Para leer la primera parte, entrar acá.
Con la notificación en la mano, G pensó primero no hacer nada y dar por perdida la devolución. Pero luego lo pensó mejor y decidió iniciar un reclamo. No sospechaba que sería un largo reclamo.
Examinó los documentos adjuntos a la notificación y encontró que el lugar donde supuestamente había prestado servicios en planilla era una universidad privada con nombre de santo. Lo curioso es que en toda su vida, G jamás ha pisado siquiera el local de dicha universidad. Ni por fuera.
Haciendo uso de su sentido de profesional con algunos años de experiencia y algo de sentido común, preparó un escrito en donde resumía la situación: que sus servicios los ha prestado siempre de manera independiente, que nunca ha figurado en ninguna planilla de ninguna institución y que, por lo tanto, nunca ha percibido ingresos de quinta categoría.
Por más que pensó y pensó, no se le ocurrió cómo probar un hecho que no existe. Le dio mil vueltas a la idea, pero ¿cómo demostrar que NO trabaja en esa universidad? Tendrán que confiar en mi declaración, concluyó.
A su escrito, le adjuntó una copia de su identificación, copias de todos sus recibos de honorarios profesionales del ejercicio 2008 y, para ahorrarles trabajo a los burócratas, agregó una copia de la notificación recibida con todos sus anexos. Siguiendo lo establecido en el Código Tributario, le pidió a un abogado amigo que firmara el escrito y hacia el ente administrador de tributos se fue.
Esperó su turno, lo que no tomó mucho tiempo porque (oh, cosa rara) el lugar estaba casi vacío. Cuando presentó sus papeles, la funcionaria los revisó y los volvió a revisar. La circulación sanguínea de G se quedó detenida todo ese momento.
Cuando la funcionaria terminó su concienzuda verificación, le dijo a G: le falta agregar la constancia de habilitación del abogado que firma el escrito. Sabiendo que era inútil argumentar, G se arriesgó y le dijo que el Código Tributario no especificaba eso. Si, pero en la Circular 346787-67-II, del 28 de junio de 1967 que nunca se publicó y que yo jamás he leído, ahí si está especificado.
Era inútil argumentar, se dijo G.
Fue al Colegio de Abogados, pidió la constancia y para su buena suerte (!!!), al cabo de cinco minutos y con cinco soles menos en su bolsillo, la tuvo en sus manos. A pesar de lo fácil que fue, se le hizo un requisito muy tonto pues la página web del Colegio de Abogados tiene una sección para acreditar la habilitación de sus asociados de manera muy fácil y casi instantánea. Ni para decir que los cinco soles eran la causa de tan incalificable requisito pues la moneda ingresó a la caja del Colegio de Abogados y no a la de la entidad tributaria.
Regresó al ente administrador y esta vez sus papeles pasaron el examen de otro funcionario. G le preguntó cómo le notificarían cualquier resolución o novedad, y el funcionario le dijo que sería físicamente a su domicilio, en un plazo que calculaba en dos o tres semanas. Mucho más realista, G se dijo que tendría suerte si recibía una respuesta antes del 31 de diciembre de ese año.
Para mantener el suspenso, esta historia continuará.
Con la notificación en la mano, G pensó primero no hacer nada y dar por perdida la devolución. Pero luego lo pensó mejor y decidió iniciar un reclamo. No sospechaba que sería un largo reclamo.
Examinó los documentos adjuntos a la notificación y encontró que el lugar donde supuestamente había prestado servicios en planilla era una universidad privada con nombre de santo. Lo curioso es que en toda su vida, G jamás ha pisado siquiera el local de dicha universidad. Ni por fuera.
Haciendo uso de su sentido de profesional con algunos años de experiencia y algo de sentido común, preparó un escrito en donde resumía la situación: que sus servicios los ha prestado siempre de manera independiente, que nunca ha figurado en ninguna planilla de ninguna institución y que, por lo tanto, nunca ha percibido ingresos de quinta categoría.
Por más que pensó y pensó, no se le ocurrió cómo probar un hecho que no existe. Le dio mil vueltas a la idea, pero ¿cómo demostrar que NO trabaja en esa universidad? Tendrán que confiar en mi declaración, concluyó.
A su escrito, le adjuntó una copia de su identificación, copias de todos sus recibos de honorarios profesionales del ejercicio 2008 y, para ahorrarles trabajo a los burócratas, agregó una copia de la notificación recibida con todos sus anexos. Siguiendo lo establecido en el Código Tributario, le pidió a un abogado amigo que firmara el escrito y hacia el ente administrador de tributos se fue.
