martes, 28 de febrero de 2012

Cuando la palabra no cuenta

Desde hace una semana, la sala de mi casa parece zona de desalojo. Los muebles están arrimados para un lado, la alfombra mal enrollada por otro, la mesa por cualquier sitio. Y el piso está con el parquet colocado a medias.

Todo se remonta a mediados de diciembre último, en que la terma de la casa se malogró y derramó todo su contenido. Si bien la situación fue caótica, no se pareció en nada a lo vivido por Cyrano un poco antes. Aun así, se produjo un descalabro que terminó con un cambio de terma al día siguiente.

Poco a poco, el parquet en dos partes determinadas de la casa se empezó a levantar. Una de esas dos partes está en el paso de la cocina al comedor, por donde se camina muchas veces al día. La otra está debajo de un sofá por donde no se camina nunca.

El hecho es que el estropicio era cada día más evidente, hasta que fue menester llamar a alguien que lo arreglara. Al preguntar a diversas personas, la respuesta era la misma: ya nadie usa parquet, ahora se usan pisos laminados. Está bien que el laminado sea el preferido de los constructores, pero no creo que eso haya hecho desaparecer a los expertos en parquet.

Por recomendación de un amigo, encontré a un maestro en parquet. En el Perú, llamamos maestro a los expertos en un oficio. Luego de una llamada telefónica, el maestro prometió ir a ver y evaluar la situación en ese momento, pues por coincidencia esta muy cerca de la casa. Efectivamente, llegó a los diez minutos, hizo un rápido análisis y dio un precio bastante razonable. Quedamos en que empezaría el trabajo el lunes y terminaría el miércoles.

El lunes, no hubo noticia del maestro. Su teléfono no contestó en todo el día. Llegado el martes, el maestro apareció cariacontecido, excusándose en que su teléfono se había malogrado y que lo habían llamado para un trabajo urgente. Retiró las piezas de parquet que se habían despegado, aplicó un líquido en el piso y dijo que regresaba al día siguiente para terminar. Mientras tanto, se iba secando ese líquido de olor fuerte que había aplicado.

El hombre no regresó ni llamó a presentar excusas el miércoles, ni el jueves, ni el viernes. El sábado llamó a repetir casi las mismas explicaciones de días anteriores y a confirmar que el lunes iba a terminar el trabajo "de todas maneras". Le dije que ojalá no volviera a tener otro inconveniente, que ojalá que no se le volviera a malograr el teléfono, que ojalá fuera puntual. Aseguró que ahí estaría a las 8 de la mañana.

Para no aumentar el suspenso, el hombre no solamente no volvió sino que ya ni siquiera contesta el teléfono. Ni siquiera al amigo que lo recomendó, que injustamente se siente muy mal por todo esto.

Mientras tanto, la sala de la casa sigue pareciendo zona de desalojo.
----------------
Si tienes problemas para dejar comentarios en este blog, usa el boton rojo de la esquina superior derecha donde dice EMAIL ME!, deja ahí tu comentario, y yo me encargaré de hacer que salga en su debido lugar. Gracias y perdona la molestia. También lo puedes usar para comunicarte conmigo.

domingo, 19 de febrero de 2012

Estampas callejeras

Una muchacha llora desconsolada sin hablar, mientras sostiene el celular a la altura de la oreja. El interlocutor habla sin que lo interrumpan. ¿Estará la muchacha escuchando razones que acarrean decisiones definitivas? ¿Estarán dándole explicaciones que ella preferiría no escuchar?

Un conocido publicista que no tiene un pelo de tonto cruza la avenida miraflorina de doble sentido aunque el semáforo le indica que debe esperar todavía 15 segundos más. Pasa al costado de alguien que lo mira con evidente desaprobación y que debe contenerse las ganas de gritarle "¡este santo no!"

Una mujer, harta de que su vecino le deje la basura en la puerta, pone un cartel en el poste de luz que está frente a su casa. Cada día, un cartel distinto. Se puede interpretar que al vecino le importa un reverendo pepino el papel de la mujer y que no solamente lo arranca y lo rompe, sino que sigue dejando su basura en donde le han pedido, siempre en tono educado, que no la deje.

Un niño pequeño, acompañado de una mujer adulta, cruza la pista subido en su triciclo. Cuando va a la mitad de su recorrido, ve que a lo lejos viene un carro. El niño mira hacia adelante y hacia atrás. Tiene dos opciones: o sigue rápido y llega a la vereda del frente o retoma sus pasos y regresa por donde vino. Opta por lo segundo, pero por precaución, se baja del triciclo y lo jala hasta estar de nuevo en lo que considera puerto seguro. El carro que motivó su decisión voltea una cuadra antes de llegar a donde está el niño con su triciclo.

