lunes, 28 de julio de 2014

Amores perros

Era día de inauguración del Mundial de Fútbol Brasil 2014. Se había acabado el primer partido del campeonato, con victoria del país anfitrión.

Tenía algunos asuntos que hacer, y como todos eran bastante cerca unos de otros, decidí ir y volver caminando. Todavía era de día, no eran ni las 5:00 p.m. Las calles estaban vacías, seguro todos estaban más interesados en ver el partido que estar en la calle. Un país tan futbolero como el Perú, que no ve a su selección en un mundial desde 1982, se las arregla para alentar equipos, camisetas y colores ajenos como si fueran propias. Será la magia del fútbol.

Terminé lo que tenía que hacer y emprendí el regreso a la casa. Caminaba tranquilamente por la avenida Larco, cuando al cabo de una cuadra de recorrido, noté que un perrito caminaba a mi lado. No era un perro callejero, no, qué va. Se notaba que era una mascota querida y especial. Iba vestido con la camiseta verde y amarilla característica de la selección brasileña de fútbol.

Al comienzo, no le hice mayor caso. Simplemente me pareció gracioso verlo vestido así, con paso tan decidido, muy seguro de la ruta que debía tomar. Su dueño iba pasos más atrás, pero no parecía muy preocupado de cuidar a su mascota.

Llegamos al primer semáforo, la luz estaba en rojo. Me paré a esperar el cambio de luz a verde. El perro también se paró. Lo que llamó mi atención fue que el perro se pegó a mi lado, como si me conociera. No le di mayor importancia, pensé que era algo casual.

Avanzamos unas cuadras con el perro a mi costado, y llegamos a una nueva luz de semáforo que otra vez tocó en rojo. Cambió la luz y retomé la marcha. El perro también. Me di cuenta de que casi parecía que era mi perro.

La gente me sonreía, era evidente que las simpatías las despertaba el can. Debe haber sido un espectáculo singular, yo caminando al lado de un perro, aparentemente mío, elegantemente vestido con una camiseta verdeamarela que ostentaba el número 10 muy visible en su lomo, al mismo ritmo, a la misma velocidad, como si fuera una rutina estudiada y practicada durante años.

Así caminamos las casi diez cuadras de mi recorrido. Ya iba a llegar a la esquina donde debía voltear, faltaba poco para que la magia se acabara. Volteé a mirar al dueño, le dije que tenía un perro increíble. Su respuesta fue una enorme sonrisa.

Desvié mi camino, ellos siguieron de largo. Di unos pocos pasos hacia adelante, pero retrocedí para darles una última mirada. Que par tan especial formaban. Los vi alejarse hasta que cruzaron la pista y se perdieron de vista.

Mucha gente recordará ese día de inauguración mundialista por detalles relativos al partido. Yo lo recordaré como el día que el perro de un extraño decidió que yo sería buena compañía para un recorrido en una calle miraflorina, una tarde cualquiera de otoño.

Cuarta semana
Acá la foto de la cuarta semana, del desafío de doce fotos, una por cada semana del invierno.
Océano Pacífico, visto desde el Malecón de Miraflores

lunes, 21 de julio de 2014

Panes que se multiplican

El otro día, se me antojó tomar lonche con leche caliente y pan con mantequilla y mermelada. El lonche es esa merienda vespertina tan popular entre los peruanos (y personas de otros lugares, aunque con distinto nombre) donde se combinan bebidas calientes, panes de muchos tipos, embutidos, quesos, mermeladas y delicias similares.

Antojada como estaba, me acerqué a un señor que vende pan todas las tardes en una esquina muy cerca de mi casa. Tenía muchas variedades de pan y le pregunté el precio de algunos. Me dijo "todos cuestan 25 céntimos, cuatro por un sol". Le di un sol y le pedí cuatro panes cariocas, recibí mi bolsita y me fui a mi casa.

Al partir los panes, vi que no había cuatro panes, sino cinco. Como el pan carioca es chico, pensé que el señor se había equivocado, pero agradecí el error.

Pocos días después, volví a comprar un sol de pan carioca, y de nuevo, al contar los panes, comprobé que había cinco. Me pareció poco probable que el señor se equivocara dos veces, sobre todo si se piensa que es algo que hace todos los días, así que concluí que por un sol se obtenían cinco y no cuatro panes de ese tipo porque son bastante chicos.

Fui una tercera vez, pedí mis panes, entregué mi moneda de un sol y a cambio recibí mi bolsita. Sin embargo en esa ocasión, solamente encontré cuatro pancitos en la bolsa.

Nunca más se produjo el milagro de la multiplicación de los panes.

Tercera semana
Siguiendo con el desafío de Iela, acá va mi tercera foto. Hace algunos días, el sol asomó un buen rato durante la tarde, pero no calentó mucho ni ahuyentó totalmente las huellas húmedas del piso.
Una sombra asoma un poco tímida en la vereda

domingo, 13 de julio de 2014

Segunda semana

Acá va la segunda foto del desafío que conté la semana pasada:

Son hojas caídas en un piso con huellas de la tremenda humedad que tuvimos en estos días.

domingo, 6 de julio de 2014

Dos desafíos

1. Doce semanas, doce fotos
Iela, del blog Cultura femenina, ha lanzado el desafío de publicar una foto por cada semana que dure el verano. Ella vive en Canadá y está disfrutando de su verano, pero los que vivimos por debajo del ecuador estamos, finalmente, gozando del invierno.

Así que acepté el desafío, pero con fotos invernales. Acá va la primera, la imagen de un charco en la entrada de mi edificio, luego de una noche entera de lluvia limeña:
Reja de entrada del edificio, con espejo de agua incluido
2. Cien mil visitas
Gonzalo (el primero de la izquierda) y un grupo de sus amigos han realizado un video donde cantan la canción Gone, gone, gone, de Phillip Phillips, ganador de American Idol en 2012. Tienen como meta llegar a las 100,000 visitas, así que denle clic y disfruten de sus voces... de paso, los ayudamos:

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Dentro de una semana se acaba el Mundial de Fútbol Brasil 2014. Aunque el Perú no participa, acá se vive la fiesta casi como propia (ese "casi" marca una diferencia tremenda). No imagino lo que sería si nuestra selección hubiera clasificado.