jueves, 25 de diciembre de 2008

Rincón escondido

Mi amiga Renata vive en Arequipa. Hace algunas semanas me pidió que le recogiera un certificado de los estudios que ha hecho a distancia en una universidad limeña.

Hacia allá fui, la mañana de un jueves cualquiera. La oficina de esta universidad queda en un sitio por el que he pasado muchas veces, casi siempre en medio de prisas y apuros, con la atención puesta únicamente en el reloj y en el tráfico.

Solamente que este jueves cualquiera pasó a ser un jueves diferente y especial.

La última cuadra del recorrido la hice caminando, no sé por qué. Iba, como siempre, con apuro y mirando el reloj, sin percatarme de nada más que el edificio al que me dirigía, visible desde una cuadra de distancia. Cuando en eso giré la cabeza hacia la acera del frente, y apareció ante mis ojos un pequeño parque que se extendía por toda la manzana que estaba a mi izquierda.

Camina placido en medio del ruido y de la prisa, y piensa en la paz que se puede encontrar en el silencio. (*)
Era un oasis silencioso, solamente interrumpido por el cantar de los pájaros. Ni un solo ruido que delatara el tráfico que se mueve a una cuadra de distancia. Imposible dejar que un momento así se perdiera. El celular entró en acción una vez más.

El lugar es tan tranquilo que da ganas de sentarse a leer, como lo hace la chica que ven sentada en los escalones del monumento. Si se fijan bien, al fondo podrán apreciar algunas de esas camionetas que constituyen buena parte del transporte público limeño.

No fue solamente la tranquilidad del sitio lo que llamó mi atención. Fueron las hojas caídas por todos lados, el verde impecable del pasto, la sensación de ser un rincón cuidado, la curiosidad por saber cuántos secretos encierran estos árboles.

Al frente de este parque queda el edificio al que yo me dirigía.

Esta otra foto la tomé desde las escalinatas de la universidad, ya al salir. Se puede ver el mismo monumento un poco más alejado. Esa pared aparentemente blanca que se ve al fondo (en verdad es rosada) es la residencia del embajador de Estados Unidos en el Perú.

Gracias a Renata descubrí un rinconcito de Lima en el que nunca había reparado. Los correteos habituales casi provocan que me pierda la delicia de este tranquilo remanso, situado en medio de tanto ajetreo que lo hace pasar desapercibido.

----------

(*) Texto completo de la Desiderata acá.

¿No se supone que la Navidad es la fiesta de amor y de unión? ¿Tan difícil es ponerse en los zapatos de otro? Lo digo porque ayer 24 de diciembre, a pocos minutos de la medianoche, vi pasar camiones recolectores de basura de un distrito limeño. Lo que quiere decir que los trabajadores a cargo de dicha labor pasaron la Navidad en la calle, lejos de sus casas y sus familias. Me pregunto si a los alcaldes, o a quienes hayan tomado tan "solidaria" decisión, les hubiera gustado estar en los zapatos de esos trabajadores. ¿Tan difícil era pedir a los vecinos que, por un día, no sacaran la basura a la calle?

La blogósfera peruana en 2009

Hace algunos días, encontré en mi bandeja de entrada un mensaje de Juan Arellano con el siguiente desafío:

Hola:

Me gustaría hacer un post con las respuestas de varios bloggers a esta única pregunta:

¿Cómo ves o qué esperas de la blogosfera peruana o internet en general para el 2009?

Obviamente espero tu respuesta que la puedes hacer en forma de post o responderla por esta vía. Consideraré las llegadas hasta el 21 de diciembre. Gracias

