Vuelvo a publicar un post que publiqué en 2008, y que terminó siendo uno de los más especiales de este blog. Por cierto, los personajes descritos acá siguen en los mismos lugares.
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En mis últimos años en la universidad, mis amigos y yo adquirimos la costumbre de comprarle churros a un señor que tenía (y todavía tiene) una carretilla en una esquina de la Av. Arequipa, en Miraflores, muy cerca de lo que alguna vez fue la Casa Marsano y a pocas cuadras del Colegio de Ingenieros del Perú.
Cuando pienso en esos días, recuerdo los churros como una de las delicias más grandes del mundo... aunque admito que la nostalgia de tiempos pasados puede contribuir con esa percepción. Y a pesar de ver al señor en la misma esquina vendiendo sus churros, nunca más volví a comprárselos. Quizá para no romper la magia, no lo sé.
Un día, hace poco más de dos años, iba camino al dentista, cerca de la Av. Aramburú. Cuando pasé frente al local de un organismo internacional que queda por ahí, vi al señor de los churros, en persona, delante de mí. Seguía vendiendo su mercadería, con una carretilla impecablemente pintada de blanco, como siempre, pero esta vez tenía signos distintivos de la Municipalidad de Surquillo.
Pensé que habría tenido problemas en Miraflores y que había mudado su negocio a Surquillo. En verdad, no hay mucha distancia entre ambos puntos. Me pareció lo más lógico y en verdad no le di más vueltas al asunto. Bastante tenía con la idea de la visita al dentista.
Exactamente dos semanas más tarde, en una nueva visita al dentista, vi al señor de los churros en su esquina tradicional de la Av. Arequipa... con signos distintivos de Miraflores en su carretilla. Me extrañó muchísimo, y mentalmente lo tildé de comodín, incluso de tránsfuga, por usar un término de triste recordación en nuestro Perú.
Mayor fue mi sorpresa cinco minutos más tarde, cuando vi al señor de los churros en la Av. Aramburú... con la carretilla llena de signos distintivos de Surquillo.
Lo miré detenidamente al pasar, me fijé atentamente en su cara y me di cuenta de que, si bien era enormemente parecido, no era el mismo señor. Era definitivamente su hermano, quizá hasta su gemelo.
Me reí sola, hasta ahora me río cuando lo recuerdo.
Nunca me he animado a preguntarle a ninguno de ellos acerca de esto. Pero ahí siguen los dos, poniendo sus churros recién hechos en minúsculas bolsitas de papel, cada uno en su respectivo lugar de siempre.
Si pasan por alguna de esas esquinas, no duden en comprarles churros. Y si se animan a preguntarle a cualquiera de ellos por el otro, por favor, cuéntenme qué responde.
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En mis últimos años en la universidad, mis amigos y yo adquirimos la costumbre de comprarle churros a un señor que tenía (y todavía tiene) una carretilla en una esquina de la Av. Arequipa, en Miraflores, muy cerca de lo que alguna vez fue la Casa Marsano y a pocas cuadras del Colegio de Ingenieros del Perú.
Cuando pienso en esos días, recuerdo los churros como una de las delicias más grandes del mundo... aunque admito que la nostalgia de tiempos pasados puede contribuir con esa percepción. Y a pesar de ver al señor en la misma esquina vendiendo sus churros, nunca más volví a comprárselos. Quizá para no romper la magia, no lo sé.
Un día, hace poco más de dos años, iba camino al dentista, cerca de la Av. Aramburú. Cuando pasé frente al local de un organismo internacional que queda por ahí, vi al señor de los churros, en persona, delante de mí. Seguía vendiendo su mercadería, con una carretilla impecablemente pintada de blanco, como siempre, pero esta vez tenía signos distintivos de la Municipalidad de Surquillo.
Pensé que habría tenido problemas en Miraflores y que había mudado su negocio a Surquillo. En verdad, no hay mucha distancia entre ambos puntos. Me pareció lo más lógico y en verdad no le di más vueltas al asunto. Bastante tenía con la idea de la visita al dentista.
