martes, 27 de diciembre de 2011

De pompas y circunstancias

Pensabas que porque habían pasado 25 años de tu graduación te iba a dar igual ver graduarse a un grupo de muchachos. Eso pensabas, y eso sentías.

Aparece el grupo de graduandos y reconoces una cara conocida. Una entre más de cien. Podría ser una entre más de mil, de cien veces mil y de todas maneras reconocerías esa cara. Y recuerdas ese diálogo entre un zorro y un principito que casi conoces de memoria:
Para mí, no eres todavía más que un muchachito semejante a cien mil muchachitos. Y no te necesito. Y tú tampoco me necesitas. No soy para ti más que un zorro semejante a cien mil zorros. Pero, si me domesticas, tendremos necesidad el uno del otro. Serás para mí único en el mundo. Seré para ti único en el mundo...
[...]
Conoceré un ruido de pasos que será diferente de todos los otros. Los otros pasos me hacen esconder bajo la tierra. El tuyo me llamará fuera de la madriguera, como una música.
[...]
Pero tú tienes cabellos color de oro. Cuando me hayas domesticado, ¡será maravilloso! El trigo dorado será recuerdo de ti. Y amaré el ruido del viento en el trigo...
Pensabas que sería una ceremonia como muchas. Como todas. Y resultó ser como ninguna. Ni siquiera como aquella en la que tú y tu grupo fueron los protagonistas, hace 25 años.

En todos los discursos, hubo recuerdos para los ausentes. Hubo también agradecimientos para todos. Bueno, para casi todos. Se agradeció a los profesores, a los padres, a los abuelos y, por supuesto, a los propios (ex)alumnos. A pesar de lo que pensabas, esta vez tampoco agradecieron a los tíos. Para otra oportunidad será. Aunque no te importó mucho, porque más de uno te saludó con mucho cariño.

Más de cien graduandos, todos ellos elegantemente vestidos, que una hora y media después se convirtieron en graduados. Una letra menos que es todo un mundo de diferencia. Entre la multitud, una cara conocida. En medio del bullicio, una voz conocida. En medio del barullo, unos pasos conocidos.

Pensabas que sería una ceremonia como muchas. Como todas. Y resultó ser como ninguna. Con su propia pompa y su propia circunstancia.

¡A todos, mis mejores deseos de que 2012 sea un año mucho mejor!
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sábado, 17 de diciembre de 2011

El tamborilero

El camino que lleva a Belén
baja hasta el valle que la nieve cubrió
Los pastorcillos quieren ver a su rey,
le traen regalos en su humilde zurrón
ropopopón, ropopopón, ropopopón.
Ha nacido en un portal de Belén
el niño Dios.
Yo quisiera poner a tus pies
algún presente que te agrade, señor.
Mas tú ya sabes que soy pobre también
y no poseo más que un viejo tambor
ropopopón, ropopopón, ropopopón.
En tu honor frente al portal tocaré, con mi tambor.
El camino que lleva a Belén
yo voy marcando con mi viejo tambor.
Nada mejor hay que te pueda ofrecer
su ronco acento es un canto de amor
ropopopón, ropopopón, ropopopón
Cuando Dios me vio tocando ante él, me sonrió.

Cada vez que escucho este conocido villancico navideño recuerdo una historia que ocurrió hace años, cuando estudiaba francés.

El grupo estaba compuesto de una serie de alborotados adolescentes y una cantidad casi igual de adultos. Cuando lo miro en retrospectiva, la algarabía que armábamos en el salón debe haber sido más que molesta para los grandes que se veían obligados a compartir la clase con nosotros.

Una de las alumnas del grupito estudiaba en un colegio donde enseñaban francés. Asistía a las clases como un refuerzo a lo aprendido en el colegio. Probablemente no sería una alumna muy destacada si necesitaba refuerzos. Pero todos los demás la teníamos casi como central de consultas, pensando que sus conocimientos eran mayores a los del resto.

