martes, 27 de diciembre de 2011

De pompas y circunstancias

Pensabas que porque habían pasado 25 años de tu graduación te iba a dar igual ver graduarse a un grupo de muchachos. Eso pensabas, y eso sentías.

Aparece el grupo de graduandos y reconoces una cara conocida. Una entre más de cien. Podría ser una entre más de mil, de cien veces mil y de todas maneras reconocerías esa cara. Y recuerdas ese diálogo entre un zorro y un principito que casi conoces de memoria:
Para mí, no eres todavía más que un muchachito semejante a cien mil muchachitos. Y no te necesito. Y tú tampoco me necesitas. No soy para ti más que un zorro semejante a cien mil zorros. Pero, si me domesticas, tendremos necesidad el uno del otro. Serás para mí único en el mundo. Seré para ti único en el mundo...
[...]
Conoceré un ruido de pasos que será diferente de todos los otros. Los otros pasos me hacen esconder bajo la tierra. El tuyo me llamará fuera de la madriguera, como una música.
[...]
Pero tú tienes cabellos color de oro. Cuando me hayas domesticado, ¡será maravilloso! El trigo dorado será recuerdo de ti. Y amaré el ruido del viento en el trigo...
Pensabas que sería una ceremonia como muchas. Como todas. Y resultó ser como ninguna. Ni siquiera como aquella en la que tú y tu grupo fueron los protagonistas, hace 25 años.

En todos los discursos, hubo recuerdos para los ausentes. Hubo también agradecimientos para todos. Bueno, para casi todos. Se agradeció a los profesores, a los padres, a los abuelos y, por supuesto, a los propios (ex)alumnos. A pesar de lo que pensabas, esta vez tampoco agradecieron a los tíos. Para otra oportunidad será. Aunque no te importó mucho, porque más de uno te saludó con mucho cariño.

Más de cien graduandos, todos ellos elegantemente vestidos, que una hora y media después se convirtieron en graduados. Una letra menos que es todo un mundo de diferencia. Entre la multitud, una cara conocida. En medio del bullicio, una voz conocida. En medio del barullo, unos pasos conocidos.

Pensabas que sería una ceremonia como muchas. Como todas. Y resultó ser como ninguna. Con su propia pompa y su propia circunstancia.

¡A todos, mis mejores deseos de que 2012 sea un año mucho mejor!
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sábado, 17 de diciembre de 2011

El tamborilero

El camino que lleva a Belén
baja hasta el valle que la nieve cubrió
Los pastorcillos quieren ver a su rey,
le traen regalos en su humilde zurrón
ropopopón, ropopopón, ropopopón.
Ha nacido en un portal de Belén
el niño Dios.
Yo quisiera poner a tus pies
algún presente que te agrade, señor.
Mas tú ya sabes que soy pobre también
y no poseo más que un viejo tambor
ropopopón, ropopopón, ropopopón.
En tu honor frente al portal tocaré, con mi tambor.
El camino que lleva a Belén
yo voy marcando con mi viejo tambor.
Nada mejor hay que te pueda ofrecer
su ronco acento es un canto de amor
ropopopón, ropopopón, ropopopón
Cuando Dios me vio tocando ante él, me sonrió.

Cada vez que escucho este conocido villancico navideño recuerdo una historia que ocurrió hace años, cuando estudiaba francés.

El grupo estaba compuesto de una serie de alborotados adolescentes y una cantidad casi igual de adultos. Cuando lo miro en retrospectiva, la algarabía que armábamos en el salón debe haber sido más que molesta para los grandes que se veían obligados a compartir la clase con nosotros.

Una de las alumnas del grupito estudiaba en un colegio donde enseñaban francés. Asistía a las clases como un refuerzo a lo aprendido en el colegio. Probablemente no sería una alumna muy destacada si necesitaba refuerzos. Pero todos los demás la teníamos casi como central de consultas, pensando que sus conocimientos eran mayores a los del resto.

Un día, nuestro profesor nos dejó solos en el salón por unos minutos. Nos pidió que en su ausencia escucháramos una canción y que tratáramos de sacarle la letra. Dejó la canción puesta y salió. Los primeros acordes eran inconfundibles: todos reconocimos al tamborilero que se iba a Belén. Y nuestra certeza se vio confirmada cuando la alumna del colegio francés prácticamente nos dictó la letra línea por línea.

Al rato regresó el profesor. Nos preguntó si habíamos cumplido con la tarea, y en coro todos le hicimos un desordenado resumen de la canción. El profe debe haberse aguantado las ganas de reír... o de llorar, no sé. Es que la letra en francés es muy diferente. No habla de Belén, ni del niño Dios. Tal vez el único punto en común sea la presencia de un pequeño tamborilero.

Por el camino parapampampam
va un pequeño tamborilero parapampampam.
Siente su corazón que late parapampampam,
al ritmo de sus pasos
parapampampam, rapampampam, rapampampam.
¡Oh! pequeño niño pamrapampam, ¿a dónde vas?
Ayer mi padre pamrapampam
Siguió el tambor... El tambor de los soldados...
Y yo me voy al cielo...
Quiero ofrecer, para su regreso, mi tambor.
Todos los ángeles... tomaron sus bellos tambores...
Y dijeron al niño... "Tu padre está de vuelta..."
Y el niño despertó... sobre su tambor.

