martes, 22 de diciembre de 2009

Obra escolar

Ahí estábamos, en la puerta del auditorio, esperando para ver una obra escolar casi como cierre del año. Conversaciones triviales, las de siempre: el clima que no se decide a cambiar de una vez, los cumpleaños que se acercan, el tráfico que empeora como siempre en diciembre.
Se abren las puertas. Entramos. Escogemos sitio. Esperamos que se levante el telón.
Aparece el primer personaje. Vemos a un quinceañero bastante conocido vestido de adulto, pero un momento después solamente veo a un hombre que regresa a la buhardilla donde se ocultó con su familia durante más de dos años. Está apesadumbrado, le duele el alma. Desolación es la palabra que describe el momento. Según él, ya no le queda nada porque ha perdido todo lo que más amaba. Quiere quemar todo lo que queda del pasado e irse lejos. Sus amigos, a los que no ve desde hace tres años, le muestran un pequeño cuaderno. Ese cuaderno que su hija menor llamaba Kitty, y donde apuntó diligentemente todo lo que pasaron dentro de esa pequeña buhardilla durante dos años.
Leí esa misma obra cuando estaba en el colegio. Vi la película. Una de las varias que han hecho sobre este famosísimo diario. A estas alturas, ya no me importa ni me da risa ver a todos esos muchachos interpretando a hombres y mujeres por igual. Ya no noto que usan pelucas, ni ellos parecen sentir vergüenza por usarlas. A pesar de saber lo que sigue, a pesar de conocer el final, hasta esa noche de teatro escolar, nunca me había puesto en los zapatos de las personas que vivieron lo que esta adolescente cuenta en su diario. Por primera vez me doy cuenta de que querían sobrevivir sin saber qué les esperaría después. ¿Después de qué? De la guerra y sus (¿)reglas(?), que los habían obligado a esconderse sin saber qué pasaría en el minuto siguiente.
Y así vemos que pasan los días y los meses. Que todos tratan de mantener la calma en esas condiciones extremas. De vivir normalmente. Es evidente que no siempre lo logran, pero tratan y lo hacen lo mejor que pueden.
Finalmente, llega el momento en que los soldados tocan con insistencia las puertas. De manera brutal. Irrumpen a la mala. Los personajes miran con terror. Nadie en el público se ríe. Supongo que también han dejado de ver a ocho muchachos disfrazados y están viendo a ocho personas aterrorizadas ante la incertidumbre del futuro inmediato. Una voz en off cuenta que les concedieron cinco minutos para prepararse antes de partir, y a pesar de su miedo, en esos cinco minutos, la dueña del diario se las arregló para contar lo que pasaba en ese preciso momento.
Porque a pesar de todo, creo que la gente es verdaderamente buena de corazón.

Espero que la gente no la haya defraudado, aunque ella ya no haya estado aquí para verlo.

PD: a todos, una feliz Navidad y que 2010 sea mejor que 2009 en todos los aspectos.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Elecciones de miedo

Ya lo dije hace dos años: es una pesadilla circular que se repite cada año. Como para poner de mal humor a cualquiera más paciente que yo.
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María del Carmen, amiga de la familia desde hace muchos años, es una colega relativamente reciente. Empezó a estudiar Derecho cuando sus hijos ya eran grandes. Por eso, está acostumbrada a votar siempre con abogados menores que ella. Pero los amables voluntarios de ONPE no conocen ese detalle, y ella es bastante despistada. Por eso, cuando pidió que le dijeran dónde debía votar, y fue a dar a una mesa con abogados bastante mayores no le pareció raro. Creyó que este año habían organizado las mesas de acuerdo con la fecha de nacimiento.

Después de 90 minutos de estar en la cola le tocó su turno. Cuando entregó su carné al presidente de la mesa, casi perdió el sentido al oír las palabras "señora, usted no vota acá". Ya no le importó nada, se quiso ir sin importarle la multa por no votar. Pero un voluntario de ONPE, que la vio con el rostro desencajado la llevó a votar a la mesa que le correspondía. Ya sin colas, votó en menos de 15 minutos.

Regresó a su casa a las 2:00 pm. Había salido a las 10:00 am.
Otra amiga, a la que llamaré Úrsula, nos cuenta ella misma la odisea que pasaron ella y su hija:

Para mí fue realmente una aventura tortuosa. Debo haber estado en uno de los infiernos de Dante. Algo malo debo haber hecho, porque la experiencia tuvo visos de penitencia. Horrible!!!!!!!!!!!!

Llegué bien al colegio, luego de un conato de choque. Caminé como tres cuadras hasta llegar a la zona de las rejas o vallas plateadas que habían puesto cerrando la calle. Me recibió una banda de músicos, un show de capoeira y finalmente una tuna, con sus correspondientes ruidos todos mezclados entre sí, además de los gritos y hurras, vivas y demás de los seguidores o contratados de cada candidato (qué barbaridad .... 14!!!!).

Cuando logré abrirme paso entre ese espectáculo de nuestra vergüenza anual, una persona me jaló del brazo porque había pasado delante de un candidato (ni idea) y no le había dado la mano. Qué horror, como me la pude perder!!!!!! Reconozco que me volteó el hígado y respondí de mala gana que ella no tenía ningún derecho a jalonearme. Lo que sí fue fácil fue no aceptar ni un solo papelito de propaganda.

Caminé lo más rápido que pude (cuidando que mi hija no se me perdiera), entré al colegio y también fue fácil ubicar mi mesa. Una persona de ONPE me dio las indicaciones muy amablemente.

Subí al segundo piso para ubicar mi mesa y (música de "Psicosis" por favor) encontré una cola de más de 50 personas. La cola daba vuelta en "U". Paciencia y buen humor. Hora y 10 minutos después, pude votar pasando delante de la presidenta de mi mesa. Trabajaba a la velocidad de la tortuga (con perdón de las tortugas) y ya mostraba muy poco buen humor.

Para colmo, cuando ya estaba por entrar a votar, una señora (de aquellas a las que les encanta que le llamen "doctora") se acercó a mi hija que estaba junto a mí, a pedirle que le "vendiera" su cola, porque mi hija evidentemente no iba a votar. Lógico, no solo no iba a votar, sino que tampoco estaba "en" la cola, sino solo me acompañaba con gran cuota de estoicismo. Me indignó que se dirigira de frente a una niña con absoluta ignorancia de que la niña no podía estar allí sola (o es que habrá una nueva venta de negocio infantil de ir a las votaciones a vender colas?). Pues simplemente la cara de interrogante de mi hija era bárbara. Intervine para reclamarle a la señora que si tenía algo que decir era conmigo y no con mi hija y que hiciera su cola como todo el mundo porque cualquier cosa que pretendiera en contrario era de todas formas una falta de respeto a todos los que, detrás de mí, ya llevaban su buen tiempo haciendo cola, como mandan las mínimas normas de convivencia.

Ya con los pies destrozados, llegué al carro donde un "guachimán" perfectamente uniformado me dijo que la "tarifa" de parqueo eran S/. 5.=. No me parecieron adecuadas ni sus formas ni su tarifa, pero ya estaba taaaaaaaaaaaaaaaannnnnn agotada que no tenía fuerzas ni ánimo para cuestionar nada.

Si no fuera por los S/. 200.= de multa, no lo repito.

