martes, 26 de noviembre de 2013

Recogiendo moras

Siempre habías visto los árboles de mora en tus habituales caminatas por las calles del barrio. Los puntos negros oscuros delatores en el suelo, vistos a la volada, habían hecho prometerte más de una vez que vendrías a recoger algunas para hacer mermelada.

Una promesa largamente incumplida.

Hasta que llegó ese domingo, uno que era especial a pesar de todo, y tuviste la idea de por fin recoger las moras. Esta vez tenías compañía, alguien que sabías que iría feliz contigo.

Le propusiste la idea y con esa forma de ser tan propia de sus seis años te respondió alegremente que sí. Así que le diste una pequeña bolsa de plástico, tomaste otra igual para ti y salieron a buscar esas oscuras frutitas que se han hecho famosas por haber dado nombre a un aparato lleno de teclas diminutas que parecen cabezas de alfiler, imprescindible para muchos.

Caminado en sentido contrario al habitual, le enseñas que en esa casa color turquesa vivió hace muchos años un escritor muy famoso que siempre cuenta historias de cuando vivía en ese mismo barrio por el que ahora pasean. Cuando le dices cómo se llama el escritor, te dice que su mamá está leyendo algo con ese nombre.

Hasta que por fin ves las frutas tiradas en el piso y comienzan a recogerlas y meterlas en las bolsas que llevaron. Forman un buen montón, dos buenos montones, cada uno en su respectiva bolsa. Caminan hasta el siguiente árbol y repiten la operación. En esa cuadra no hay más, así que siguen avanzando. Tienes la certeza de que hay más árboles de mora por ahí cerca, pero no los encuentras.

Encuentran otro árbol, con menos moras que los primeros, pero igual todas van a las bolsas. Siguen caminando, pero ya dando la vuelta como para regresar. Descartas el pedido infantil de volver en taxi, dices que están muy cerca de casa.

Regresan por la misma calle por donde empezaron la travesía, que se te hizo muy breve. Cuando preguntas a tu acompañante si sabe dónde por dónde están caminando, te dice que sí. Luego señala un martillo que ve en un jardín, "como el de Thor" lo describe. Te dice que su papá tiene un libro con historias antiguas. Tú le cuentas que esos antiguos decían que con su martillo, Thor provocaba los truenos que se escuchan en esas tormentas que en Lima no hay.

Se lleva feliz las dos bolsas de moras a su casa. Al día siguiente llamas por teléfono y te cuenta feliz que ya se acabaron la mermelada que hicieron, que quedó muy rica. Le prometes que otro día van a volver a recoger moras.

Y tú te prometes buscar dónde están los árboles que no encontraste esta primera vez. Esta promesa no se quedará incumplida.

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Bodas de hierro

Hoy, 20 de noviembre de 2013, Seis de enero cumple seis años, bodas de hierro según la cronología de los aniversarios. Hace exactamente seis años que la primera entrada de este blog se publicó, después de haber estado en calidad de borrador una buena cantidad de semanas, sin atreverme a apretar el cuadradito anaranjado con la intimidante palabra PUBLICAR.

Seis años y 305 entradas más tarde, puedo decir que me alegra haber vencido ese temor pues Seis de enero ha superado con creces mis expectativas. Si alguno de mis lectores tiene la idea de iniciar un blog pero tiene miedo de la "página en blanco", lo exhorto a que se mande. Lo más fácil es hablar de lo que más se conoce, lo demás viene por añadidura.

Un niño que haya nacido el 20 de noviembre de 2007 ya debería estar yendo al colegio, muy probablemente sabría leer, ya habría perdido más de un diente de leche y se pasaría el día aprendiendo palabras nuevas y adquiriendo experiencias nuevas. Bien por los contemporáneos de este blog.

Me dio curiosidad saber cuáles habían sido las entradas más leídas, y acá va la lista:
- Más frases memorables, 4333 visitas
- El ventilador asesino, 3,142 visitas
- Pequeños diálogos inolvidables, 2,767 visitas
- Diálogo abecedario, 1,802 visitas
- Una cinta amarilla (por cierto, todavía no se cae), 1,364 visitas
- El humor vítreo, 1,302 visitas
- Una simple historia simple, 1,283 visitas
- Yurimaguas, 1,234 visitas
- Zapatitos, 1,203 visitas
- Otras perlitas más, 1,142 visitas

Gracias a los lectores, a los seguidores, a los que comentan en las entradas, a los que leen y no comentan, a los releen, a los que se pusieron en contacto directo conmigo. A todos, gracias por estar ahí.

martes, 12 de noviembre de 2013

Pedido homogéneo

En el Perú, la comida china se conoce como chifa. Dicen que el origen de la palabra está en el primer local de comida china que hubo en el Perú, que se llamaba simplemente Chi Fa. De ahí el chifa devino en nuestra manera de designar a los restaurantes de comida china y a la propia comida, que acá tiene nuestro particular toque.

Los mozos de los chifas tradicionales son personajes verdaderamente peculiares. No se caracterizan por su paciencia y por lo general hablan muy poco castellano. Y algo que siempre me ha dejado pasmada: nunca apuntan las órdenes de los comensales. Registran todo en algún lugar de su mente y antes de retirarse a efectuar el pedido, lo repiten de memoria ante los clientes a manera de confirmación. Nunca he visto que haya que corregirlos.

Cuenta la leyenda que una vez hace ya algunos años, un animado grupo decidió comer rico en un chifa luego de una velada en el teatro. Eran unas 10 personas que recalaron en uno de los mejores chifas de Lima, por lo menos en aquel tiempo. Un mozo los instaló en un salón suficientemente grande para albergarlos a todos cómodamente y les repartió las cartas para que eligieran sus platos.

Entre risas y comentarios, todos empezaron por elegir la sopa con que iniciarían su cena. Unos escogían sopa wantán, otros sopa de pato, algún otro sopa fuchifú y no faltó el que prefirió no pedir sopa. Todas estas elecciones las hacían de viva voz, pero entre ellos, sin dar su orden oficialmente al mozo, que escuchaba todo con aparente paciencia.

Pasado un rato en ese plan, tal vez cuando el mozo decidió que ya había sido suficiente, recorrió la vista por todos los comensales y sentenció:
- ¡Sopa pato pa'todo el mundo! -y sin más, salió.

Contrariamente al alegre bullicio de segundos antes, en el salón donde estaban los comensales un silencio atronador se apoderó del lugar.

lunes, 4 de noviembre de 2013

Perlitas y perlotas

Son de nunca acabar...
Imagino que el tuneCino Abdellatif Kechiche debe estar muy contento por haber ganado la Palma de Oro en Cannes. Lo que quizá no le alegraría mucho sería ver tremendo error en la noticia que da cuenta de su logro.

Sería bueno saber en qué momento el euro se valorizó tanto, o el dólar se desvalorizó tanto, al punto que 19,900 de uno equivalen a 150,000 del otro. Me perdí esa debacle de la moneda estadounidense.

Sería mejor que este diario, el mismo de siempre, eliGiera escribir bien. Esa J mal puesta estuvo horas en el sitio web sin que nadie la corrigiera.

A este redactor hay que mandarle la tabla de conjugación del verbo COLARSE para que sepa que una persona se CUELA, no se cola. Cola es la extremidad posterior del cuerpo y de la columna vertebral de algunos animales. Por lo que se deduce de la definición, hay algunos animales que no tienen cola.

Esta H intrusa estuvo mostrándose muy feliz todo el día. Ni porque se trataba de una noticia polémica la pudieron corregir.

Dios mío, lo que hay que ver.