Hace algún tiempo conté de las pulseras búmeran, que así como desaparecen, regresan al poco tiempo. A veces sin que me dé cuenta de su falta.
En un nuevo caso de pulseras que van y vienen, una mañana muy temprano me percaté de que una de mis pulseras no estaba en mi brazo. Por alguna razón que no podría explicar, tenía la certeza casi absoluta de que la pulsera se había caído en mi casa y por consiguiente, tenía la certeza casi absoluta también de que la encontraría pronto. Era cosa de estar con ojos bien abiertos.
Miré debajo de la cama, palpé dentro de la cama ya tendida, busqué dentro de la ducha, revisé dentro de los cajones, de todos los que recordaba haber abierto entre la noche previa y los primeros minutos de esa mañana. Nada de la pulsera. Dentro de mí tenía la tranquilidad de que la iba a encontrar, aunque no sabía cuándo.
Salí como todos los días echando en falta mi pulsera. La cabeza me seguía dando vueltas con lugares que me había faltado mirar. Más tarde ese mismo día, cuando regresaba a la casa antes del almuerzo, una certeza me "habló". No había echado un vistazo al lavadero de la zona de la lavandería de la casa. Ahí tenía que estar la pulsera.
Entré a la casa y me fui directo al lavadero Ahí estaba la pulsera, brillando de limpia, enroscada en sí misma. Era el fin de este viaje.
No pasaron ni dos semanas cuando noté la falta de la misma pulsera. Era un viernes en la noche, y esta vez la certeza de que estaba en la casa no era tan fuerte. Era más un deseo, un anhelo, pero no podía tener la seguridad absoluta de la ocasión anterior.
De todas maneras, repasé por todos los cajones y sitios donde podría estar, pero no tuve éxito. Aun así, no me resignaba a perder la pulsera. Sabía que iba a aparecer.
A la mañana siguiente, un sábado cualquiera, después de una noche de llovizna otoñal limeña, salí de la casa. Un pequeño destello me hizo mirar al suelo, y entonces la vi. Mojada y de nuevo enroscada en sí misma, en la entrada del edificio, felizmente no en la calle, la pulsera pródiga brillaba levemente mojada aún luego de horas de recibir gotas de agua celestial.
La recogí, la limpié, ajusté sus ganchitos que estaban un poco flojos y me la puse.
Ya no se ha vuelto a caer. Y si vuelve a pasar, sé que la voy a encontrar... eso espero.
En un nuevo caso de pulseras que van y vienen, una mañana muy temprano me percaté de que una de mis pulseras no estaba en mi brazo. Por alguna razón que no podría explicar, tenía la certeza casi absoluta de que la pulsera se había caído en mi casa y por consiguiente, tenía la certeza casi absoluta también de que la encontraría pronto. Era cosa de estar con ojos bien abiertos.
Miré debajo de la cama, palpé dentro de la cama ya tendida, busqué dentro de la ducha, revisé dentro de los cajones, de todos los que recordaba haber abierto entre la noche previa y los primeros minutos de esa mañana. Nada de la pulsera. Dentro de mí tenía la tranquilidad de que la iba a encontrar, aunque no sabía cuándo.
Salí como todos los días echando en falta mi pulsera. La cabeza me seguía dando vueltas con lugares que me había faltado mirar. Más tarde ese mismo día, cuando regresaba a la casa antes del almuerzo, una certeza me "habló". No había echado un vistazo al lavadero de la zona de la lavandería de la casa. Ahí tenía que estar la pulsera.
Entré a la casa y me fui directo al lavadero Ahí estaba la pulsera, brillando de limpia, enroscada en sí misma. Era el fin de este viaje.
No pasaron ni dos semanas cuando noté la falta de la misma pulsera. Era un viernes en la noche, y esta vez la certeza de que estaba en la casa no era tan fuerte. Era más un deseo, un anhelo, pero no podía tener la seguridad absoluta de la ocasión anterior.
De todas maneras, repasé por todos los cajones y sitios donde podría estar, pero no tuve éxito. Aun así, no me resignaba a perder la pulsera. Sabía que iba a aparecer.
A la mañana siguiente, un sábado cualquiera, después de una noche de llovizna otoñal limeña, salí de la casa. Un pequeño destello me hizo mirar al suelo, y entonces la vi. Mojada y de nuevo enroscada en sí misma, en la entrada del edificio, felizmente no en la calle, la pulsera pródiga brillaba levemente mojada aún luego de horas de recibir gotas de agua celestial.
La recogí, la limpié, ajusté sus ganchitos que estaban un poco flojos y me la puse.
Ya no se ha vuelto a caer. Y si vuelve a pasar, sé que la voy a encontrar... eso espero.
Gabriela, eu diria que essa pulseira tem vida própria e alma de aventureira!
ResponderEliminarBeijinhos
Eso debe ser, Nina, pero aparentemente se arrepiente y se queda cerca... felizmente.