¡A todos, mis mejores deseos de una feliz Navidad!
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martes, 6 de diciembre de 2011

Relato (cuasi) kafkiano - colofón

Recordarán la odisea de G con un reclamo que tuvo en la entidad administradora de tributos.

Para refrescar la memoria brevemente:
- G es profesional y presta sus servicios de manera independiente, por lo que no está en la planilla, plantilla, nómina de ninguna empresa. Sus ingresos corresponden a la cuarta categoría, la de los ingresos por ejercicio independiente de la profesión.
- Al término del ejercicio económico 2008, vio que tenía un saldo a favor por tributos pagados en exceso, por lo que solicitó la devolución respectiva.
- Casi al final de 2009, le notificaron que no le correspondía dicha devolución porque sus ingresos de quinta categoría en una universidad con nombre de santo excedían los límites de esa devolución. Los ingresos de quinta categoría corresponden a los que se obtienen por figurar en la planilla de una empresa o entidad.
- G presentó un reclamo, alegando que la afirmación de la entidad tributaria no era cierta pues todos sus ingresos los recibe por ejercicio profesional independiente. Le pidieron una serie de requisitos que G tuvo que cumplir.
- Al cabo de varios meses, ya casi a mediados de 2011 y luego de dos solicitudes más por parte de la entidad administradora de tributos, G recibió la copia de una notificación enviada a la universidad con nombre de santo a través de la cual la entidad administradora de tributos solicitaba información sobre G.

Hasta ahí llegaba el relato, que se puede leer en tres posts anteriores (uno, dos y tres).

Hace pocos días, al regresar G a su casa, encontró un sobre al que primero no le dio importancia. Es más, creyó que era un sobre vacío. Cuando lo vio bien, notó que tenía papeles adentro.

Al sacarlos, vio el sello característico de la entidad administradora de tributos. Tenía un estilo muy diferente de las notificaciones anteriores. En verdad, no era una notificación sino una resolución de intendencia. Rápidamente, G pasó a leer la parte resolutiva, ya leería después con atención las partes expositiva y considerativa. Enorme fue su sorpresa cuando vio que, en resumen, la resolución contenía el mandato de girar un cheque a la orden de G por la suma correspondiente a la devolución de impuestos más los respectivos intereses, computados desde marzo de 2009. Es decir, computados desde la fecha en que G debió haber recibido ese dinero.

Fue un momento de gloria.

Dos días después, cobré el cheque y lo deposité en mi cuenta de ahorros.

Así es, G soy yo.
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martes, 22 de noviembre de 2011

Lazos virtuales

Es innegable que entre las personas que tenemos un blog y nos leemos con regularidad se forman lazos. Tal vez sea algo que llegan a entender mejor quienes tienen un blog y que leen otros de manera constante y permanente.

Yo he tenido la suerte de pasar del ámbito virtual al real. He conocido en persona, en vivo y en directo a más de uno de mis lectores habituales, a más de uno de los autores de los blogs de los que soy lectora habitual. Es una sensación difícil de describir porque uno siente conocer al otro a partir de sus escritos, de sus anécdotas, a pesar de nunca haberle visto la cara ni de haberle escuchado la voz.

Mi suerte ha sido doble, pues en algunos casos me he reunido con bloggers amigos. Y en otros casos nuestro paso del mundo virtual al real ha sido a través de envíos por correo. Correo real, de ese que alguien en algún lugar del ancho mundo metió en un sobre con el objetivo de que llegaran a mis manos. A mi vez, yo también he llenado sobres que se han abierto en países lejanos.

He enviado chocolates, libros, películas, refrescos y postres instantáneos de sabores típicos del Perú. A cambio he recibido otros chocolates, cremas, jarritas de té, libros y cartas. Si, cartas, como las de antes. Si alguien que actualiza su blog con regularidad deja de hacerlo de un momento a otro, me preocupo. A veces lo suficiente como para preguntar si todo está bien.

Como dijo un buen amigo que he conocido gracias a este mundo increíble, ante mi inquietud por el silencio repentino de un blog amigo mutuo: tu preocupación demuestra lo fuertes que son los lazos que atan a quienes navegamos por estas aguas.

Ciertamente, lo siento así.

Con este post, celebro los cuatro años de Seis de enero. A los que lo leen desde el comienzo, a los que llegaron un día lejano y se quedaron, a los que llegaron hace poco y se quedaron, a los que no se quedaron, a los que pasan y leen pero no dejan comentarios... a todos les digo: muchas gracias.
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lunes, 14 de noviembre de 2011

Tuiteristán

Símbolo nacional de Tuiteristán
En los tiempos que siguieron a la desintegración de la Unión Soviética primero y de la antigua Yugoslavia después, el mundo fue testigo del surgimiento de muchos países. Había que aprenderse nuevos nombres, capitales y saber más o menos en qué lugar del ancho mundo quedaban esos lugares con nombres misteriosos y exóticos. Por lo menos para mí, que lo seguí a prudente distancia geográfica, el proceso fue muy interesante.

