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Tras años de hacer lo mismo todos los días, ya sabe dónde va el pan francés, dónde el pan de yema y el coliza, y todos los demás de manera tal que casi despacha el pan a ojos cerrados. Es que a esa hora, los clientes no esperan. Solamente tienen el desayuno con pan caliente en mente.
Una vez instalado, no pasa mucho rato antes de que llegue el primer comprador. Ni bien lo ve acercarse, ya sabe que va a pedir cuatro panes franceses y cuatro integrales. Ya sabe que le va a pagar con una moneda de cinco soles, ya sabe que tiene que tener preparados los tres soles de vuelto.
Desde que comenzó la reticencia al plástico, son muchos los clientes que llegan con bolsas de tela especiales para pan. Poco a poco, así como sabe las preferencias de casi todos los compradores habituales, empieza a reconocer las bolsas de tela: roja la del señor que va a comprar elegantemente vestido y perfumado ("¿a qué hora se levantará para ver tan pulcramente vestido?", se decía el panadero al verlo aparecer), con flores la de la señora que sale de su casa con pijama y todo directo a comprar el pan. De vez en cuando detecta una bolsa nueva, de vez en cuando alguna bolsa de tela no aparece. El panadero presume olvido por parte del cliente o que la bolsa está recién lavada.
Para lo que no tiene presunción ni conjetura es para la señora que siempre compra dos panes franceses, pero que con frecuencia lo desconcierta con la respuesta de "no, esta vez cuatro", cuando él pregunta "¿dos pancitos?". Es la única persona conocida que varía su pedido diario.
Al panadero le gustaría saber por qué casi siempre son dos panes y por qué con mucha menos frecuencia son cuatro. No sabe si se animará a preguntarle alguna vez.
Y así van pasando los días, que luego son semanas y después meses. Los días lluviosos quedan de lado y empieza a amanecer más temprano y luego vuelven los días húmedos y fríos hasta que regresa el sol y el calor, en un ciclo que se sucede sin parar.
Y así va la señora que casi siempre compra dos panes y muy pocas veces compra cuatro panes.
Hasta que un día:
- Buenos días, seño. ¿Dos pancitos?
- Buenos días. No, hoy son cuatro, por favor. Es jueves, viene la señora que me ayuda en la casa.
El panadero sonríe ante la inesperada solución a su misterio.
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Jajaja, Gabriela. ¡Noble causa!
ResponderEliminarY yo que creí que era porque la señora un día amanecía con más hambre que los anteriores.
Seguramente el panadero creía lo mismo, Esteban.
EliminarSimpática historia de barrio donde los vecinos se conocen y hasta el panadero sabe cuántos panes compra cada uno todos los días. Pero no siempre.
ResponderEliminarEse barrio parece muy animado y lleno de vecinos y vendedores que se conocen y anticipan lo que van a pedir.
EliminarMe gusto lo del señor panadero
ResponderEliminarPero es real pues cuando tienes tu casero ya sabe lo quevte gusta y.lo que vas a pedir. Realmente esas personas que uno no siempre les da mucha importancia llegan a formar mas adelante parte de nuestros recuerdos
Un abrazo
Más de una vez he ido al mercado a buscar a "mi" casero y me he llevado la decepción de no encontrarlo. A veces me entero de una enfermedad y me causa preocupación.
EliminarBonita historia. Un beso
ResponderEliminarGracias, Susana.
EliminarSon bonitas y entrañables las historias de los barrios donde todo el mundo se conoce.
ResponderEliminarY hasta se conocen los gustos y costumbres. Ojalá no se pierda nunca.
Eliminar¡La paciencia y la prudencia del panadero tuvieron finalmente su recompensa!
ResponderEliminarMuchos besos de las dos
J&Y
Felizmente, si no, la curiosidad lo hubiera seguido carcomiendo.
EliminarCuantas hitorias pudríamos contar los tenderos Gabriela. Y eso que ahora el comercio no es como antes, que atendíamos a los clientes detrás del mostrador. Te hablo de los años 60-70 en Cáceres en Anmacenes Mendoza donde trabajé 9 años.
ResponderEliminarLinda historia de esos cuatro panes.
Un abrazo.
Debe ser toda una experiencia trabajar en atención al público. Eso sí, debe requerir paciencia y mucho buen humor.
EliminarAfinal o motivo era muito simples! Beijinhos
ResponderEliminarSí, y se acabó el misterio.
EliminarEs una pena que aquella forma de vender vaya desapareciendo, en donde el comerciante era amigo del comprador.
ResponderEliminarCariños Gabriela
Afortunadamente en ese barrio la costumbre subsiste. Ojalá dure mucho tiempo más.
EliminarBuen fin de semana Gabriela.
ResponderEliminarUn abrazo.
¡Gracias! Igualmente.
EliminarBueno, pues por fin hemos salido todos de dudas con el misterio. Yo también voy a comprar el pan con mi bolsa de tela. En cuanto me ve, la panadera me asocia con ella, jajajaj... Es necesario minimizar el uso de plásticos
ResponderEliminarEn este caso, el panadero asocia pedido con cliente.
EliminarGabriela
ResponderEliminarQuem trabalha com público precisa de muita paciência :)
Regiane
Sí, y es algo que siempre admiro.
EliminarQue bonita historia reina
ResponderEliminarBesso y feliz Navidad
Muchas gracias.
EliminarTe doy la bienvenida al blog y feliz Navidad también.
¡Me encantó!
ResponderEliminar¡Qué bueno!
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