Un día, nuestro profesor nos dejó solos en el salón por unos minutos. Nos pidió que en su ausencia escucháramos una canción y que tratáramos de sacarle la letra. Dejó la canción puesta y salió. Los primeros acordes eran inconfundibles: todos reconocimos al tamborilero que se iba a Belén. Y nuestra certeza se vio confirmada cuando la alumna del colegio francés prácticamente nos dictó la letra línea por línea.

Al rato regresó el profesor. Nos preguntó si habíamos cumplido con la tarea, y en coro todos le hicimos un desordenado resumen de la canción. El profe debe haberse aguantado las ganas de reír... o de llorar, no sé. Es que la letra en francés es muy diferente. No habla de Belén, ni del niño Dios. Tal vez el único punto en común sea la presencia de un pequeño tamborilero.

Por el camino parapampampam
va un pequeño tamborilero parapampampam.
Siente su corazón que late parapampampam,
al ritmo de sus pasos
parapampampam, rapampampam, rapampampam.
¡Oh! pequeño niño pamrapampam, ¿a dónde vas?
Ayer mi padre pamrapampam
Siguió el tambor... El tambor de los soldados...
Y yo me voy al cielo...
Quiero ofrecer, para su regreso, mi tambor.
Todos los ángeles... tomaron sus bellos tambores...
Y dijeron al niño... "Tu padre está de vuelta..."
Y el niño despertó... sobre su tambor.

¡A todos, mis mejores deseos de una feliz Navidad!
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martes, 6 de diciembre de 2011

Relato (cuasi) kafkiano - colofón

Recordarán la odisea de G con un reclamo que tuvo en la entidad administradora de tributos.

Para refrescar la memoria brevemente:
- G es profesional y presta sus servicios de manera independiente, por lo que no está en la planilla, plantilla, nómina de ninguna empresa. Sus ingresos corresponden a la cuarta categoría, la de los ingresos por ejercicio independiente de la profesión.
- Al término del ejercicio económico 2008, vio que tenía un saldo a favor por tributos pagados en exceso, por lo que solicitó la devolución respectiva.
- Casi al final de 2009, le notificaron que no le correspondía dicha devolución porque sus ingresos de quinta categoría en una universidad con nombre de santo excedían los límites de esa devolución. Los ingresos de quinta categoría corresponden a los que se obtienen por figurar en la planilla de una empresa o entidad.
- G presentó un reclamo, alegando que la afirmación de la entidad tributaria no era cierta pues todos sus ingresos los recibe por ejercicio profesional independiente. Le pidieron una serie de requisitos que G tuvo que cumplir.
- Al cabo de varios meses, ya casi a mediados de 2011 y luego de dos solicitudes más por parte de la entidad administradora de tributos, G recibió la copia de una notificación enviada a la universidad con nombre de santo a través de la cual la entidad administradora de tributos solicitaba información sobre G.

Hasta ahí llegaba el relato, que se puede leer en tres posts anteriores (uno, dos y tres).

Hace pocos días, al regresar G a su casa, encontró un sobre al que primero no le dio importancia. Es más, creyó que era un sobre vacío. Cuando lo vio bien, notó que tenía papeles adentro.

Al sacarlos, vio el sello característico de la entidad administradora de tributos. Tenía un estilo muy diferente de las notificaciones anteriores. En verdad, no era una notificación sino una resolución de intendencia. Rápidamente, G pasó a leer la parte resolutiva, ya leería después con atención las partes expositiva y considerativa. Enorme fue su sorpresa cuando vio que, en resumen, la resolución contenía el mandato de girar un cheque a la orden de G por la suma correspondiente a la devolución de impuestos más los respectivos intereses, computados desde marzo de 2009. Es decir, computados desde la fecha en que G debió haber recibido ese dinero.

Fue un momento de gloria.

Dos días después, cobré el cheque y lo deposité en mi cuenta de ahorros.

Así es, G soy yo.
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