Estos son apenas dos testimonios de los miles de abogados colegiados en Lima. No hay más que agregar.

jueves, 10 de diciembre de 2009

Es el colmo...

Es el colmo que una actriz aparezca en todos los medios públicos a ventilar sus ingresos, y a renegar de un recorte de pensión que su ex quiere hacerle diciendo que "con ese recorte, sus hijos verán disminuida la calidad de vida a la que están acostumbrados". ¿Qué hay de las familias que tienen que vivir con S/.5 al día? ¿Qué hay de las mujeres que quedan viudas y no tienen a quién reclamarle para que sus hijos no vean disminuida su "calidad de vida"?
Es el colmo que, una vez al año, los abogados tengamos que pasar las de Caín para elegir a nuestros nuevos representantes. Si nadie duda de los medios electrónicos para guardar nuestro dinero en los bancos, ¿por qué no se puede establecer un sistema similar para que votemos tranquilamente y sin atropellos? Que la tortura anual quede para los que quieran pasar un mal rato una mañana de sábado de noviembre.
Es el colmo que en las semanas previas a estas elecciones de miedo, mi bandeja de entrada se haya visto llena de mensajes de tal y cual candidato tratando de convencerme para votar por él. Todos esos mensajes fueron descartados de inmediato, sin abrir. Como también fue el colmo que un candidato en particular hiciera que me llamaran a mi celular para hablarme de las bondades de su propuesta. Ni bien me dijeron que parte de quién llamaban, apagué el teléfono.
Es el colmo que una empresa que nos provee de servicio de cable nos sature de propaganda diciendo que hemos evolucionado, cuando la verdad es que hemos retrocedido a los tiempos en que no había sistemas de grabación de programas con la idea de verlos después. ¿Esto es evolución? ¿Habrán revisado el significado de la palabra en un diccionario?
Es el colmo que haya peatones que no respetan la luz roja y cruzan metiéndose entre los carros, como si unos cuantos segundos de espera fueran demasiado tiempo. Como es el colmo que haya de los que cruzan corriendo las autopistas, justo por debajo de un puente peatonal. Y a veces hasta cargandos niños chiquitos.
Es el colmo que los bancos y otras empresas nos atosiguen con sus ofertas, a las que es muy fácil acceder y casi imposible salir. Siempre tienen truco, siempre nos ofrecen las maravillas y a la hora en que necesitamos usar sus beneficios, todo es restricciones y más restricciones.

jueves, 3 de diciembre de 2009

Los remakes

Un remake es una nueva versión de algo. Es un nombre que por lo general se usa para designar nuevas versiones de películas o novelas. Personalmente, las califico como un desastre.
La película "An affair to remember" (Leo McCarey, 1957, que en castellano se llama "Algo para recordar") es un clásico del género romántico. La escena en que Nick y Terry visitan a la abuela de él en su casa a orillas del Mediterráneo es inolvidable. He perdido la cuenta de la cantidad de veces que la he visto. Mi amiga Caro tuvo la delicadeza de regalarme un DVD de la película. De acá surgió eso de "nos encontramos en el último piso del Empire State", que después se usó en "Sleepless in Seattle" (Nora Ephron, 1993).
Y luego vino el remake, "Love affair" (Glenn Gordon Caron, 1994). Esa misma (?) escena inolvidable a orillas del Mediterráneo con una encantadora abuela se convierte en un desagradable episodio con una abuela de lo más antipática. Con lo que se pierde la magia de la película, porque después de esa reunión con la abuela Janou es que se desencadena todo lo demás.
Si van a hacer otra trama, ¿por qué no usan otro título?
Hay remakes de series de televisión también. "Beverly Hills 90210" se ha convertido en el mero código postal "90210". Atrás quedaron los engominados peinados noventeros de chicos y chicas para dar paso a adolescentes muy propios de la primera década de este siglo. En realidad, no la he visto ni por curiosidad.
Por ahí hay una película que se llama "Los ángeles de Charlie", que no tiene absolutamente nada que ver con la serie del mismo nombre. Lo único que es exacto es el título, y un tipo al que nunca se le ve la cara y que se comunica con ellas por un altavoz. Bueno, por lo menos debían mencionar a un tal Charlie para justificar el título.
Otro punto en contra de los remakes es la muy mala elección de los actores. Recuerdo mi asombro cuando leí el reparto del (felizmente) fallido remake de la novela brasileña "Vale todo". Casi todos los actores tenían la misma edad, y se suponía que unos serían los hijos de los otros.
El colmo de todos los remakes de los últimos tiempos es el de la novela "Corazón salvaje", que va como por su cuarta versión. Ni siquiera sé por qué le llaman remake. La historia de esta últma versión es muy diferente a todas las anteriores con mínimos rasgos similares que, salvo el título y el nombre de algunos de los personajes, son tan comunes que aparecen prácticamente en cualquier telenovela: hijos sin padres, bebés abandonados con una cadenita muy fina, amores imposibles entre ricos y pobres, malvados cada vez más malvados y finales felices. A los que vieron cualquiera de las versiones previas, les recomiendo enfáticamente no ver esta producción para evitar decepciones.
Vuelvo a preguntar: si van a hacer otra trama, si los personajes van a tener otras características, si no van a dejar nada de la versión original, ¿por qué no se buscan otro título?
¿Se imaginan a otro diciendo que "siempre tendrán París"? No, mejor no.
PD: Tom Hanks no es uno de mis actores favoritos, pero después de leer esta noticia, estoy empezando a cambiar de opinión.
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Te envío un saludo muy especial en tu cumpleaños, querida amiga. A veces, hasta me parece escuchar tu risa.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Acción de gracias

El Día de Acción de Gracias es una festividad que se celebra en varios países del mundo. En el Perú no dedicamos un día especial a dar gracias por lo que hemos recibido en el año, aunque tal vez deberíamos tenerlo.

Desde este pequeño rincón personal, en este día doy gracias:
  • Por vivir en una época en donde la tecnología ha acortado las distancias.
  • Por vivir en un lugar en el que puedo decir lo que pienso sin temor a censuras ni represiones.
  • Por tener cerca a los que más quiero.
  • Por los buenos recuerdos de los que ya no están.
  • Por poder disfrutar en cualquier momento de unos anticuchos o, mejor aun, de un plato de tacacho con cecina.
  • Por las películas vistas con Gonzalo y todos los momentos que hemos pasado juntos.
  • Por la voz de Marcela diciendo claramente "oh-oh" cuando hablamos por teléfono.
  • Por el cielo nublado de Lima, que me hace sentir en casa.
  • Por el inventor del manjarblanco y ese maravilloso momento de inspiración.
  • Por este espacio, que me ha permitido conocer personas interesantes de lugares inimaginables.
  • Por haber comprobado que es cierta esa frase que dice "que todos tenemos una historia que contar".
  • Por los que visitan frecuentemente este blog, sobre todo por aquellos fieles y silenciosos lectores que vienen constantemente, aunque no se manifiesten. Como aquel que navega desde Chicago, Illinois con el sistema operativo Linux, el que me visita desde Mountain View, California y uno que llega de más lejos, desde Jelenia Góra, Dolnoslaskie (Polonia), que navega con Safari y usa el sistema operativo Apple. A ver si después de leer esto pierden la timidez.
Y como decir simplemente "gracias" no es suficiente:
Thank you, شكرا (léase shukran), choh sagol, grazie, salamat, terima kasih, dhonnobad, on giarama, köszönöm szépen, obrigado, dziękuję, vielen Dank, merci beaucoup, mèsi, maketai, misaotra, hvala vam, dankjewel, asante, dankon, bolshoe spasibo, katta rachmat, dyakuyu, teşekkürler, arigato, shukrani.

