viernes, 24 de julio de 2015

La alumna más joven

Va otra historia prestada.
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Ella va muy compuesta y arreglada. Siempre va así, en verdad. Ingresa al salón de clases y se sienta en la primera fila. Está lista para empezar.

Aunque no conoce bien el curso, escucha y observa con atención lo que ahí ocurre. La profesora ya está ubicada al frente de los alumnos, empieza la clase.

En realidad, al cabo de muy poco rato comienza a distraerse. La profe dice cosas raras, los otros alumnos preguntan, algunos conversan y se ríen. La profe por ratos se pone seria, pide silencio. Otras veces escribe en la pizarra o mira unos apuntes antes de seguir hablando.

Ella mira por todos lados, de pronto recuerda algo. Se pone sus lentes, busca su cuaderno y sus colores y comienza a hacer lo que más le gusta: dibujar. Y mientras la profe sigue hablando, ella la dibuja en su cuaderno. La profe es igualita a su mamá. Por eso en un momento se olvida que está en clase y la llama, ¡MAMI!

La profe con un gesto le dice, ¡espera!

La alumna más joven de la universidad tiene siete años y anteojos. Esta vez acompañó a su mamá por motivos de horarios y prisas. Y no lo ha pasado mal, ella misma no nos dejaría mentir. Siempre se puede dibujar, piensa.

Termina la clase y la alumna más joven se va del salón de la mano de su mamá.

Ella piensa, esto es divertido, volveré.
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Los peruanos celebramos este 28 de julio nuestras Fiestas Patrias, 194 años de independencia. ¡Feliz cumpleaños, Perú!

viernes, 17 de julio de 2015

La muñeca delatora

Habían vivido toda la vida en la misma casa, hasta que la familia decidió mudarse. Una vez tomada la decisión, pasó poco tiempo hasta encontrar un departamento que cumpliera con todos los requisitos y que fuera del gusto de todos.

El departamento elegido era ideal, estaba ubicado en un lugar muy céntrico de la ciudad y lo más importante era que estaba en el primer piso (que en otros países llaman planta baja). No había que subir ninguna escalera para entrar. Ese era un requisito básico, pues a la octogenaria tía Marianita ya se le hacía sumamente difícil subir las escaleras en la casa de toda la vida.

Pocas semanas antes de la fecha fijada para la mudanza, sin ningún anuncio previo, sin señales de malestar alguno más allá de los propios de su avanzada edad, la tía Marianita los dejó. Su partida no hizo más que aumentar las ganas de mudarse, pues la más entusiasta con ese gran cambio era ella. Con mucha tristeza, la familia la despidió y empezó a acostumbrarse a la nueva vida.

El día de la mudanza, nadie olvidó la querida muñeca de trapo que la tía Marianita cuidaba con mucho esmero, a la que tejía zapatitos de lana, le cambiaba de aretes y hacía con la muñeca lo que cualquier niña hubiera hecho con su muñeca. Tal vez por su niñez llena de estrecheces nunca había podido tener una muñeca. Así, para todos, la muñeca ERA la tía Marianita.

Las cosas se dispusieron en el departamento en pocos más de dos días. La muñeca tuvo un lugar importante. Una de las sobrinas de la tía Marianita la veía todas las mañanas al salir de su cuarto, pero evitaba mirarla pues sentía que al mirar la muñeca, en realidad estaba mirando a la mismísima tía.

Hasta que un día sintió que la muñeca le hablaba, que le reprochaba que la hubieran dejado sola en la casa de toda la vida, ahora habitada por unas personas extrañas. La sobrina descartó la sensación, "no puede ser", se dijo. Decidió ignorarla, pero por si acaso, no miraba a la muñeca al pasar por ahí.

Así pasaron los días, sin que la sobrina mirara a la muñeca, hasta que su hermano mayor le dijo: "siento que la tía Marianita me dice que está sola rodeada de extraños". La sobrina se quedó de piedra y le contó su hermano de la sensación que le causaba mirar a la muñeca. También prometió que al día siguiente iría hasta la casa de toda la vida para "traer" a la tía Marianita a la nueva casa.

Fue así que con la excusa creíble de preguntar si había llegado alguna correspondencia desde la mudanza, la sobrina se presentó ante los nuevos dueños. La atendió una amable señora, le dijo que sí tenía unos sobres con los que no sabía qué hacer y se fue a traerlos. En el breve momento en que la sobrina se quedó sola ante la puerta entreabierta, dijo para sí en tono cómplice: "ya tía, sal rápido y no te me despegues porque ahí sí que no sabría dónde buscarte".

La amable señora regresó con dos sobres, la sobrina le agradeció. Una vez cerrada la puerta de la casa donde habían vivido toda la vida, la tía Marianita y la sobrina emprendieron juntas el camino de vuelta.