Exactamente dos semanas más tarde, en una nueva visita al dentista, vi al señor de los churros en su esquina tradicional de la Av. Arequipa... con signos distintivos de Miraflores en su carretilla. Me extrañó muchísimo, y mentalmente lo tildé de comodín, incluso de tránsfuga, por usar un término de triste recordación en nuestro Perú.
Mayor fue mi sorpresa cinco minutos más tarde, cuando vi al señor de los churros en la Av. Aramburú... con la carretilla llena de signos distintivos de Surquillo.
Lo miré detenidamente al pasar, me fijé atentamente en su cara y me di cuenta de que, si bien era enormemente parecido, no era el mismo señor. Era definitivamente su hermano, quizá hasta su gemelo.
Me reí sola, hasta ahora me río cuando lo recuerdo.
Nunca me he animado a preguntarle a ninguno de ellos acerca de esto. Pero ahí siguen los dos, poniendo sus churros recién hechos en minúsculas bolsitas de papel, cada uno en su respectivo lugar de siempre.
Si pasan por alguna de esas esquinas, no duden en comprarles churros. Y si se animan a preguntarle a cualquiera de ellos por el otro, por favor, cuéntenme qué responde.
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Una querida persona muy cercana a mí dijo de la muerte de Facundo Cabral: matar un ruiseñor. Coincido totalmente.
Querida amiga!!! Este post fuè maravilloso porque me diò la oportunidad de conocer a dos personas increíbles y maravillosas...primero virtualmente y luego en persona. Vuelvo pronto!! Estoy a full con mi perrito que se ha convertido en el solcito de mi vida! jaja Un beso enorme para ti y para Marce que debe estar todavía en un mundo de corazones :)
ResponderEliminarGracias por recordarme este post!!!!!
Si pues, los limeños tenemos nuestros puntos de recuerdos con algun casero ambulante de grata recordación. Yo recuerdo de universitario en las noches de regreso a mi casa, tomandome mi emoliente en los frios inviernos limeños, de paso a tomar mi segundo micro para calentarme en mi espera. No se si continue la casera por que ya no paso por Lince.
ResponderEliminarLo de transfuga es un mala asociación como algo malo, lo que no es necariamente es cierto.
Churchil paso por 03 partidos por ejemplo, Rospigliosi por ejemplo ya no es de Peru Posible, pero no es el el que cambio, sino fué su partido el que tomo distintas opciones electoreras, claro que tambien abundan los canallas convenidos como Rafael Rey por ejemplo.
Hola Gabriela! Qué lindo recordar los churros y nuestros encuentros... A don Claudio, el churrero de Miraflores, lo conocimos. Al de Surquillo, no.
ResponderEliminarUn proyecto: registrar y probar los churros alrededor del mundo. :D
Besos,
Marcela
Me voy a referir a la frase Matar a un ruiseñor, en relación al asesinato de Facundo Cabral. Seguramente la persona que te dijo eso se refirió a lo que se lee en el libro del mismo nombre: "Matar ruiseñores, que sólo nos cantan y no hacen daño, es un acto malvado".
ResponderEliminarYo no hubiese dudado. No me quedo con esa curiosidad, como cuando debí averigüar por los gemelos que me venden verduras en la feria, son calcados y después de mucho te das cuenta cual es cual por su caracter, que aunque iguales en su ADN, son diferentes. Como ves, cada ser es único e irrepetible.
ResponderEliminarBesos
Me encantan los churros... son una delicia y con chocolate espeso (como lo toman los españoles) son prácticamente un PECADO.
ResponderEliminarTriste lo de Facundo...
Me gustan estas historias del diario vivir...
ResponderEliminarJustamente por eso es que este post es especial, Katy. Y si, vuelve pronto.
ResponderEliminarQué rico emoliente para el húmedo frío limeño, Alf.
Lindo el proyecto que propones, Marcela.
Estoy segura de que fue por esa frase, Anónimo.
Tal vez en algún momento me anime y haga las preguntass, AleMamá.