PD: gracias a mis amigos bloggers y de Global Voices Online por su colaboración en este post.
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Hablando de Global Voices Online, los invito a leer mi primer post publicado ahí en calidad de colaboradora (para la versión en castellano, hacer clic acá).


miércoles, 18 de noviembre de 2009

5 kilómetros por una buena causa

El Pentagonito parecía un mar de aguas rosadas salpicadas con plomo ese domingo. Había que recorrer todo su perímetro. 5 kilómetros. Por una buena causa: llamar la atención sobre el cáncer de seno.
Ahí estábamos, a las 8:45 am, el 15 de noviembre. Ana Cé, Gonzalo, Lizzi, Nico, yo y miles de otras personas. Un hombre daba instrucciones por medio de un micrófono. Un enorme reloj digital indicaba que faltaban pocos minutos para la partida.
A las 9:00 am en punto partieron. Primero los corredores. Después las personas con alguna discapacidad. Finalmente nosotros, los caminantes. Ana Cé y yo éramos caminantes, los otros fueron corredores durante algún tramo. Estábamos todos juntos en un momento y un segundo más tarde quedábamos solamente las dos.
Llegamos a la meta 58 minutos más tarde. Quizá hubiera podido ser menos, no lo sé. Quizá la próxima vez sea menos, no lo sé. Lo sabremos la próxima caminata.


Fotos tomadas en plena caminata con mi celular.

lunes, 9 de noviembre de 2009

Marionetas en sus manos

Los personajes, sobre todo los de las series de televisión, son como marionetas en manos de los guionistas, que los moldean a su mejor y leal saber y parecer, dándoles unas características que hacen simpáticos u odiosos, según convenga. Que los personajes están tan a merced de los guionistas es tan cierto que muchas veces les cambian la manera de ser de un capítulo a otro. Como si nada.
Por hablar de series que me gustan y que veo, pondré por ejemplo Luz de luna. En uno de los primeros capítulos, sale Richard Addison, hermano de David Addison. Se nota que entre los hermanos hay rivalidad de larga data, lo que se confirma cuando Richard lo dice abiertamente: "que todos querían caminar por el lado por el que caminaba David, que todos querían tener a David en su equipo". No tendría nada de malo si no fuera porque capítulos más adelante, es decir, años más adelante, la cosa resultó ser al revés, pues David dice que todos querían imitar la manera de caminar de Richard.
En NCIS, el agente especial Anthony DiNozzo es un consumado cinéfilo que trata de hallar solución a los casos que enfrenta todo el equipo con argumentos de películas clásicas. Además es un fan de la serie Magnum, P.I. (ambas series son del mismo productor). Pero en uno de los primeros capítulos, otros personajes mencionan títulos como Laura, y Tony no da muestras de reconocer ese clásico.
En otro de los primeros capítulos, en medio de una investigación, Tony interroga a un marino que está destacado en Hawaii... y ni menciona a Thomas Magnum, aunque capítulos después confiesa que es su "héroe de adolescencia", y hasta repite de memoria diferentes diálogos de algunos capítulos.

En Cuéntame cómo pasó, alguna vez Mercedes comentó que desde que se instalaron en Madrid, recién llegados de Sagrillas, los Alcántara han vivido en su piso del primero derecha de la calle San Esteban de Pravia, en el barrio de aluvión llamado San Genaro, su barrio de "toda la vida". Pero después resultó que primero vivieron en el barrio de Carabanchel, y que Carlos nació en esa casa... aunque ella misma había dicho años antes que cuando nació Carlos todo le había sido más fácil en el hospital.
Y ni digamos de la desazón que causa ver que nos cambian de actor o actriz para interpretar a un personaje, como pasó hace poco con la pequeña María Alcántara. O cuando un mismo actor interpreta a dos personajes totalmente distintos en una misma serie (y no me refiero a un doble papel).
Sea como sea, bienvenidas sean las series, las que nos gustan y las que no (aprovecho para mencionar que NO me gusta Friends, nunca me caerán bien esos seis disforzados). Nos llegamos a acostumbrar tanto a las que nos gustan que las extrañamos cuando se terminan. Y ahí si que no nos importa para nada que los personajes sean como marionetas en manos de los guionistas.

domingo, 25 de octubre de 2009

La bodega de doña Rosa

Hace pocas semanas, mi amiga Katia escribió un post titulado El último almacén. Y me hizo recordar un episodio que viví hace algunos años.
En el Perú llamamos bodega a esas tiendas de barrio que tienen de todo. En otros países se llaman colmados. En Argentina, donde vive Katia, se les llama almacenes. Tal como ella lo cuenta, en el Perú, muchisimas de esas bodegas eran propiedad de chinos. Su ubicación habitual eran las esquinas, de ahí viene la frase de "el chino de la esquina".
En mi niñez, en el barrio de Jesús María, el barrio donde crecí, teníamos nuestra doña Rosa. Era la dueña de la bodega en la que comprábamos todos los de la quinta donde vivíamos en la Av. General Garzón. En ese barrio había y, hasta donde sé, sigue habiendo más o menos una bodega en cada esquina. O sea, que cada bodega abastecía a más o menos una cuadra.
El esposo de doña Rosa era bastante mayor que ella. Nunca supe su nombre, pero era un hombre muy cariñoso que hablaba muy mal el castellano. A mis escasos 4 años, casi no le entendía las pocas veces en que él atendía. No sé si doña Rosa sería o no peruana, pues hablaba perfecto castellano. Tenían tres hijos: una hija grande, cuyo nombre nunca supe y a la que se le veía muy poco; un hijo hombre de nombre Ato (al menos, era lo que yo entendía) y Verónica, que era de mi edad.
Un día, el señor murió. Recuerdo que se me hacía raro ya no verlo saludar con una amable sonrisa cada vez que entraba a su tienda.
Verónica y su mamá envolvían el arroz, el azúcar y otros productos usando páginas de guías telefónicas de años anteriores. Hacían un envoltorio magistral, con una facilidad envidiable, que nunca he visto hacer a nadie más que a vendedores de origen chino, ni a las caseras del mercado. Era raro que en sus anaqueles de madera, doña Rosa no tuviera lo que necesitábamos. Las raras veces que eso ocurría, era cosa de llegar a la siguiente esquina para encontrar lo que buscábamos. Eso si, no le faltaba nunca el arrocillo al lado del mostrador, ese antojito que se compraba con las monedas del vuelto. Tampoco faltaban los inolvidables corazones de leche.
Un día, la bodega no abrió. Por el barrio corrió el rumor de que doña Rosa había vendido el negocio y se había ido con sus hijos a China. La tienda quedó vacía un buen tiempo, con lo que nos vimos obligados a cambiar de bodega, a la de la otra esquina. Así fue por cierto tiempo hasta que la bodega reabrió, atendida por Mauro, que no era chino, pero que supo darle ese mismo toque familiar a la compra cotidiana. A pesar de que sus anaqueles ya no eran de madera sino de aluminio.
A finales de 1993, viajé a Caracas, a pasar las fiestas de fin de año con mi tía Dora, hermana de mi mamá que vivía en Venezuela casi 30 años. Una noche, mi primo Juan me dijo: "vamos a comprar comida china, aunque la del Perú nos deja chiquitos a nosotros con la nuestra".
Entramos al restaurante, y mientras Juan elegía qué platos llevar a su casa para comer todos ahí, vi que una cara conocida le tomaba el pedido. No podía ser. ¿Sería? "¿Tú no eres Verónica, la hija de doña Rosa?" La cara conocida dejó el lapicero a un lado, me miró con la cara de incredulidad más grande que he visto nunca y me dijo simplemente: "Si".
El mundo es un pañuelo.
Me preguntó por todos, empezando por la tía Angelita. Yo hice lo mismo, y así supe que al vender la tienda no se habían ido a China sino a Venezuela. Que ese restaurante era de un tío, y que ella trabajaba ahí por las noches. Le mandé saludos a su mamá, y nos fuimos.
No volví a saber de ella. No regresamos a ese restaurante en los días que seguí por allá.
Mi doña Rosa de ahora se llama Luz María. Luzma. Su bodega tiene ese mismo toque acogedor que tanto recuerdo, aunque sus anaqueles son de aluminio y no de madera. También tiene de todo... menos corazones de leche y esos dulcísimos y deliciosos cuadraditos que comprábamos por cajas y devorábamos en cuestión de horas.

