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Hizo un cono hueco con cartulina, le cortó la punta y lo rellenó con papel periódico. Como base, usó otro trozo de cartulina para darle estabilidad.
Luego tomó un trozo de tela marrón y le dio la forma de vestimenta que buscaba. A un trozo de tela rosada, le cosió hilo marrón grueso que quedó como bigote y barba del hombre. Una tela colorida sirvió como turbante y le dio un toque brillante con una cinta dorada. Con otros trozos de tela rosada formó dos manos.
San José quedó listo.
Repitió el cono hueco y también lo rellenó con papel periódico viejo. Tomó tela ploma y le dio forma de vestido. Usó tela blanca para el velo e hilo en dos tonos de marrón para el pelo. Formó otro par de manos y una cara con toque femenino.
La virgen María quedó lista también.
Para el niño, preparó una camita con tela blanca rellena de algodón. Cosió flecos dorados a manera de flecos. Preparó la carita del bebé y lo fijó en su lugar.
El niño Jesús también quedó listo.
La Sagrada Familia estaba completa gracias al arte que una niña de nueve años infinitamente admirable tenía en las manos. Y que sigue teniendo. Y que sigue siendo infinitamente admirable.
Acá está la maravilla |