Juan

Durante días tuve el mensaje sin saber qué responder. Hasta que Juan me conminó a contestarle, pocos días antes de la fecha límite. Acá mi respuesta, que le hice llegar vía mensaje de correo electrónico:
Gabriela de Seis de Enero es cauta en sus esperanzas y mas bien nos remite a otras realidades:

sencillamente no sé qué esperar de la blogósfera peruana o de Internet en general. Pero para tratar de elaborar una respuesta y no quedarme con el simple (y cómodo) "no sé", espero que los blogs sigan desarrollándose, que sigamos disfrutando de esta libertad de decir lo que queremos, que ni notamos porque la damos por hecho. Viendo lo que sufren bloggers de otros países por el "delito" de decir lo que piensan, puedo decir que somos afortunados. Espero que la blogósfera siga creciendo y que los bloggers independientes no encontremos dificultades frente a los bloggers que cuentan con el respaldo de medios de comunicación. Finalmente, espero que los acontecimientos en el Perú nos den siempre tema del cual hablar... eso creo que podemos darlo por descontado.
Para ver las respuestas de otros bloggers, recomiendo leer posts que Juan ha escrito al respecto en cuatro partes:
  1. Pregunta a los bloggers y demás
  2. La blogosfera peruana en el 2009 según los propios bloggers peruanos (I)
  3. La blogosfera peruana en el 2009 según los propios bloggers peruanos (II)
  4. La blogosfera peruana en el 2009 según los propios bloggers peruanos (y III)

Siempre es interesante ver lo que los demás tienen que decir.

Gracias Juan por incluirme en este post.

jueves, 18 de diciembre de 2008

Historia de un Nacimiento

Desde que empezó diciembre, veía algo pelado el ventanal del edificio en el que vive. Todos los días, al salir a trabajar, pensaba en cómo hacer para conseguir el mismo nacimiento en cartón que adornó el ventanal hace algunos años.

En su trabajo veía el adorno que quería tener en su ventanal. Le preguntó a la persona que le vendió el que tuvo unos años antes, pero le dijo que ya se habían terminado. "Ese ventanal se ve muy vacío", pensaba una y otra vez.

Hubiera sido más fácil rendirse, pero ahí seguía dándole vueltas al asunto. Hasta que se le ocurrió una idea: con papel calcó los bordes del nacimiento de cartón que estaba en su oficina. El papel no era transparente, pero apoyándose contra el vidrio tenía luz suficiente para ver bien los bordes. Calcó todo en diferentes hojas tamaño A-4: San José por un lado, la Virgen María por el otro y, por supuesto, el Niño Jesús. La Estrella de Belén tuvo que dejarla a un lado, estaba pegada muy alto y su altura no le permitía llegar hasta allá.

Ya en casa, compró cartulina blanca y pasó cuidadosamente los varios moldes formando las figuras del Nacimiento. Luego, con mucha paciencia y cuidado, los recortó dándoles la forma exacta.

Después le pidió a Gonzalo que le hiciera la estrella porque el dibujo nunca fue lo suyo (tampoco lo mío). Y con ayuda de otra persona a quien quiere mucho, pegó cuidadosamente el Nacimiento en el ventanal.

El ventanal ya no está vacío. Lo veo todos los días al salir de la casa, y pienso en el esfuerzo conjunto que se requirió para lograrlo. Pienso que los vecinos ni lo imaginan, que los visitantes frecuentes y los ocasionales tampoco lo imaginan. Solamente ven ahí un lindo Nacimiento que los saluda y despide cada vez que entran o salen.

A todos ustedes:

¡FELIZ NAVIDAD!

jueves, 11 de diciembre de 2008

Diciembre...

Diciembre es un mes de emociones encontradas, no tengo la menor duda. Hace algunos años, el escritor peruano Abelardo Sánchez León publicó un excelente artículo en su columna semanal del El Comercio. Por suerte guardé el texto completo, aunque no el sitio web ni la fecha exacta de su publicación.
Rincón del autor: Diciembre

Por Abelardo Sánchez León

Este mes es una piedra difícil de trasladar y tropieza con el hueco negro de la despedida. Diciembre sacude lo hecho. A fin de cuentas es un mes de evaluaciones.

Experimenta una extraña sensación de vacío. Se acerca la Navidad y su corazón late como un reloj atascado en la arena. Siente poco, incluso en su relación con las personas más cercanas: su pareja, sus hijos, sus amigos, sus colegas.