Ya no tuvo más problemas para mirar a la muñeca de trapo.

viernes, 10 de julio de 2015

Una de Cyrano

Me adueño de una historia de Cyrano, ese buen amigo bloguero que inesperada y repentinamente nos dejó hace muy poco. Él la publicó en su blog algún tiempo atrás, y acá la copio en su recuerdo a manera de homenaje.
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Escoba, bacín y trapo

En homenaje a dos amigos del alma.

Era un dicho que solo se lo había escuchado decir a mi madre durante toda una vida: "los tres amigos del teatro: escoba, bacín y trapo". Significaba para ella la sólida amistad que logran tener tres personas a lo largo del tiempo, de esas amistades que se mantienen "hasta grandes". De esa amistad intensa, alegre, triste, de risas y lágrimas.

Esta anécdota, motivada por tres amigos, dos él y una ella, será contada en tercera persona para proteger a los inocentes.

Dicho esto, a los hechos.

Escoba (ella) y Trapo (él) son los dos ángeles de la guarda de Bacín, que de salud esta más o menitos, que tiene dos enfermedades incurables bastante temidas. Por este motivo, Bacín se moviliza en silla de ruedas. Trapo se encarga de manejarle el auto a Bacín cuando hay que ir al médico, de compras o lo que sea. También arregla las posibles fallas que de vez en cuando se presentan en la casa de Bacín. Y Escoba es la administradora, jefa de personal, de relaciones públicas y gran coordinadora de médicos y clínicas.

El otro día, fueron los tres al supermercado a comprar una serie de cosillas que faltaban para la casa de Bacín, aprovechando de paso de comprar cosas para los otros dos. Al entrar a la tienda, Bacín y Trapo se fueron por un lado y Escoba se fue por otro. Cada uno a buscar sus cosas.

Luego de un rato, Escoba estaba en la sección frutas, que fue donde Bacín y Trapo le dieron el alcance. Se enseñaron sus respectivas compras e intercambiaron algunos comentarios y bromas.

Como ya tenían todo lo que necesitaban, se dirigieron los tres a la caja para efectuar el pago respectivo. Cuando de pronto, al pasar por un arreglo de plátanos todavía verdes, acomodados cuidadosamente en forma de torre por los trabajadores del supermercado referido, Trapo hizo una mala maniobra con la silla de ruedas de Bacín. En eso, se escuchó la potente voz de Trapo: "¡Mira Bacín lo que has hecho!" (Trapo se la pasa echándole la culpa a Bacín de cuanta torpeza pasa a su alrededor.)

Bacín, sin siquiera darse cuenta de lo que había pasado, lo único que alcanzó a ver fue a Escoba, que estaba delante de ellos, mirando cómo la montaña de plátanos iba cayendo plátano por plátano. En ese instante, los trabajadores del supermercado y los demás clientes que estaban por ahí, que seguramente habían alabado el cuidado que se había puesto en armar la torre de plátanos de dos metros de altura, observaban cómo Trapo empezaba a recoger plátano por plátano, ya regados por todos el piso, tratando de arreglar la torre. Mientras tanto, por el lado opuesto, otros plátanos caían.

En ese instante, Bacín dijo "mejor nos vamos, deja todo en el suelo y salgamos de acá rápidamente". Con una cara de seriedad mortuoria, cada uno canceló sus cosas. Trapo se encargó de embolsar, Escoba de pagar lo suyo y lo de Bacín, y Bacín estaba en su silla de ruedas con cara de "yo no fui".

A la salida, los tres estaban mudos de espanto, con el temor propio de haber salido filmados por las cámaras de seguridad, y de que los iban a atrapar en plena fuga. Cuando de pronto, se escuchó la potente voz de Trapo que dijo: "felizmente no fue una torre de latas". Escoba intervino diciendo "hubiera hecho un poquito de ruido". Bacín, recriminando a Trapo, le dijo: "tú toda la vida echándome la culpa de tus torpezas".

Llegaron al auto, subieron y lo único que se escuchó fue un solo de risas. Los tres no paraban de reír por lo que había pasado.

A ese tipo de amistad se debe haber referido mi madre cuando decía "los tres amigos del teatro: escoba, bacín y trapo".

lunes, 6 de julio de 2015

Au revoir, Cyrano

Cyrano, autor del blog Columna 17, lector de este blog y de varios otros conocidos de esta bitácora virtual, partió la tarde del sábado 4 de julio.

Eduardo, tal su verdadero nombre, se fue repentinamente. Quienes lo conocieron sabían que tenía párkinson y que incluso había escrito un libro donde narraba sus experiencias y cómo había aprendido a vivir con ese mal crónico. Supo sobrellevar sus limitaciones de manera admirable.

Hasta el cielo lo despidió llorando. En este invierno limeño que estamos viviendo, inusualmente soleado y cálido, tuvimos lluvia en niveles que no son los habituales ni en un invierno promedio.

Ahora descansa en paz, libre ya de todos los dolores e incomodidades con los que tuvo que vivir tanto tiempo.

Au revoir, Cyrano.