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La funda anaranjada era obviamente hecha a mano. Las costuras eran firmes y casi perfectas. Su dueña cubría cariñosamente la radio todas las noches y en todo momento en que no la usaba.
A la luz de los tiempos pasados, es evidente que la radio de la funda anaranjada era un objeto valioso y querido por su dueña.
Por las mañanas muy temprano, la sintonizaba en volumen muy bajo para no molestar a nadie. No era para estar al tanto de las noticias, no. Era para no perderse las recomendaciones de un programa diario lleno de consejos para el buen cuidado del hogar que duraba hasta bien entrada la mañana. De ahí al mediodía, las radionovelas reinaban.
Después, la radio de la funda anaranjada descansaba prácticamente toda la tarde. Su dueña se enganchaba a la televisión y sus infaltables e inolvidables telenovelas destronaban a todos los demás programas.
Hacia las cinco de la tarde, la radio de la funda anaranjada volvía a ser protagonista absoluta de la atención de su dueña. Era la hora sagrada de su rosario, que seguía con un ojo abierto y el otro cerrado... aunque la verdad es que casi todo el rato los dos ojos estaban cerrados. De todas maneras, la cita diaria con el rezo del rosario era impostergable.
Hubo muchas noches, de esas que no nos gusta recordar, cuando la oscuridad y el miedo se cernían sobre la ciudad, en que la radio de la funda anaranjada se volvía centro de inesperada atención. Eran otros tiempos, felizmente ya pasados, en que los teléfonos eran escasos, sobre todo en esas noches de oscuridad. Entonces la radio de la funda anaranjada servía para acompañar esos momentos hasta que la luz volvía.
Las personas llamaban a la radio de noticias para que sus familias supieran que estaban bien. El conductor del programa dejaba de lado su transmisión habitual y se convertía en mensajero de noticias de la intrahistoria de la sociedad de esos tiempos.
Hasta que llegó ese sábado que todos recordamos con mucha pena. La dueña de la radio de funda anaranjada nos dejó, repentina e inesperadamente. Nos dejó con un legado enorme de historias, de esas que se cuentan con sonrisas acompañadas de lágrimas, de esas que nos dejan moviendo la cabeza con una mezcla de admiración, asombro y nostalgia eterna.
Por más que pienso, no recuerdo qué fue de la radio de la funda anaranjada después de ese día.
Tu relato me hizo rememorar el tiempo en que mi abuela tenía una que era así: http://aqueltiempodemiinfancia.blogspot.com/2010/04/hermosa-radio-spica.html
ResponderEliminarUna radio también con cubierta anaranjada. Era lo más nuevo que había en radio receptores, ella era su compañía, sobre todo por la noche
Besos Gabriela
Qué lindo haberte hecho recordar a tu abuela, Norma. Y además, su radio también tenía una cubierta anaranjada. ¿Sería la moda de la época?
EliminarSaludos.
Nos has contado una historia preciosa alrededor de esa radio con la funda naranja, Gabriela. Además, nos sentimos identificados con ella, pues este medio de comunicación nos acompaña, con sus transmisiones, muchas horas de cada día y, a veces, también de la noche... Nos gusta pensar que esa radio de la funda naranja se fue con su compañera de vida...
ResponderEliminarBesos mil de las dos
J&Y
La dueña de la radio de la funda anaranjada se llevó tanto cuando se fue que casi 25 años después sigue siendo un motor importantísimo en la vida de quienes la tuvieron cerca.
EliminarUm relato comovente de como uma rádio fez parte integrante de uma vida.
ResponderEliminarBeijo
De varias vidas, Nina, porque en esa casa, todos conocíamos y queríamos esa radio.
EliminarMe gustó esa historia pues me hizo acordar que antes efectivamente la comunicacion por radio era muchas veces de ayuda en determinados casos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Me has hecho recordar esa campaña que decía "la radio está más cerca de la gente". Y es totalmente cierto.
EliminarInolvidable tía Angelita. Alguien dijo sobre ella la siguiente verdad: "nunca podrán confundirla, porque cuando Dios la hizo, rompió el molde".
ResponderEliminarPor eso, siempre se destacó y sigue destacando tantos años después de su partida. Y hasta sigue acompañando a nuevas generaciones que no la conocieron.
EliminarGracias!!! Me recordó mi niñez cuando nos reuníamos en familia a las seis de la tarde a rezar el rosario que se trasmitía por la radio.
ResponderEliminarNo hay duda de que la radio está mucho más cerca de la gente.
EliminarGaby!, me has hecho acordar lo importante que fue una particular radio en mi vida, que parece ser igual a la que describes y que, recién casada y viviendo a 4,000 msnm, me acompañaba en las madrugadas, allá arriba, mientras escuchaba programas de la BBC de Londres y hasta de Japón, en tiempos previos a la internet. Dónde estará esa radio?
ResponderEliminarMira hasta dónde te llevó el relato de una radio a pilas con funda anaranjada. Seguro tu recordada radio te hacía buena compañía. Habrá ido a parar a donde van las cosas que más queremos, al fondo del corazón.
EliminarConocí a la dueña de esa radio con la funda anaranjada. Hasta hoy su recuerdo permanece en la memoria de todos sus sobrinos.
ResponderEliminarSobrinos, sobrinos nietos, sobrinos bisnietos y sobrinos tataranietos. Su legado persiste.
EliminarSublime añoranza, Gabriela. Las vidas de muchas como ella estaban unidas al sonido muchas veces precario de alguna portátil. Con fundas de cualquier color o sin ninguna.Era casi magia.
ResponderEliminarEra tan mágico que había personas que buscaban al hombrecito que hablaba dentro de la radio.
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