Es un jueves decembrino cualquiera. Vas caminando por la avenida miraflorina más representativa y comercial cuando oyes sonar tu celular en el bolsillo. Es un timbrado personalizado y desde que lo escuchas, sonríes. Sabes quién llama desde las primeras notas, y lo confirmas cuando escuchas esa voz que hace tiempo dejó de ser vocecita.
Después del breve saludo precedido por ese diminutivo de tres letras que es casi su propiedad exclusiva, la exvocecita te dice:
- Voy a ir a la playa a eso de las 11 am. ¿Puedo almorzar en tu casa después?
- Esa pregunta ni se pregunta- respondes.
- Ya, te llamo en un rato para decirte la hora en que voy a llegar.
Cumpliendo lo ofrecido, el mismo timbrado suena a los pocos minutos. Te dice que calcula que estará en tu casa a la 1:30 pm. y que va con un amigo. Le pides que te confirme cuántos comensales serán en total porque justo ese día ibas a comprar almuerzo para ti. Te dice que son él y un amigo. Son tres almuerzos en total, te dices.
A la 1 pm en punto estás en el restaurante donde compras los almuerzos cuando no hay nada preparado en casa. No altera tus planes, solamente debes agregar dos órdenes para los acompañantes que te cayeron en suerte, literalmente. Miras la lista de platos del día y escoges lo mismo para los tres. Pagas, esperas y al cabo de cinco minutos estás rumbo a casa, a una cuadra de distancia. Miras la hora, 1:15 pm.
Dispones los sitios en la mesa, acomodas los respectivos cubiertos en cada lugar, con sus respectivos vasos. Todo mientras escuchas la radio, que siempre está más cerca de la gente.
Casi 15 minutos después, tocan el timbre. Miras por la ventana antes de abrir la puerta, aunque sabes muy bien quién es. Lo abrazas, saludas al amigo y, previa lavada de manos, se sientan a comer. Hablan de todo y de nada, alaban la comida, te resumen su día de playa, hablan de sus planes para el verano que ya se anuncia, les cuentas tus novedades, se ríen de cosas tontas.
Terminada la comida, dices que debes volver a trabajar. Ellos lo saben, se despiden, los ves partir. La casa ha quedado revuelta, llena de arena que barres rápidamente.
Son huellas de un almuerzo especial que ojalá se repita, como le dijiste casi al oído al momento de la despedida. Claro que si, te asegura. Sabes que así será.
Después del breve saludo precedido por ese diminutivo de tres letras que es casi su propiedad exclusiva, la exvocecita te dice:
- Voy a ir a la playa a eso de las 11 am. ¿Puedo almorzar en tu casa después?
- Esa pregunta ni se pregunta- respondes.
- Ya, te llamo en un rato para decirte la hora en que voy a llegar.
Cumpliendo lo ofrecido, el mismo timbrado suena a los pocos minutos. Te dice que calcula que estará en tu casa a la 1:30 pm. y que va con un amigo. Le pides que te confirme cuántos comensales serán en total porque justo ese día ibas a comprar almuerzo para ti. Te dice que son él y un amigo. Son tres almuerzos en total, te dices.
A la 1 pm en punto estás en el restaurante donde compras los almuerzos cuando no hay nada preparado en casa. No altera tus planes, solamente debes agregar dos órdenes para los acompañantes que te cayeron en suerte, literalmente. Miras la lista de platos del día y escoges lo mismo para los tres. Pagas, esperas y al cabo de cinco minutos estás rumbo a casa, a una cuadra de distancia. Miras la hora, 1:15 pm.
Dispones los sitios en la mesa, acomodas los respectivos cubiertos en cada lugar, con sus respectivos vasos. Todo mientras escuchas la radio, que siempre está más cerca de la gente.
Casi 15 minutos después, tocan el timbre. Miras por la ventana antes de abrir la puerta, aunque sabes muy bien quién es. Lo abrazas, saludas al amigo y, previa lavada de manos, se sientan a comer. Hablan de todo y de nada, alaban la comida, te resumen su día de playa, hablan de sus planes para el verano que ya se anuncia, les cuentas tus novedades, se ríen de cosas tontas.
Terminada la comida, dices que debes volver a trabajar. Ellos lo saben, se despiden, los ves partir. La casa ha quedado revuelta, llena de arena que barres rápidamente.
Son huellas de un almuerzo especial que ojalá se repita, como le dijiste casi al oído al momento de la despedida. Claro que si, te asegura. Sabes que así será.
Es preciosa la entrada Gabriela.
ResponderEliminarSon las pequeñas cosas que te alegran el día. Un beso muy fuerte para todos.
Laly
Ciertamente, son pequeñas cosas tan grandes como esta las que alegran cualquier día.
EliminarSão prazeres inesperados, surpresas, momentos felizes.
ResponderEliminarBeijinhos
Así es Nina, fue un almuerzo lleno de momentos felices.
EliminarQué delicia de lectura, he disfrutado enormemente, con una sonrisa me tienes Gabriela.
