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El lugar no está muy lleno. Es un poco temprano para el almuerzo, pero de todas maneras hay más personas de las que esperabas. Es un local que alberga tres restaurantes rápidos de comida rápida, cada uno tiene su propio mostrador y su propia caja, pero el espacio para esperar y comer es el mismo.
Al pagar, das tu nombre. Después solamente queda esperar que te llamen, solamente queda esperar ese momento feliz en que sientes que has ganado la lotería pues puedes disfrutar del ansiado bocado.
Haces tu pedido, pagas, te sientas a esperar. En una mesa de cuatro sillas, dos están ocupadas por una pareja de turistas. Se comunican en un idioma indescifrable en voz muy alta. Imposible no percatarse de ese detalle. Los miras disimuladamente, pero nada en ellos daba indicios de su origen.
Tu atención sigue en el mostrador a la espera de tu nombre.
Un hombre y una niña llegan a ver las opciones de los tres restaurantes. La niña recorre con los ojos los carteles con las ofertas. Luego voltea hacia el hombre y le pregunta si puede pedir lo que quiere pedir, tiene los ojos suplicantes. Debe estar acostumbrada a las negativas porque cuando él contesta "puedes pedir lo que quieras, ya te dije", la niña da un salto de felicidad, lo abraza como si fuera su superhéroe mientras le dice "gracias" una y otra vez. Van juntos a la caja elegida. Imposible decir cuál está más feliz.
De repente, llaman a "Juan" y de dos extremos opuestos del lugar se paran dos hombres. Casi a la vez se acercan a la caja, los dos extienden sus boletas de pago. "¿Juan?", pregunta incrédulo el muchacho que atiende, mirando a uno y otro. Parece que nunca ha estado en una situación similar. Entonces, recita el pedido que tiene por entregar. Uno de los Juanes dice "es el mío". Los tocayos se dan la mano sonriendo, el afortunado lleva la comida a su mesa. El otro se vuelve a sentar a la espera de su nombre.
El hombre de la pareja de origen indescifrable avanza a la caja al oír su nombre, tan incomprensible como el idioma que usan. Le habla en inglés a la cajera, revisa su pedido, resulta ser más pequeño de lo que esperado. El hombre regresa a su mesa, comunica la decepción a su acompañante. Eso se puede entender en cualquier idioma. Deliberan un rato, luego él va a la caja de otro restaurante y hace un nuevo pedido.
En eso, llaman tu nombre. Te acercas a la caja, te entregan tu pedido. Sales del bullicioso restaurante con algo de pena por perderte las otras historias que se seguirán desarrollando bajo ese techo.
Es motivo para volver, te dices. Como si necesitaras motivos...
¡Historias de cada día y de múltiples facetas, que se reproducen en decenas de lugares de"comidas rápidas" en todo el mundo, Gabriela!
ResponderEliminarClaro que muy pocos se percatan de ellas, envueltos en su propio yo.
Queda la curiosidad no resuelta acerca de la nacionalidad de aquellas pareja. ¿Checa, húngara, lituana, Azerbayana, "marciana"? Todo es posible.
Podemos lanzar cualquier gentilicio, Esteban. Ningún rasgo identificaba su origen, ni como para lanzar una suposición.
Eliminar¿Qué misterioso ingrediente le echaran a la comida rápida para que esté tan deliciosa, y siempre queramos comerla? Ufff, se nos hace la boca agua, sobre todo a esta hora, pensando en una pizza... Esa capacidad de observar, y de transmitir lo visto a través de la escritura, es un preciado don que posees, Gabriela, y del que disfrutamos los demás.
ResponderEliminarUn beso grande de las dos
J&Y
No sé cuál será el secretito, pero mejor que no lo cuenten. Se perdería el misterio.
EliminarÉs muito observadora, Gabriela. Eu também. A partir da observação é possível criai grandes histórias.
ResponderEliminarGrandes y pequeñas, Nina, lo bueno es que las historias están siempre a nuestra disposición.
EliminarOjalá la pareja de origen indescifrable haya podido disfrutar de su pollito crocante y sue papitas fritas, rebosantes de aceite, eso sí. Pero mejor debieron ir a un lugar de comida peruana a saborear un delicioso tacu tacu o un arroz saltado, su papa a la huancaína con su chicha morada, y como postre, un suspiro de limeña, por ejemplo. No crees?
ResponderEliminarOjalá alguien los haya podido orientar debidamente. Aunque, pensándolo bien, deben haber tenido alguien que les recomendara venir.
EliminarAl oriental es raro que le guste la comida occidental. Con respecto al misterioso ingrediente te cuento que generalmente usan mucha sal y frituras que estimulan nuestro cerebro y papilas gustativas.
ResponderEliminarBesos Gabriela
Un truco tenían que tener para generar ese efecto en (casi) todo el mundo.
EliminarSi somos observadores mientras esperamos,nos enteramos de muchas historias ajenas.
ResponderEliminarBuena semana.
Un abrazo.
Y a veces, las historias quedan incompletas y debemos imaginar o especular cómo acaban.
EliminarPercibes historias en cualquier lugar y momento, te admiro, yo soy impaciente y me pierdo todos esos detalles.
ResponderEliminarYo también soy impaciente, mucho. Pero cuando no queda otra opción que esperar, es la mejor manera de distraerte.
EliminarCada día me gustan menos las comidas rápidas, pero seguimos comiendo.
ResponderEliminarNo son lo más saludable, pero ahí estamos, no las dejamos.
EliminarNormalmente la gente está enfrascada en sus móviles o celulares como decís por ahí. Y sí, no es comida sana pero de vez en cuando hay que darse un capricho. Que tengas una buena semana ;)
ResponderEliminarNo está nada mal un capricho así de vez en cuando, muy cierto.
EliminarGracias, excelente semana para ti también.
Buen agosto amiga.
ResponderEliminarUn abrazo.
¡Igualmente!
EliminarGabriela
ResponderEliminarObservar o cotidiano nos traz grandes surpresas :)
Regiane
Sí, y lo mejor es que todo lo que captas es espontáneo.
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