Tenía una lista de varios remedios, así que opté por esa farmacia básicamente porque he comprobado que tiene los precios más bajos. Además, hay un local bastante cerca de mi casa.
Lista en mano, entré a la farmacia y me atendió una amable señorita. Le iba dictando uno por uno los nombres de la lista, y ella diligentemente los escribía en su computadora. Muchos de los nombres que le dicté eran nombres de genéricos, mucho más baratos que los medicamentos con nombre comercial. Cuando terminamos, me dio un papelito con un número, con el que me acerqué a la caja.
En esa farmacia el sistema es que uno le dice a la persona que atiende lo que quiere comprar, lo van digitando en una computadora y se genera un código de compra. Ese es el número que la señorita que me atendió anotó en el papelito que me dio. Con eso, uno va a caja y recién se genera el comprobante de pago.
Fui a la caja, me indicaron el total y yo pagué. Camino a recoger mi compra, revisé mi comprobante. Recién ahí vi que muchos de los nombres en la lista no eran de genéricos, sino de nombres comerciales. Así que regresé donde la señorita que me había atendido y le aclaré que yo no le había dado nombres de laboratorio, sino genéricos nomás. Luego de esa explicación, le pedí que me anulara esa orden y que me hiciera una nueva, esta vez con los genéricos, tal como yo se lo había indicado.
Medio de mala gana lo hizo. Tuve que regresar a la caja, explicarle eso a la cajera, que anuló el comprobante que ya me había hecho y me hizo otro. El precio total fue mucho menos, casi la mitad que el anterior.
Desde entonces, cada vez que compro en esa farmacia, me cuido de recalcarle a la persona que me atiende: "déme el genérico nomás".
¡Felices Fiestas Patrias!
Los peruanos celebramos ayer y hoy 189 años de vida independiente.