miércoles, 26 de septiembre de 2012

Monólogo

Hace algunas semanas, AleMamá (que en estos días está celebrando siete años de su blog Despejado y cálido) lanzó un reto: narrar una historia en 50 palabras, incluido el título. La idea estuvo dándome vueltas en la cabeza, pero no se me ocurría nada. Hasta que encontré este zapato en la calle. Y la inspiración llegó.

Un día, quedé impar, solo, abandonado. Como casi siempre se nos necesita de a dos, el dueño decidió que ya no le servía. Pensar que lo acompañé tantas veces a lugares a donde siempre soñó ir, dándole comodidad a sus pasos, a sus pies… creí merecer una suerte mejor.
Cyrano también publicó su cuento en 50 palabras, mucho antes que yo.

jueves, 20 de septiembre de 2012

Complicaciones empresariales

Hace  algunas semanas tuve una reunión en una importante y conocida empresa privada. Su ubicación es tan conocida que es casi un punto de referencia para los limeños. Por eso, no pasó por mi cabeza que esa visita acarrearía complicaciones.

La reunión estaba concertada para las 11 am. La distancia a recorrer era bastante corta, así que salí con media hora de anticipación, con la certeza casi absoluta de que iba a llegar más que a tiempo.

El ejecutivo con el que me iba a reunir me dijo que entrara por la puerta chica "de atrás", que en verdad no es nada chica, sino que está en una calle bastante chica, totalmente diferente a la gran avenida que da al frente de la empresa. Y a la puerta chica me dirigí esa mañana de viernes a mi llegada, casi a las 10:40 am.

Tenía delante de mí a dos personas que también querían entrar. La señorita que controlaba la entrada debía multiplicarse por cuatro. Preguntaba al visitante a quién buscaba y recibía su documento de identidad, llamaba a esa persona para confirmar lo dicho por el visitante, y luego de recibir la  confirmación ingresaba varios datos en una computadora. Segundos después, entregaba al visitante una credencial que debía colgarse en lugar visible, junto con un papelito que el visitado debía firmar. A su salida, el visitante debería devolver la credencial y el papelito para recuperar su documento de identidad.

Aproximadamente diez minutos después, me tocó el turno de ser atendida. Di el nombre del abogado con quien me iba a reunir y...:
- La entrada para esa oficina es la de adelante.
- El señor me dijo entrara por acá.
- No es así. Debe ir por el otro lado.

Al filo de las 11 am, llegué a la puerta de adelante. Nueva espera, pues había otro visitante esperando su documento de identidad para poder irse. Finalmente me atendió otra señorita. Repetí el nombre de la persona con quien debía reunirme. Lo llamaron para confirmar la reunión y que autorizara mi entrada, cosa que demoró un rato pues la señorita no encontraba el número del anexo correspondiente en su listado. Finalmente lo encontró, llamó y obtuvo la muy necesario confirmación. Le entregué mi documento de identidad, recibí una credencial y el consabido papelito. Me dijeron que la oficina era en el cuarto piso. Subí por las escaleras y al llegar allí, me vi frente a un mostrador, donde anuncié mi reunión.

Miré la hora. Eran las 11:04 am. A pesar de esos cuatro minutos, puedo decir que llegué a tiempo. Un instante más tarde, salió a recibirme el ejecutivo, quien el saludarme me preguntó si me había sido difícil llegar a la empresa:
- No -le respondí, riendo-, lo difícil fue entrar.

lunes, 10 de septiembre de 2012

Gorro de baño: misión imposible

No olvidemos a nuestros muchachos solidarios. Desde acá agradezco a los que han ofrecido ayudarlos y de manera muy especial a los que ya han hecho efectiva su ayuda.
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Tal como narré hace algún tiempo con la cartera azul, ahora estoy enfrascada en otra misión que jamás imaginé que podría ser catalogada como imposible: encontrar un simple gorro de baño, para no mojarme el pelo.

Todo empezó hace algunas semanas, cuando me di cuenta de que el gorro que uso ahora está demasiado deteriorado. Casi diría que necesita un cambio a gritos. Así que me dije que debía buscarle reemplazo en la primera oportunidad en que fuera a algún supermercado a hacer compras.

Fui y volví a mi querido y cercano autoservicio auriverde, que me queda muy cerca y al que prácticamente voy todos los días, y cada vez que iba, me olvidaba del gorro de baño. Me acordaba cuando ya estaba de vuelta en casa.

Hasta que por fin recordé el asunto en el momento en que debía recordarlo. Me paseé por donde están los artículos de limpieza, los de ducha, los de baño. Nada. No había ni asomo de gorros de baño. Pensando que los podrían haber colocado en otro sitio, sobre todo porque jamás entenderé la lógica detrás de la disposición de los artículos en los supermercados (por ejemplo, ¿por qué no pueden poner juntas la sal y el azúcar?), pregunté a un trabajador de la tienda. Su respuesta fue: "no vendemos eso".

No le repliqué, pero me pareció rarísimo porque todos los gorros de baño de los que tengo memoria los he comprado en diversos supermercados.

Decidida a buscar en otras tiendas, me fui a un recién inaugurado autoservicio rojiblanco, primo hermano del auriverde, que queda a pocas cuadras de distancia. Busqué y busqué... sin éxito. Pregunté a otro trabajador de la tienda y la respuesta fue casi igual a la anterior: "no, no vendemos de esos".

Pensando por un momento que me encontraba estancada en una bizarra realidad alterna, opté por buscar y preguntar en farmacias. Empecé en las farmacias grandes de cadena que hay cerca de la casa. Adivinaron: no hay. Pregunté en la pequeña farmacia del barrio, y la atenta Jackie me dijo que sí tenía. Yo ya estaba a punto de lanzar un ¡Eureka! arquimediano, cuando regresé a tierra. Los gorros que tienen en la farmacia son de tela, pues son para cirugía y no son de baño.

Vuelta a mi triste realidad, me veo obligada a seguir usando el mismo gorro envejecido. Pero no cejaré en mi intento, seguiré buscando un gorro de baño. Total, el que persevera triunfa... es lo que me han dicho.