Hacia allá fui, la mañana de un jueves cualquiera. La oficina de esta universidad queda en un sitio por el que he pasado muchas veces, casi siempre en medio de prisas y apuros, con la atención puesta únicamente en el reloj y en el tráfico.
Solamente que este jueves cualquiera pasó a ser un jueves diferente y especial.
La última cuadra del recorrido la hice caminando, no sé por qué. Iba, como siempre, con apuro y mirando el reloj, sin percatarme de nada más que el edificio al que me dirigía, visible desde una cuadra de distancia. Cuando en eso giré la cabeza hacia la acera del frente, y apareció ante mis ojos un pequeño parque que se extendía por toda la manzana que estaba a mi izquierda.
Camina placido en medio del ruido y de la prisa, y piensa en la paz que se puede encontrar en el silencio. (*)Era un oasis silencioso, solamente interrumpido por el cantar de los pájaros. Ni un solo ruido que delatara el tráfico que se mueve a una cuadra de distancia. Imposible dejar que un momento así se perdiera. El celular entró en acción una vez más.
El lugar es tan tranquilo que da ganas de sentarse a leer, como lo hace la chica que ven sentada en los escalones del monumento. Si se fijan bien, al fondo podrán apreciar algunas de esas camionetas que constituyen buena parte del transporte público limeño.
No fue solamente la tranquilidad del sitio lo que llamó mi atención. Fueron las hojas caídas por todos lados, el verde impecable del pasto, la sensación de ser un rincón cuidado, la curiosidad por saber cuántos secretos encierran estos árboles.
Al frente de este parque queda el edificio al que yo me dirigía.
Esta otra foto la tomé desde las escalinatas de la universidad, ya al salir. Se puede ver el mismo monumento un poco más alejado. Esa pared aparentemente blanca que se ve al fondo (en verdad es rosada) es la residencia del embajador de Estados Unidos en el Perú.
Gracias a Renata descubrí un rinconcito de Lima en el que nunca había reparado. Los correteos habituales casi provocan que me pierda la delicia de este tranquilo remanso, situado en medio de tanto ajetreo que lo hace pasar desapercibido.
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(*) Texto completo de la Desiderata acá.
¿No se supone que la Navidad es la fiesta de amor y de unión? ¿Tan difícil es ponerse en los zapatos de otro? Lo digo porque ayer 24 de diciembre, a pocos minutos de la medianoche, vi pasar camiones recolectores de basura de un distrito limeño. Lo que quiere decir que los trabajadores a cargo de dicha labor pasaron la Navidad en la calle, lejos de sus casas y sus familias. Me pregunto si a los alcaldes, o a quienes hayan tomado tan "solidaria" decisión, les hubiera gustado estar en los zapatos de esos trabajadores. ¿Tan difícil era pedir a los vecinos que, por un día, no sacaran la basura a la calle?