viernes, 28 de octubre de 2022

Incomprensible hospitalidad

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Hace poco recordé una historia que me pasó con mi hermana y mi prima.
Era un día de almuerzo familiar en casa de mi prima. En algún momento, ella dijo que tenía que ir a casa de una amiga vecina para algún encargo. Fuimos las tres juntas. Debíamos caminar tres cuadras, así que no había problema.
En ese tiempo, el lugar estaba urbanizándose. Había muchas casas en construcción, muchos terrenos baldíos. Se podía encontrar animales sueltos, muchos perros, algunos gatos y uno que otro más.
Llegamos a la casa de la amiga, mi prima tocó el timbre y esperamos.
Al poco rato, la mamá nos abrió la puerta. Su cara expresaba sorpresa y con mucha efusividad nos dijo "adelante, adelante". Acompañaba sus palabras con gestos de las manos, nos invitaba a pasar con palabras, casi a gritos.
Recuerdo que no entendía nada. La idea era hacer un encargo rápido, no socializar. Pero la señora seguía invitándonos a pasar a su casa.
Las tres nos miramos. Tanta hospitalidad era inusual, al menos así lo sentía yo.
Y de repente, todo tuvo explicación.
Atrás de nosotras sentimos un mugido. Al voltear, vimos una vaca a menos de medio metro de nosotras. Aún recuerdo la nariz de la vaca prácticamente sobre mi hombro.
Sin dudarlo, entramos a la casa. La señora dio un portazo, ya con nosotras a buen recaudo. Todas intercambiamos miradas de asombro, y luego arrancamos a reír.
Nos asomamos por la ventana y esperamos hasta que el dueño de la vaca apareció y se la llevó. Tuvimos que esperar un rato para irnos sin temer nuevos encuentros.