Hace poco, alguien que quiero mucho vendió el último bien material que lo unía a la tierra donde nació. Esa persona escribió un texto al respecto, que reproduzco a continuación sin su permiso. Por eso, he quitado toda referencia a lugares concretos y los he reemplazado por el nombre de otro lugar que algunos sabrán reconocer: Sagrillas. Podría haber escogido Maycomb, Giancaldo, Avonlea o Ystad. Pero me quedo con Sagrillas.
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ADIÓS ADIÓS SAGRILLAS
Cerraron la puerta, o tal vez no era necesario, no había nada que cuidar. Quedó todo vacío: la sala sin los escritorios de papá, ni los muebles, ni el “espejo de cuerpo entero” de mamá, ni las fotos de la familia ampliadas por algún artista ambulante. El reloj de la empresa donde trabajó papá (del que nunca quiso desprenderse porque le hacía recordar años y años de trabajar en esa oficina). Las flores de papel que hacía mamá sobre un florero, seguramente regalo de matrimonio. Y el aparador, con la vajilla de loza sobreviviente de otros repartos. La pequeña refrigeradora inservible desde hace años.
Todo eso, ya no estaba. Y adentro, en los dormitorios: camas, mesitas de noche, los roperos de papá y mamá, los adornitos. El rinconcito con los santitos y las fotos de los abuelos, donde se arrimaba mamá para rezar por nosotras, sus hijas. Nada, ya nada está. Todo desapareció igual que los años y años de vivir en esa casa, con su balcón que permitía ver el río, las calles vecinas y hasta el interior de la casa del frente.
El balcón a donde sacábamos las mecedoras en las noches calurosas para recibir aire fresco antes de irnos a dormir... Las mecedoras...
Se acabó nuestra vida en Sagrillas.
Ya no estaban nuestros padres desde hace algunos años, es cierto, pero cuando íbamos teníamos la ilusión de verlos aparecer por ahí, con su risa, con su sonrisa, con su enorme alegría de vernos llegar desde el balcón, y esperar que subiéramos por esa escalera que papá se cuidaba de mantener bien iluminada, en cuanto llegábamos.
Adiós Sagrillas.
No sé si volveré alguna vez. Tendría que ser muy valiente para pasar por aquella calle y mirar hacia el balcón esperando ver ahí arriba a esas dos personitas que sonrientes y ansiosas nos veían llegar desde lejos, en un motocarro, y entrar por la puerta y subir la escalera para llegar al balcón y fundirnos en abrazos llenos de risa y alegría, aunque fuera de vez en cuando, de vez en vez, como dice la canción.---------------
Difícil separarse del lugar donde uno creció y tiene tantos recuerdos. Me pasó y me pasa con mi casa en Lima. Cuando paso cerca cada vez que voy, se me arruga el corazón y se me humedecen los ojos. Muchos recuerdos y mucha tristeza al final.
ResponderEliminarA mí me pasa también las pocas veces que paso por mi antiguo barrio. Pero en este caso, es un adiós a la casa, a la ciudad, a toda una vida de recuerdos.
EliminarGracias por comentar.
Con penita, pero te cuento que otra vez no puedo enviarte mis comentarios. Cuando presiono el boton de email me, me aparece una pantalla pero en negro y no puedo hacer nada.
ResponderEliminarLa semana pasada ya paso y pense que tal vez estaba desactivado porque ya se puede usar el medio anterior para hacerlo, pero vi que no aparecio mi comentario.
Felizmente, hay maneras de eludir este inconveniente, Silvana. Gracias por comentar a pesar de todo.
EliminarEn Diciembre me pasó algo parecido. Al fallecer mi madre tuvimos que vaciar el piso donde vivió y vivimos...El día que cerramos la puerta como se dice aquí..." se cayeron los palos del sombrajo".
ResponderEliminarEs una sensación tremenda romper con todos los recuerdos y pensar que yá no queda nadie ni nada allí.
Porfa mandanos un poquito de calooor...tenemos un frio tremendo -6º
Un beso.
Nos henmos cruzao en el camino con los mensajes:))
Es casi como sentir que un pedacito de nosotros se queda entre esas paredes tan familiares, Laura.
EliminarQue sensaciones más extrañas cuando pasas cerca de lugares de tu infancia y están ocupados por extraños. Mis padres siguen viviendo en la casa en la que me crié, pero ya no tienen la tienda de ropa en la que, durante todas las tardes de mis estudios de primaria, merendaba y hacía los deberes rodeada de máquinas de coser, mesas de cortar, planchas industriales, mujeres, conversaciones, risas y llantos y en medio de todo, mi abuelo con su cinta métrica colgada al cuello...
ResponderEliminarEs el recuerdo féliz más fuerte que guardo de mi infancia.
Gracias por traérmelo esta noche.
Más que ocupados, uno siente sus lugares invadidos, Laly. Y eso me hace pensar que tal vez en algún momento, nosotros fuimos los invasores de otro.
EliminarMe alegra haberte traído gratos recuerdos.
Saludos de USA.
ResponderEliminarGabita querida. Es muy lindo tu relato y muy
triste. Estoy segura de que todos en algun
momento hemos pasado por esos momentos.Me en-
canto tu entrada. Como dirian los americanos.
"Very touch it" Te quiero.
Cotiti.
Tal vez todos tengamos este tipo de recuerdos, Consuelo.
