veces que es su fan número 1. Y la alienta a no dejar de escribir. Lo mismo he hecho yo.
La sorpresa vino cuando llegué a su tercera noche en Francia, pues esto fue lo que encontré:

Gabriela escribe desde Lima, a 8000 millas de distancia (12,800 km). Desde que honró mi blog con su primer comentario me simpatizó de inmediato. Sé que conoceré a esta inteligente, enérgica y bella dama algún día. No tengo dudas. O ella vendrá a verme a Tartus y caminaré con ella a lo largo de los estrechos callejones de la ciudad vieja o ella me guiará en el distrito de Barranco de su encantadora ciudad. Gabriela escribe inimitablemente en castellano, un idioma que siempre me ha gustado y entendido vagamente. Traduzco su post con Google primero y trago el pobre inglés solamente por el gusto de entender el significado general detrás de sus palabras. Después, lentamente bebo a sorbos su espíritu latino y me mareo con su delicada melodía y ritmo. Seis de enero es el blog de mi adorable abogada peruana. No puedo esperar a estar en Lima, para meterme en problemas y que después Gabriela me saque de apuros. Ella estuvo conmigo en mi tercera noche y no me fui hasta que ella no recibió mi mensaje. No puedes pasarte la vida entera viajando sin ir a donde siempre quisiste ir. Sudámerica es un sueño en espera, Gabriela me recordó.

Tartús es la antigua Tortosa de los cruzados. Un nombre que he leído en algunos libros de tiempos antiguos. Hasta hace algún tiempo era solamente eso.
Esa es apenas parte de la magia de la blogósfera.

Para leer el post completo de Abufares, hacer click acá.