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No hay un solo espacio en el que no haya movimiento, colores, alegría con el mar de fondo. Es un animado domingo como tantos otros domingos.
Mientras vas caminando, se te acercan tres chicas. Tienen alegría en la cara, se nota que están contentas con lo que hay a su alrededor.
La más alta toma la palabra y te pregunta si vives por ahí. Le dices que sí y preguntas si las puedes ayudar de alguna manera. La misma chica pregunta cómo llegar a un sitio grande y conocido que queda cerca. Les indicas en el plano que estaban usando sin mucho éxito.
De repente, la que está más lejos, la que se ha limitado a mirar en silencio y no ha hablado nada en todo el intercambio de preguntas e indicaciones, se acerca. Te mira sonriente y te dice: "me encantan tus aretes".
Te llevas la mano a las orejas para ayudarte a recordar qué aretes tienes puestos. Al tacto los reconoces: son cuadrados con varias rayas paralelas de colores. Son vistosos. Son alegres. Sí, son bonitos.
Tomas una decisión de la que sabes que no te vas a arrepentir. Te quitas los aretes, las tres amigas, intuyendo lo que está a punto de pasar comienzan a decir "no, no". Igual, extiendes la mano con el par de aretes y le dices: "son tuyos".
El primer impulso de la chica es seguir negándose a recibirlos. Le insistes, y entonces los acepta con una sonrisa enorme en la cara. Las dos amigas tienen una sonrisa igual de grande. En una confusión de voces agradecen el regalo, la destinataria de los aretes se los pone de inmediato sin dejar de agradecer una y otra vez.
Te abrazan, las abrazas. Dicen que estaban contentas con su visita, pero ahora se van felices y encantadas con tu país.
Cada quien sigue su camino. Todo el intercambio no ha durado más de dos minutos. Te alejas con una cierta satisfacción y sin dejar de preguntarte cómo seguirá la historia, qué comentarán entre ellas, qué contarán entre su gente al volver a su país, cómo se sentirán ante un giro tan inesperado luego de un simple elogio a unos aretes dicho una tarde de domingo en un lugar desconocido lejos de su hogar.
Nunca lo sabrás.