EliminarHace poco vendimos la casa de mama
ResponderEliminarhace poco pase por ahi y ya no estaba,
la habian demolido...
quise escribir sobre el tema
pero no pude,
gracias por hacerlo por mi...
Creo que tampoco podría escribir nada si encontrara demolida la casa de mi niñez, Cyrano. En verdadm a quien debes agradecer es a quien escribió el texto. Yo me limité a copiarlo, sin su permiso.
EliminarEntonces, gracias a quien escribio el texto...
EliminarSe lo haré saber.
EliminarYo no hubiera escogio Sagraillas, sino Olanchito. XD
ResponderEliminarPor alguna razón sueño algún día con visitar esa ciudad.
Ojalá la visites, Renzo. Y de paso, nos cuentas dónde se come rico por allá.
EliminarEs triste dejar la tierra donde naciste y viviste tus primeras experiencias de vida... sobre todo si estas experiencias son buenas y hermosas porque tus padres te enseñaron a usar el corazón por sobre todas las cosas... pero la vida continúa y hay que seguir adelante, en otro tiempo, en otro lugar.
ResponderEliminarLa vida continúa, eso es cierto.
EliminarHola Gabriela,
ResponderEliminarLeyendo este post he sentido nostalgia por Lima... como que me ha hecho sentir que ya he de retornar a mi tierra, y a los míos... y sentir ese aroma de hogar.
Aquí, he pasado ya por tres mudanzas y cada vez he sentido que se me queda "algo" en cada departamento que he dejado... será ya tiempo de volver al lugar más querido, pienso.
Muchos saludos.
Parte de nosotros se queda en nuestras cosas, Cris. A mí no me cabe duda de eso.
EliminarQué nostalgia cuando uno se separa de su tierra, de sus recuerdos. Me ha emocionado esta historia que nos cuentas de manera perfecta en tu post, comprendo intensamente estos sentimientos de añoranza porque también los he vivido en cada objeto, en cada àrbol, en cada flor que evoca en la memoria los ligeros y felices años de infancia, las risas, los juegos en el campo con los hermanos y primos, los abuelos...
ResponderEliminarUn abrazo Gabriela querida desde Venecia
Chusa
Lo imagino, Chusa. Imagino que el sentimiento debe ser más fuerte cuando el destino te lleva a vivir a un país diferente del tuyo.
EliminarGracias por darte el tiempo de pasar por acá.
Uno llega a alturas de la vida en que hay que tomar esas decisiones tan duras y dolorosas. Sentimos que la vida, las horas compartidas, las personas queridas como que impregnan esos sitios entrañables.
ResponderEliminarTu post me ha dejado un sentimiento de nostalgia grande, amiga.
Un beso, ya estoy de vuelta, pero con poco tiempo por ahora.
Las personas queridas y algo de nosotros mismos queda imopregnado en los sitios entrañables, AleMamá.
EliminarQué bueno verte de nuevo por estos barrios.
Siempre es triste decirle adiós a "cosas" que nos recuerdan a seres queridos. En este momento estoy pasando por esa etapa de decirle adiós a cosas materiales que aún conservo de mis padres, espero que no me resulte pesado hacerlo.
ResponderEliminarBonita entrada Gabi. Un beso.
De verdad espero que no se te haga muy pesado el proceso, tía Lelé.
EliminarUn saludo desde Lima.
Es una historia muy emocionante.
EliminarEl nombre de la ciudad alternativa, merece que la denominación ficticia tenga una metrópolis (o algo un tanto menor) de verdad.
Cariños.
Y es más emocionante cuando conoces a las personas y te las imaginas sonriendo en ese balcón, Esteban.
EliminarQuerida Gaby,
ResponderEliminarRecién estoy con el Internet sin problems, y puedo comentar tu entrada que me llegó al alma y removió recuerdos inolvidables de mi casa de Huncayo. Casa antigüa,muy grande y con lindos balcones llenos de claveles gracias al cuídado de mi madre, que amaba esta flor, la gente decía: "La casa de los balcones sevillanos", era la casa donde nací,viví mi feliz infancia, mi primera comunión, donde murió mi padre, salí vestida de blanco para mi matrimonio. !Cuándos recuerdos vienen a mi mente!. El gobierno de turno la expropió para demolerla y construir El Banco Inustrial. Mi madre me lo dijo cuando yo estaba en España en viaje de bodas, ya supondrán la tristeza que me produjo.
Podría hablar horas sobre los recuerdos de mi casa de la Calle Real, pero sería aburrido para muchos, son recuerdos de familia.
Lo que si puedo decir, es que fue un adios a mi casa, pero no a mi tierra, el terruño y el hermoso cielo que me vio nacer, núnca le diré adios, soy una serrana muy orgullosa de serlo.
Gracias por haberme hecho recordar lo que se siente cuando uno pierde algo que tiene un valor sentimenta muy grande.
Cariños,
María del Carmen
Felizmente, queda la esencia, la que llevamos dentro, Maricarmen.
EliminarHa de ser muy triste despedirse de la tierra que trae recuerdos tan hermosos... Pero a veces es bueno quedarse con ellos en la memoria solamente... Hay que avanzar y a la larga comprender que sin las personas en el balcón esperándonos ese balcón no es nada...
ResponderEliminarUn abrazo querida!
Es cierto, Cheluca. Ese balcón no es nada sin las dos personitas que esperaban ansiosos y de lejos la llegada de las ausentes.
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