Desde que tengo uso de razón, los crucigramas han sido muy apreciados en la casa. Hasta ahora, mi mamá disfruta llenando los cuadraditos que casi siempre logra llenar totalmente. Cuando le faltan algunos, muy pocos, recurre a ayuda externa.
Fue así que un domingo, estaba afanada en el crucigrama dominical del diario de ese día. Avanzó mucho más de la mitad, pero tuvo que rendirse ante la imagen de un simpático personaje que desconocía totalmente. No se le ocurrió una manera de hacer la búsqueda en Google. ¿Cómo buscar el nombre de una imagen sin más indicio que la propia imagen?
Me preguntó si yo conocía al personaje este, y yo le dije que era uno de novísimos compañeros de las generaciones más jóvenes entre los jóvenes. Le sugerí que le preguntara a Marcela, que como miembro de esta generación sin duda sabría la respuesta.
En esos tiempos, Marcela tenía poco menos de tres años y ya reconocía a muchos de los personajes de televisión. Así que la decisión fue esperar a la llegada de la niña para hacerle la consulta. Suena descabellado pensar en recurrir a una niña de dos años para completar un crucigrama, pero esa fue la decisión tomada con algo de escepticismo.
Luego de los saludos de rigor, mi mamá agarró el periódico y se lo mostró a Marcela:
- ¿Sabes cómo se llama este...?
- ¡Pocoyó! ¡Pocoyó! -interrumpió, exclamando alborozada.
A continuación, vino una pequeña disputa por el periódico, de un lado por ver de cerca al querido personaje, y del otro para completar los cuadraditos todavía en blanco. Se impuso la experiencia, sin dudarlo. Y grande fue la satisfacción cuando las letras encajaron a la perfección en los espacios y las letras ya existentes.
La siguiente vez que Marcela vio un periódico en manos de su abuela, lo señaló con una enorme sonrisa diciendo "¡Pocoyó, Pocoyó!", mientras lo buscaba sin éxito entre sus páginas.
Así fue como ese crucigrama se completó con una ayuda insospechada.
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El 28 y 29 de julio, el Perú celebra 192 años de vida independiente. A todos mis lectores peruanos, ¡felices Fiestas Patrias!
Fue así que un domingo, estaba afanada en el crucigrama dominical del diario de ese día. Avanzó mucho más de la mitad, pero tuvo que rendirse ante la imagen de un simpático personaje que desconocía totalmente. No se le ocurrió una manera de hacer la búsqueda en Google. ¿Cómo buscar el nombre de una imagen sin más indicio que la propia imagen?
Me preguntó si yo conocía al personaje este, y yo le dije que era uno de novísimos compañeros de las generaciones más jóvenes entre los jóvenes. Le sugerí que le preguntara a Marcela, que como miembro de esta generación sin duda sabría la respuesta.
En esos tiempos, Marcela tenía poco menos de tres años y ya reconocía a muchos de los personajes de televisión. Así que la decisión fue esperar a la llegada de la niña para hacerle la consulta. Suena descabellado pensar en recurrir a una niña de dos años para completar un crucigrama, pero esa fue la decisión tomada con algo de escepticismo.
Luego de los saludos de rigor, mi mamá agarró el periódico y se lo mostró a Marcela:
- ¿Sabes cómo se llama este...?
- ¡Pocoyó! ¡Pocoyó! -interrumpió, exclamando alborozada.
A continuación, vino una pequeña disputa por el periódico, de un lado por ver de cerca al querido personaje, y del otro para completar los cuadraditos todavía en blanco. Se impuso la experiencia, sin dudarlo. Y grande fue la satisfacción cuando las letras encajaron a la perfección en los espacios y las letras ya existentes.
La siguiente vez que Marcela vio un periódico en manos de su abuela, lo señaló con una enorme sonrisa diciendo "¡Pocoyó, Pocoyó!", mientras lo buscaba sin éxito entre sus páginas.
Así fue como ese crucigrama se completó con una ayuda insospechada.
Con ustedes, Pocoyó |