EliminarSe ve que la pulsera se acostumbró tanto a tu brazo que hace todo de su parte para volver a su sitio. Pero volviendo al plano terrenal, has hecho muy bien en ajustar los ganchitos.
ResponderEliminarSí Acirema, es mejor no arriesgarse y no esperar que a la tercera la pulsera decida irse para siempre.
EliminarFinal feliz porque siempre la acabas encontrando a tu pulsera. Es algo misterioso, es cierto, pero a veces también a mì me pasa con ciertos objetos. Tengo la certeza de que los voy a encontrar. Me pasò asì con unas tijeritas rosas que cortaban divino, las perdìa y siempre las encontraba hasta que ahora tengo la certeza de haberlas tirado a la basura con el papel de envolver un regalo... Los pendientes sì que los pierdo, siempre se me cae uno, asì que muchos los tengo desparejados jaja...
ResponderEliminarQué lástima por tu tijera, Chusa. A mí me pasó con una tijera súper que tenía y que se perdió una vez... dos días después, la encontré "escondida" debajo de una alfombra.
EliminarA las mujeres nos suceden esas cosillas... luego aparecen.... por algo lo de brujitas, jajajaja, suerte del final feliz, cariños
ResponderEliminarEstá buena la explicación de las brujitas, Abril.
EliminarUn refrán dice que no hay dos sin tres...Pero por si acaso cuídala ;))
ResponderEliminarNo se vaya a enfadar y encuentre otro brazo.
Un beso.
Esperemos que no, Laura, así que ahora sí la estoy cuidando.
EliminarA mí me pasó algo parecido con unas gafas. Las eché de menos durante un par de días, hasta que mi intuición me dijo que las debí perder en un parking en el que había estado. Fuimos a preguntar a información sin mucha esperanza, y resultó que algún buen ciudadano las recogió del suelo. Estaban hechas puré, pero conseguí enderezarlas un poco. Me emocioné cuando las vi, jajajaj.. Un beso
ResponderEliminarEsa emoción que se siente cuando encontramos algo querido que creíamos perdido para siempre es incomparable, ¿no lo crees?
Eliminarwow! Lo mismo diria de algunos hombres ja ja ja...en fin, solo para reir. Increible que la encuentres de nuevo, excelente! Me pregunto que pasaria si le pones algo muy tuyo para diferenciarla, despues de todo se lo merece hum?
ResponderEliminarBesotes, gracias por tu amistad!
Sí Patricia, ciertamente esa fidelidad merece ser reconocida.
EliminarMágica parece ser tu pulsera... sabes que hace unos dias me ocurrió un caso ... estaba segura que habia guardado un anillo en un neceser que llevo el el bolso, saqué todas las cosas que tenia en su interior, porque a primeravista lo lo encontré, y no estaba, volví a ponerlo todo dentro ylo guardé en el bolso, al dia siguiente, después de rezar un padre nuestro a S. Antonio, volvi ha hacer lo mismo y allí estaba... no sé si pensar que no miré bien, pero el padre nuestro a S. Antonio siempre me ha funcionado...
ResponderEliminarMi hijo Javier es zurdo como tú, me encantatener tantas cosas en comun jijii.
GRACIAS por tu visita, y sí, espero que mi tiempo de para todo... jijii
Besitosss GUAPETONA.
Eso también me ha pasado, Golosengus, buscar algo diez veces en un sitio sin éxito. A la vez número once, aparece exactamente donde "no estaba". Misterio...
EliminarJolín con la pulsera... Ten cuidadito con ella, Gabriela, que la suerte del efecto bumeran puede que a la tercera falle.
ResponderEliminarBesos a montones de las dos.
J&Y
Espero que no. Por eso, ya le ajusté bien el seguro para que no vuelva a pasar.
EliminarPues suerte que no la vio otra persona...
ResponderEliminarPero bueno parece que la pulsera, quiere tu atención absoluta.
Besitos
Es una pulsera fiel, Inma Luna.
EliminarYo no pierdo, sino refundo muchas cosas, felizmente con la seguridad de que está en mi desordenado cuarto. Mis cosas no tienen el efecto búmeran, no regresan, a veces las encuentro cuando ya me olvidé de buscarlas.
ResponderEliminarUn abrazo.
Mientras regresen es buena noticia, Yvette.
EliminarBuen fin de semana ;)
ResponderEliminarBesos.
¡Gracias!
EliminarMe parece que le tienes que arreglar el cierre, debe estar falseado. A mi me pasaba también.
ResponderEliminarBesos
Ya lo ajusté, Norma. Esa era la causa de que se cayera.
EliminarEsa certeza desconcertante que a veces nos acompaña! Muy acertada tu intuición.
ResponderEliminarUn abrazo.
Felizmente fue una intuición acertada, Soñadora. Si no, estaría lamentando haber perdido mi pulsera.
Eliminar