Imagen |
Esta reflexión viene a colación por la omnipresencia del GPS, ese dispositivo que ayuda a los vehículos a encontrar los caminos más despejados y supuestamente más cortos entre dos puntos, entre otras funciones. Todo estaría muy bien si no fuera porque a veces el aparatito obliga a dar vueltas innecesarias.
Me pasó hace algunos días. Estaba en un taxi de los que se llama a través de una aplicación móvil. Observaba que el chofer seguía obedientemente los mandatos del GPS. Es una ruta que conozco muy bien pues iba a mi casa. Desde mi asiento, lograba ver el camino sugerido y si bien no era el que yo hubiera tomado, no le veía mayor objeción.
No dije nada hasta que llegamos a un punto en que lo lógico era voltear a la izquierda para llegar a mi casa, pero el chofer siguió de largo. Se lo dije así, y su respuesta fue "es lo que me indica el GPS". Esa opción nos alejaba del punto de destino. Para no aburrir a quienes no conocen las calles de Lima, digamos que de haber volteado a la izquierda, es decir, de haber seguido la lógica, solamente faltaba seguir de frente unas cuadras y volver a voltear a la izquierda para llegar al destino final.
Con el camino que tomó el chofer, llegó a una avenida paralela a cuatro cuadras de distancia, donde recién giró a la izquierda, avanzó unas cuadras y volvió a girar a la izquierda hasta que regresó a la misma avenida por la que debió haber pasado un rato antes. La ruta "sugerida" por el GPS significó recorrer innecesariamente cuatro cuadras de ida más las correspondientes cuatro de vuelta, tres semáforos (dos de los cuales nos tocaron en rojo) y unos diez minutos perdidos.
Se lo hice notar al chofer, y me repitió el argumento del GPS. Le insistí que debía hacerle caso a quien conoce la zona más que a un aparatito y su increíble respuesta fue que en la central de taxis les obligan a seguir la ruta que indica que GPS.
No discutí más, le pagué y me bajé.
Pocos días después, tomé otro taxi de la misma empresa y le pregunté al chofer si era cierto que los conductores estaban obligados a seguir lo que indica el GPS. Me dijo que no era cierto, que más bien les exhortan a aprender nuevas rutas, más aun si las indicaciones vienen de quien vive por la zona y conoce bien las calles.
Lo que más llama la atención es que ni siquiera lo hacen por cobrar más, pues estas empresas tienen tarifas fijas por el tramo recorrido, no cuenta la distancia ni el tiempo que tomar llegar de un punto a otro. Es decir, al subir al taxi el pasajero sabe lo que le va a costar ir de A a B, sin importar si el chofer rodea todo Lima antes de llegar a su destino. Entonces, queda descartado cualquier afán de cobrar más por un recorrido mayor.
Es simple pereza mental.
Otra persona me contó una historia parecida, al punto que ya no quiere tomar más taxis de ninguna empresa sino que prefiere recurrir solamente a los taxis que se toman en la calle. Con eso, el remedio termina siendo casi peor que la enfermedad.
---------------