Considera que se ha vuelto huraño, cascarrabias, que todo le molesta. Ni qué decir de la política. No puede criticar a la juventud por ser tan indiferente con la política, pues él mismo está como endurecido. No le interesan aquellas riñas y confrontaciones entre candidatos. Está, sin saber por qué, de mal humor.

Ha ayudado en su casa a que se levante, como un verdadero himno de esperanza, el árbol de la Navidad. Aquel árbol, comprado hace unos veinte años en una tienda de segunda mano por la Arenales, le recuerda a tantos otros árboles, cuando era un muchacho y ayudaba a su padre a levantarlo en aquella casa hoy derrumbada. Pacientemente ha contribuido a que durante las noches se llene de luces intermitentes.

Piensa que diciembre es un mes feliz, pero que por extrañas razones, completamente desconocidas, siente malestar en lugar de alegría. Llega exhausto al último mes del año y anhela descansar en el pequeño jardín que su esposa cuida con verdadero esmero. Pero las cosas no se dan. Quiere revisar unos poemas, regar, contemplar la luna de diciembre, hacerle el amor. Lo intenta, pero no se dan las circunstancias. Diciembre es una piedra difícil de trasladar y tropieza con el hueco negro de la despedida. Diciembre sacude lo hecho y se lo refriega en la cara, a fin de cuentas se trata de un mes de evaluaciones, de lejanas calificaciones escolares, de rojos en la libreta.

Piensa que en las épocas del colegio diciembre tenía un sabor especial: por ejemplo, no tener más de dos cursos desaprobados, frecuentar La Herradura con sus amigos Andrés y Vicente, ir a la vermouth del cine Orrantia. Diciembre era risa si pasabas de año. No había malestar acumulado. Las luces navideñas iluminan las fachadas a falta de estrellas y en el centro de su cerebro algo no funciona. Sus cálculos, sus simples deseos, no le han salido.

Decide encerrarse. No asistir a los diversos festejos de fin de año, cuando diciembre es una agenda apretada. Pero si no va tendrá que estar solo y soportarse. Se trata del destino: el tibio sol de diciembre tiene ahora un sabor a metal antiguo. Lo distingo a la distancia, trato de pasarle la voz, pero me abstengo.

Este mes es una piedra difícil de trasladar y tropieza con el hueco negro de la despedida. Diciembre sacude lo hecho. A fin de cuentas es un mes de evaluaciones.
... y de despedidas y de reencuentros y de balances y de nostalgias y de ausencias y de presencias y de esperanza, agregaría yo.
Gracias a Balo, porque supo expresar como pocos las sensaciones de este contradictorio mes.

jueves, 4 de diciembre de 2008

Una pensionista para nada pobre

Hace algunos meses escribí un post titulado Cuéntame cómo pasó, dedicado a la serie española del mismo nombre que transmite Televisión Española todos los jueves, entre setiembre y enero. La serie no es conocida en el Perú, yo empecé a verla totalmente por casualidad desde hace unos cuatro años.

En ese post yo decía:

Todos los adultos [de la serie] han vivido en carne propia la tremendamente cruenta Guerra Civil Española, y han conocido de primera mano el hambre y la incertidumbre del día a día.
Cuando rememoran la guerra, los personajes de la serie siempre recuerdan el hambre que vivieron en esos duros tiempos. Cada vez que Toni comenta en voz alta que las cosas tienen que cambiar, la abuela Herminia tiembla y responde "lo único que no quiero es volver al hambre del 36". Y cuando Desi, que estaba lleno de dudas a pocos minutos de casarse con Clara, le pregunta a Antonio si acaso no tuvo dudas antes de casarse con Merche, este le responde: "Que era 1948, hombre, que lo único que nos preocupaba era si tendríamos qué comer al día siguiente".
Esa respuesta de Antonio se me ha quedado grabada en la memoria.

Hace poco más de una semana, totalmente por casualidad, di con un blog titulado 'Soy una pobre pensionista', escrito por una española que firma con esa frase como seudónimo y que se define a sí misma:

Nací en el Madrid de antes de la Guerra, y ahora que estoy estudiando Informática, quiero aprovechar lo que aprendo día a día para compartir con vosotros los recuerdos de mi vida.

