También nos contaba cuentos que no terminaban con el típico "colorín colorado, esta historia se ha acabado". Sus cuentos acababan con un original "Se han casado y por aquí han pasado". Esas palabras me hacían pensar en un príncipe y una cenicienta que habían pasado por la esquina de la casa sin que los hubiéramos visto. Siempre me preguntaba por qué la tía Angelita no nos había avisado para poder verlos pasar, aunque fuera de lejos.
Pero sobre todo, la tía Angelita nos cantaba canciones. Canciones de esa niñez lejana en el tiempo, lejana en el espacio, lejana en circunstancias. Seguramente, son canciones que escuchó innumerables veces en los tiempos en que vivía en "el caucho". Canciones que no hemos vuelto a oír en ninguna otra parte ni a ninguna otra persona, con una mezcla de castellano y portugués, seguramente tal como ella las recordaba.
A, B, C mendesha
que bailo con José
Mi niña tan bonita
mi niña pela rua
Para vestir a mi amada
con tinta encarnada
O esta variante del popular de tin marín: an, san, gan, pique, pique, golegán, bulle, bulle, rataplán, mis, gan.
Por más que he buscado a través de Google y similares, no he encontrado ninguna de estas dos canciones.
Nos decía frases como "cabeza de futbolista" cuando olvidábamos algo o cometíamos alguna torpeza. Teniendo en cuenta el estado de nuestro fútbol, la frase no puede ser más exacta.
Así como en tiempos pasados hubo un niño curioso, ahora hay una niña de cuatro años que se esfuerza por recordar y cantar esas canciones. Que pregunta si la Tití era amable y que pide repetidas veces que se le cuenten sus historias. Y ahí vamos al baúl de los recuerdos y le contamos de la vez que le hizo cesárea a una vaca que estaba sufriendo para parir a un becerro mal colocado. O como cuando le dio una insolación terrible por exponerse al sol playero sin tener el mayor cuidado. O como cuando, incapaz de recordar el nombre de su remedio, decía que se le había acabado la "cojinovita" (el nombre correcto es GeroMucovit).
¿Ya ves, tía? Decías que nosotros te íbamos a recordar apenas como un "ras". Y ahora dos de tus sobrinos tataranietos, que no coincidieron contigo en el tiempo, cantan tus canciones y conocen tus historias. Con suerte, las transmitirán a la siguiente generación.
Que así sea.
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