jueves, 15 de octubre de 2009

Semana de blogueo en contra de las encuestas

Hace algunas semanas, leyendo el blog de AbuFares y haciendo una traducción de un post para Global Voices Online, me encontré con una campaña titulada: "Semana de blogueo en contra de ...", donde animaban a los autores de blogs de todo el mundo a iniciar su propia semana en contra de algo.
Varios blogs amigos eligieron sus diversos temas contra los cuales escribir. A mí me tomó un tiempo decidirme por uno, y luego de darle vueltas al tema, opté por "Semana de blogueo en contra de las encuestas de intención de voto".
Me tienen harta las encuestas de intención de voto. Para los que no lo saben, en el Perú elegiremos a alcaldes y presidentes regionales hacia fines del próximo año. Las elecciones presidenciales serán en 2011. En buena cuenta, las próximas elecciones en el Perú serán dentro de más o menos un año.
El presidente actual está en su cargo desde el 28 de julio de 2006. Creo que desde agosto de 2006, los diversos medios de comunicación comenzaron a bombardearnos con sus "últimas encuestas": ¿por quién votaría usted si mañana fueran las elecciones?
Perdón, pero las elecciones presidenciales no serán mañana. Serán dentro de un año y medio. Porque las encuestas de intención de voto casi siempre, y creo que siempre, son acerca de elecciones presidenciales. Como si fueran las únicas que existen.

Muchos domingos al año nos despiertan con el titular: "Fulano acapara al electorado". Y si uno lee bien la ficha técnica, en el 99.99% de los casos, la encuesta se realizó en Lima y Callao con nombres que solamente suenan en Lima y Callao. Una que otra encuesta refleja lo que piensan los electores de las ciudades del interior del país. Rarísima vez incluye poblaciones rurales un tanto alejadas.

Por ahí argumentarán que es complicado hacer encuestas en núcleos no urbanos. Entonces no hagan parecer que las encuestas que publican se refieren al sentir de todo el país. Para empezar, a mí jamás me han preguntado por quién pienso votar si las elecciones fueran mañana. Pregunta que parte de una premisa falsa, porque las elecciones no son mañana. Ni pasado mañana.

Además, no todo queda ahí, porque en los dos o tres días subsiguientes, solamente se hablará de eso en los medios. Sesudos comentaristas desmenuzarán los resultados de la importantísima última encuesta, otros se plantearán infinitas dudas cuasi hamletianas de cómo sería el Perú a partir de unos resultados que no son reales porque mañana no hay elecciones. Los nombres que figuran en los primeros lugares se ufanan ante los resultados. Los demás dicen que una encuesta no representa nada, argumentos que serían completamente opuestos si ellos fueran los primeros de la última encuesta.

Por eso, porque creo que es un inútil desperdicio de tiempo, de esfuerzo y de recursos...

¡NO MÁS INÚTILES ENCUESTAS DE INTENCIÓN DE VOTO!


jueves, 8 de octubre de 2009

Parrillada nocturna

Hubo de todo esa noche de viernes. Desde un ascensor que se resistía a subir, con seis personas adentro durante noventa interminables segundos, hasta un pisco sour del que solamente pudimos sentir el olor porque la licuadora nos jugó una mala pasada, pasando por las risas y charlas que suele haber cuando se reúnen personas que se conocen desde la prehistoria de sus vidas. Es decir, desde antes de la escritura.

El motivo de la reunión era la breve visita de P a la patria, luego de cuatro años de haber partido a Australia. Además, C inauguraba departamento con pequeño patio de parrillas incluido, ideal para una parrillada nocturna de esas a las que el Grupete es tan aficionado.
Luego de varios días y de más de no sé cuántos e-mails de confirmación, llegó la fecha fijada. Acordamos que cada uno llevaba lo que comería, salvo P que era el invitado de honor. Así que ahí estuvimos el Grupete casi completo, pasándola tan bien como siempre la pasamos cuando nos reunimos. Hasta las respectivas parejas se han integrado tanto que ya es casi como si todos hubiéramos estado en el mismo salón.
La noche estaba especialmente húmeda y fría, como saben serlo las noches limeñas a pesar de estar bien entrado setiembre. A pesar de estar en primavera. Aun así, ahí estábamos alrededor de la mesa al aire libre, bien abrigados, compartiendo lo que habíamos llevado (no sé en qué momento desaparecieron mis salchichas blancas, de las que no probé ni un pedacito... aunque me queda el consuelo de saber que estuvieron muy ricas), compartiendo recuerdos, acompañando casi todos de un "¿¡te acuerdas?!", seguido de sonoras carcajadas.
Siempre es así.
Se anuncia otra reunión en las próximas semanas. Otro del Grupete viene a Lima a atender asuntos familiares, así que nuevamente la ocasión será propicia. Ojalá esta vez el pisco sour no se quede simplemente en olor.

jueves, 1 de octubre de 2009

Mensajeros

Del baúl de los posts ya publicados en este blog, rescato uno de los primeros. Tuvo dos comentarios, que incluyo acá y acá (con las gracias a esos fieles lectores). Cada vez que paso por esa esquina, es decir, prácticamante todos los días, recuerdo este episodio ocurrido el último día de noviembre hace casi dos años.
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Era casi mediodía. Yo intentaba cruzar la esquina de Larco y 28 de Julio, en Miraflores. Estaba harta de todo, me sentía harta de muchas de las cosas que me rodeaban y estaba realmente fastidiada.
Dos o tres pasos delante de mí vi a una elegante señora que debía tener bastante más de 70 años, con el pelo perfectamente peinado y totalmente blanco, chompa roja y cartera negra que miraba con cierta desorientación a ambos lados de la pista.
Sin hacerle mayor caso, seguí avanzando hasta el borde de la vereda, para esperar a que la luz del semáforo me permitiera cruzar. Entonces, se me acercó la señora y me preguntó con una voz muy dulce: hijita, ¿vas a cruzar?

