domingo, 18 de agosto de 2019

El misterio del reloj que se adelanta

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En mi mesa de noche tengo un reloj despertador que es también radio. Es digital y eléctrico, y se programa con botones que están dispuestos en la parte de arriba.

Lo cierto es que mi reloj se adelanta. Poco a poco, día a día, se adelanta ligeramente. Por lo tanto, es necesario ponerlo a la hora cuando la diferencia con la hora real es muy grande.

No importaba mucho pues ocasionalmente hay que desconectar la electricidad de la casa para algún arreglo o porque la empresa distribuidora nos desconecta el servicio brevemente para algunas reparaciones nocturnas de las que ni nos damos cuenta.

De todas maneras, aparentemente ponerlo en la hora correcta es tarea fácil, solamente hay que ir avanzando en los minutos y para fijarlo en la hora hay que avanzar. Es un reloj que no va hacia atrás, bueno, como todos los relojes. Y como el tiempo.

El detalle es que el mando respectivo es caprichoso. A veces es fácil y con apenas rozarlo avanza diez dígitos. Otras veces, ni apretando con toda fuerza quiere moverse. Con el mando de la hora no hay problema, lo complicado son los minutos.

Es un reloj temperamental.

Así que decidí llevarlo con mi relojero favorito. Le conté la situación y me dijo que le dejara el reloj para revisarlo. Quedamos en que lo recogería esa tarde.

A la hora acordada, el relojero me entregó el despertador arreglado. Me dijo que había limpiado el botón respectivo y que además le había puesto una pila interna de modo tal que aunque no hubiera luz, el reloj no iba a afectarse. Es decir, si no había luz, no habría reloj, pero que iba a iba a seguir avanzando internamente de modo tal que al volver la energía eléctrica, el reloj estaría a la hora.

Del problema del adelanto, no me dijo nada. Y olvidé preguntar.

Dicho y hecho, al llegar a la casa lo enchufé y... ¡el reloj marcaba la hora correcta! No hubo necesidad de pelearme con los mandos. Y me sentí feliz.

Semanas después, vi que el reloj estaba cuatro minutos adelantado. Pero no le di importancia, con la idea de arreglarlo en la siguiente interrupción del servicio... hasta que me di cuenta de que la batería interna conservaría la hora errada al volver la energía eléctrica.

Al cabo de un tiempo, el adelanto era de diez minutos y hasta llegó a los 12 minutos. Opté por la solución del perezoso: simplemente restaba los minutos sobrantes. Y empecé a usar la alarma de mi celular como despertador.

De un momento a otro. los 12 minutos de adelanto pasaron a ser solamente ocho minutos. Ahora está en seis minutos más que la hora real.

A estas alturas, no lo pongo en hora solamente porque me mueve la curiosidad de ver hasta dónde va a llegar el retroceso.

jueves, 8 de agosto de 2019

Réquiem por la mostaza

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Empezó silenciosamente, pasó casi desapercibido para la mayoría. Pero el camino estaba trazado.

En la mayoría de restaurantes, las salsas siempre están disposición de los comensales, bien sea porque se piden al mozo o porque el propio comensal puede servirse lo que quiera de un lugar designado para tal fin.

Un día, sin previo aviso, las tradicionales opciones de "ketchup, mayonesa, mostaza y ají" se redujeron a "ketchup, mayonesa, y ají". Había que pedirla, no la ofrecían, pero la entregaban sin demora.

Más adelante, había que pedirla pero la entrega no era inmediata. Los mozos desaparecían por el trasfondo del restaurante y tras largo rato regresaban con la mostaza.

Últimamente, la mostaza no existe. Hace poco, no la vi en las salsas a disposición de los comensales. Cuando pregunté si tenían mostaza me dijeron que no, y hasta sentí una mirada de lástima por parte de la vendedora.

¿Por qué se han ensañado con la pobre salsa amarilla? ¿Qué delito cometió para que la hayan borrado así del mapa?

Me dije: no importa, la compraré en el supermercado y la usaré como quiera. Y hasta eso está en peligro ahora, pues los anaqueles respectivos están casi vacíos. A diferencia de los anaqueles vecinos, rebosantes de frascos rojos de ketchup, anaranjados de ají, los escasos frascos amarillos destacan por su escasez.

Sigo sin entender por qué la mostaza se convirtió en una especie en peligro de extinción.