martes, 25 de marzo de 2014

De noche en París

Una abuela del siglo XX, bastante actualizada en nuevas tecnologías, reflexiona al ver a su nieta, una niña nacida en el siglo XXI, con todo lo que eso implica.

AHORITA ES DE NOCHE EN PARÍS
Te miro. Veo tus manos pequeñitas delizándose por el smartphone de tu mamá. Estás buscando las fotos de tu fiesta de cumpleaños, te detienes en una, aquella en donde soplas las velitas, las cinco velitas. Giras, vuelves, escoges con tus deditos. Ahí están las fotos.

Te cuento. Hace muchos años, mi papá, tu bisabuelo, tenía una cámara Kodak. Era rectangular, mi papá la había pintado de verde porque estaba oxidada. Le ponía un rollo de película dentro y tomaban las fotos. Solo las podían revelar cuando llegaba un fotógrafo al pueblo. Pero, ¿sabes qué?, yo tengo todavía esas viejas fotos. Opacas, borrosas, pero ahí están Reconozco a todos los que posaron para esas fotos. Estaban jóvenes, risueños. Yo me veo ahí, pequeñita como tú, junto a tu tía, mi hermana.

Y ahora llegas tú. De esas fotos viejas tomadas por la cámara Kodak solo quedamos tu tía y yo. En esos tiempos, cuando teníamos tu edad, sólo conocíamos nuestro pequeño pueblo, ni siquiera Lima, lo demás solamente estaba en los libros que leímos ávidamente, mucho después. Como por ejemplo las Tradiciones de Ricardo Palma. Seguro que no las conoces.

Por eso ahora, veo con asombro todo lo que sabes y dices. Mientras buscabas las fotos, hablaban de una amiga de tu mamá, que vive en París. Querían llamarla para saludarla por su cumpleaños, pero tu, mi pequeñita de cinco años sentenciaste; “Ahorita es de noche en París”.

¿Cómo pudiste saberlo? Creo, estoy segura, que escuchaste de pasada esa información y se quedó en tu cabecita. O tal vez alguien estaba escribiendo por el smartphone de tu mamá, desde París.

Y ahora te veo, te observo mirando las fotos en el smartphone de tu mamá con tus pequeños deditos, y recuerdo la vieja cámara Kodak pintada de verde de mi papá, tu bisabuelo.

martes, 18 de marzo de 2014

Lo bueno de lo malo

Alguien que conozco tuvo un problema en su casa el otro día.

Me cuenta que acababa de llegar a su casa y que estaba en la cocina, una mañana cualquiera de un día de semana cualquiera, cuando notó que el piso tenía un poco de agua. Fue a ver de dónde provenía y vio que salía de un depósito que conduce el agua de los baños del edificio donde vive directamente hacia el desagüe. Como su departamento está en el primer piso, el agua sucia debe pasar por ahí obligadamente antes de perderse en el drenaje de la ciudad.

El flujo de agua no era muy fuerte, pero era constante y en un rato el agua amenazaba con entrar a su casa. Para evitar eso, se puso a barrer tan rápido como pudo con una mano mientras con la otra llamaba apresuradamente por teléfono a un gasfitero conocido que solucionara el problema.

Mientras seguía evitando que el agua ingresara a su casa, marcó el teléfono del maestro, que es como llamamos en el Perú a todos aquellos hombres que ejercen un oficio muchas veces de manera empírica. A la vez, rezaba para que el gasfitero estuviera cerca y el inicio de los arreglos no demorara. Felizmente, el hombre le dijo que estaba a una cuadra de su casa, así que en menos de un minuto llegó.

Lo primero que le pidió fue detener el flujo, de agua. Para eso, tenía que abrir la tapa de otro buzón que esta fuera del departamento, en el área de los estacionamientos, justamente en el lugar de un auto que nunca sale y cuyo dueño nunca está en casa. Por suerte, ese preciso día, el auto no estaba en su lugar habitual, con lo que el maestro pudo trabajar sin ninguna dificultad. Tampoco estaba otro carro, que de haber estado estacionado en su sitio de siempre, no hubiera dejado que el hombre pudiera transitar libremente.

Luego de unos quince minutos, quedó detenido el flujo del agua, aunque había que seguir sacando todo lo que se había derramado en la cocina en el camino hacia el exterior y que apenas entró a la casa. A pesar de ser agua sucia, agua de desagüe, el olor no era todo lo desagradable que se podría suponer.