ResponderEliminarCuando las cosas salen así de bien, todo es maravilloso.
Me alegro por esa sonrisa, Milena.
EliminarRealmemte muy especial...ademas con la ex voz de niño presente.....
ResponderEliminarPresente y más que presente, Cyrano.
EliminarEsos vínculos que se establecen con una persona a la que conoces desde antes de su nacimiento, no se terminan nunca. Son muchas experiencias en común que van acrecentándose con el tiempo.
ResponderEliminarEso está muy bien, Acirema, ojalá no terminen nunca.
EliminarEsos almuerzos se disfrutan al máximo y siempre esperamos que vuelvan a repetirse. Una buena comida y mejor compañía, no se puede pedir más.
ResponderEliminarQue disfrutes también del fin de semana:))
Un beso desde un frio Béjar.
Y aunque la comida no hubiera esta tan buena, Laura, el almuerzo seguiría siendo memorable.
EliminarSon momentos que quedan en el corazon y en la memoria por mucho tiempo, nada mejor que una persona especial para compartir y reir en la mesa :)
ResponderEliminarbesos, feliz semana!!
Compartir y reír con alguien tan especial es ciertamente mágico, Patricia.
EliminarGabriela, querida, muito obrigada pela sugestão. Garantidamente vou experimentar!
ResponderEliminarBeijo
¡Y nos cuentas, Nina!
EliminarEsa es una comida especial que recuerdas incluso después de que los años hayan pasado (y secretamente deseas que se uelva a producir...)
ResponderEliminarEs un buen recuerdo.
Un besito
Conociendo a los protagonistas de este episodio, Marta, no dudes que se repetirá.
EliminarHola Gabriela; Esas son las cosas que extraño de mi país. La improvisación... Por alguna razón la espontaneidad se pierde con el frio y no nos damos cuenta...yo trate de hacer algo parecido una cuantas veces por aquí y lamentablemente siempre necesita un "appointment".Que linda experiencia la tuya.
ResponderEliminarMil gracias por tus cálidas palabras aunque no has pasado por una experiencia como la mía, siempre es agradable recibir esa palabra de aliento y la buena vibra que me ayuda a dar un pasito hacia adelante en el proceso de mejora. Gracias por tu paciencia. Esta semana me pongo en campana con tu presente, esa tarea de arreglar tu paquete me va a distraer.
Un abrazo y me gusto como la pantalla une a el mundo!
iela
A veces, un poco de espontaneidad no cae mal, Iela. Y adelante, a dar ese pasito adelante y muchos más.
EliminarSaludos de USa.
ResponderEliminarQuerida Gabrielita, muy bonita tu entrada;la verdad,
me encanto, me hizo volver atras y senti un poco de
nostalgia. Te quiero.
Cotiti.
Qué bueno que te gustara.
Eliminar:D
Pues este jueves ha sido especial porque he encontrado muchos blogs interesantes en este espacio virtual y el tuyo ha sido uno de ellos. Por tanto simulando tu final del relato seguro que esta visita se repertirá.
ResponderEliminarsaludos desde Tenerife-Canarias-España y te dejo enlace de mi espacio para cuando gustes.
http://gofioconmiel.blogspot.com.es/
Bienvenida, Gloria. No dudes que pasaré por tu espacio a visitarte.
EliminarGracias por detenerte por acá.
Hola Gabriela:
ResponderEliminarValió la pena, veo, la compra de aquellos almuerzos "de urgencia".
Un beso.
Aunque hubiera sido el triple de almuerzos de urgencia, Esteban, igual hubiera valido la pena.
EliminarMuy lindo relato, esos almuerzos sorpresa con seres queridos son inolvidables, me recuerdan cuando vienen sin avisar mis dos nietos la de 9 y el de 7 años y me dicen, venimos para almorzar contigo, ¿podemos?, yo les digo que me encata la idea. Son las pequeñas grandes alegrías que da la vida.
ResponderEliminarTu engreido desde chiquitito, ya es un jovencito, y te dio esa algría.
Me gusto mucho,
Carños de tu madrina.
María del Carmen
Espero que esos niños sigan apareciendo por tu casa así, sin anuncio durante mucho tiempo, Maricarmen.
EliminarHola Gabriela, ahora son las 7.55 de la maiñana y me he leìdo esta entrada que me ha encantado porque tienes esa habilidad especial para describir con concisiòn situaciones y sentimientos siempre de manera recatada y sin excesos de sentimentalismo que creo que te caracteriza, la sencillez de un dìa especial.
ResponderEliminarSe me hace tan raro y tan envidiable pensar en un dìa de playa con estos frìos que por aquì aun nos abaten...pero ya veo que me estoy enrollando demasiado. Me tengo que ir ahora. Cariiños hasta tu Lima
Chusa
Ya será tiempo en que el sol les alumbre y acá lo extrañemos, Chusa. Gracias por leer esta entrada, para mí tan especial.
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