jueves, 29 de abril de 2010

Cloris (*)

Había entrado a esa casa incontables veces en los últimos años. La recepción siempre era cálida y acogedora. Los saludos venían cargados de risas, de bromas, de buenos deseos.

La primera de las últimas veces referidas a las visitas a la casa fue un frío día de fines de agosto. Esa vez la recepción no fue ni tan cálida ni tan acogedora. Diría que fue preocupante. Se sintió como si los años hubieran caído encima de golpe y porrazo. Sin aviso y de manera definitiva.

Luego vinieron las constantes idas y venidas, entradas sin permiso que con el pasar de los meses y las semanas se fueron haciendo más frecuentes. La casa en la que los recibimientos siempre habían sido cálidos y acogedores estaba ya vacía de gente. Pero no vacía de vida porque se podía notar que en cada rincón había pedacitos de algún recuerdo ajeno: una foto acá, un regalo más allá, detalles por casi todos lados. Por eso es que a veces sentía como si estuviera profanando la intimidad de quienes fueron sus ocupantes, escarbando en lo que fueron sus objetos más preciados.

Poco a poco, la casa comenzó a quedar vacía de cosas también. Tenía que quedar vacía, primero sin una fecha fija. Después, con plazos que comenzaron a correr. Literalmente a correr, y lo que en un comienzo se contaba por semanas y hasta por meses, comenzó a contarse por días.

En la última de las últimas veces referidas a la casa, en el jardín que sin duda había sido motivo de cuidados y orgullo de las personas que la habitaban, estaba una flor. Varias flores, mejor dicho. Lo raro es que en tantas veces de haber ido y venido a la casa las flores habían pasado desapercibidas. Pero ahí estaban, llenas de color y de vida.

La casa y todo lo que en ella había habido alguna vez se despedía con flores llenas de color y de vida. Una larga vida.

(*): Cloris.

jueves, 22 de abril de 2010

Carrera por el agua

Domingo 18, 8:45 am. Caminé las cuadras que separan mi casa del parque Central de Miraflores, punto de partida de la Carrera por el Agua, una iniciativa de Dow Live Earth. Tal como pasó en noviembre del año pasado, estábamos casi todos los de aquella vez. Tuvimos una baja por motivos de salud.
A las 9:00 am en punto partimos. Muchos corriendo. Otros, como yo, caminando. 6 kilómetros. Era raro ver las calles de Miraflores por donde pasábamos totalmente vacías de carros. Aunque eso es relativo, porque pude notar largas filas de carros detenidas por policías en los cruces con las avenidas principales.

Desde sus ventanas, los vecinos nos animaban con gritos y aplausos. Muchos de ellos aún con sus pijamas. Veía pasar a mi lado familias enteras, en algunos casos, bebés en sus coches con el polo celeste distintivo de la carrera.

Poco menos de una hora después pasé la línea de llegada. Y durante todo ese rato una idea ocupaba mi pensamiento: esa es la distancia promedio que muchas personas, sobre todo mujeres y niños, recorren cada día para conseguir agua. El agua que probablemente todos los participantes en la carrera de ese domingo obtienen con solamente como girar la llave del caño, o de la ducha (y caliente además). El agua que muchas veces dejamos correr sin detenernos a pensar que hay personas en el mundo que caminan 6 kilómetros en promedio para conseguirla.

Como para ponernos a pensar...

Les invito a leer acá el artículo que sobre este tema escribí para Global Voices Online. Acá la versión en castellano.

jueves, 15 de abril de 2010

Cuestión de números

El otro día, estaba haciendo compras en un autoservicio que queda cerca de la casa y que no es el mismo de los incidentes de los guindones ni el de la tilapia.

En mi lista de compras, lo primero era pan. Así que me dirigí a esa sección.

Una vez ahí, escogí el pan, y lo metí en una bolsa de papel. Caminé hacia la balanza y justo ahí, al costado de la balanza, vi unas canastitas con unos panes chiquitos. Al lado, un cartel anunciaba: PANECILLOS ESPECIALES - S/.10 x KILO. Eran panes recién horneados, de un olor más que delicioso, pero al ver el precio me desanimé porque lo consideré un poco alto. El pan normal, como el que yo estaba comprando, cuesta menos de la mitad por kilo.

A los pocos días regresé, y los panecillos especiales estaban en su mismo sitio. Recordando el delicioso olor de la vez anterior, pensé que bien valdría la pena llevar unos cuantos a pesar del precio, que me seguía pareciendo alto. En eso, me fijé que el cartel decía PANECILLOS ESPECIALES - S/.1.00 x 100 GRAMOS.

Muy feliz, pensando que el precio había bajado, puse 6 panecillos diferentes en una bolsa de papel. Recién ante la balanza me di cuenta: 10 soles por kilo es exactamente lo mismo que un sol por 100 gramos.

El precio no llegó ni a los dos soles. Los mismos dos soles que hubiera gastado dos días antes, con el pan marcado a 10 soles por kilo.

