El día amaneció lluvioso en Loja, y más o menos a las 10 am, Pepe, Mari y yo partimos hacia Cuenca.
El carro estaba con un defecto que se hizo más notorio cuesta arriba, y el camino de Loja a Cuenca es cuesta arriba prácticamente en su totalidad. El tiempo estimado de viaje aumentó considerablemente por este motivo, por lo que Pepe decidió buscar un concesionario de la marca del carro ni bien llegáramos a Cuenca.
No es fácil encontrar un lugar cuya dirección no se tiene en una ciudad que no se conoce. Así que la decisión fue preguntar. Y el elegido fue un taxista, cuyo vehículo quedó detenido a nuestro lado en una luz roja. Mari bajó la ventana y le preguntó al taxista si conocía el lugar que buscábamos. Sin dudarlo y a pesar de tener pasajeros, su respuesta fue "sígame, yo voy en esa dirección".
Recorrimos un buen trecho detrás del taxista, mientras el carro se resistía a avanzar. En un momento, el taxista sacó la mano por la ventana y señaló el camino a seguir. Él se fue por un lado, y nosotros seguimos por donde nos había indicado.
Primer ángel de Cuenca.
Al cabo de unos minutos, divisamos el conocido logo de las tres letras. Nos recibió el Jefe de Taller, quien al escuchar el problema, nos pidió que lo esperáramos pues iba a hacer que uno de los mecánicos probara el carro.
Mientras esperábamos, la recepcionista del concesionario nos preguntó de dónde veníamos. Mari se puso a conversar con ella, y le pidió que nos recomendara un hotel. De inmediato, comenzó a hacer una serie de llamadas telefónicas buscándonos un lugar para alojarnos. De un momento a otro, recordó que un cliente del taller era dueño de un hotel, así que lo llamó. El lugar tenia sitio para tres pasajeros, y nuestra reserva quedó hecha por teléfono.
Segundo ángel de Cuenca.
El Jefe de Taller regresó y explicó el defecto que había encontrado en el carro. Sugirió dejarlo hasta el día siguiente para que lo solucionaran. Tomamos un taxi al hotel, a donde llegamos como a las 6 pm. El personal de la recepción nos estaba esperando. El hotel resultó ser sumamente acogedor. Casi de inmediato salimos a comer. Había sido un largo día, desde la partida de Loja a las 10 am.
Al día siguiente, el Jefe de Taller dijo que no había podido reparar la falla, pero que había tratado de darle una solución provisional para poder llegar seguros a Guayaquil, pues manifestó que su principal responsabilidad es la seguridad de los clientes. Nos explicó cómo llegar a la carretera a Guayaquil indicándonos con un plano.
Tercer ángel de Cuenca.
Se hacía largo el trecho y, pensando que nos habíamos pasado de la salida, paramos en un grifo(*) a pedir mayores indicaciones. El trabajador del grifo parecía no conocer el camino, pero otro cliente que también estaba abasteciendo de combustible nos dijo "síganme, yo también voy para allá". En un momento ya en la carretera, lo perdimos de vista y pensamos que ya se había adelantado definitivamente. Pero no, se había detenido a un lado del camino a esperarnos. Pepe le dijo que no se preocupara, que ya podíamos seguir solos. Nos deseó buen viaje y partió
Cuarto ángel de Cuenca.
Recibimos la ayuda de cuatro ángeles en menos de 24 horas. ¿Se puede pedir más?
(*) Grifo es como llamamos en el Perú a las estaciones de servicio.
----------------El carro estaba con un defecto que se hizo más notorio cuesta arriba, y el camino de Loja a Cuenca es cuesta arriba prácticamente en su totalidad. El tiempo estimado de viaje aumentó considerablemente por este motivo, por lo que Pepe decidió buscar un concesionario de la marca del carro ni bien llegáramos a Cuenca.
No es fácil encontrar un lugar cuya dirección no se tiene en una ciudad que no se conoce. Así que la decisión fue preguntar. Y el elegido fue un taxista, cuyo vehículo quedó detenido a nuestro lado en una luz roja. Mari bajó la ventana y le preguntó al taxista si conocía el lugar que buscábamos. Sin dudarlo y a pesar de tener pasajeros, su respuesta fue "sígame, yo voy en esa dirección".