Lo que asombra es que esta pensionista acaba de cumplir 86 años, y acá la tienen, estudiando Informática y llevando adelante un blog. Poca cosa... casi nada.

Esta blogger ha vivido en carne propia los rigores de la Guerra, el hambre que tanto recordaban la abuela Herminia y Antonio. En su post Casa, obuses y refugio en el Metro nos cuenta:

[...]

Como dormíamos en esas condiciones [vestidos y calzados] no usábamos sábanas ¡a ver quién, con zapatos y sin jabón para lavar! Yo recuerdo que pensaba en otros niños que estarían durmiendo en sus camitas, con sus camisones, y muy importante para mí, sin zapatos, y unas sabanas blancas y fresquitas, ¡qué envidia y qué nostalgia de tiempos pasados! Yo le pedía a mi madre ¡por favor déjame quitarme los zapatos! Pues que si quieres, ni de broma, vamos. Esta situación duró casi hasta el final de la guerra.

[...]

Sin palabras.

Y en 'Supervivencia' nos dice:

En la guerra, mientras permanecíamos "refugiados" en la cueva durante los bombardeos, yo ahora pienso que casi nos hacíamos inhumanos, sólo afloraba en nosotros el instinto de supervivencia, no nos preocupaba donde caían las bombas, ni a quien le tocaba, el caso es que no nos tocara a nosotros (hablo por mí, pero creo que ese era el sentir de todos). Lo digo porque, cuando el bombardeo terminaba, el suspiro era general y la exclamación la misma: ¡nos hemos librado!

Los aviones empezaban generalmente sus bombardeos por lo alto de la carretera de Valencia, como si vinieran del pueblo de Vallecas hacia Madrid, así que las explosiones empezaban por nuestra izquierda, y daba la impresión de que las lanzaban con cronómetro, era entre una explosión y otra el mismo espacio de tiempo, pum... pum... pum... así que yo, particularmente, iba calculando si la siguiente bomba sería para nosotros o si pasaría de largo.

Cuando las explosiones estaban ya muy cerca, que todo retumbaba a nuestro alrededor, las familias nos abrazábamos e inconscientemente cerrábamos los ojos, y yo creo que hasta conteníamos la respiración. ¿Nos tocará? Estoy segurísima de que todos teníamos el mismo pensamiento, ¿nos tocará? Cuando la siguiente explosión sonaba ya a nuestra derecha es cuando venia el suspiro colectivo, y la frase “nos hemos librado”. Pero esto algunas veces no era así, pues de repente volvíamos a oír explosiones muy cerca, y aquello, por lo menos a mí, me "descolocaba", pues eso quería decir que no había funcionado ese cálculo tan rarito que yo me inventé. Cuando esto pasaba, era porque los aviones habían dado la vuelta y soltaban el resto de sus bombas otra vez sobre nosotros. Esto, en los últimos tiempos de la guerra, nos lo hacían varias veces en una misma noche, con lo cual era terrorífica, de verdadera pesadilla, aquello no terminaba hasta que era de día y entonces podíamos salir de la cueva. A partir de ahí, empezábamos a ser otra vez personas y comenzaba la preocupación por los demás, a querer saber donde habían caído las bombas, si habían afectado a amigos o parientes, a ser solidarios y si se podía ayudar en lo que fuera posible. Lo que digo ¿dónde habían estado todos estos sentimientos durante el bombardeo? ¡Supervivencia!

Hoy, pensándolo en la distancia, no dudo de que en aquella cueva, si nos hubiera caído una bomba habríamos sido, de no morir en el momento, enterrados en vida. Ya se dieron casos.