Más recientemente, en los últimos dos o tres años, comenzó a sonar el nombre de un nuevo país, que como es virtual no aparece en los atlas ni mapas del mundo: Tuiteristán. Si bien este país existe desde 2006, ha sido recién en los últimos meses que ha empezado a sonar con mucha fuerza en el mundo.

Para visitar Tuiteristán, no se necesita visa, ese penoso trámite del que los peruanos no nos libramos casi nunca. Tampoco pasajes, ni subirse a un avión, ni tren, ni barco, ni ómnibus. Por lo tanto, no hay jetlag. No hay forma de que amigos y parientes nos hagan encargos cuando visitamos Tuiteristán ni hay que preocuparse por el exceso de equipaje.

Se trata de un país raro. Para entrar, es necesario firmar un registro, y tener cuidado de no registrarse con un nombre ya existente. Es decir, en Tuiteristán no existe la posibilidad de que a uno lo confundan con otro tuiteristaní simplemente porque no existe la homonimia. Es una ley inquebrantable del país. Como es inquebrantable la norma de que todos los nombres deben empezar con un símbolo que casi se parece a dos círculos concéntricos. Otra regla inquebrantable es que todos los temas de conversación deben ir precedidos de un símbolo (#) que en el Perú llamamos michi y que en otros lugares se conoce como numeral.

Los tuiteristaníes no tienen familiares, ni amigos, ni compañeros de trabajo. Ellos tienen seguidores. Algunos los cuentan por miles y otros por millones, y lo más raro es que en la mayoría de los casos, los tuiteristaníes no conocen a todos sus seguidores. Con las justas conocerán a un pequeño porcentaje.

Lo más extraño de este país y lo que más llama mi atención es que todos deben expresarse en mensajes no mayores de 140 caracteres. Si pasan ese límite, los mensajes se cortan. Digo que en Tuiteristán la gente se expresa y no que se comunica porque allá absolutamente todos hablan, pero no necesariamente todos escuchan. Los tuiteristaníes hablan todo el tiempo, y no les importa si los escuchan o no. Ya sea porque no todos están pendientes de los demás todo el tiempo, o porque esa norma de hablar en apenas 140 caracteres hace que la comprensión de los mensajes sea sumamente difícil, a pesar de que las personas hablan el mismo idioma.

No se crea que los mensajes son siempre interesantes. Es más, creo que los mensajes realmente interesantes y trascendentes no llegan a ser ni el 2 % del total de mensajes emitidos. Es que, por lo menos yo, no le veo la gracia a ver repetido al infinito lo que dijo alguien y que muchos otros simplemente reiteran anteponiendo un extraño código dígrafo. Hasta que alguien me lo explique de manera muy convincente, no me interesa mucho saber qué tomó alguien de desayuno o si se encontró con mucho tráfico mientras iba al trabajo. Eso sin contar con el riesgo que se corre en Tuiteristán porque la gente habla mientras hace otras cosas, como manejar por ejemplo. Y manejar distraído siempre es peligroso.

Los medios de comunicación viven pendientes de lo que se dice en Tuiteristán. Mejor dicho, viven pendientes de lo que dicen algunos tuiteristaníes. Francamente no entiendo cómo hacen para escuchar algunas voces selectas en medio de ese mar de sonido donde todos hablan apretadamente en 140 caracteres, donde todos gritan a la vez, donde casi todos repiten lo que otro ya dijo. Por donde lo mire, no me parece que la gente en ese país se comunique.

Conozco gente que ha estado en Tuiteristán. Conozco gente que vive en Tuiteristán. Conozco gente que se mudó del lugar donde vivía y se instaló en Tuiteristán. Deben de estar felices porque aparentemente no tienen ganas de dejar de hablar y hablar sin escuchar y sin parar en 140 caracteres.

En lo que a mí respecta, no me provoca mucho la idea de conocer Tuiteristán. Creo que no cambiaré de idea, a pesar de lo fácil y barato que parece ser llegar hasta allá.
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martes, 8 de noviembre de 2011

10K y más

Miles de globos blancos
El domingo 6 de noviembre, participé en la carrera Nike 10K. Digo participé y no corrí porque es lo que más se ajusta a la verdad. Corriendo no hubiera llegado a completar ni la décima parte del recorrido, pero caminando es otro cantar. Debo agradecer a Ana Cé con quien hice todo el recorrido. Ella no llegó a inscribirse en la carrera, pero aun así hicimos juntas la ruta completa, de principio a fin.

Mucho se ha dicho de la carrera, de los ganadores, de los participantes y de los cantantes que animaron la ruta con diferentes shows. Por lo tanto, este post no se tratará de eso para no caer en la reiteración. La veré desde otra perspectiva.

Como suele ser en este tipo de actividades, una vez realizado el pago por derecho de inscripción hay que recoger el kit de la carrera, que esta vez consistía de un polo del característico color rojo, un chip que había que acomodar en el pasador de la zapatilla y una serie de folletos con información y datos interesantes. Los días para ese trámite eran el jueves 3, viernes 4 y sábado 5 de noviembre entre las 11 am y las 10 pm en Larcomar. Para mi suerte, Larcomar queda a tres cuadras de distancia de mis actividades habituales, así que decidí ir el primer día para no dejar el trámite pendiente.