Le dije: ¿quiere cruzar? Pues vamos. Se aferró a mi brazo y empezamos caminar juntas con paso firme y decidido. Llegamos a la berma central que divide ambos sentidos de la Av. 28 de Julio. Ahí esperamos al nuevo cambio de luz, porque este semáforo tiene un sistema diferente para cada sentido del tránsito.

En ese medio minuto de espera, volteé hacia la señora, quien con una sonrisa me dijo que mi chompa le parecía linda. Se lo agradecí, mientras pensaba que no había sido mi primera elección del día, sino que me había visto obligada a cambiarme antes de salir de la casa porque el clima del día resultó no ser el que yo esperaba (lo que hace que no me gusten estos días de indefinición climática tan limeños).

Cruzamos la segunda mitad de la avenida, y le pregunté hasta dónde se iba con la idea de ir con ella hasta donde me indicara. Pero me contestó que no me preocupara, que había quedado en encontrarse con su hijo en la puerta de la empresa de celulares que queda en esa esquina. Y al soltar mi brazo me dijo: "Dios te bendiga, hijita. Nunca hubiera podido cruzar sola".

Caminé dos pasos, y decidí voltearme a verla. Estaba segura de que ya no la vería, como pasa con los ángeles en las películas. Tenía la esperanza de no verla donde la había dejado.

Pero mi ángel mensajero, el que me alegró él día con una simple frase oída tantas veces, seguía parada en donde la había dejado. Buscaba con la mirada al hijo que no supe si se demoró en llegar. No volví a voltear. Creo que me dio miedo comprobar que esta vez ya no estaría.

O tal vez seguiría ahí para despistarme, como si, a pesar de estar sin sus alas, no me hubiera dado yo cuenta de que era un ángel mensajero que me devolvió buena parte de la tranquilidad que me faltaba.

jueves, 24 de septiembre de 2009

La reina mora

No sé qué tiene mi reina mora
A veces canta, a veces llora (*)
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Marcela tiene la magia propia de los que cuentan su edad con los dedos de una sola mano. Es uno de esos "locos bajitos" de Serrat.
El otro día llegó a la casa durmiendo, lo que suele anunciar ratos de llanto y mal humor cuando se despierta. Esa vez no fue la excepción: se despertó llorando sin que nada la consolara, y así pasó un buen rato.

En una de esas, se me ocurrió preguntarle si quería ir a ver "los molinos", un artilugio giratorio colocado en el patio que está al fondo de la casa para evitar que las palomas se paseen por ahí, ensuciándolo todo. Sin decir nada ni dejar de llorar, se soltó de las piernas de su mamá y decididamente me estiró la mano. Las dos juntas nos fuimos caminando hacia el pequeño patio de atrás.
No había nada de viento. El molino no giraba, pero ella igual se lo quedó mirando fijamente y, de un momento a otro, dejó de llorar. Señalaba el molino con el dedo, mientras gritaba repetidamente "¡arriba!", concepto que ha aprendido hace poco y que le encanta. En eso, empezó a correr algo de viento, con lo que el molino empezó a girar muy lentamente.

Entonces vi una pequeña maceta que tiene forma de sapo, y se lo señalé mientras le decía "¡mira Marcela, un sapo!" Lo miró fascinada, aunque con cierto temor porque me imagino que debía verlo como un ser animado más que como un adorno. Le enseñé cómo hacen los sapos, le dije que ese sonido se llama croar mientras ella seguía mirándolo desde lejos.
En eso, se levantó corriendo a llamar a su mamá, intentando contarle que había visto un sapo. Que había visto un molino arriba. Que el sapo hace "croc, croc" y que el molino giraba. Sonreía feliz, con los ojitos aún mojados, pero a esas alturas, su llanto era ya solamente un recuerdo.
Pasó el resto de la tarde yendo y viniendo para ver al sapo. De lejitos nomás, por si acaso. Eso si, siempre riendo, sonriendo e imitando su sonido.
¡Feliz cumpleaños, reina mora!
(*) La tía Angelita repetía esa rima. Nunca se la he escuchado a otra persona, tampoco la he encontrado en Internet (ni a través de San Google), pero supongo que debe ser una antigua rima infantil española que ella misma le escuchó a su papá más de una vez.

jueves, 17 de septiembre de 2009

Lo que el viento trajo

Ahora que el cable nos regala con series que nos hacen retroceder en el tiempo, es fácil comprobar lo mucho que han cambiado las cosas de nuestra vida diaria.

Me refiero a series como las ochenteras Luz de luna y Magnum, P.I., por ejemplo. O la setentera Los ángeles de Charlie (los verdaderos ángeles, no esas agentes saltarinas de las películas homónimas), entre muchas otras. Por no hablar de algunas más antiguas, como Hechizada o Mi bella genio, que ni en mi niñez eran realmente nuevas.

No es necesario poner mucha atención para notar esas diferencias a las que me refería antes.

Ni en el escritorio de Maddie Hayes ni en el de David Addison existe una computadora. Si se ven en la necesidad de dejarse encargos, usan papel y lápiz. Lo más gracioso es que en la oficina de Maddie vemos a lo lejos, siempre apagada, una pequeña computadora Apple que me hace recordar a una que personas queridas usaban con mucho cariño.

Thomas Magnum debe rogarle a su amigo Mac que le averigüe datos en su súper computadora de la agencia de inteligencia naval en la que trabaja. No para usarla él mismo, probablemente ni sabría cómo hacerlo. Casi siempre debe sobornarlo con pasteles y dulces para que Mac acceda. Y Mac siempre accede. Después, cuando ya no está el afable Mac, es la teniente Poole la que está a cargo de la computadora. Ese es un hueso muchísimo más duro de roer, incluso para Magnum, que siempre se las arregla para salirse con la suya.

Vemos cómo el acaudalado y más malvado aun J.R. Ewing, de la archifamosa Dallas, no es ubicable si no está en el rancho Southfork o en su oficina. A veces se le ve llegar al restaurante que frecuenta, y algún mozo le entrega un recado de alguien que lo llamó ahí. Ese sistema de dejar recados es simplemente impensable en los tiempos que corren.

Para hablar de una serie un poco más reciente, tenemos El príncipe de Bel Air. El adinerado tío y los primos Banks no manejan celulares, menos computadoras personales, ni mucho menos ningún tipo de BlackBerry ni de iPod. Una vez Will empezó a trabajar con un excéntrico millonario, que le dio un celular para su uso privado. Un aparato más grande que un ladrillo, con una antena de unos 10 centímetros de largo. Supongo que era lo último en tecnología de esos días.
Muchas series actuales serían simplemente impensables sin tecnología. Jack Bauer, sin su celular que no se apaga nunca ni se queda sin baterías o (¡peor!) sin saldo para hacer llamadas no podría salvar al mundo en 24 horas. Ni en 24 meses. El agente especial Leroy Jethro Gibbs y su equipo no podrían avanzar un paso en sus investigaciones en NCIS sin ayuda de los diversos artilugios que tienen a mano. Bueno, tal vez el mismo Gibbs si, pero lo dudo de los demás, sobre todo de McGee.
El viento se habrá llevado muchas cosas... pero a su paso dejó muchas otras. Un mundo y una forma de vivir completamente diferentes, para empezar.

jueves, 10 de septiembre de 2009

Fuegos de artificio

Lo diré de arranque: no me gustan los fuegos artificiales. Traigo esto a colación a raíz de algo que pasó el último domingo y que me dejó pensando.
Tradicionalmente, por Fiestas Patrias, una conocida tienda organiza todo un desfile por las calles de Miraflores. Lo suelen hacer el domingo previo al 28 de julio, pero este año tuvieron que postergarlo debido al ubicuo virus de la nueva influenza. Así que quedó reprogramado para el domingo 6 de setiembre. Y el domihgo 6 de setiembre se llevó a cabo.
El punto final del recorrido es siempre el Parque Central de Miraflores, que está a unas 10 cuadras de donde vivo. Todo termina con una fiesta de luces, color y diversión. En pocas palabras, con fuegos artificiales.