[...]
Les invito a visitar a esta pensionista, nada pobre por cierto. Yo le digo rica pensionista, porque evidentemente su riqueza como persona es enorme. Contesta todos los comentarios que le hacen sus lectores, siempre con una frase tan amable y de manera tan agradable que da ganas de seguirla leyendo, y encima no permite que la traten formalmente usando el 'usted'. Me hace sentir como si la conociera personalmente. La semana pasada visitó este blog, e incluso ha agradecido este post:
Mi querida Gabriela, me siento tan abrumada ante palabras tan hermosas y tan cariñosas hacia mí, que no me salen las palabras. ¿Gracias? No, creo que es poco, muchas, muchas, muchísimas gracias, estoy muy contenta de haberte encontrado y de que me permitas contar con tu amistad. Recibe un cariñosísimo abrazo.
Lo único malo es que se conecta solamente los fines de semana, por lo que hay que esperar siete días por sus novedades. Pero la espera vale la pena.
¡Gracias, rica pensionista! Nos vemos este fin de semana.

lunes, 1 de diciembre de 2008

Misterios domésticos

Más de una vez han pasado en mi casa las siguientes situaciones.

1. Cucharitas que desaparecen: por lo general, los cubiertos vienen en juegos de 6, 8 y 12. No entiendo cómo ni por qué, al cabo de un tiempo solamente hay 5, 7 u 11 cucharitas. Con los cuchillos, tenedores y cucharas no pasa lo mismo, es solamente con las cucharitas. Tratando de encontrar una respuesta a ese misterio doméstico, se me ocurrió que podían irse por el desagüe al momento de lavar los cubiertos. Descubrí que es imposible por la sencilla razón de que no hay espacio para que pasen por ahí.

Todas las personas a las que les he contado esto me han dicho lo mismo: que en su casa también se les desaparecen las cucharitas.

2. Medias que faltan: al momento de guardar la ropa recien lavada, muchas veces descubría que faltaba una media. Una sola. Lo más gracioso es que la media "perdida", por lo general de nylon, aparecía al cabo de muchos meses en los lugares más insólitos, como bien encajada dentro de la manga de una chompa o en la pierna de un pantalón, en un rincón de la lavadora (después de haber mirado montones de veces) o hecha un trapo en un rincón del lugar de la casa en que se tiende la ropa mojada (nuevamente, después de haber mirado montones de veces).

Harta de esa situación, compré una bolsa con cierre hecha de una tela con muchos huequitos. Ahora las medias no se pierden entre que las seco y las guardo... sino entre que me las saco y las lavo.

3. Ganchos de ropa que se multiplican: aparece de la nada en mi clóset, un gancho vacío colgado a plena vista, que horas antes no había estado ahí. Una cosa es que las cucharitas o medias desaparezcan, y otra muy diferente es que los artículos, ganchos de ropa en este caso, surjan de la nada, podríamos decir que por generación espontánea, y se planten por su cuenta en un lugar visto y revisto no sé cuántas veces. Por una parte mejor, porque me ahorran el trabajo de buscar uno cuando quiero guardar la ropa recién lavada.

4. Plumas: aparecen por toda la casa, plumas encajadas en las esquinas de todas las habitaciones: en la sala, la cocina, el baño, en los dormitorios. Sé que deben ser de las palomas que vuelan por todas partes, pero lo raro es que van a depositarse en los lugares más recónditos y refundidos, casi entre los zócalos y las paredes. Por lo menos yo, nunca he visto cómo llegan ni qué caminos recorren hasta los lugares en los que las encuentro. De repente miro hacia una esquina, y veo una pluma. Suelo guardarlas, encontrar esas plumas me hace sentir que soy la destinataria de un mensaje que debo descifrar.

5. Vecinos fantasmas: estos vecinos constituyen un misterio tan grande que les dediqué su propio post. De todas maneras, los menciono en este porque los considero uno de los más grandes misterios domésticos. A veces escucho taconeos a mitad de la noche, o el sonido de miles de canicas rodando y rebotando sobre el piso del departamento de arriba del mío y que viene a ser el techo de mi casa, o como si alguien estuviera jalando y arrastrando por todos lados los muebles más pesados del mundo sin llegar a decidirse dónde dejarlos. Además, siempre son sonidos nomás, nadie habla nunca. Aunque pensándolo bien, es mejor que nadie hable nunca.

-----------------
Todas las imágenes han sido tomadas de Google Images.