Ahí estaba yo, a las 11:15 am del primer día de entrega de kits, en el sótano de Larcomar. Había como 40 personas antes que yo en la cola, una fila que describía meandros en la oscuridad propia de todo sótano, a lo que hay que agregar que todas las paredes estaban pintadas de negro. Más oscuro, imposible. Encima, una música a un volumen bastante más alto de lo que para mí resulta aceptable. Me sentía metida en una discoteca, que por regla general me disgustan por donde las mire.

Una vez que avancé en la fila, entré a una caverna que resultó ser todavía más oscura que la parte de afuera. Sí, podía ser más oscura. Ya adentro, mientras seguía la espera, vi a un muchacho al que poca gente le hacía caso, que con una computadora ofrecía a los participantes que eligieran alguna canción para escucharla en los momentos previos a la partida el día de la carrera. Detrás de él, un tremendo cartel con una tremenda falta de ortografía anunciaba que uno podía escoger la música para el domingo 6. Al ver que miraba el cartel, el muchacho se me acercó y me preguntó si tenía alguna canción en mente. Mi respuesta fue: "No, lo que estoy viendo es que ESCOGE se escribe con G". Me miró con cara de puntos suspensivos.

Hasta que por fin llegó mi turno, entregué el comprobante de mi pago y recibí a cambio un sobre con el chip. El polo, me dijeron, se recogía en el siguiente módulo. La sensación de encierro en ese recinto oscuro, atestado, sin ventilación, con la fuerte música que lo rodeaba era demasiado. No resistí y se lo comenté a quien me atendía. Con una mirada me hizo saber que estaba de acuerdo conmigo.

Fui al siguiente módulo, recogí mi polo de la talla deseada y salí finalmente al aire libre.

Dejando de lado este pequeño detalle de haber tenido que ir fugazmente a una caverna para recoger el kit de participación, la sensación de ser parte de una actividad así es sumamente agradable.
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miércoles, 2 de noviembre de 2011

Con la prensa hemos topado

Vengo de una familia de periodistas y personas vinculadas a los medios de comunicación.

Mi papá era presentador de televisión, conductor de noticiero, narrador de noticias, maestro de ceremonias, entrevistador, entre otras cosas. Era médico de profesión, pero era mucho más conocido por su trayectoria en radio primero y en televisión después. No miento ni exagero si digo que forma parte importante de la historia de la televisión peruana.

Mi mamá es periodista colegiada y durante muchos años trabajó en un noticiero nocturno, como redactora, editora, directora. Además, también trabajó en un periódico local hace algunos años y en departamentos de prensa de algunas instituciones.

Mi hermano estudió Comunicaciones y fue también narrador de noticias, entrevistador, columnista especializado en temas internacionales, productor de programas. Trabajó en varios noticieros y en varios periódicos.

Mi hermana es licenciada en Comunicaciones, con especialización en Periodismo. Su trabajo siempre ha estado relacionado con medios de comunicación, textos, publicaciones, entre otros.

Mi cuñada también estudió Comunicaciones y desde siempre ha trabajado como directora de medios o de imagen del sitio para el que presta sus servicios profesionales.

Como ven, la única que se salió del molde soy yo, que estudié Derecho, me gradué de abogada, carrera que desempeño desde hace años. Todo este preámbulo para indicar que prácticamente todas las personas que más me importan en este mundo están directa o indirectamente relacionadas con la prensa.

A pesar de eso, me doy cuenta de que la prensa comete serios y graves excesos. Los periodistas se llenan la boca hablando de la sacrosanta libertad de expresión, aunque más parece que la consigna fuera que el fin justifica los medios. El fin es conseguir la noticia. Los medios y los métodos son literalmente cualquiera. Salvo honrosas excepciones, claro, que creo que se pueden contar con los dedos de una mano.

Siento que lo único que les importa es el titular del día siguiente, porque el de hoy ya es noticia antigua. Se olvidan de que detrás de ese titular, muchas veces cargado de mala fe, hay un drama, una tragedia, una persona que sufre, toda una familia afectada. Alguien llora la muerte trágica y repentina de un ser querido, y ahí está el reportero metiéndole el micro y la cámara para captar el sonido de un suspiro y la caída de una lágrima, presto a preguntarle qué siente en ese momento. ¿Hay derecho? Ciertamente, creo que no. Creo que es un abuso por donde se le mire.

Un poco de mesura no estaría mal. Empatía. Respeto por el que sufre. Tolerancia.

Es lamentable sentir que abundan los que hacen del periodismo el más vil de los oficios en lugar de convertirlo en la más noble de las profesiones. Hay muchísimas cosas que son más importantes que un titular que mañana será papel desechable.
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miércoles, 26 de octubre de 2011

Más retazos

Un hombre y un niño no mayor de dos años entran a la tienda del barrio. Compran unas cuantas cosas y salen juntos. Justo antes de cruzar la salida de la tienda, el niño divisa a lo lejos a la Virgen de Fátima a cuyos pies los clientes de la tienda encienden velitas. Hay tres velas prendidas. Al verlas, el niño celebra y tararea la melodía de la conocida canción "Feliz cumpleaños" mientras la señala con su mano. El hombre sonríe, aplaude y tararea junto con el niño.