Todo es cuestión de números, y de saber cómo ponerlos para impactar al público.
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Desde este pequeño rincón expreso mi total disconformidad con la mala (por no decir pésima) distribución de las luces del semáforo de la esquina de las avenidas Larco y 28 de Julio en Miraflores, en la parte en que 28 de Julio es de doble sentido. Es largo y difícil de explicar, pero como una de las razones que me llevan a expresar mi disgusto es que los peatones cuentan con apenas 11 segundos para cruzar las dos pistas. Camino rápido, y esos 11 segundos me alcanzan con las justas. Imaginen lo que será para las personas que van más despacio, por no mencionar a los que tienen problemas de movilidad.
La esquina de las avenidas Larco y Benavides es casi el mismo cantar que motiva igual disconformidad.

jueves, 8 de abril de 2010

Exijo una explicación

Lo que se cuenta acá le pasó a una persona cercana a mí. Si no pongo el nombre y apellido de esta persona es para respetar su privacidad. No le pasó al amigo del amigo de un amigo. Por lo tanto, no es una leyenda urbana. Es un hecho real.

Un sábado cualquiera, M quiso ir al cine. La película elegida, Los abrazos rotos, del español Pedro Almodóvar. Agarró el periódico y buscó los horarios de la película. El que más le acomodaba era el de las 4:25 pm.

Poco antes de las 4:00 pm fue caminando rumbo al cine, que queda a tres cuadras de su casa. Llegó a la boletería a las 4:05 pm y pidió su entrada a la señorita que atendía. Según me contó, el diálogo fue más o menos como sigue:
- Buenas tardes, señorita. Por favor, me da una entrada para Los abrazos rotos de las 4:25 pm.
- No hay función a las 4:25 pm. Tenemos una que ya empezó a las 3:40 pm. Y la siguiente empieza a las 5:40 pm.
- Pero en el periódico de hoy aparecen los horarios, y ahí he visto que hay una función a las 4:25 pm.
- Lo siento, nosotros no anunciamos en periódico.
- ¿Qué? ¿Y cómo cree usted que el público sabe a qué hora empiezan las películas? ¿Cuál es su nombre, por favor?
- Karina.
- Señorita Karina, dígame por favor dónde puedo ir a quejarme.
- Abajo, al lado de la confitería.

Hacia allá fue M, con mucha indignación. Pero poco pudo hacer: era evidente que la información del periódico estaba errada, así que ese día se quedó con las ganas de ver la película española.

El lunes, para no pasar el mismo chasco, se quiso asegurar llamando por teléfono al cine para confirmar los horarios. Le contestó un hombre. Según me cuenta, el diálogo fue más o menos así:
- Buenas tardes señor. Por favor, ¿podría decirme a qué hora dan Los abrazos rotos?
- Hay una función a las 3:40 pm y otra a las 5:40 pm. La primera es doblada al castellano.
- ¿Doblada? ¿Cómo que doblada?
- Doblada pues, que no tiene subtítulos. Que no tiene esas letritas que aparecen abajo de la pantalla. Que los actores hablan, como usted y yo estamos hablando ahora.
- No puede ser de otra manera, señor, si la película es del español Pedro Almodóvar.

Imaginen la cara de incredulidad de M ante este diálogo con el trabajador del cine.

Al final, M vio la película ese día. Si le gustó o no, ese es otro cuento.

jueves, 1 de abril de 2010

Tocado al azar

En algún momento en la década de los 80, se hicieron muy populares los walkman. Debo confesar que nunca quise tener uno: eso de andar por ahí desconectada de la realidad que me rodea nunca me ha gustado.

Con la evolución de la tecnología, en medio de la proliferación de iPods, ahora los walkman son más piezas de museo que modernidades. Pero estos aparatos modernos me siguen generando la misma aprensión que sus predecesores.

Hace tres días, mi amiga Isobel, publicó en su blog un post llamado Random play, en donde enumera las 16 canciones que no pueden faltar en su iPod. Y eligió a 16 personas para que publicaran en sus blogs similares listas. Yo fui una de sus personas elegidas. Toda la explicación de los párrafos precedentes es para aclarar que las canciones de mi lista no están en mi iPod simplemente porque no tengo un iPod. Por elección propia. Pero eso no impide que tenga una lista de canciones que juntaría en un CD para escuchar en cualquier momento.

Cumpliendo con el encargo de Isobel, acá van mis 16 favoritas (una lista bastante ochentera). Debo aclarar que se me hizo difícil reducir la lista a solamente 16 títulos:
1. Igual que ayer - Enanitos verdes.
2. Cuando seas grande - Miguel Mateos
3. Prófugos - Soda Stéreo
4. Como un burro amarrado - El último de la fila
5. Down Under - Men at Work
6. Don't get me wrong - The Pretenders
7. Don't you want me - Human League
8. Walking on sunshine - Katrina & The Waves
9. Shiny, happy people - REM
10. Two hearts - Phil Collins
11. Against all odds - Phil Collins
12. Walk of life - Dire Straits
13. In between days - The Cure
14. Dancing in the dark - Bruce Springsteen
15. Total eclipse of the heart - Bonnie Tyler
16. Bohemian Rhapsody - Queen

Se supone que debo hacer el encargo a otras 16 personas, para que en sus blogs o vía comentario, elaboren sus respectivas listas. Como se me ha hecho tan complicado, lo dejo a voluntad de los que lean este post. Ya sea que hagan un post dedicado al tema, o me dejen sus 16 elegidas vía comentario.