Ese día, a esa hora, Marcela estaba en mi casa. Estábamos las dos viendo televisión cuando empezó la bulla tan característica. Me miró muy asustada, así que la llevé a la puerta del edificio para que viera las luces y asociara los ruidos con un espectáculo alegre. Todos aplaudíamos cada vez que veíamos nuevas luces de colores, que felizmente se ven sin problema desde la entrada del edificio.

Ya dentro de la casa cuando todo acabó, Marcela nos contaba muy contenta todo lo que había visto: luces, estrellas, colores, ¡bum!, verde, rojo, azul, amarillo. Estaba feliz.
Eso me trasladó a otro tiempo, a otro lugar, aunque eran un tiempo y un lugar diferentes a los míos. Hace pocos días el mundo recordó los 70 años del inicio de una guerra que duró seis años y que fue tan brutal que dejó un saldo que solamente se puede contar de millón en millón. Y pensé en los niños (y adultos) que escuchaban aterrados ruidos muy parecidos a los que escuchamos este domingo. Tan parecidos y tan diferentes al mismo tiempo, porque estos no tenían nada de divertidos. Al contrario, anunciaban muerte y destrucción. Y nunca se sabía cuándo acabarían.
Pensé en una pensionista, cuando no era pensionista todavía, que debía dormir vestida y con zapatos por si su familia y ella debían salir corriendo durante la noche. Pensé en su simple deseo de dormir descalza, imposible durante años.
Pensé en tantos otros sitios y tantos otros nombres que me faltaría espacio para nombrarlos.
Realmente no entiendo por qué debemos usar este tipo de demostraciones para celebrar. ¿Será que la guerra está tan metida en nuestras mentes que la hacemos participar, aunque sea indirectamente, hasta en nuestras ocasiones felices?
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Este domingo 13 de setiembre, a las 7:30 pm (hora de Lima), TVE Internacional estrena la nueva temporada de Cuéntame cómo pasó, una de mis series favoritas. Comparto la buena noticia con los seguidores de esta excelente serie española. Con los no seguidores también, por si acaso.

jueves, 3 de septiembre de 2009

Culinaria internacional

Más de una vez me han preguntado cuál es el plato típico peruano que me gusta, más ahora que la gastronomía peruana está, por fin, encontrando su lugar dentro de la culinaria internacional. Puedo nombrar varios platos, y todos serían una buena elección, pero definitivamente me quedo con el tacacho con cecina. Es una delicia típica de nuestra selva peruana, hecha de plátano verde cocido y cecina de chancho, la carne de chancho más deliciosa que he probado en mi vida.
Creo que vale la pena aclarar que en la selva hay muchísimas variedades de plátano, y prácticamente cada una tiene un nombre diferente. Por ejemplo, el plátano que se come como fruta y que en Lima se llama simplemente plátano, por allá es conocido como guineo. Por eso es importante aclarar que la base del tacacho con cecina es el plátano verde.
Tal como hice hace algunos meses con las ciudades en la que viven diferentes amigos, esta vez la pregunta fue: ¿cuál es tu comida favorita del país en que vives? Acá las respuestas... y más vale no leer lo que sigue con el estómago vacío.
Hilda fue la primera en responder, con enlaces incluidos, y es evidente que no le fue fácil decidirse por una sola opción. Amablemente, proporcionó los enlaces que ven a continuación.
Mi comida favorita de México, es difícil hablar de un solo platillo, creo que México al igual que muchos otros países es rico en gastronomía. Pienso en lo que me gusta comer y pienso en aquellos días de fiesta donde nos reunimos todos alrededor de un rico mole picosito, de todos sabores sea en forma de enchiladas o acompañado de pollo o de guajolote. Y si el mole va acompañado de arroz que mejor. Claro que ese arroz también puede ir acompañado de unos tacos de barbacoa con cebollita picada en cuadros, cilantro y salsa. Pero sí es navidad, nos atracamos de romeritos. En vigilia nos atracamos de pescado en todas sus variedades (empanizado, a la plancha...) o un rico coctel de pulpo y camarones que comemos con aguacate y galletas saladas. En la noche nos comemos tacos de todos los sabores o unas ricas quesadillas de queso, huitlacoche, flor de calabaza... Una rica sopa de tortilla o un pozole. en tiempos patrios. De postre una rica rosca de reyes o un pan de muerto, según sea la ocasión, eso sí, acompañado de un chocolatito o un buen café. O si hace calorcito un rico helado de pistache, vainilla... En fin... eso tan solo es lo que se me viene a la mente y de escribirlo se me hace agua la boca...
Curiosamente, uno de los sabores de helado que más me gusta es el de pistache. Tenemos la promesa pendiente de compartir uno el día que nos conozcamos personalmente.
Katia, desde Argentina, lo tuvo un poco más fácil, aunque contiene un cierto toque de inevitable nostalgia por lo nuestro:
Personalmente mi comida preferida creo que sería un buen bife de chorizo jugoso a la parrilla, acompañado de papas fritas y ensalada verde. También disfruto mucho la calidad y gran variedad de cremas de leche, quesos y fiambres que están al alcance de todos. Hay una variedad mas amplia de empanadas, mis preferidas son la caprese, cebolla/queso y roquefort, pero en empanadas de carne vuelvo a quedarme con las nuestras, principalmente por el tipo de masa, que es suave, arenosa, deliciosa y extraño tanto. Y por supuesto ¡¡los vinos!!... sobre todo el Malbec, mi favorito lejos.
Amila, traductora bosnia que vive en Dinamarca desde los años noventa, nos cuenta de sus platos favoritos, tanto de su tierra natal como de su país adoptivo:
Mi plato bosnio favorito se llama "zeljanica". Es una masa rellena con espinaca mezclada con cebollas y huevos. Es algo complicado de hacer y requiere una harina muy fina para poder estirarlla masa a través de la mesa hasta que tenga el grosor de un papel. Después se pone el relleno de espinaca a lo largo de un lado, y todo se enrolla y se mete al horno (lo explico muy mal, pero estoy segura de que una búsqueda en Google lo explicará un poco más). Siempre me han gustado las que tienen la masa más gruesa y que no esté sobrecargada de espinacas, por lo que son un poquito duras. La manera común de comerlo es con un vaso de yogurt. Hasta ahora, para mí el sabor de la espinaca con yogurt tiene algo especial, e incluso tomo yogurt con lasaña de espinaca :)
Mi plato danés favorito se llama "brunede kartofler" y en realidad es una guarnición que se come por lo general en Navidad. Son pequeñas papas hervidas y después fritas en mantequilla derretida y azúcar. Si, azúcar. Me impresionó la primera vez que supe que cómo se hacía porque para mí realmente no es convencional ponerle azúcar a la "comida de verdad", es decir, la que no es postre. Pero es sorprendentemente sabroso, si sabes cómo hacerlo. Si se le pone mucha azúcar, lo que es fácil que pase, o si no se derrite bien, sabe terrible. La mantequilla derretida y el azúcar hacen una salsa espesa que cubre todas las papas. Según he visto, el plato se sirve con pato, que lo complementa muy bien según recuerdo.