Un muchacho está parado en la puerta de su casa. A su lado, su tremendo perro mira para todos lados. De repente, el perro se arranca a correr y cruza la estrecha pista en dos zancadas. Cuando el muchacho se da cuenta, el perro está prácticamente al costado de una mujer que camina por la acera del frente. El muchacho teme que el perro le haga algo, espera lo peor y se desespera mientras alcanza corriendo al perro llamándolo a gritos por su nombre. El perro parece no escuchar la voz del amo. La mujer lo ha visto todo, y aparentemente no tiene ni pizca de miedo. Sigue caminando, confiada, mirando al perro de frente. El perro es realmente muy grande, verlo venir corriendo es temible. De repente, el perro detiene su loca carrera. Han pasado apenas unos cuantos segundos. El muchacho llega por fin a donde el perro está parado, mirando a la mujer de frente. El muchacho pide disculpas, la mujer le responde que no se preocupe pues nunca sintió que el perro le haría daño. El muchacho se extraña y se lo dice a la mujer: es la primera vez que alguien reacciona con esa calma.

Es día de partido de la selección nacional de fútbol. Hay ambiente de expectativa en todas partes. Un muchacho con la bicolor camiseta de la selección, con la franja diagonal, pasea por la calle. Tiene enchufados unos audífonos en el oído. Parece estar en su propio mundo. Un hombre en su carro pasa al lado del muchacho. Sus miradas se cruzan. El hombre le hace el símbolo de la victoria, el muchacho responde levantando los dos pulgares. Un fugaz instante de complicidad entre dos extraños.

Una mujer y una niña van por la calle. La mujer agarra de la mano a la niña, que camina confiada a su lado. De repente la mujer dice: me gusta ir así contigo, me gusta ver que nos agarramos de la mano las dos, y no que yo te jalo tomándote fuertemente por el puño. Caminamos juntas, ¿no? La niña hace un enfático movimiento afirmativo con la cabeza. Las dos se miran, se sonríen, siguen caminando juntas, tomadas de la mano. Sus voces y sus pasos se pierden a la distancia.
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miércoles, 19 de octubre de 2011

Desayuno con vista al mar

Con palta y todo...
Lima tiene el privilegio de estar pegada al Océano Pacífico. Y yo tengo el privilegio de vivir a dos cuadras del malecón limeño que mira al Océano Pacífico.

Nunca he visto la nieve en vivo y en directo, solamente en fotos, películas, postales, y por ahí alguna vez muy a lo lejos. Me encantaría verla y tenerla en mis manos, frente a mis ojos. Imagino que mis deseos de conocer la nieve se pueden comparar con la curiosidad que tienen otras personas por conocer el mar.

Cerca de mi casa hay muchos lugares que ofrecen desayuno, con el atractivo adicional de tener vista al mar. Y en más de una ocasión he tenido el gusto de tomar desayuno con vista al mar.

Es una aventura que recomiendo, desayunar alguna vez con vista al mar.

Veo el mar inmenso, infinito, que llega más allá de donde llegan los ojos a verlo. Pienso en cuántas personas a lo largo de los siglos habrán estado en embarcaciones de todo tipo, viendo esta misma costa que me acoge, llenas de emociones de todo tipo. Escucho los sonidos que me rodean, y casi siempre, por no decir siempre, hay sonidos en otros idiomas. Me da gusto comprobar que los de fuera también disfrutan de esta aventura de desayunar con vista al mar.

No voy a detallar las delicias que se pueden disfrutar en un desayuno con vista al mar, por consideración a los que por ahora no pueden probarlas. Pero si les llegara la oportunidad, con gusto haré las recomendaciones del caso.

Lima tiene el privilegio de estar al lado del mar. Y yo tengo el privilegio de vivir muy cerca de ese mar inmenso, infinito, frío y a la vez cálido.

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sábado, 8 de octubre de 2011

Cosas que no entiendo

Hay más cosas en el cielo y la tierra, Horacio, de las que sueña tu filosofía.
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No soy Hamlet ni estamos en Elsinor, y ciertamente hay demasiadas cosas en el cielo y en la tierra de las que sueña mi filosofía. Acá enumero apenas algunas de las cosas para las que no encuentro explicación.

No entiendo por qué la ropa deportiva, lo que en el Perú llamamos buzos, y especialmente la de mujer, no tiene bolsillos o tiene unos bolsillos incómodos y muy inseguros de los que las cosas se caen fácilmente. ¿Dónde sugieren los fabricantes que guardemos nuestras llaves y celulares?

No entiendo por qué la ropa de bebé es más cara que la ropa de adulto, si dado su reducido tamaño, se usa mucho menos material en su confección.

No entiendo por qué en los teléfonos, el número 1 está en la esquina de ARRIBA a la izquierda y en los teclados de la computadora y en las calculadoras el mismo número 1 está en la esquina de ABAJO a la izquierda.

No entiendo por qué en los talleres de los zapateros remendones hay siempre montañas de zapatos que nadie recoge o que nadie echa en falta. Lo mismo observo en los talleres de reparaciones eléctricas, con montones de televisores, radios, hornos microondas, DVD, equipos de sonido. ¿Es que la gente los deja y luego los olvida?