Recorrimos un buen trecho detrás del taxista, mientras el carro se resistía a avanzar. En un momento, el taxista sacó la mano por la ventana y señaló el camino a seguir. Él se fue por un lado, y nosotros seguimos por donde nos había indicado.
Primer ángel de Cuenca.
Al cabo de unos minutos, divisamos el conocido logo de las tres letras. Nos recibió el Jefe de Taller, quien al escuchar el problema, nos pidió que lo esperáramos pues iba a hacer que uno de los mecánicos probara el carro.
Mientras esperábamos, la recepcionista del concesionario nos preguntó de dónde veníamos. Mari se puso a conversar con ella, y le pidió que nos recomendara un hotel. De inmediato, comenzó a hacer una serie de llamadas telefónicas buscándonos un lugar para alojarnos. De un momento a otro, recordó que un cliente del taller era dueño de un hotel, así que lo llamó. El lugar tenia sitio para tres pasajeros, y nuestra reserva quedó hecha por teléfono.
Segundo ángel de Cuenca.
El Jefe de Taller regresó y explicó el defecto que había encontrado en el carro. Sugirió dejarlo hasta el día siguiente para que lo solucionaran. Tomamos un taxi al hotel, a donde llegamos como a las 6 pm. El personal de la recepción nos estaba esperando. El hotel resultó ser sumamente acogedor. Casi de inmediato salimos a comer. Había sido un largo día, desde la partida de Loja a las 10 am.
Al día siguiente, el Jefe de Taller dijo que no había podido reparar la falla, pero que había tratado de darle una solución provisional para poder llegar seguros a Guayaquil, pues manifestó que su principal responsabilidad es la seguridad de los clientes. Nos explicó cómo llegar a la carretera a Guayaquil indicándonos con un plano.
Tercer ángel de Cuenca.
Se hacía largo el trecho y, pensando que nos habíamos pasado de la salida, paramos en un grifo(*) a pedir mayores indicaciones. El trabajador del grifo parecía no conocer el camino, pero otro cliente que también estaba abasteciendo de combustible nos dijo "síganme, yo también voy para allá". En un momento ya en la carretera, lo perdimos de vista y pensamos que ya se había adelantado definitivamente. Pero no, se había detenido a un lado del camino a esperarnos. Pepe le dijo que no se preocupara, que ya podíamos seguir solos. Nos deseó buen viaje y partió
Cuarto ángel de Cuenca.
Recibimos la ayuda de cuatro ángeles en menos de 24 horas. ¿Se puede pedir más?
(*) Grifo es como llamamos en el Perú a las estaciones de servicio.
Tengo nuevo post en Global Voices en inglés y en castellano.
Yo, que era la gestora de mi martido, te puedo decir que el 98% de la gente es buena; luego hay un 1% que es indiferente y un 1% que es mala y estos son los que hacen más ruido.
ResponderEliminarCreo que habéis tenido mucha suerte con esos cuatro àngeles en tan poco tiempo. No siempre sucede asì, serà la ciudad de Cuenca?.
ResponderEliminarEn Castilla-La Mancha tenemos otra Cuenca, con la llamada Ciudad Encantada por las formas de sus rocas y por la belleza de sus parajes, sobre todo en otoño. Ya estoy deseando Gabriela que nos cuentes tus impresiones de lo que sigue del viaje hasta Guayaquil.
Un abrazo
Nunca falta un ángel en el camino de la vida. Vosotros os habéis encontrado con cuatro, nada menos en ese viaje tan simpático. Estoy siguiendo vuestras aventuras, espero que sigas recordando y escribiendo todo lo que os pasó en vuestro recorrido por países de América, a ver si de una vez por todas me animo y voy a conocerlos.
ResponderEliminarLa verdad es que más que 4 ángles parecía una legión de ellos. Yo creo que toda la gente de ahí es amable, hasta los pasajeros del taxi, ¿no? no dijeron nada en contra como hubiera sido su derecho.
ResponderEliminarSaludos
Linda crónica de tu viaje a Cuenca, estuve por ese lugar, y la gente es muy amable, hay muchos ángeles por esos lugares, los táxistas son muy serviciales y cobran lo justo sin abusar de los turistas,(cosa rara en el Perú).
ResponderEliminarLa mejor forma de saber como actua la gente en un país, es viajando y compartiéndo con ellos.
