Una tarde de sábado cualquiera. Después del almuerzo, estamos Gonzalo, Ana Cé y yo conversando, como si nada. Y surge una duda. Una duda bastante trivial. Trivial, pero que solamente Carla puede resolver.
Entonces Ana Cé le pide a Gonzalo que llame a Carla y le haga la pregunta trivial. Dos minutos más tarde, Gonzalo corta la comunicación, ya con la respuesta de Carla. Como si nada.
Lo que acabo de contar no sería nada raro. Pero falta agregar un pequeño detalle: Gonzalo, Ana Cé y yo estábamos sentados en la sala de mi casa en Lima. Carla vive en una pequeña ciudad de Georgia, en Estados Unidos.
Vi todo sin decir nada. Cuando Gonzalo cortó le dije:
- Para ti, eso de llamar a Carla a Estados Unidos es lo más normal del mundo, ¿no? Como si nada.
- Si -me respondió.
Ana Cé y yo nos miramos. Cuando teníamos los 16 años que Gonzalo acaba de cumplir eso era simplemente impensable. Y eso que a esas alturas, ya existía el discado directo internacional. Porque retrocediendo un poco más, las llamadas había que pedirlas a una operadora y esperar pacientemente al lado del teléfono.
Definitivamente, otros tiempos...
Entonces Ana Cé le pide a Gonzalo que llame a Carla y le haga la pregunta trivial. Dos minutos más tarde, Gonzalo corta la comunicación, ya con la respuesta de Carla. Como si nada.
Lo que acabo de contar no sería nada raro. Pero falta agregar un pequeño detalle: Gonzalo, Ana Cé y yo estábamos sentados en la sala de mi casa en Lima. Carla vive en una pequeña ciudad de Georgia, en Estados Unidos.
Vi todo sin decir nada. Cuando Gonzalo cortó le dije:
- Para ti, eso de llamar a Carla a Estados Unidos es lo más normal del mundo, ¿no? Como si nada.
- Si -me respondió.
Ana Cé y yo nos miramos. Cuando teníamos los 16 años que Gonzalo acaba de cumplir eso era simplemente impensable. Y eso que a esas alturas, ya existía el discado directo internacional. Porque retrocediendo un poco más, las llamadas había que pedirlas a una operadora y esperar pacientemente al lado del teléfono.
Definitivamente, otros tiempos...