No entiendo por qué desde hace algunos días muchos de mis lectores están teniendo problemas para dejar sus comentarios. Algunos me dicen que lo intentan varias veces sin éxito. Para contrarrestar esto, he insertado un botón rojo en la esquina superior derecha del blog que dice E-MAIL ME! Quien tenga problemas para dejar un comentario, puede usar esa vía y yo me encargaré de hacer que el comentario aparezca en su debido lugar.

No entiendo por qué casi toda la gente que maneja sufre de lo que yo llamo "el síndrome de Bill Cosby", que consiste en querer estacionarse en la puerta del lugar al que quieren ir, o lo más cerca de la puerta que sea posible. ¿No es más fácil estacionar un poquito más lejos y caminar una breve distancia, en lugar de pasarse largos ratos dando vueltas y más vueltas?
Debo aclarar que el nombre del síndrome es invención mía, a raíz de un artículo que leí, escrito por el famoso cómico estadounidense, donde hacía una graciosa crítica sobre esta característica de muchos conductores, incluido él mismo.

Realmente, son cosas del Orinoco que usted no las sabe y yo tampoco.

miércoles, 28 de septiembre de 2011

Historia en dos ciudades

1. Piura
El domingo que llegué a Piura, Pepe y Mari me comunicaron su intención de llevarme a comer algo típico piurano para el almuerzo. Por supuesto que acepté de inmediato.

Llegamos a un restaurante cuyo nombre no recuerdo. El estacionamiento estaba lleno de carros. No solamente era domingo, sino que el martes era feriado en el Perú y muchas personas habían tomado el lunes como puente para tener un fin de semana largo.

Un cuidador del estacionamiento le indicó a Pepe que justo un carro estaba saliendo y que podíamos ocupar ese sitio. El hombre le pidió que diera la vuelta, para que el carro saliente tuviera espacio para maniobrar.

En eso, por el otro lado, se apareció un tercer carro. Lo pensé pero no lo dije: sería el colmo que este recién llegado se quedara con este único sitio. Descarté la idea porque el cuidador estaba parado ahí y era lógico suponer que podría hacer valer el sitio que nos estaba guardando. Al menos en Lima, ciudad que no se caracteriza precisamente por el respeto al tercero, eso es suficiente para que se respete la preferencia del que llegó primero.

Pero no fue así. El carro saliente se fue, y el recién llegado entró al sitio y se estacionó muy campante. Cuando tanto el cuidador como Pepe le reclamaron su acción, el muy fresco solamente contestó: ¿dónde está esa disposición?

Como nadie tenía ganas de malograrse el almuerzo, terminamos comiendo en otro restaurante. Por cierto, fue un almuerzo delicioso: seco de chabelo, yuca majada y otras delicias más.

2. Guayaquil
Mari y yo fuimos a un autoservicio guayaquileño. Al llegar, agarré un carrito de compras y, para no dejarlo vacío y arriesgarme a que alguien se lo llevara, le puse unas cuantas cositas en señal de posesión. Todo lo dejé en esa parte plegable que se usa para sentar a los bebés.

Como los pasillos eran muy estrechos, dejamos el carrito a un lado y fuimos solas a buscar los artículos que queríamos comprar. Al volver, el carrito había desaparecido. Me molestó, y después pensé que encontrarlo iba a ser imposible pues con certeza quien lo hubiera tomado había retirado las cosas para eliminar el cuerpo del delito.

Cuál no sería mi sorpresa cuando al poco rato detecto mis cosas en el carrito que llevaba un hombre. Ni como para decir que no se había dado cuenta de que el carrito era de otra persona, porque mis pocas cosas ya no estaban donde yo las había dejado, sino dentro del carrito.
- Ese carrito es mío, señor -dije, tan amablemente como pude.
- Ah, es que como lo vi ahí aparcado (palabra del hombre, no mía).
- ¿Y no se dio cuenta de que tenía cosas? ¿No le hizo eso pensar que alguien había puesto esas cosas ahí?- dije, mientras sacaba los artículos: medias para Marcela y chocolate blanco.
- Es usted una malcriada.
- ¡¡¡Quién habla!!!- grité, mientras pensaba que en el Perú tenemos una palabra muy grosera para este tipo de personas.
- No le contesto nomás porque usted es mujer- ese débil y hueco argumento fue simplemente el colmo y terminó por reventar la casi nula paciencia que me quedaba.
- ¡Ah, si! Pues, ¿qué?... ¿¿¿¡¡¡Es que encima debo agradecérselo!!!???- en un tono que jamás agradecería nada ni menos disfrazaba mi furia en absoluto.

Definitivamente, hay gente que se pasa. Y está comprobado que es algo que trasciende fronteras.
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¿Algún día dejaré de recibir esas molestas e impertinentes llamadas de bancos y establecimientos comerciales donde me ofrecen servicios que no he pedido ni pienso pedir?

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Crónicas de viaje: Guayaquil, iguanas y escalones

Ya en el último día que pasamos en Ecuador, nos dedicamos a pasear por Guayaquil, que nos dio la bienvenida la noche anterior con un leve temblor. Algo más anecdótico que preocupante, la verdad.