¿Te gustó su comida típica?, a mi no mucho, bueno yo lo primero que hago en un país o lugar es pedir el plato tradicional de ese lugar, y luego escuchar su música. La música ecuatoriana es muy bonita, me gustó.
Espero la siguiente crónica que debe ser deliciosa.
Cariños,
Maricarmen
Y lamentablemente, María Jesús, como son los que hacen más ruido parece que fueran mayoría. Pero también creo que la mayor parte de gente es buena.
ResponderEliminarCreo que fue buena suerte, Chusa, sumada a la gente buena que hay en todas partes.
Y si vienes, Anónimo, avisa.
Los pasajeros del taxi no solamente no reclamaron, AleMamá, participaron en todo momento.
A mí no me gusta generalizar, Maricarmen. Creo que personas buenas y malas las hay en todas partes. No son patrimonio exclusivo de ningú lugar.
Debo confesar que no comimos nada típico ecuatoriano. Quedará para la próxima visita.
la gente de pueblo suele ser más amable que la de ciudad
ResponderEliminarHola Gabriela,
ResponderEliminarMe ha dado mucho gusto leer este post. Angeles no solamente hay en el cielo, eh. Da gusto también creer en las personas con quienes uno se encuentra cuando se está en tierras extrañas.
Habrá más crónicas, no?
Muchos saludos.
También yo estuve en Cuenca y me gustó la ciudad, sus casas blancas con techos de tejas color rojo. En cuanto a lo de los ángeles yo siempre los encuento y a veces en los sitios menos esperados.
ResponderEliminarY vaya que tuvimos angeles en ese viaje ...hasta se encargaron de alojarnos en su posada !!!
ResponderEliminarBienvenida a mi jardín.
ResponderEliminarEstaré de vuelta.
How fortunate you ran into so many good people, Gabriela. That's wonderful. Especially when you're travelling you have to rely on the kindness of others. It's nice to know there are still good "angels" out there. Lovely story. :)
ResponderEliminarConclusion: un chupo de angeles en Cuenca.Que bonito...
ResponderEliminarSaludos de USA.
ResponderEliminarFue un deleite leer tu historia Gabrielita.
Positivamente estaban bendecidos. Imaginate,
encontrarse con cuatro angeles en un dia!
Que lindura!. Que suerte! Te quiero.
Cotiti.
Me ha gustado mucho esta entrada. En momentos en que parece que hemos perdido un poco la confianza en el ser humano hay historias como ésta que describe a buenas personas y nos hace ver que no es tan difícil dar con ellas. Cómo tú dices, lo que sucede es que los desagradables hacen mucho ruido...
ResponderEliminarTe doy la bienvenida, Trapitos al Sol.
ResponderEliminarPuede ser. Creo que la gente de ciudad se ha vuelto un poco desconfiada.
Si Cris, claro que se vienen más crónicas de este viaje inolvidable.
Cierto, Mari, la acogedora Posada del ángel.
Bienvenida a mi rincón, Nita. Vuelve cuando quieras.
Totally true, Isobel.
Como dirían mis amigos mexicanos, Cyrano: un resto de ángeles.
Un detalle que hizo este viaje todavía mejor, Consuelo.
Por lo menos ese día nos encontramos con cuatro buenas personas que nos ayudaron desinteresadamente, Laly.
En verdad, Gabriela, un viaje de ese tipo sin falla del vehículo ... no habría estado dentro de lo normal. jajaja.
ResponderEliminarUn beso.
Pues si, Esteban, y no hubiera tenido historias para compartir.
ResponderEliminarLo bueno del cine aunque la peli no sea tan buena , siempre dejan algún mensaje .
ResponderEliminarQue lindo es viajar !! y mas en buena compañia .
Yo creo que ángeles hay en todos los países , en unos mas en otros menos .
En los de los taxis como dice MariCarmen acá los tacheros como le decimos nosotros se hacen los vivos con los extranjeros y eso no es justo .
Un beso , cuidate y siempre es un placer leerte .
Buena semana .
Nancy
Creo que tuvimos mucha suerte de encontrarnos con tantos ángeles juntos, Nancy.
ResponderEliminarEs una bendición y una suerte, tener la ayuda de tantos angelitos.
ResponderEliminarMe alegro por ustedes.
Saludos. Hilda