domingo, 18 de junio de 2017

Historia simple en tres ruedas

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Venía caminando por una tranquila calle cerca de mi casa, cuando un poco adelante de donde estaba vi a una mujer que avanzaba al lado de un niño en un triciclo. Le calculé al niño tres años, se desplazaba sin problemas sobre las tres ruedas, al mismo ritmo y velocidad que la mujer. Ninguno hablaba.

Cuando llegaron al borde de la vereda, los dos se detuvieron. Ella miró a ambos lados para confirmar que no venían autos y que podían cruzar tranquilamente. Cuando estuvo segura de eso, se volteó y con la mano le indicó al niño que podía cruzar.

Es cierto que se acercaba un auto, pero estaba a más de una cuadra de distancia. Tenían tiempo de sobra para cruzar, llegarían al otro lado sin problemas mucho antes de que el carro siquiera pudiera verlos.

Yo seguía caminando en dirección a ellos, disfrutando de la escena.

La mujer avanzó hasta que casi cruzó la pista completamente y cuando ya estaba en la vereda del frente, el niño recién vio que venía el auto. Estaba lejos, no iba a pasar nada. Seguramente la mujer esperaba, al igual que yo, que el niño siguiera avanzando con su triciclo. Le faltaban pocos metros para llegar al otro lado.

Pero el pequeño optó por algo distinto. Tras poner la cara de asombro más absoluto que he visto en mi vida, se bajó de un salto al suelo, agarró uno de los lados del timón de su vehículo y, jalándolo con las dos manitos, corrió muy rápido, de vuelta a la vereda desde donde había cruzado.

La mujer regresó con paso rápido a donde estaba el niño. Cuando ya estuvo a su lado, recién el auto pasó sin correr, probablemente sin imaginar el revuelo que a su paso había causado.

Yo ya estaba más cerca, y logré oír este diálogo:
- ¿Por qué regresaste? Hubieras terminado de cruzar, ya casi estabas al otro lado -dijo la mujer, entre risas y cariños al niño.
- No sé -respondió él, encogiendo los hombros.

Ella esperó a que el niño volviera a sentarse en su triciclo, y cruzaron la pista, juntos esta vez. Los vi hasta que voltearon por la esquina y desaparecieron de mi vista en una (casi anodina) mañana de otoño limeño.

A los papás lectores de este blog, feliz Día del Padre.


martes, 6 de junio de 2017

Otra novela al paso

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Era un día de semana, temprano en la mañana. Debía hacer una rápida gestión cerca de la casa que en total me tomaría menos de 15 minutos, así que decidí salir de una vez antes de emprender mis obligaciones diarias.

Era temprano en la mañana, pero ya había pasado sobradamente la hora habitual de entrada a los colegios. Por eso me llamó la atención una niña de unos diez años parada en una de las esquinas por las que pasé.

Estaba sola, con su mochila al hombro, con un atuendo que era inconfundiblemente un uniforme escolar. Iba impecablemente peinada con una larga trenza que le caía por la espalda. En los breves momentos que pude verla, noté que miraba con impaciencia por la calle, en el sentido del tránsito.

Era evidente que esperaba a alguien que la fuera a recoger. Aunque la imagen de la colegiala que obviamente iba a llegar tarde al colegio me llamó la atención, mi prisa por regresar no me permitió darle más vueltas al asunto.

Casi diez minutos después, desanduve lo andado y pasé exactamente por la misma ruta en sentido contrario

Entonces la vi de nuevo. La niña seguía parada en el mismo lugar donde había estado momentos antes, era una estampa casi idéntica a la anterior. La diferencia era la expresión de su cara, su preocupación era evidente.

Eso bastó para inventar otra novela al paso. A partir de aquí, todo es invención mía.

El día anterior, la niña recibió una llamada de su papá, que no vive con ella, y le dijo que iría a recogerla temprano para llevarla al colegio. La niña aceptó encantada, aunque con algo de preocupación pues sabe que entre las muchas cualidades de su papá no se encuentra la puntualidad. Una cosa es llegar tarde a la casa de una amiga, otra cosa es llegar tarde al colegio. Peor cuando hay examen a la primera hora.

Así que al rato llamó a su papá para pedirle con ese tonito que sabe que su papá no puede resistir que por favor no llegara tarde al día siguiente, que tenía examen en la primera hora y que además tenía que entregar una tarea que había estado haciendo durante días.

Y ahora, ¿por qué se demora?,  pensaba la niña, mientras miraba por la calle donde sabía que el carro azul de su aparecería de un momento a otro. No tenía reloj, pero sabía que los minutos pasaban imparables.

Justo antes de voltear por la esquina, a una cuadra de donde vi a la niña minutos antes, le dirigí una última mirada. Respiré de alivio cuando la vi subir al auto azul de su papá, a quien saludó con una enorme sonrisa.

Las explicaciones seguramente llegaron casi de inmediato para un final feliz de esta nueva novela al paso.