Un cartel pegado en un poste incluye la foto de un gato que parece fino. Es un anuncio de recompensa a quien encuentre la mascota perdida pocos días antes. A mano, ayudado por la letra de algún bromista, el gato dice: "je, je, por fin conseguí mi libertad".
---------------
Si tienes problemas para dejar comentarios en este blog, usa el boton rojo de la esquina superior derecha donde dice EMAIL ME!, deja ahí tu comentario, y yo me encargaré de hacer que salga en su debido lugar. Gracias y perdona la molestia. También lo puedes usar para comunicarte conmigo.

viernes, 10 de febrero de 2012

Frases frecuentes

Algunas frases que se repiten o repetían con frecuencia en series que veo o veía.

Sé lo que están pensando. Y tienen razón.
Thomas Magnum en Magnum P.I.

No sé a qué te refieres con eso.
Temperance Brennan en Bones.

¡Heyyyy!
Arthur Fonzarelli, Fonzie, en Happy days.

Arreando, que es gerundio.
Antonio Alcántara en Cuéntame cómo pasó.

¡Oye, rubia!
David Addison en Moonlighting.

Me encanta cuando un plan se realiza.
Coronel Hannibal Smith en The A Team.

Las coincidencias no existen.
Leroy Jethro Gibbs en NCIS.

Confía en mí. Sé exactamente lo que hago.
Inspector Sledge Hammer en Sledge Hammer.

Oh, por Dios... ¡Magnum!
Jonathan Quayle Higgins en Magnum P.I.

¡Newman!
Jerry Seinfeld en Seinfeld.

Presunto... presunto estafador.
Neal Caffrey en White collar.

¡Ay Señor, Señor!
Abuela Herminia en Cuéntame cómo pasó.
-------------------
Si tienes problemas para dejar comentarios en este blog, usa el boton rojo de la esquina superior derecha donde dice EMAIL ME!, deja ahí tu comentario, y yo me encargaré de hacer que salga en su debido lugar. Gracias y perdona la molestia. También lo puedes usar para comunicarte conmigo.

jueves, 2 de febrero de 2012

El adiós a la tierra

Hace poco, alguien que quiero mucho vendió el último bien material que lo unía a la tierra donde nació. Esa persona escribió un texto al respecto, que reproduzco a continuación sin su permiso. Por eso, he quitado toda referencia a lugares concretos y los he reemplazado por el nombre de otro lugar que algunos sabrán reconocer: Sagrillas. Podría haber escogido Maycomb, Giancaldo, Avonlea o Ystad. Pero me quedo con Sagrillas.

ADIÓS ADIÓS SAGRILLAS
Cerraron la puerta, o tal vez no era necesario, no había nada que cuidar. Quedó todo vacío: la sala sin los escritorios de papá, ni los muebles, ni el “espejo de cuerpo entero” de mamá, ni las fotos de la familia ampliadas por algún artista ambulante. El reloj de la empresa donde trabajó papá (del que nunca quiso desprenderse porque le hacía recordar años y años de trabajar en esa oficina). Las flores de papel que hacía mamá sobre un florero, seguramente regalo de matrimonio. Y el aparador, con la vajilla de loza sobreviviente de otros repartos. La pequeña refrigeradora inservible desde hace años. 
Todo eso, ya no estaba. Y adentro, en los dormitorios: camas, mesitas de noche, los roperos de papá y mamá, los adornitos. El rinconcito con los santitos y las fotos de los abuelos, donde se arrimaba mamá para rezar por nosotras, sus hijas. Nada, ya nada está. Todo desapareció igual que los años y años de vivir en esa casa, con su balcón que permitía ver el río, las calles vecinas y hasta el interior de la casa del frente.
El balcón a donde sacábamos las mecedoras en las noches calurosas para recibir aire fresco antes de irnos a dormir... Las mecedoras... 
Se acabó nuestra vida en Sagrillas.
Ya no estaban nuestros padres desde hace algunos años, es cierto, pero cuando íbamos teníamos la ilusión de verlos aparecer por ahí, con su risa, con su sonrisa, con su enorme alegría de vernos llegar desde el balcón, y esperar que subiéramos por esa escalera que papá se cuidaba de mantener bien iluminada, en cuanto llegábamos. 
Adiós Sagrillas.
No sé si volveré alguna vez. Tendría que ser muy valiente para pasar por aquella calle y mirar hacia el balcón esperando ver ahí arriba a esas dos personitas que sonrientes y ansiosas nos veían llegar desde lejos, en un motocarro, y entrar por la puerta y subir la escalera para llegar al balcón y fundirnos en abrazos llenos de risa y alegría, aunque fuera de vez en cuando, de vez en vez, como dice la canción.
---------------
Si tienes problemas para dejar comentarios en este blog, usa el boton rojo de la esquina superior derecha donde dice EMAIL ME!, deja ahí tu comentario, y yo me encargaré de hacer que salga en su debido lugar. Gracias y perdona la molestia. También lo puedes usar para comunicarte conmigo.