lunes, 22 de abril de 2013

¡Ay de los cumplidos!

Suele pasar. O mejor dicho, me suele pasar que por cumplir una disposición u obligación cualquiera dentro del plazo fijado para hacerlo, termino perjudicada por ser fiel observadora de las fechas límites.

Llego a tiempo a un sitio, por no decir que llego temprano, y como son muy pocas las personas presentes a la hora fijada, la función no empieza porque hay que tener consideración con los que no han llegado y esperarlos. ¿Y a los que se esforzaron por llegar a tiempo, quién les tiene consideración?

Una vez, alguien que conozco cumplió con el pago adelantado de sus obligaciones. A comienzos del año pagó los doce meses de tributos municipales. Varios meses después, por un acuerdo de alcalde y regidores, hubo una rebaja en los porcentajes tributarios. El beneficio fue, ya se imaginan, para los que no habían pagado todavía. Los que cumplieron con sus obligaciones no recibieron ni el 1% del beneficio que recibieron los demorones.

Otra vez, un abogado que conozco fue a pagar por adelantado el año entero de sus cuotas profesionales, tal como lo hace entre enero y febrero de todos los años. Grande fue su sorpresa, y mayor su indignación, cuando encontró que a los abogados que tenían meses impagos del año anterior se les había condonado todo lo adeudado. Por supuesto, no hubo ningún descuento equivalente, ni proporcional, ni comparativo para los que habían pagado el año completo por adelantado.

Alguien me contó que una vez averiguó cómo hacer para cancelar una deuda que tenía por uso de la tarjeta de crédito de una tienda por departamentos. Había pactado el pago en seis cuotas, pero luego decidió cancelarlas antes de tiempo. Se encontró con que el sistema de la tienda solamente juntaba cuotas una vez vencidas, pero que era imposible juntarlas antes de su vencimiento, ni siquiera agregando los intereses que la tienda dejaría de percibir por el pago anticipado. La conclusión a la que llegó esta persona es que el sistema está concebido y pensado para que la tienda se proteja de los que no quieren pagar, no de los que honran sus deudas.

Me apuro en enviar por correo un documento imprescindible, envío que debe hacerse por correo certificado local. El monto de la certificación no es mucho, lo pago y me olvido del asunto. Pocos días después voy al correo para enviar otra cosa y veo el tremendo cartel que dice que esos envíos por correo certificado local ahora son libres de costo. Le hago el comentario a la señora que atiende al público, que mejor hubiera esperado para ahorrarme esas monedas. Su respuesta fue: "yo también".

Parafraseando a Breno, "!ay de los cumplidos!"


martes, 16 de abril de 2013

Reglas de tránsito para peatones

Definitivamente, creo que debe haber reglas de tránsito para peatones. Lo considero justo y necesario.

Las personas que caminan lento tienen todo el derecho de caminar lento... lentísimo si así lo quieren. Y nadie debe apurar su paso. Pero las personas que caminan lento no tienen derecho a retrasar a los que caminan más rápido. A los que caminamos más rápido.

En nuestras pistas, el carril derecho es para la marcha a menor velocidad. Imagino que en los países con circulación inversa, como en Inglaterra, el carril para la marcha a menor velocidad es el izquierdo. Sea como sea, los autos que avanzan sin apuro tienen un lugar previamente establecido por donde deben ir.

Lamentablemente, no ocurre lo mismo con las personas.

Imaginemos una situación cualquiera. Vas caminando por la calle a buen paso y sin problemas hasta que te topas con un andante lento. Qué fácil sería poder rebasarlo por cualquiera de los lados, pero no se puede, pues resulta que el 99.99% de los andantes lentos avanzan trazando trayectorias en zigzag. Entonces, cuando llega el segundo de oro, el instante en que (¡por fin!) vas a poder dejarlo atrás adelantándolo por la izquierda, el buen señor, casi intuyendo tus intenciones, cambia de rumbo y emprende la marcha exactamente por donde lo ibas a pasar, en la exacta décima de segundo en que esa absurda competencia sería cosa pasada.

Otros son los que caminan con paso cansino en pares, o (¡peor!) en grupos. En esos momentos, la famosa melodía de Lalo Schiffrin resuena dentro de mí con un volumen que aumenta a cada paso. En ese momento, me quedan dos opciones: esperar con paciencia que el par o el grupo tome un rumbo diferente o bajar a la pista y adelantarlos por ahí.

Casi siempre elijo la segunda opción. Y los andantes lentos casi nunca se dan por enterados.

Por si acaso, no crean que cuando hablo de andantes lentos me refiero a personas mayores. No, absolutamente no. Casi siempre son muchachos que parece que nacieron cansados porque se toman su tiempo para todo... pero seguramente son incapaces de esperar más de dos segundos para recibir una respuesta a un mensaje de chat. Ahí sí quieren todo veloz.

Demás está decir que, una vez que logras pasar al andante lento, muchas veces te viene con la preguntita: "¿estás apurado?" No saben cuántas veces he debido reprimir la tentación de retroceder lo que tanto me costó avanzar y decirle "sí" y seguir mi camino sin lentos por delante.

lunes, 8 de abril de 2013

Pequeños milagros

No los tenemos todos los días, pero nos alegran los días en que los tenemos.

Recibir de nuevo ese saludo que llegaba puntualmente a la medianoche una vez al año. Por un momento lo creíste perdido para siempre, pero una nueva generación tomó la posta y, usando ahora comunicación virtual, te sorprendió gratamente.

Saber que una pequeña que todavía cuenta sus años con los dedos de una sola mano te busca por todos los cuartos de la casa un día que va de visita y llega antes que tú.

Prender el televisor y descubrir que la esa película que días antes dejaste de ver estaba en el exacto mismo momento hasta donde la viste y que vas poder verla hasta el final.

Encontrar en el rincón en que se dejan las sorpresas el chaleco tricolor que alguien tejió para ti y que estuvo listo antes de lo que habías previsto.

Llamar a alguien a quien no ves desde hace años y que sin un ápice de duda reconozca tu voz apenas pronuncias el saludo.

Entrar a tu casa y encontrar un gran sobre enviado especialmente para ti, lleno de sorpresas y detalles a los que darás buen uso.

Encontrar en tu bandeja de entrada un nombre que no veías escrito desde que tenías ocho años y que te haga recordar cosas que habías olvidado.

Llegar al momento del pago en el supermercado y comprobar que el efectivo que tienes en el bolsillo y que creíste que no alcanzaría para tus compras cubre casi exacto el total de la cuenta.

Ir a comprar y descubrir que ese único artículo en tu lista de compras está con 25% de descuento.

Ver que un día común y corriente se vuelve extraordinario gracias a un pequeño milagro.
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Desde hace algunos días, el canal Discovery Home & Health está transmitiendo gran parte de su programación en inglés y sin subtítulos. Es algo raro en un canal que tiene todos sus programas debidamente doblados al castellano. Lo peor es que no veo cómo hacerles llegar un reclamo al respecto.