Esperó su turno, lo que no tomó mucho tiempo porque (oh, cosa rara) el lugar estaba casi vacío. Cuando presentó sus papeles, la funcionaria los revisó y los volvió a revisar. La circulación sanguínea de G se quedó detenida todo ese momento.
Cuando la funcionaria terminó su concienzuda verificación, le dijo a G: le falta agregar la constancia de habilitación del abogado que firma el escrito. Sabiendo que era inútil argumentar, G se arriesgó y le dijo que el Código Tributario no especificaba eso. Si, pero en la Circular 346787-67-II, del 28 de junio de 1967 que nunca se publicó y que yo jamás he leído, ahí si está especificado.
Era inútil argumentar, se dijo G.
Fue al Colegio de Abogados, pidió la constancia y para su buena suerte (!!!), al cabo de cinco minutos y con cinco soles menos en su bolsillo, la tuvo en sus manos. A pesar de lo fácil que fue, se le hizo un requisito muy tonto pues la página web del Colegio de Abogados tiene una sección para acreditar la habilitación de sus asociados de manera muy fácil y casi instantánea. Ni para decir que los cinco soles eran la causa de tan incalificable requisito pues la moneda ingresó a la caja del Colegio de Abogados y no a la de la entidad tributaria.
Regresó al ente administrador y esta vez sus papeles pasaron el examen de otro funcionario. G le preguntó cómo le notificarían cualquier resolución o novedad, y el funcionario le dijo que sería físicamente a su domicilio, en un plazo que calculaba en dos o tres semanas. Mucho más realista, G se dijo que tendría suerte si recibía una respuesta antes del 31 de diciembre de ese año.
Para mantener el suspenso, esta historia continuará.
¡Pufi! agobiante, como toda "burrocracia"
ResponderEliminarSaludos, Gaby
Te cuento que yo haría lo mismo que G, y si la memoria no me falla y en otras circunstancias me ligó la reclamación, pero no fue tan fácil tuve que revestirme de mucha paciencia...
ResponderEliminarSuena a Kafka... en sus mejores tiempos. Ya estamos esperando la 3a. parte.
ResponderEliminarSaludos de USA.
ResponderEliminarGabrielita querida. Muy interesante tu en-
trada. Burocracia! Burocracia! Te quiero
mucho.
Cotiti.
BURRO-CRACIA QUE LE DICEN.
ResponderEliminarUpa... eso es en todos los sitios!!! Siempre te piden un papel que nunca han especificado. ¿¿¿Por qué es tan difícil hacer las cosas bien???
ResponderEliminarEsperamos por la siguiente entrega.
Sencillamente...ABERRANTE,
ResponderEliminarEs tan complicado y horrible , que al final te piden las vacunas al día .
ResponderEliminarEspero el próximo capitulo .
Un beso , cuidate y feliz fin de semana .
Nancy
Agobiante y abusivo, AleMamá.
ResponderEliminarComo bien dices, te ligó, Virginia.
Pronto llegará la tercera parte, Carmen.
Gracias, Consuelo.
Que le dicen y que sufrimos, Cyrano.
Tal vez porque hacer las cosas bien es admitir que NOSOTROS tenemos la razón, Cheluca.
Y desesperante, Esteban.
Las vacunas y la talla del zapato, Nancy.
Estoy segura de que el próximo papel que le pediran, es la Constancia de esa universidad, donde le dicen que trabajo y está en planilla, donde diga que núnca estuvo dentro de su plana docente y que por lo tanto no figura en planilla, y sobe todo que núnca la vieron por esos claustros universitarios. Sin ese papel seguiran sin resolver el problema, y luego se inventaran otro. Tienes para media docena de post, querida Gaby.
ResponderEliminarCariños, y feliz fin de semana.
Maricarmen
Espero anhelante esta última parte me tienes es ascuas ;)
ResponderEliminarYo he vivido situaciones semejantes. Incluso el funcionario de la ventanilla (que, con todos mis respetos, no es la persona capacitada para resolver un procedimiento)llegó a decirme que no entregara esa documentación ya que con eso me iba a responder que no tenía razón. Hice caso omiso, la entregué y un mes después tenía el dinero ingresado en mi cuenta, sin recibir respuesta ninguna !!!!!
A este paso, Maricarmen, esperemos que se resuelva en la presente década.
ResponderEliminarEso si que es felicidad, Laly. Veamos cómo terminan las cosas para G.