jueves, 3 de agosto de 2017

Recordando un almuerzo especial

Se acerca una fecha especial en la familia. Repito esta entrada publicada originalmente a finales de 2013 (por eso se habla de playa y verano) como homenaje al protagonista del importante acontecimiento que se acerca.
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Es un jueves decembrino cualquiera. Vas caminando por la avenida miraflorina más representativa y comercial cuando oyes sonar tu celular en el bolsillo. Es un timbrado personalizado y desde que lo escuchas, sonríes. Sabes quién llama desde las primeras notas, y lo confirmas cuando escuchas esa voz que hace tiempo dejó de ser vocecita.

Después del breve saludo precedido por ese diminutivo de tres letras que es casi su propiedad exclusiva, la exvocecita te dice:
- Voy a ir a la playa a eso de las 11 a. m. ¿Puedo almorzar en tu casa después?
- Esa pregunta ni se pregunta- respondes.
- Ya, te llamo en un rato para decirte la hora en que voy a llegar.

Cumpliendo lo ofrecido, el mismo timbrado suena a los pocos minutos. Te dice que calcula que estará en tu casa a la 1:30 p. m. y que va con un amigo. Le pides que te confirme cuántos comensales serán en total porque justo ese día ibas a comprar almuerzo para ti. Te dice que son él y un amigo. Son tres almuerzos en total, te dices.

A la una en punto estás en el restaurante donde compras los almuerzos cuando no hay nada preparado en casa. No altera tus planes, solamente debes agregar dos órdenes para los acompañantes que te cayeron en suerte, literalmente. Miras la lista de platos del día y escoges lo mismo para los tres. Pagas, esperas y al cabo de cinco minutos estás rumbo a casa, a una cuadra de distancia. Miras la hora, 1:15 p. m.

Dispones los sitios en la mesa, acomodas los respectivos cubiertos en cada lugar, con sus respectivos vasos. Todo mientras escuchas la radio, que siempre está más cerca de la gente.

Casi 15 minutos después, tocan el timbre. Miras por la ventana antes de abrir la puerta, aunque sabes muy bien quién es. Lo abrazas, saludas al amigo y, previa lavada de manos, se sientan a comer. Hablan de todo y de nada, alaban la comida, te resumen su día de playa, hablan de sus planes para el verano que ya se anuncia, les cuentas tus novedades, se ríen de cosas tontas.

Terminada la comida, dices que debes volver a trabajar. Ellos lo saben, se despiden, los ves partir. La casa ha quedado revuelta, llena de arena que barres rápidamente.

Son huellas de un almuerzo especial que ojalá se repita, como le dijiste casi al oído al momento de la despedida. Claro que si, te asegura. Sabes que así será.

16 comentarios:

  1. No sé chica, a mí me suena a "tener mucho morro" como decimos en España. Se auto-invitan y luego ni siquiera se quedan a recoger. Si la próxima es en su casa y tú como una reina, pues fenomenal, pero sino...
    Que tengas un buen finde!!!!

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    1. No, todo lo que usamos fue descartable, así que no quedó nada para lavar, ni cubiertos. El único "trabajo" fue barrer la poca arena que dejaron a su partida.

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    2. Pues yo observo que la llegada de esos comensales fue un verdadero regalo para ti. Y "autoinvitarse" fue una muestra de confianza y seguridad en que sería bien recibido.

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    3. Claro, ese día almorcé en muy buena compañía. Fue memorable.

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  2. Sigo pensando, Gabriela, en tu arte para describir cosas simples de la vida.No es fácil.

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  3. La arena no importa, lo que importa es que te visiten.
    Besos Gabriela

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    1. Y si vienen cargados de cariño, siempre serán bien recibidos.

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  4. Me gustó bastante esa forma de gozar de la confianza para expresar el deseo de almorzar con alguien que se quiere . El gustazo fue tuyo de recibirlo y gozar del encuentro

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    1. Alguien que se quiere tantísimo, Yvette. Fue un almuerzo más que especial.

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  5. Demuestran confianza por ir a verte de esa forma.
    vengo a visitarte y a presentarte desde mi nuevo blog . Un abrazo Chelo

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  6. Esses são momentos inesquecíveis.
    Bom dominho, Gabriela.
    Beijinhos

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  7. Momentos assim são maravilhosos! Feliz semana!

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