Lo primero fue el Parque de las Iguanas, aunque ese no es su nombre oficial. Su verdadero nombre es Parque Seminario, ubicado frente a la Catedral de la ciudad, pero hay tantos ejemplares de esos reptiles que todos lo conocen como Parque de las Iguanas.

Me hicieron pensar en las lagartijas de Yurimaguas, aunque las iguanas son mucho más grandes. Los niños se arremolinan para verlas, y ellas parecen que hasta posan para las fotos. Además, enormes grupos de palomas vuelan y revolotean alrededor. A eso hay que sumarle la presencia de simpáticas ardillas, que no posan para ninguna foto (nada como Chip, o Dale).

De ahí pasamos al Malecón 2000, llamado así por haber sido inaugurado ese año. El paseo termina en el Cerro Santa Ana, con sus 444 escalones. Se hace dura la subida al caminar, como diría Miguel Ríos, pero el esfuerzo vale la pena porque la vista de la ciudad desde arriba es impresionante.

He ahí la prueba de que llegamos al escalón 444. Esta foto, como la anterior, la tomé con mi celular.

Durante el recorrido, pasaron a nuestro lado cargadores de pesada mercadería de las tiendas apostadas en los diversos escalones. Pensé que para nosotros era un paseo divertido, pero para estos muchachos es la manera en que se ganan la vida. Duramente, por cierto. Hay casas en los recodos de esos escalones. Eso quiere decir que hay personas que suben y bajan esos escalones todos los días para ir a casa. Como para reflexionar...

Hasta ahí llegó el viaje a Ecuador. Al día siguiente emprendimos el regreso al territorio peruano, entrando por Tumbes. Llegamos a Piura casi al anochecer, y menos de 12 horas más tarde, yo ya estaba de vuelta en Lima. Desde este espacio agradezco a Pepe y a Mari y a sus hijas por la oportunidad de haberme hecho parte de esta inolvidable aventura.
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Logré ubicar al segundo ángel de Cuenca y le mandé el texto del post anterior. Acá su respuesta: Es muy grato el poder saber que mi ayuda incondicional les sirvió en algo en la estadía de ustedes en Ecuador y la atención y ayuda de parte del taller es con todos nuestros clientes y poder agrandar la lista de amigos-clientes.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Crónicas de viaje: Ángeles en Cuenca

El día amaneció lluvioso en Loja, y más o menos a las 10 am, Pepe, Mari y yo partimos hacia Cuenca.

El carro estaba con un defecto que se hizo más notorio cuesta arriba, y el camino de Loja a Cuenca es cuesta arriba prácticamente en su totalidad. El tiempo estimado de viaje aumentó considerablemente por este motivo, por lo que Pepe decidió buscar un concesionario de la marca del carro ni bien llegáramos a Cuenca.

No es fácil encontrar un lugar cuya dirección no se tiene en una ciudad que no se conoce. Así que la decisión fue preguntar. Y el elegido fue un taxista, cuyo vehículo quedó detenido a nuestro lado en una luz roja. Mari bajó la ventana y le preguntó al taxista si conocía el lugar que buscábamos. Sin dudarlo y a pesar de tener pasajeros, su respuesta fue "sígame, yo voy en esa dirección".

Recorrimos un buen trecho detrás del taxista, mientras el carro se resistía a avanzar. En un momento, el taxista sacó la mano por la ventana y señaló el camino a seguir. Él se fue por un lado, y nosotros seguimos por donde nos había indicado.

Primer ángel de Cuenca.

Al cabo de unos minutos, divisamos el conocido logo de las tres letras. Nos recibió el Jefe de Taller, quien al escuchar el problema, nos pidió que lo esperáramos pues iba a hacer que uno de los mecánicos probara el carro.

Mientras esperábamos, la recepcionista del concesionario nos preguntó de dónde veníamos. Mari se puso a conversar con ella, y le pidió que nos recomendara un hotel. De inmediato, comenzó a hacer una serie de llamadas telefónicas buscándonos un lugar para alojarnos. De un momento a otro, recordó que un cliente del taller era dueño de un hotel, así que lo llamó. El lugar tenia sitio para tres pasajeros, y nuestra reserva quedó hecha por teléfono.

Segundo ángel de Cuenca.

El Jefe de Taller regresó y explicó el defecto que había encontrado en el carro. Sugirió dejarlo hasta el día siguiente para que lo solucionaran. Tomamos un taxi al hotel, a donde llegamos como a las 6 pm. El personal de la recepción nos estaba esperando. El hotel resultó ser sumamente acogedor. Casi de inmediato salimos a comer. Había sido un largo día, desde la partida de Loja a las 10 am.

Al día siguiente, el Jefe de Taller dijo que no había podido reparar la falla, pero que había tratado de darle una solución provisional para poder llegar seguros a Guayaquil, pues manifestó que su principal responsabilidad es la seguridad de los clientes. Nos explicó cómo llegar a la carretera a Guayaquil indicándonos con un plano.

Tercer ángel de Cuenca.

