miércoles, 27 de marzo de 2013

Más cosas que no entiendo

Por seguir con una lista iniciada hace algún tiempo, hay muchas más cosas que no entiendo.

No entiendo por qué hay gente que va al cine y recién decide la película que va a ver en la fila de la boletería. Peor aun, están los que después de una larga cola, con conversación incluida, llegan a la ventanilla y le piden recomendación al encargado de la venta de las entradas. Le hacen preguntas como: "¿qué tal es la película Tal y cual?", con lo que ponen al trabajador en un compromiso. Imaginen que recomienda una película que no es del gusto de estos incomprensibles asistentes.

No entiendo por qué las empresas que se dedican a poner subtítulos en las películas usan el color blanco para sus letras. Casi siempre el texto termina perdiéndose en la imagen, sobre todo cuando predominan los colores claros. Usar amarillo no es solución tampoco, pues pasa lo mismo. No sé cómo a nadie se le ocurre usar letras blancas con un ligero borde negro. Ese contorno sería fácilmente notorio en un fondo blanco y se acabaría el problema.

No entiendo por qué algunos medios de comunicación usan páginas con fondo negro, o cualquier otro color oscuro, y letras mínimas, por lo general de color blanco. No solamente me parece un inútil derroche de tinta. Lo más grave es el esfuerzo que debemos hacer los lectores con ese texto, que muchas veces se queda sin leer, con lo que el esfuerzo del autor queda desperdiciado.

No entiendo la costumbre de algunas personas de afirmar y confirmar su asistencia a alguna actividad con el mayor entusiasmo del mundo y que después simplemente no aparezcan. Cualquiera puede tener las mejores intenciones de ir, y nadie está libre de inconvenientes de último minuto, pero lo mínimo que manda la educación y la consideración a los demás es hacer llegar un mensaje dando cuenta del inconveniente. En estos tiempos de hipercomunicación, no hay excusa válida para dejar a nadie plantado.

miércoles, 20 de marzo de 2013

Dormir en el cine

Que levante la mano quien nunca se ha quedado dormido en el cine. Creo que a todos nos ha pasado al menos una vez.

En mi caso, casi siempre se trata de una pequeña cabeceada, que por breves minutos me hace perder la ilación de la trama. Es que las condiciones son las propicias: el entorno está oscuro, hay un gran silencio y las voces de la película terminan sirviendo de arrullo, factores todos que se ven potenciados cuando la sesión de cine se da luego de una jornada de trabajo.

Hace algunos años, vi una película con Al Pacino, donde el bueno de Al cree recordar de manera muy confusa haber sido testigo de un asesinato. No lo recuerda bien, no está seguro porque todo ocurre mientras él experimenta un estado de duermevela producido no recuerdo por no sé qué factor, una fuerza física irresistible que lo inducía a dormir por largos periodos. Lo gracioso es que yo vi esa película a intervalos interrumpidos  también por un sueño profundo. Al ver los créditos finales, entendí totalmente la desazón del protagonista. Es lo único que entendí, porque de la trama no comprendí nada.

Alguna vez de las tantas que fui al cine con Gonzalo, nos pasamos la película riendo porque un señor sentado en la fila adelante de la nuestra se pasó las dos horas de proyección no solamente durmiendo, sino roncando a toda gana. Sus acompañantes, aparentemente su esposa e hija, no hicieron el más mínimo esfuerzo por arrancarlo de los brazos de Morfeo. Debían estar acostumbradas.

Cuando las luces se encendieron, el hombre se levantó de su asiento diciendo "no he visto nada". Nosotros los de la fila siguiente podíamos dar fe de esa declaración.

sábado, 9 de marzo de 2013

Las perlitas no cesan

Las perlitas no cesan y siguen dándome material para el blog (hacer clic en las imágenes para verlas completas).

Trato de imaginar ese baño de sangre. ¿Cuántas gotas habrá tenido para ser calificado de paupérrimo? Más preguntas caen por sí solas: ¿sabrá el redactor de esta nota lo que significa la palabra paupérrimo?

Más nos vale cruZar hacia el frente y más lejos también, porque con carteles así, ni pensar cómo estarán los cimientos de esa obra en construcción.

Seguramente los filos de todas las fotos que imprimiera en este negocio saldrían con bordes blancos. Más allá de las evidentes faltas de ortografía, no entendí nada de lo que pretenden decir.
¿Y dónde quedan las adultas mayores? Porque si por un lado se especifica que la atención es preferente para niños y niñas y luego solamente se pone adultos mayores, ¿debo entender que esta ley no aplica para las señoras mayores? ¿Cuándo entenderán los inclusivos del idioma que con estas aclaraciones terminan excluyendo más que incluyendo?

Si no lo viera, no lo creería. El que se jacta de ser uno de los bancos más sólidos del Perú, el que nos endilga sus más de cien años de existencia, el que dice que está comprometido con la simplicidad, ¿no puede contratar a una persona que escriba correctamente que uno habrá ganado uno de sus premios? Al ver tremendo error en ese folleto publicitario (y al recordar uno de sus últimos comerciales), en lo único que pienso es en abrir la puerta y salir corriendo de ese banco.