Si, un pecado de los grandes, Cheluca.
Muy triste lo de Facundo, ciertamente.
Y a mí me gusta compartirlas, Virginia.
Saludos de USA.
ResponderEliminarGabita. Que delicia que son los churros! a-
qui nunca los he podido encontrar. Una vez
me dijeron que en los restaurantes Mexica -
nos, pero, nada que ver no hay comparacion.
Cuando llegue al Peru; voy a ir a buscar al
Sr. o a los Srs. de los churros.Lo de de Fa-
cundo Cabral ha sido una innominia Atroz!U-
na cobardia sin nombre! El seguira cantando.
Te quiero mucho.
Cotiti.
Como siempre es un placer leerte , yo me leo desde al principio al final me atrapan tus entradas .
ResponderEliminarUno siempre tiene algo en el recuerdo de la infancia o la pubertad .
Yo en tu lugar no me quedaría con la duda les preguntaría .
Las perlitas siempre entretienen , pero hay erróres fatales .
Un beso , cuidate
Nancy
De nuevo muy bueno...
ResponderEliminarJa ja ja no me acuerdo si lo leí la primera vez pero sí que está muy bueno ja ja ja
ResponderEliminarHola me encantan los churros con chocolate, pero me hacen mucho daño. Besiños Milita.
ResponderEliminarQuerida Gaby,
ResponderEliminarTus entradas son siempre super entretenidas, heredaste de tu madre ese estilo tan especial de narrar hechos simples de la vida diaria, en forma literaria que da gusto leerte.
!Qué ricos los churros!, me recordaste la época en que en invierno los sábados después del cine entrabamos al "MANOLOS", en Miraflores con tu tío Javier y mis hijos chicos a comer churros con chocolate muy caliente, muy lindos recuerdos.
Lo de los gemelos es incríble, yo les hubiera tomado una foto para publicarla, sería una buena propaganda para sus churros.
Tu sabes que mi nuera tiene una gemela idéntica, cuando recien eran enamorados, yo le preguntaba a mi hijo si no cometía el error de darle un beso a la otra hermana, el se reía y me decía que el no se confundía, sabía cual era la suya, jajaja, son idénticas pero de carácter diferente.
Me encantó tu entrada, te felicito.
Cariños,
Maricarmen
definitivamente tendre que probarlos, y si me caen mal regresare a este blog a quejarme jaja. un abrazo.
ResponderEliminarp.d: te invito a visitar mi blog
Los churros son definitivamente un placer culposo, Consuelo.
ResponderEliminarTal vez algún día me anime y le pregunte a alguno de ellos, Nancy.
Gracias, Cyrano.
Tal vez no lo leíste, Renzo. Sospecho que te acordarías.
Es que son un poco pesados, Milita.
Claro que conozco a las idénticas a las que te refieres, Maricarmen.
Espero que no tengas quejas, Ludobit.
Siempre he sentido afecto por los vendedores y vendedoras de los puestos tradicionales de venta callejera: churros, castañas,almendras... Están, como los tuyos, vinculados a los recuerdos de mi infancia
ResponderEliminarRespecto a los de Facundo Cabral, una tristeza. Su voz y sus composiciones eran únicas, tenian estilo propio y las letras llegaban al corazón.
Un abrazo.
La carretilla de churros en Miraflores, mmmmm!puedo verlos y olerlos.
ResponderEliminarA propósito, los churros limeños son como los madrileños, para desayunar un suculento chocolate con churros???
No sé si la nostalgia de tiempos pasados acrecienta la deliciosa sensación de estos sabores y momentos, pero a mí también me pasa cada vez que recuerdo mis años de Bachillerato y de universidad en Madrid.
Entrañable tu texto.
Un abrazo desde Venecia
Ojalá esa tradición de venta callejera no se pierda nunca, Chela.
ResponderEliminarYo nunca he desayunado chocolate con churros, Chusa, pero conozco gente que dice que es delicioso. Ojalá algún día lo puedas comprobar.