lunes, 5 de mayo de 2008

Torrente de recuerdos

Hace algunas semanas, publiqué dos posts que abrieron las puertas de la memoria del Grupete. No me parece recomendable dejar que tantos buenos momentos se queden solamente entre nosotros, y por eso comparto algunos de ellos con mis (espero que no tan) escasos lectores:

1. La vez en que Rafo empujó a Jorge Luis a un desagüe abierto en el Golf o El Olivar de San Isidro (no recuerdo bien en cuál fue).
El colegio quedaba originalmente en San Isidro, y en los primeros años de primaria, nos llevaban a cada rato caminando indistintamente a ambos lugares. En una de esas tantas veces, me acuerdo de haber escuchado un chapoteo nada común. Cuando nos volteamos a ver de dónde venía el ruido, vimos que Rafo miraba hacia abajo, hacia un buzón de agua sin tapa. Adentro Jorge Luis luchaba por no ahogarse.

La miss Bertha lo sacó como pudo, le sacó toda la ropa (imagino que no toda), pidió prestado a alguien uno de esos horribles mandiles que componían el uniforme escolar, todavía más feo que el mandil, y con Jorge Luis mojado como un pollito regresamos al colegio. Ahora pienso que tal vez por eso su mamá lo metió durante el resto de nuestra vida escolar a clases de natación.

Por acciones como la descrita, Rafo duró en el colegio solamente hasta primer grado. Jamás ninguno de nosotros volvió a saber de él. Mejor...

2. "¡Ahora si! ¡Ahora si!"
Era el grito temible y terrible que coreábamos cuando alguien hacía algo indebido. El "infractor" quedaba paralizado del pánico, muchas veces hasta llorando. ¿Qué provocaba esto? Algo tan terrible como dejar caer un libro accidentalmente, cerrar la puerta muy fuerte y felonías similares.

3. Las zapatillas Diadora
Cómo olvidar eso: en tiempos del primer gobierno de Alan, fuimos de viaje de promoción a Tacna, Arequipa y Cusco. Incluía un día de compras en Arica. Pueden imaginar lo que fue para este grupo de adolescentes tener delante tantas cosas que en Lima no existían en esos tiempos de triste recordación.

Casi todos los hombres del salón compraron zapatillas de diversas marcas. Felices de la vida, regresamos a Tacna. Esa noche, tuvimos permiso de ir a una discoteca y la noticia corrió más rápido que nada: a Elmer le habían vendido dos zapatillas Diadora de diferente modelo y talla, y encima del mismo pie.

Mientras todos los demás lucieron orgullosos sus zapatillas nuevas, Elmer fue blanco de todas las burlas. Después del viaje supe que a toda costa había querido ponerse el "par" de zapatillas, y que los otros se lo impidieron. Así pudo hacer el reclamo a través de la guía que tuvimos en el viaje.

Hasta ahora no falta quien recuerde este episodio. Con carcajadas de por medio, por supuesto.

4. Los ensayos para los desfiles de Fiestas Patrias
Lo único bueno que tenían era que nos hacían perder clases con autorización. En el local viejo, parte de la marcha era en la calle, parte era dentro del colegio. En estos tiempos de caos vehicular en Lima, eso sería impensable.

Cuando desfilábamos por el pasadizo en el que estaban los salones del primer piso, nuestros pasos retumbaban y a propósito hacíamos que resonaran más. Y cuando desfilábamos por afuera, pasábamos delante de una casa que tenía unas rejas verdes de madera que permitían ver en su interior dos pastores alemanes durmiendo. Bastaba que alguien tocara la puerta para que los tremendos perros se abalanzaran y nos ladraran ferozmente. Recuerdo mi terror de que las puertas se abrieran, que el peso de los perros venciera a la cadena con candado que las matenía cerradas. Hasta donde sé, eso nunca pasó.

5. Las antipáticas actuaciones
Recuerdo dos en particular: la de la zarzuela de María Fernanda, en la que las mujeres decíamos: "¡Ay, que zaragatero es usted!" Los hombres salían con corbata, las mujeres con paraguas. Vaya uno a ver dónde se consigue un paraguas en Lima. Mi papá me llevó al canal y me hizo escoger cuál me gustaba más.

Yo soy la que está al medio, de rosado y con mis infaltables lentes.
Fotos sacadas directamente de mi baúl de los recuerdos.

Otra actuación "memorable" fue en el cine Country. Nadie se acuerda bien a quiénes representábamos, si éramos viejos o duendes. Teníamos unas horrorosas narices de plástico, la mía me ajustaba horriblemente. Y teníamos que estar agachados todo el tiempo, con unas ropas de colores demasiado llamativos, cascabeles en los zapatos y bastones. ¿Por qué nos sometieron a ese escarnio público? De esa no tengo fotos... felizmente.

Por no mencionar las "coreografías" que teniamos que hacer las mujeres, en actuaciones como las del día del colegio. Seguramente nadie nos prestaba atención. En verdad, no los culpo.

Esto es una mínima parte de nuestras vivencias de tiempos escolares. En mi caso, tiempos felices casi siempre.

1 comentario:

  1. Que vacilon, y pensar que el gago apenas se dio cuenta lo de las Diadora que le habian dijo "por favor, que de aqui no salga pe oe, roche oe, ya pe, que no se enteren pe oe"..y nosotros "No te preocupes que de aqui no va a salir, nadie se va a enterar" y a los 10 minutos ya sabian hasta en Lima y un tiempo mas tarde hasta saldria publicado en un blog, jaja, servido gago, casi nadie se entero.

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