Un bebé, al nacer, trae consigo felicidad, miedo, angustia, alegría, noches de insomnio, ganas de aprender a usar una cámara digital, ojeras, fotologs... sin olvidarnos del pan(etón) bajo su brazo. No solamente los recién estrenados padres. Todos se agolpan, ejem, nos agolpamos, por verl@, cargarl@, darle de comer y hasta cambiarle el pañal.
Pero hay un detalle en el que nunca había reparado hasta la vez en que Gonzalo dijo "yo soy el nexo común de estas dos familias" refiriéndose a sus familias paterna y materna, y agregó que a él debíamos agradecerle que todos nos conociéramos y estuviéramos reunidos.
En un primer momento lo refuté, y le respondí que yo conocía a la mamama, al papapa y a todos sus tíos de la "otra parte" de su familia muchísimo antes de que él naciera. Y sin embargo, un bichito se quedó dándome vueltas.
Por eso, desde ahí me puse a pensar que, de alguna manera, es así. Siempre conociste a tus concuñados, aunque de una manera cordial y lejana. Pero de un momento a otro y muy rápido, eso cambia.
Comienzas a ver a l@s cuñad@s al menos una vez al año, en el cumpleaños del sobrin@ o del niet@, según sea el caso. Y la interrelación crece y crece, incluso sin que nos demos cuenta: te encuentras en la calle con la tía de tu cuñad@, a la que ves por segunda vez en tu vida, y al saludarla sientes como si fuera tu propia tía. O terminas siendo paciente de Sole, que es la hermana del cuñado de tu cuñada, y te sientes feliz cuando la oyes decir a las personas con las que trabaja que eres parte de "su familia". Y compartes esa misma sensación.
Todo trasciende y va más allá de la familia misma, porque están también los amigos de los papás del recién nacido (que en buena cuenta son la familia que uno elige), sus parejas, sus hijos. Pasan a ser tus amigos también, conversas con ellos como si hubieran pasado juntos todas las vacaciones escolares y hubieran estado a tu lado el día del examen de ingreso a la universidad. Y eso que muchas veces, al ser amig@s de tu propi@ herman@, tal vez los conozcas cordial y lejanamente.
Familias enteras unidas gracias a un pequeñísimo ser humano que vive totalmente ajeno al revuelo que causa... por lo menos, es ajeno a todo en sus primeros tiempos de vida.
Gonzalo tenía razón: habría que agradecerles porque, en un instante, hacen que la familia crezca, incluso desde antes del primer anuncio del nacimiento, desde antes de los primeros saludos y felicitaciones.
Son personitas que unen, que juntan, que reúnen. No tendría por qué ser de otra manera. En mi caso, esas personitas se llaman Gonzalo y Marcela. Por eso, desde acá, les agradezco.
sábado, 1 de diciembre de 2007
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