Desde Kenia, Rossana nos describe lo que más le gusta de la tierra que la acoge desde hace poco más de un año:
Acá hay una carne muy rica, se llama nyama choma, que quiere decir literalmente carne asada. En efecto lo es pero el sabor es delicioso, se siente que la carne está aderezada, condimentada de alguna manera especial. Cuando una pregunta por la receta te dicen que es sólo carne a la parrilla y que sólo tiene sal pero por ahí me han dicho que primero hay que marinarla en jugo de limón al que le echan ajo, semillas de culantro en polvo, palillo, pimentón, una especie de curry que hay acá, sal y ¡quién sabe qué más! Se puede hacer con cualquier clase de carne, generalmente se come de res, de cabra, de cordero, de cerdo es riquísima (pero hay que buscarla en lugares no musulmanes). Lo curioso es que la carne queda muy oscurita -marrón oscuro/negro- pero no amarilla ni rojiza, como se podría pensar por los colores de los condimentos. Se sirve con chapati, que es un pan sin levadura -plano, como tortillas- que es hoy en día típico de Kenya pero de origen indio (la comunidad india acá es enorme y ha ejercido mucha influencia en la cultura). Aquí lo comen con ugali que es una especie de polenta pero hecha con harina de maíz blanco de manera que queda muy blanca y, para mi gusto, tiene sólo la textura de la polenta.

A Paula, autora brasileña de Global Voices, residente de Londres, la encontré en el preciso instante en que escribía un post en su blog personal sobre su plato brasileño favorito. Copio acá la parte pertinente de ese post. Para ver la versión completa en inglés, entrar acá:
Coincidentemente, cuando me sentía como una diva cocinera al regresar a casa con mi abarás (aunque solamente estuviera ayudando a la tia Biza), recibí un e-mail de la compañera traductora de Global Voices Gabriela Garcia Calderon Orbe, desde el Perú, que está escribiendo un artículo sobre cocina internacional para su blog. Me pidió que le diera tres o cuatro líneas de mi comida favorita de Brasil. ¡Acá está, Gabriela!
Acarajé y abará son las más populares comidas al paso en mi tierra natal, Salvador, donde se les puede encontrar en cualquier esquina, aunque no es tan fácil de encontrar en otra spartes de Brasil y es imposible de encontrar en Londres. Se hacen con la misma base: una masa de frejoles con ojito molito con cebolla y jengibre (kión) y fritos en aceite de palma (en el caso del acarajé) o envueltos en hojas de plátano hervidas y sal (abará). Se sirven con vatapá — una pasta con la textura de mantequilla de maní, hecha de maní, nueces de cajú, leche de coco, langostino ahumado, pan y, de nuevo, aceite de palma — tomates fresco y ensalada dulce de pimienta y langostino. ¡Poca gente la comería sin una fuerte buena pimienta malagueta! El sabor es muy característico, no se parece a nada que yo haya probado, y la comida me da mucha energía. Con mucha influencia de la comida africana, ambos platos se usan como ofrendas en los rituales de candomblé, pero comerlos es una obligación en Salvador, independientemente de la religión, clase social o preferencias de comida que se tengan, o época del año. Cuando estoy en Salvador, lo comería todos los días, y por lo general se encuentra una “baiana” cuyo estilo te gusta y te conviertes en su fiel cliente —o, como dirían algunos— adicto.
AbuFares, mi amigo tartusino que me sorprendió hace poco por medio de su blog, nos cuenta desde Siria sobre su plato favorito:
Wara’ Inab (hojas de parra rellenas) es ciertamente el producto de bandera de la cocina siria tartusina. Es de lejos la entrada más importantantes, ofrecida en ocasiones especiales y que toda la familia en cualquier momento. A todo el mundo le gusta las hojas de parra rellenas frescas y bien preparadas y enrolladas con arroz y carne de cordero picada con una suculenta porción de costillas de carnero y jugosos huesos encima, todo nadando en una salsa de deliciosa grasa, jugo de limón, especias y ajo. Wara’ Inab es un obra de arte culinaria y legítimamente se merece reconocimiento internacional como uno de los logros más significativos de la inaginación humana y determinación al crear un objet d’art comestible.
Más información de este plato en el blog de AbuFares, en este post.
Taras, desde Ucrania, nos indica los platos tradicionales de su país que más le gustan:
Varenyky (masa guisada rellena), holubtsi (rollos de col), holodets (jalea de carne), borshch (sopa de betarraga), deruny (panqueques de papa).
Smachnoho! ¡Disfruten
!

Desde España, Úrsula nos cuenta que lo que más le gusta de la comida española es la paella, y comparte con nosotros el secreto de su sabor:
¡Lo prometido! (Mi plato favorito de la comida española es) la paella de verduras... Es rica, rica, rica.... y saludable...
Me encanta. Es simplemente espectacular. Y lo es más todavía si está hecha con amor.
Ese seria el ingrediente mágico de esta paella. Muchos abrazos.
Mariyah también tuvo doble trabajo, pues tuvo que pensar en sus platos favoritos de su natal Siria y de su segunda patria, Canadá, donde se encuentra actualmente:
Hay toda clase de platos elegantes, pero hay dos pilares básicos de mezza siria (o incluso del Medio Oriente) de los que nuna me canso: taboulleh y labneh. Taboulleh es una deliciosa ensalada de perejil mezclado con menta, cebolla, aceite de oliva, jugo de limón y bulghur. Es de lo más colorido, así como sabroso. Labneh es un queso suave hecho de yogurt y por lo general se sirve con aceite de oliva salpicado, un poco de menta y una pizca de sal. El taboulleh y el labneh se pueden comer con pan pita (un pan plano) - preferiblemente caliente.
Es un poco difícil definir la "cocina" canadiense. Mucha de la comida acá ha sido adoptada de los países de los pueblos que inmigraron. Sin embargo, uno de mis favoritos y que nunca había probado hasta que llegué es choclo. Agosto es el mes en que está disponible por todas partes y se asan choclos para celebrar. El maíz se cubre con mantequilla y sal, y se come directamente de su mazroca. Puede hervirse o asarse en una parilla. ¡Es delicioso! No creo que sea un plato limitado a Canadá, pero a los candienses les encanta!