El gasfitero hizo su diagnóstico en poco rato. Había pasado lo que era previsible, que las tuberías se habían atorado por una serie de cosas que incomprensiblemente las personas arrojan por el inodoro. Me dicen que el maestro encontró hasta un trapo.

Casi dos horas después, cuando ya todo se hubo limpiado todo, se pusieron las tapas de los desagües de vuelta a su sitio, las cosas volvieron a la normalidad. Y vaya que sí, pues al poco rato, uno de los autos que hubiera sido un gran impedimento para realizar el trabajo ya estaba estacionado en su lugar de siempre, sin enterarse de lo que minutos antes había estado pasando.

Muchas circunstancias buenas en medio de un acontecimiento francamente malo.

lunes, 10 de marzo de 2014

Casa de recuerdos

Dicen que las cosas no tienen vida, pero yo creo que eso no es cierto.

El otro día, mis pies me llevaron casi sin querer queriendo por una casa en la que vivieron personas queridas durante mucho tiempo. Desde cuadras de distancia, divisé la puerta del estacionamiento y recordé la vez que un irresponsable se estrelló a medianoche y la destrozó en un segundo, lo que causó un gran susto en sus habitantes.

Ya más cerca, pasé por fuera de la ventana desde donde se vería el comedor, aunque no quise mirar. Cuántas risas y anécdotas compartidas en torno a esa recordada mesa redonda. La memoria voló a una de esas veladas donde pasar un buen momento era tan simple que parecía que duraría para siempre.

Al llegar a la esquina pude ver la puerta principal, que estaba abierta. Había personas entrando y saliendo, unas saludando a otras. Innumerables veces pasé por esa puerta, innumerables veces una carita chiquitita mostraba una sonrisa enorme mientras gritaba mi nombre al verme aparecer por ahí. Hasta escuché esa vocecita invitándome a entrar imperiosamente, casi sentí una manito impaciente jalándome al interior mientras me contaba las últimas novedades.

El árbol que sirvió de escondite, de fuerte, de escalera y probablemente hasta de confidente ya no está desde hace tiempo. Verlo rodeado de otros niños tal vez hubiera sido demasiado.

Me alejé de esa esquina tan llena de recuerdos. Por allá veo la casa donde vivía el perrito Otto Kunz, más allá el punto exacto donde dos carros chocaron aparatosamente una de tantas noches en me quedé acompañando a un pequeñito, la escuela de artes marciales justo frente a mí, la bodega donde saludaban al vecinito con sonrisas y palabras cariñosas.

Con una leve sacudida de cabeza regresé al presente y seguí mi camino. Todo eso en apenas minutos, los que me tomó pasar por delante de la casa de los recuerdos.

La vida sigue. Mi camino también.

lunes, 3 de marzo de 2014

Perlitas de marzo

Lamentablemente. seguirán viniendo.
Lo que sin duda debe haber sido una marcha por la paz y contra la inseguridad se convirtió en imagen para esta serie de perlitas. Gracias a Inés por haberme hecho llegar esta foto, que apareció nada menos que en la página web de la radio más confiable del Perú.
Honestamente, prefiero escoGer el tamaño de la pizza que pienso pedir. Eso sí, me da que pensar pues si así escriben, ¿cómo cocinarán?
Cuando este edificio esté completamente construido, ¿cómo convocarán a las reuniones de juntas de propietarios? Habrá que ver si el asunto tiene la trascendencia suficiente para que los resiNdentes dejen su espacio resiNdencial y acudan ante la convocatoria.
En este diario no solamente no conocen las reglas de ortografía, sino que tampoco saben contar hasta 10. Ofrecen diez películas en el titulo, pero con toda claridad nos dicen que solamente hay nueve fotos.
No es lo mismo decir que veS a la ciudad de Nueva York desde el distrito limeño de La Victoria que decir que la veS por primera veZ.
De una línea a otra, una persona pasó de ser hijo a ser progenitor. Eso es lo que pasa cuando los periodistas no pueden simplemente ir al hospital a visitar a su padre, sino que deben complicarse la vida y acudir al nosocomio a hacer una visita a su progenitor... entre otras perlas.