Se hacía largo el trecho y, pensando que nos habíamos pasado de la salida, paramos en un grifo(*) a pedir mayores indicaciones. El trabajador del grifo parecía no conocer el camino, pero otro cliente que también estaba abasteciendo de combustible nos dijo "síganme, yo también voy para allá". En un momento ya en la carretera, lo perdimos de vista y pensamos que ya se había adelantado definitivamente. Pero no, se había detenido a un lado del camino a esperarnos. Pepe le dijo que no se preocupara, que ya podíamos seguir solos. Nos deseó buen viaje y partió

Cuarto ángel de Cuenca.

Recibimos la ayuda de cuatro ángeles en menos de 24 horas. ¿Se puede pedir más?

(*) Grifo es como llamamos en el Perú a las estaciones de servicio.
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Tengo nuevo post en Global Voices en inglés y en castellano.


martes, 6 de septiembre de 2011

Crónicas de viaje: Loja desde la lluvia

Partimos desde Piura los tres, Pepe, Mari y yo. El destino final era Guayaquil. Los puntos intermedios, Loja y Cuenca.

El cruce fronterizo fue fácil y bastante rápido. El trámite para ingresar el carro también. Del otro lado de la frontera nos esperaba un camino verde y más verde. Y lluvia. Mucha lluvia.

En el camino, Pepe informó que sentía el carro pesado, que el carro estaba chancho, como decimos en el Perú. Si bien nunca detuvo su marcha, yo también notaba que el carro avanzaba como si estuviera frenado.

Llegamos a Loja en búsqueda de un hotel determinado, pero como no lo encontramos, terminamos alojándonos en otro que resultó muy bueno. Como a las 6 pm, salimos a comer algo. Había sido un largo camino desde la salida de Piura, a las 9 am. La lluvia era omnipresente. Con las justas llegamos a un restaurante en taxi, a escasas cinco cuadras del hotel. Luego de comer, el regreso debió ser en taxi también. A pesar de la corta distancia, caminarla sin paraguas hubiera sido poco agradable.

La lluvia no cesó nunca. Conocimos Loja a través de las ventanas del carro, del taxi y del hotel.

En medio de verdes paisajes, Loja nos dijo adiós desde la lluvia.



viernes, 2 de septiembre de 2011

Sábado de cine

Un sábado que comenzó como todos y terminó como pocos.

A eso de las 3 pm de un sábado, suena el teléfono. Contesto y me sorprende la voz de Gonzalo, que me dice: ¿vamos al cine? Cuando me dijo el título de la película, dudé por una décima de segundo, pero pensando en tardes de cine de hace algunos años, le dije que si. Quedamos en que a las 5 pm estaría en la casa.

Efectivamente, a la hora acordada en punto, sonó el timbre. Y hacia el cine partimos.

La sala estaba llena, mucho más de lo que yo esperaba. La película que vimos transcurre en una ciudad famosa por su puente rojo y su bahía, sus tranvías y sus calles ondulantes. Le pregunté a Gonzalo si recordaba el puente, y me dijo que no estaba seguro de si lo recordaba o si recordaba saber que había estado ahí.

Creo que toda película, por más mala y aburrida que sea, siempre tiene algo que destacar. Esta película no es mala ni aburrida, pero debo reconocer que no la hubiera visto de no haber sido por Gonzalo. Para mí, su mensaje final es que hay cosas que no se pueden forzar y que no importa lo que hagamos, cada ser tiene una naturaleza contra la cual no puede luchar.

Particularmente, le doy otro valor. Me hizo pensar y recordar un pasado no tan remoto en términos de tiempo, pero que se siente tan distante como si hubiera transcurrido en otro mundo. En otra vida. Una vida en la que éramos uno más y una menos. Recuerdos por un lado, expectativas por el otro.

Al salir del cine nos recibió una fría y húmeda noche limeña. La noche de un sábado que comenzó como todos y terminó como ninguno.

miércoles, 24 de agosto de 2011

Más frases memorables

Más frases tomadas de series que veo o veía.

No malogres mi razonamiento con tu lógica.
Rick Castle en Castle.

No dudo que conozcas a tu padre, pero ¿conoces al esposo de tu madre?
David Addison en Moonlighting.

No sé qué quiere decir eso.
Temperance Brennan en Bones.

Una persona es lo que bota a la basura.
Thomas Sullivan Magnum en Magnum P.I.

Tomamos decisiones y luego vivimos con ellas.
Anthony DiNozzo en NCIS.

¡No hay sopa PARA TI! !El siguiente!
El Nazi de la Sopa en Seinfeld.

¿Sabes cuántos días he vivido? ¡26 mil! ¿Sabes cuántos he sido feliz, feliz? ¡Media docena!
Abuela Pura en Cuéntame cómo pasó.

No quisiera que fuera así, pero la gente juzga.
Neal Caffrey en White collar.

Solamente puedes trabajar con lo que Dios te ha dado.
Kate Reed en Fairly legal.

Todo tiene un costo, incluso la verdad. Pero la recompensa por la verdad es una visión clara y una conciencia limpia.
Frank Reagan en Blue bloods.

Si buscas un final feliz, depende de dónde cortas la historia.
Neal Caffrey en White collar.

Si hace falta vendemos el coche, o los dos, lo que sea. Pero vamos a salir adelante juntos, como siempre.
Merche en Cuéntame cómo pasó.
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¡Seis de enero llegó a los 200 posts!