lunes, 23 de junio de 2014

Complicarse la existencia

Es lógico que un idioma como el castellano, con tantos hablantes, tenga muchas variantes entre las personas que lo usan como medio de comunicación. Lo que no me parece muy lógico es que los hablantes de una zona empiecen a usar formas de hablar que no les son propias.

Desde que me acuerdo, en el Perú hemos dicho pelo, cara, remedios, irse, dormir. Eso era habitual, hasta hace algún tiempo.

Resulta que desde hace poco, los peruanos se lavan el cabello, se aplican crema en el rostro, toman medicinas o medicamentos, descansan y se retiran.

Tomemos por ejemplo este párrafo común y corriente:
Voy a cortarme el pelo y aprovechar en hacerme un tratamiento en la cara. De pasada voy a la farmacia a comprar los remedios que me faltan para tomarlos en la noche antes de irme a dormir.

Eso es cosa del pasado, pues ahora se diría:
Voy a cortarme el cabello y aprovechar el tema para hacerme un tratamiento en el rostro. De pasada voy a la farmacia por el tema de comprar los medicamentos que me faltan para tomarlos en la noche antes de retirarme a descansar.

Me gustaría preguntarle a alguien que ha cambiado su manera de hablar las razones del cambio. Me inclino a pensar que lo han escuchado en programas de televisión no producidos en el Perú o doblados en otros países y que consideran que eso los convierte en personas elegantes al hablar. O tal vez crean que es más sofisticado tener el cabello liso que tener el pelo lacio. O que es más digno de un ser humano trabajador descansar antes que dormir.

Es que estas personas son muy finas para hablar. No van al hospital a visitar a su papá recién operado. No, eso es demasiado plano. Ellos van al nosocomio a visitar su progenitor por el tema de una reciente intervención quirúrgica. No tienen su santo ni su cumpleaños donde esperan regalos y saludos, qué va, eso es algo que tienen los mortales comunes una vez al año. Estos seres signados por la fineza celebran su onomástico, y esperan el tema de sus presentes y congratulaciones. Y no se van ni renuncian, muy elegantes ellos, dan un paso al costado por un tema de dignidad.

Francamente...
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¡Bienvenido de vuelta, Cyrano!


viernes, 13 de junio de 2014

"No me olvidaré"

El hombre se despertó contento ese día. Siempre se levantaba de buen humor, siempre con ganas de ver qué le deparaba cada mañana. No se crea que no tenía sus penas, las tenía y muy grandes, pero un día decidió que si se dejaba llevar por lo malo, su vida se hubiera convertido en un dramón digno de cualquier telenovela lacrimógena.

Tampoco era partidario de la filosofía de "si la vida te da limones, haz limonada". Simplemente llegó un momento en que se dio cuenta que era preferible sonreírle a todo, pero una sonrisa sincera.

Pero esa mañana, a pesar de lo contento que se sentía, notó que algo le faltaba. Por más que trató, no lo pudo definir. Era una sensación que venía como una ráfaga y cuando empezaba a percibirla, desaparecía. La sensación volvía, se esfumaba, regresaba otra vez y de nuevo ya no estaba. Algo llenaba en el aire, sentía que era importante y se sentía frustrado de no poder capturarlo en el instante en que aparecía.

Quizá para mitigar la desazón, salió de su casa dispuesto a dar una vuelta sin rumbo fijo. Sin saber cómo, sus pies terminaron llevándolo a la casa materna. A lo que quedaba de la casa materna en realidad, pues hacía un buen tiempo que la habían demolido para construir un moderno edificio de oficinas.

A pesar de haber visto y de saber cómo estaba la cuadra que le había sido tan familiar durante años, siempre era un poco chocante no ver la casa en donde era siempre recibido con efusivas muestras de cariño, sin importar la hora que fuera ni que llegara sin avisar. La sensación que le había acompañado todo el día regresó, más apremiante que antes. Más imperiosa, casi como una fuerza física irresistible.

Fue inevitable sentir tristeza, una nostalgia infinita por los tiempos idos, por los recuerdos de los que ya no están. Justo cuando pasaba por delante de donde había vivido su madre más años de lo que él mismo podía recordar, volteó para ver el nuevo paisaje que la calle le ofrecía.

Al hacerlo, escuchó la voz de su madre diciendo unas palabras que, coincidentemente estaban escritas en la pared: "cuando me marche, no me olvidaré".
"Lo sé, mamá, lo sé", contestó mentalmente.

Casi como por encanto, la sensación que no lo había dejado tranquilo todo el día desapareció.

jueves, 5 de junio de 2014

Estampas matutinas

Un escolar de primaria impecablemente uniformado y esmeradamente peinado espera en la entrada de un edificio la llegada de su movilidad escolar. A la distancia se oye su alegre voz y sus risas mientras le cuenta algo a la persona que lo acompaña.

Una mujer y una niña caminan juntas por la calle. Cruzan una estrecha y tranquila pista por la que no pasa ningún auto. La mujer está con ropa deportiva de colores y va a paso firme. La niña lleva un mandil típico de los jardines de la infancia y una pequeña mochila colgada de su espalda, también avanza a paso firme. El perfil de una parece un modelo a escala del perfil de la otra.

Un hombre se dispone a empezar el día armando su quiosco en una tranquila esquina. Retira una infinidad de candados que va metiendo en un misterioso cajón invisible. Sin duda es un ritual que se repite a diario pues lo ejecuta de memoria y en un orden aparentemente riguroso. Después va sacando la mercadería, y va poniendo cada uno de los artículos en un lugar previamente asignado y deja la impresión de que la ubicación de las cosas solamente cambia cuando alguno de los artículos se vende y debe reemplazar el espacio que quedó vacío.

Una mujer camina con pasos apresurados, le faltan pocos metros para llegar al paradero al que se dirige. En eso, ve llegar el microbús que debe tomar todos los días. Sus pasos apresurados se convierten en una carrera a toda la velocidad que sus tacos le permiten. Otro pasajero que sube en esa precisa esquina ve sus esfuerzos y le hace una seña al chofer. El chofer espera a la mujer que, con una sonrisa, le agradece mientras busca un lugar donde hacer el viaje cotidiano.
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Terminó una temporada más de Cuéntame cómo pasó. Pasarán meses antes del estreno de la siguiente temporada de los Alcántara.