viernes, 24 de agosto de 2018

"Ese nombre existía"

Cartel
El abuelo materno vivía en una ciudad lejana y venía de visita de vez en cuando. En esas visitas, el abuelo aprovechaba para reunirse con diversas personas relacionadas con su trabajo en su ciudad lejana.

No era tan lejana la ciudad, en verdad, pero a los cinco años, todo lo que no está prácticamente a la vista está lejos.

Uno de los nombres que el abuelo repetía muchas veces en sus visitas de la ciudad lejana era el de Carrera Paz. Cuántas veces lo habrían oído decir al abuelo que se iba a reunir con Carrera Paz, que había hablado por teléfono con Carrera Paz, que Carrera Paz le iba a mandar unos papeles.

Siempre Carrera Paz, nunca solamente Carrera. Nunca otra manera de referirse a ese misterioso doble nombre que no fuera Carrera Paz.

Carrera Paz...

Así pasaban los días de las visitas del abuelo materno, entre almuerzos familiares, paseos a diferentes partes de la ciudad, conversaciones con amigos que no se veían con mucha frecuencia porque vivían lejos y menciones interminables a Carrera Paz.

Un día, el papá y el abuelo materno salieron juntos. Era un binomio natural a sus ojos de cinco años, era normal que el papá llevara al abuelo materno a hacer sus gestiones, que eran parte de las razones por las que venía de visita.
- ¿No quieres venir con nosotros? -preguntó el papá.

La respuesta no vino con palabras, sino con una rápida carrera hacia la puerta. Tres personas salieron juntas, papá, abuelo materno y una figura pequeñita entre los dos hombres. Qué bien se sentía caminar de la mano de esos hombres grandes, poderosos, que siempre tenían la respuesta a sus preguntas.

Se subieron al carro, y se dirigieron a un lugar impreciso. A los cinco años no se sabe los nombres de las calles ni direcciones, uno simplemente va a donde lo llevan los adultos que conforman su mundo y en los que confía ciegamente.

De repente, el papá detuvo el auto en una calle estrecha, una calle que ahora recuerda antigua pero bonita. El abuelo materno se bajó por el lado del pasajero mientras decía:
- No me demoro.
- No hay problema, don Pablo. Acá lo esperamos.

El abuelo materno se bajó y desde el asiento de atrás dos ojitos curiosos lo siguieron en cada paso. De repente, el abuelo materno tocó el timbre en una casa de puertas muy altas que debajo del timbre y de la placa con la dirección decía en letras enormes:
JOSÉ CARRERA PAZ
Representante comercial

"Ese nombre eran dos apellidos. Ese nombre existía", se dijo con fascinación. Una fascinación que hasta ahora le hace estremecerse cuando recuerda el momento.

martes, 7 de agosto de 2018

El smoking

Imagen
La gran final del concurso de belleza se iba a realizar en un teatro de la capital y sería transmitida a nivel nacional. El joven presentador de televisión fue designado para ser el maestro de ceremonias, y ya se habían ensayado todos los detalles. Con ese fin le enviaron a su casa el smoking que debía vestir la noche de gala.

Llegada la fecha, y con el tiempo necesario para ir al teatro, el joven presentador de televisión comenzó a acicalarse. Sacó el smoking de la caja, la camisa blanca con la pechera adornada, el fajín de seda para la cintura y la corbata michi. Pero al momento de vestirse observó algo extraño: los dos lados de la camisa tenían ojales y ningún botón. Buscó por todos lados, no había botones en la caja. No podía imaginar cómo se cerraba una camisa que tenía solo ojales en los dos lados de la pechera.

No había caso. Alguien había olvidado colocar en la caja los ganchitos adornados que, al juntar los ojales en la pechera, cerraban la camisa.

Fue un momento de desaliento. No había tiempo para salir a buscar los benditos ganchitos. No había cómo cerrar la camisa. No había forma de solucionar un problema que parecía tan mínimo, pero con grandes consecuencias, como no poder lucir el smoking para la noche de gala.

La solución vino de la esposa del joven presentador de televisión, que felizmente no era ajena al arte de la costura. Ella buscó un vestidito de su pequeña hija de dos años, que tenía una hilera de botoncitos negros adornados con un puntito brillante. Uno por uno sacó los botoncitos y los fue colocando en la pechera de la camisa que el joven presentador de televisión tenía ya puesta. Ahí sí los dos ojales cerraron juntos. Con paciencia y buen humor terminó su tarea, cosiendo con calma botón por botón, cuidando de no pinchar al joven presentador de televisión durante la tarea. Todo quedó perfecto. Nadie sospecharía que algo raro había sucedido.

Cuando llegó la hora del esperado programa y comenzó el concurso, sonaron las fanfarrias, se levantó el telón. Del fondo apareció la figura del joven presentador de televisión. En medio de aplausos llegó al centro del escenario y comenzó el programa. Todos pudieron verlo elegantemente vestido con smoking, el fajín de seda en la cintura, corbata michi y una hilera de botoncitos negros adornados con un puntito brillante en la pechera.