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Iba yo sin prisa, venía de la quinta visita de las últimas dos semanas al operador móvil que dice que compartida la vida es más. Esas visitas no son placenteras, casi siempre terminan en disconformidad de mi parte, pero como reconozco que los servicios que brinda la empresa son un mal necesario, ya casi debo decir que me he acostumbrado a ese resultado.
Como fuera, estaba ya muy cerca de mi casa. Me quedaban pocos pasos para llegar a una casa que en una de sus ventanas exhibe un cartel con las palabras "Alquilo habitación", y un número de teléfono celular en la segunda línea. El cartel tiene ya un tiempo, no sabría decir cuánto exactamente, pero ya lo había notado antes.
En sentido contrario a mí venían caminando dos hombres. Era evidente que venían de hacer una compra menor en una de las tiendas del barrio, de esas que en el Perú llamamos bodegas. Eran dos hombres cuya edad fluctuaba entre los 50 y los 60 años. Hablaban por ratos, no era una conversación fluida. Simplemente caminaban juntos mientras hacían algún comentario.
Justamente cuando pasaba por la casa del cartel me crucé con ellos. No les hubiera prestado atención si no hubiera oído al paso lo que uno le dijo al otro:
- Ahí está. Arráncalo -mientras señalaba el cartel con el aviso de la renta.
- No, ¿para qué? -respondió el otro, y se encogió de hombros con la actitud de quien ha enfrentado batallas y ve que es inútil seguir insistiendo en algo que no va a lograr.
No oí más y seguí mi camino.
En ese momento, se formó la novela en mi cabeza: la esposa de uno de ellos está harta de que el hombre no trabaje. No era una deducción difícil, delante de mí tenía al motivo del dolor de cabeza de esta mujer, caminando con un amigo por la calle antes de mediodía de un día de semana. Es evidente que, al menos ese día, no había ido a trabajar. Habría que mencionar que su interlocutor estaba en la misma situación, pero esta novela se refiere al primero de estos cincuentones.
Volviendo a la novela, viendo la esposa que el hombre no trabaja y que no cuentan con recursos para mantenerse holgadamente, la mujer decidió alquilar una habitación de su casa. Están tan faltos de dinero que no puede darse el lujo de contratar un aviso en un periódico ni menos contratar un corredor de inmuebles. Se ha visto en la necesidad de recurrir a una hoja grande de papel y un plumón negro grueso para publicitar la habitación que ofrece.
Al hombre, que a pesar de no trabajar dice tener orgullo, le molesta la posibilidad de tener extraños en su casa. Aunque sean esos extraños quienes al final le den sustento, la idea le incomoda. Y pelea con la esposa por ese motivo.
Pelean varias veces, hasta que ella, harta de ver que el hombre se opone a la idea de tener huéspedes pero que tampoco ofrece una solución al problema económico que pasan, decide hacer el cartel y exhibirlo sin más trámite.
El amigo conoce toda la situación y, en broma y en serio a la vez, sugiere arrancar el cartel. Es una muestra de solidaridad con la dejadez del compañero, actitud que termina siendo tan irresponsable como la del amigo.
Hace un rato pasé por ahí. El cartel ya no está. O la señora logró alquilar la habitación o el hombre impuso su voluntad. O tal vez él encontró trabajo y ya no necesitan recurrir a alquilar a extraños para tener recursos.
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Ja ja ja. Qué novela has imaginado. Hay que ver lo que puedes crear con algo tan simple como un cartel y unos inocentes caminantes. Esperamos la continuación de la historia.
ResponderEliminarUn cartel y un brevísimo diálogo a veces son suficientes para armar toda una novela.
EliminarQue imaginación. La forma de los personajes es lógica. Que pasaría...
ResponderEliminarTal vez no lo sepamos nunca, Carmen.
EliminarEspero que "a senhora" tenha conseguido alugar parte da sua casa, apesar da oposição do marido 😊😊😊
ResponderEliminarBeijo
Esperemos, Nina. Aunque casi todo el relato es producto de mi imaginación, espero que la historia haya terminado bien.
EliminarNos encanta el título de este post, Gabriela, tan fresco e ingenioso como tu creatividad e imaginación.
ResponderEliminarUn beso grande de las dos
J&Y
Gracias, espero que también les haya gustado su contenido.
Eliminar;)
Pues a seguir compartiendo estas novelas al paso, así con tu imaginación ysoltura en palabras nos enganchas y espero que el problema del señor se solucionara:))
ResponderEliminarPd. Gracias por el aviso, Gabriela me pillaste "enganchada" y lo arreglé.
Besos.
También lo espero, pero me temo que no lo sabremos, por lo menos hasta la próxima novela al paso.
EliminarO tenía ganas de ir al baño y necesitaba... papel.
ResponderEliminarMmm... taaan necesitados no creo que hayan estado. Al menos, espero que no.
EliminarGabriela, se te da bien tirar del hilo, jajajaaa
ResponderEliminarBueno, el hilo estaba ahí, ja, ja.
Eliminar¡Qué notable imaginación, Gabriela!
ResponderEliminarDa para el cuento inicial del tomo dos de Diezcritores.
No es mala idea, Esteban. Habrá que ver dónde entraría el personaje omnipresente del primer tomo.
EliminarMuy buena imaginación la tuya si si.
ResponderEliminarBesitos
Creo que voy a ensayar más novelas al paso, Inma.
EliminarBuen Domingo.
ResponderEliminarBesitos
¡Gracias! Igual para ti.
EliminarHe leìdo todo lo que me habìa perdido y me ha gustado todo .Me ha encantado la historia del alquiler y tu imaginaciòn es formidable !!
ResponderEliminarUn beso , cuìdate .
Y pensar que todo empezó con un cartel y una frase oída de pasada, Nancy.
Eliminarjaja, qué bueno Gabriela...hasta el tìtulo me ha gustado: "novela al paso"... y es que tu barrio, tu fino sentido de observaciòn y la imaginaciòn que le echas, ya està, como rosquillas te salen los relatos...
ResponderEliminarun saludo hasta Lima, en esta noche de primavera invernal hoy
A mí me gustó tanto el ejercicio que desde ahí estoy a la búsqueda de una nueva novela al paso.
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