Mariyah nos habla de un viejo y delicioso conocido para los peruanos: el choclo, que junto con una buena palta, puede acompañar y realzar el sabor de cualquier comida.
Ha sido un delicioso recorrido por las especialidades culinarias de países bastante diversos. Gracias a los que colaboraron conmigo en este post. Y a todos, bon appétit!

jueves, 27 de agosto de 2009

Encuentros cercanos de cualquier tipo

Hasta ahora, nunca me ha pasado eso de no reconocer a alguien que se me acerca y me saluda. Debe ser una sensación bastante incómoda, más aun cuando el otro habla de personas y situaciones conocidas y ni por esas acertamos a saber quién es nuestro interlocutor. Lo mejor es cuando el otro lo nota y nos da una pista, pero de no ser así, yo no sabría qué hacer.
Lo que si me ha pasado es que me saluden amistosas personas al paso que van en carro mientras yo camino. Por cortesía respondo siempre el saludo, pero me ha pasado alguna veces que no tengo idea de quién sea esa persona.
La primera fue hace poco más de un año. Caminaba yo por la avenida Benavides, y desde el otro lado de la pista, en sentido contrario al mío, una chica gritó mi nombre a voz en cuello y me saludó con la mano. Era un saludo alegre y vigoroso. Definitivamente estaba contenta de verme. Yo creí que era D, amiga de colegio de mi hermana. Le devolví el saludo muy confiada y seguí caminando.
A los pocos días le pregunté a mi hermana si D tiene una camioneta guinda bastante nueva. Me dijo que no. Que la camioneta de D es ciertamente nueva, pero de color dorado. Le conté entonces lo que había pasado y nos matamos de risa. Pero no pudimos saber quién es la dueña de la misteriosa camioneta guinda.

Esta misma semana, fui a la notaría a la que suelo hacerle mis encargos legales y al salir decidí ir al supermercado que queda a dos cuadras de ahí. Iba caminando por esa avenida tan estrecha y transitada en la que queda la notaría cuando escuché una insistente bocina. Cuando me di cuenta, desde un carro que me hizo recordar al de Maxwell Smart, ese recordado temible operario del recontraespionaje, me saludaba alegre y enérgicamente con la mano un hombre al que no reconocí. Hasta ahora, por más que me he esforzado, no he logrado saber quién es.
Debo decir en mi defensa que no lo vi bien: la parte oscura que tienen todos los parabrisas estaba justo en su cara y él mismo estaba con lentes oscuros. No pude verlo bien. Además, como suele ser en estos casos, todo pasó en segundos.
Evidentemente, respondí el saludo con la misma alegría.
Otra que me pasó fue en una callecita de San Isidro. Iba caminando, para variar, mientras hablaba por teléfono, cuando me crucé con un hombre que también caminaba hablando por teléfono. Me saludó sonriente, sin que ninguno de los dos dejara de escuchar por teléfono. Aunque no estoy totalmente segura, creo saber quién es. Sin duda, de no haber estado escuchando por teléfono, hubiéramos conversado un ratito y por lo conversado, casi con certeza hubiera confirmado si era quien yo creía.
Pero creo que nunca lo sabré a ciencia cierta.
Por favor, si alguno de mis lectores sabe de alguien en Lima con un carro como el del Superagente 86, que me avise. O si alguno de mis lectores es el dueño del mencionado carro, que también me avise (y me disculpe por no haberlo reconocido). Tal vez así resolveré al menos una de las interrogantes que me acechan en este momento.

Actualización: de manera totalmente casual, supe quién es el dueño del carrito tipo Maxwell Smart. Me encontré hoy con un abogado amigo que no había leído este blog (al menos, no hasta ahora), y que me dijo algo así como "ese Mini Cooper con el que me viste el otro día".
Primer misterio resuelto. Falta la chica con la camioneta guinda/dorada.

jueves, 20 de agosto de 2009

Historias con libros

Qué duda cabe: los libros nos cuentan historias, nos trasladan en el tiempo y el espacio, nos llevan al pasado, al presente y al futuro, nos presentan personajes que admiramos o que detestamos. En mi caso y el de casi todos los que me rodean, son imprescindibles compañeros.
Pero además, a mí me han pasado historias con los libros.
Una de ellas fue hace cerca de dos años. Terminé de leer un libro salido de los talleres de una casa editora española. El libro me encantó, pero tenía un incómodo detalle: las escasas explicaciones, de esas que se marcan con un asterisco, estaban al final del libro y no al pie de la página respectiva. Como me parecía un formato incómodo y que hacía perder el hilo de la lectura, decidí hacerles saber eso a los responsables de la casa editora.
Entré a su página web y les dejé el comentario sin problemas. En eso, veo un aviso que decía algo así como "Participa y llévate gratis el libro XXX, nuestro más reciente lanzamiento". Lo único que había que hacer era dejar un comentario sobre algún libro editado por ellos. Los más ingeniosos ganarían un ejemplar del libro XXX.
Así que recorrí la lista de publicaciones y encontré un título leído recientemente. Omití el detalle de haberlo leído en un ejemplar de otra editorial. No lo creí relevante. Redacté mi comentario en tres líneas, consigné los datos que me pedían y apreté donde decía ENVIAR.
Olvidé el asunto...
Tres semanas más tarde encontré un mensaje en mi bandeja de entrada: "Felicitaciones: usted se ha hecho acreedora a un ejemplar del libro XXX. Por favor, indíquenos a qué dirección se lo hacemos llegar".
Oh, oh. Yo no estaba, no estoy, no he estado (todavía) en España. Temía que si decía eso me retirarían el premio. La reseña de XXX ya me había abierto el apetito literario. Así que me puse a pensar en quién podría recibirlo por mí y guardarlo hasta ver cómo llegaba a mis manos.
Fue así que luego de pensar y pensar, recordé a mi amiga Ula, sobrina de una buena amiga de la familia, que trabaja en Madrid. En verdad a Ula la había visto unas cuantas veces en nuestra niñez, poco más que eso. Pero su tía me dio su e-mail y me animó a escribirle.
Así lo hice. Ula me contestó muy acogedoramente, me dio la dirección de su trabajo pues en su departamento no suele haber nadie durante el día y el libro podría perderse en la puerta de su casa. Ni corta ni perezosa respondí a la editorial, les mandé la dirección del trabajo de Ula y les pedí que pusieran el nombre de Ula pues yo "estaba temporalmente fuera de Madrid". No era una mentira... bueno, tampoco era la verdad.
Menos de una semana después, me escribió Ula para contarme que ya tenía el libro. Que había llegado a mi nombre, y que la recepcionista ya lo estaba devolviendo por "destinatario desconocido", en el instante preciso en que Ula pasaba por la recepción, justo a tiempo de rescatar mi ejemplar de XXX.
¡Uff! Agradecí enormemente a Ula, y después a todos mis ángeles de la guarda. Ula me dijo que vendría a Lima la Navidad de ese año a pasarlo con su familia, y que a fines de año tendría mi libro. Faltaban más de tres meses para eso, pero no importaba. Eso si, me dijo Ula, lo leeré primero y prometo no contarte el final. Ningún problema, dije yo.
XXX llegó finalmente a mis manos. Gracias a este premio inesperado, leí una buena historia. Más impotante aun, rescaté la amistad de Ula, con quien me comunico de vez en cuando, que todavía viviendo y trabajando en Madrid. Y que lee este blog... al menos así lo espero.
Apelo a la comprensión de todos por no consignar el nombre del libro ni de la editorial. No vaya a ser que, por un pequeño e insignificante detalle geográfico, termine deshonrosamente despojada del ejemplar que gané (tan) limpiamente.