martes, 4 de noviembre de 2008

Ese viejo árbol

Hace algunos días, haciendo una traducción para Global Voices Online en castellano, me encontré con un blog llamado Cuna de la humanidad. El post que yo estaba traduciendo tenía por título ¿Eres de Bahréin?, donde la autora contaba de las ideas preconcebidas que la gente tiene sobre su país. Actualmente está estudiando en Ohio, y a continuación copio un extracto de lo traducido:

A veces temo cuando la gente me pregunta de dónde vengo. No más del 10% de la gente que escucha “Bahréin” como respuesta tiene alguna idea de dónde puede estar ese país, pero esa no es la causa de molestia. Para los que saben que Bahréin está en Golfo Pérsico, hay una cosa que les viene a la mente – riqueza. Algunos podrían preguntar, pero son los que asumen los que más me molestan.

[…]

Entré al blog, y encontré un post que llevaba por título 'Y ese viejo árbol que odiábamos', y que con autorización de la autora, traduzco a continuación:


Ha pasado mucho tiempo desde que escribí. Pero hoy de verdad me siento con ganas de escribir, así que escribiré. Pretendo que este post sea el primero de una serie acerca de mis viajes.

Hace un par de meses fui a Londres
- mi primera visita al Reino Unido desde que me fui en 2006. Cómo me sentía al preparar el viaje era raro realmente: algo parecido a la manera en que me sentía cuando me preparaba para una temporada libre en Bahréin mientras vivía en el Reino Unido, después de todo, un segundo hogar para mí. Lo que es de verdad bizarro acerca de mi conexión emocional con el Reino Unido es que no siempre me sentí así. De hecho, casi lo odié durante mi primer año allá odiaba todo lo que hacía Gran Bretaña a Gran Bretaña. Estaba de mal humor y triste. Todavía no sé o no recuerdo cuándo ocurrió el cambio, pero claramente recuerdo que dejé de luchar contra el sistema en algún momento. Abrí los brazos al interminable verdor de las colinas de Gales - y ellas me devolvieron el abrazo. La sonrisa en las caras de los extraños en las calles de Cardiff, mozos y vendedores imprimían ahora una genuina sonrisa, y había una innegable calma a como me sentía cada día. Ya no odiaba el sol; más bien, un día soleado era razón suficiente para un día grandioso.
- “¿Todo bien, cariño?”
-“Todo bien”.
Todo bien, así me sentía de verdad.

El avión aterrizaba y yo estaba casi segura de que podía ver el Muelle Canary y lo que parecía ser el One Canada Square. En Heathrow, el funcionario de migraciones sonrió y me preguntó si todo estaba bien. Mirando mi
pasaporte, me preguntó cuánto tiempo había estado fuera del Reino Unido. Estaba desconcertada. Luché por mis palabras y luego dije finalmente “un año y medio”. Entonces me di cuenta de que estaba viendo mi permiso de residencia y no mi visa, y que casi a la vez que yo hablaba él notó la fecha de expiración y volteó las páginas de mi pasaporte a mi visa de negocios. Ahora me preguntó qué me trajo hoy al Reino Unido.

Mucha gente me había dicho que me sentiría rara de regresar como
turista a un lugar en el que he vivido. Para nada. Había una extraña sensación de comodidad acerca de conocer mi camino en el aeropuerto, comprar billetes del Heathrow Express a Paddington, y la conversación acerca de la lluvia con el taxista. Mis ojos rozaban las calles de Londres, y los nombres conocidos me trajeron chispazos de recuerdos. Siempre he sido una víctima de la nostalgia, pero no esperaba que la desencadenaría meros nombres en la calle. “Pert-a-manger”, “Tesco Metro”, “Bella Italia”, “Dorothy Perkins”, “Café Uno”, “ La Tasca”, “Café Nero” , “M&S Food”... y la lista sigue.

Tuve suerte con el clima, así que podía disfrutar de una caminata largamente anhelada. La abundancia de ardillas en el Parque
James Park parecía entender de fotografía: posaron para las fotos. Por una recomendación de Bint Battuta, visité Hampstead Heath por primera vez y no lo lamenté en absoluto. Poder echarme en el verde pasto, inhalar el aire fresco y seguir viendo Londres con una gran vista fue magnífico. Mucha gente que conozco piensa que Londres no es precisamente un destino de vacaciones, y podrían tener razón. Salvo que para mí Londres es más que vacaciones.

Fairouz dijo una vez:
Y ese viejo árbol...

El que odiábamos...
Ahora me encanta...
Y lo extraño...
Y te extraño...

Exactamente.

Su referencia a las ardillas que posan para fotos se me hizo conocida.

Tal vez si yo saliera por un largo periodo del sitio que considero mi casa también lo extrañaría todo, desde el cielo limeño nublado y siempre gris, las compras en la bodega de Luz María, las sopas de don Juanito, los anticuchos de doña Lourdes, la fruta de mi casero (cuyo nombre siempre me olvido de preguntar), saludar a Lolo al pasar por delante de su quiosco, la amable atención de las chicas de la farmacia, las combis que pueblan el paisaje limeño, el tráfico caótico de Lima, los gritos de mis vecinitos, las calles cerradas por diversas obras a las que muchas veces no encontramos sentido, los bocinazos de los taxistas... en una palabra, extrañaría todo, incluidos los informes del tráfico que pasan incesantemente en una radio local.

2 comentarios:

  1. Lleno de ternura y nostalgia, tienes razon

    ResponderEliminar
  2. Lo que pasa es que dejamos nuestras huellas, queriéndolo o no... Así como las de otras personas quedan en nosotros para siempre... Simple y llanamente, esa es la vida.

    ResponderEliminar

Por el cumplimiento del Reglamento de Protección de Datos de la UE (RGPD) 2016/679, al suscribirte a Seis de enero aceptas que se usen tus datos conforme a lo establecido en la política de privacidad. Esta establece los términos en que el blog usa y protege la información que brindan los suscriptores al usar el blog.